December 3rd, 2020
El Salmo 91 es un poema que nos invita a confiar en el Señor en medio de los peligros que enfrentamos en la vida. La seguridad y la confianza que se describen en este salmo no emanan de las capacidades que pueda tener el ser humano. La seguridad y la confianza que se describen en este poema emanan de los cuidados y de la protección que encontramos en la presencia de Dios.
Este es un tema recurrente en las Escrituras Sagradas y es mucho más frecuente en los textos que encontramos en el Salterio, el Libro de los Salmos. Encontramos un buen ejemplo de esto en el Salmo 27:
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El salmista comienza el Salmo 27 con dos (2) afirmaciones y dos (2) preguntas. La primera afirmación es que el Señor que se revela (“Yawhe”, H3068) es su luz y su salvación. La primera pregunta es a quién puede él tenerle temor (“yârêʼ”, H3372) o rendirle reverencia. La segunda afirmación es que el Señor que se revela es el que defiende su vida. La segunda pregunta es a quién puede él tenerle miedo (“pâchad”, H6342). Es entonces que el salmista nos revela que él sabe que no está exento de las amenazas que pueden producir todas estas reacciones. Esto es, estar expuesto a ataques, a encerronas, intentos concertados y premeditados de destrucción y ataques que procuran su muerte.
Luego de todas estas descripciones el salmista nos deja conocer cuál es su “arma secreta”, la fuente de su confianza. El escritor de este salmo nos deja conocer que él sabe que el Señor que se revela es su luz y su salvación porque él conoce el abrigo y la sombra protectora de Jehová. David dice que él sabe lo que va a suceder cuando lleguen esas temporadas, porque él conoce al Señor y conoce lo reservado de las moradas del Eterno. David sabe que cuando él esté en peligro (PDT), cuando vengan tiempos difíciles (TLA), el Señor lo protegerá en su casa, le cuidará, lo esconderá bajo su techo, y lo llevará a un lugar seguro. Ese lugar es mucho más que la seguridad del tabernáculo, del templo. Ese lugar seguro es lo reservado de la morada del Eterno.
Otro ejemplo lo encontramos en el Salmo 31:
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El salmista comienza esta oración cantada como un himno de lamento; pidiendo la protección del Señor. Luego, convertirá la misma canción en un himno de acción de gracias para agradecer al Señor por todas sus bondades. La primera parte de este salmo se levanta con la confianza de que el Señor jamás defraudará a los que buscan Su rostro. El salmista dice que el Señor se digna en escuchar a aquellos que claman, que es roca protectora, castillo de refugio, el que guía y que protege, el que ve nuestras tristezas y el que conoce nuestras aflicciones.
El salmista reconoce en este salmo que él ha sido objeto de burla de muchos y que se ha quedado solo, a la merced de los comentarios y de los planes que sus enemigos han hecho para destruirle. Es aquí que él parece acudir a las experiencias previas que había tenido con situaciones de esta naturaleza y declarar con gratitud lo que él conoce acerca del cuidado, del lugar secreto de la presencia de Dios.
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El lugar secreto de Dios es descrito en este salmo como el lugar en el que Dios guarda Sus tesoros. El salmista dice que aquellos que son guardados como tesoros de Dios, aquellos que confían en el Señor, reciben una repartición extraordinaria de la bondad del Señor.
Nadie puede expresarse así acerca de ese lugar, con esa confianza, a menos que lo haya experimentado antes. No hay conocimiento teórico que pueda sustituir este conocimiento empírico. Las expresiones del Salmo 27 y del Salmo 31 no son expresiones provocadas por el conocimiento teórico. Esas expresiones fueron provocadas por experiencias que los escritores de estos salmos tuvieron con el Señor en el día de la angustia.
Viene a mi memoria una fecha en el mes de septiembre del 1989; 18 de septiembre de 1989. Ese día un huracán categoría 3 llamado Hugo atacó las islas de Puerto Rico y del Caribe Oriental. Este era el primer huracán que veríamos azotar a Puerto Rico desde el año 1956 (Santa Clara). Para más del 65% de los puertorriqueños vivos esa sería nuestra primera experiencia con esta clase de fenómeno meteorológico. La incertidumbre provocada por el desconocimiento y la ignorancia nos arropaba. La noche que esperamos la llegada de ese bólido parecía eterna.
Una canción nos acompañó durante toda esa vigilia: “Dios de mi sustento.” Ese coro había sido compuesto por Raúl Burgos para finales de mayo de ese año y desde entonces se había ocupado de adueñarse de nuestras voces. Una frase parecía repetirse de forma autonómica: “Al pronunciar tu nombre la tempestad se calma.”
Hugo pasó y con él pasaron todos los malos ratos, los peligros y los inconvenientes que trae un huracán consigo. Aprendimos que ningún huracán es eterno; ningún peligro es eterno; ninguna pandemia tampoco lo es. Aprendimos el significado de estar cubiertos en lo reservado de la morada del Señor que se revela. Entonces llegó George.
George fue un huracán categoría 4 que atacó a Puerto Rico el 21 de septiembre de 1998. El ojo de este monstruo tenía 35 millas de diámetro (56 km); enorme. Lo que el huracán George “desconocía” era que la experiencia previa con Hugo nos había convertido en personas más conscientes de los peligros que representa un fenómeno como este. George también desconocía que Hugo nos había provocado a aprender acerca del lugar secreto de Dios. La canción de esa noche en la que esperábamos “la visita” de George cambió. Esa noche nació una canción titulada “Me das tu paz.”
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Ya no se trataba si el huracán podía ser fuerte, si sus vientos eran ensordecedores o si provocaría niveles de destrucción y dolores de muerte. Esa noche se trataba de reconocer a Aquél que puede darnos y mantenernos en paz en medio de cualquier tormenta. Entonces llegó María.
El huracán María era un fenómeno que Puerto Rico no había visto desde el 1928; un huracán categoría 5, la más fuerte en la escala Saffir-Simpsons, escala que clasifica estos fenómenos. Esa categoría está reservada para los fenómenos capaces de producir daños catastróficos, irreparables y apocalípticos[1]. Una cantidad significativa de puertorriqueños había nacido después del Huracán George y no habían visto, no conocían lo que significa todo lo antes expuesto. Sus experiencias con las tormentas y los huracanes eran puramente teóricas y basadas en las narrativas de otros. El huracán María llegó el 20 de septiembre de 2017 y ese día les permitiría a todos ellos participar de la misma escuela a la que nos habían llevado los huracanes Hugo y George. Hay que destacar que ese huracán llegó a nuestras playas dos (2) semanas después de haber sido “peinados” por otro huracán categoría 5: el huracán Irma.
La canción de esa tarde y esa noche era otra. La confianza en el Señor, en su lugar secreto, bajo su sombra había cambiado la canción. Ya sabíamos que vivimos en una metáfora de la vida; la avenida de las tormentas. Este conocimiento tan solo provee dos (2) opciones; mudar la isla de esa avenida o acostumbrarnos a las tormentas.
No sabíamos con certeza que sucedería, pero conocíamos a Aquél que hace surcar los vientos en el firmamento y que controla las gotas de la lluvia. Esa tarde comenzamos a cantar el Salmo 121: “Alzaré mis ojos a los montes,” de Peregrinos y Extranjeros.
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Las ráfagas de ese huracán alcanzaron las 200 millas por hora y los daños ocasionados por ese monstruo han sido calculados en cerca de 100 mil millones de dólares. Nada de esto pudo impedir las declaraciones del alma: “mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.”
La revisión de estos eventos nos ha permitido constatar que el primer escenario de tormentas que vivimos fue enfrentado cantando acerca del Dios que sostiene y que calma los vientos. El segundo escenario fue enfrentado cantando acerca del Dios que da paz en medio de la tormenta; una paz que nada ni nadie nos puede quitar. El tercer escenario de tormentas fue enfrentado cantando acerca de la seguridad que da saber que Dios está con nosotros. No importa lo que pueda suceder, el sol y la luna no nos pueden fatigar ni restar la confianza que tenemos en Aquél que ha decidido guardarnos.
¿Qué cambió? ¿Acaso cambió Dios? ¡Imposible! Dios no cambia; Él es inmutable. Dios es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos. Fuimos nosotros los que experimentamos los cambios. Los cambios en nuestras canciones son tan solo un reflejo de los cambios que experimentamos en nuestra relación con Dios. Esto sucedía en la medida que nos adentrábamos en el secreto de Dios.
Esa es una de las noticias más poderosas que comunica el Salmo 91. El que habita bajo ese abrigo, mora seguro bajo el cuidado protector del Señor, sin importar lo que pueda estar sucediendo a su alrededor.
Tal y como decíamos en la reflexión anterior, hay que desatacar que esa experiencia no puede ser forzada. Cada ser humano tiene la capacidad para decidir en dónde quiere habitar. Reiteramos que el énfasis que hace el salmista al inicio del Salmo 91 no es un casual. El concepto traducido aquí como habitar es “yâshab” (H3427), y esta expresión define una decisión.
La habitación que ofrece el lugar seguro y secreto del Altísimo no es una excepción a esta regla. Decíamos en la reflexión anterior que en la Biblia podemos encontrar infinidad de ejemplos en los que encontramos a hombres y mujeres escogiendo el lugar o los lugares en los que querían habitar. Estas decisiones trajeron consecuencias positivas o negativas sobre ellos.
El modelo de Abraham nos llamó la atención en esa reflexión. Decíamos allí que Abraham (a veces Abram) aparece en la Biblia tomando decisiones acerca del lugar en el que quería habitar. En el capítulo 13 del libro de Génesis nos narran la historia de una de esas decisiones; historia que fue provocada por las luchas entre los pastores de Lot, sobrino de Abraham y los pastores del patriarca.
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Ese pasaje dice que hubo una controversia entre los pastores de Abram y los de Lot. Las riquezas de ambos son mencionadas como parte de esta contienda. Entiéndase, esta es una narrativa bíblica en la que se nos explica que las muchas bendiciones pueden ser una fuente de grandes conflictos si no son manejadas correctamente.
Ese pasaje también dice algo poderoso para aquellos que creen que la controversia en sí misma era un problema. Esta controversia ocurrió en la misma zona en la que habitaban tribus que no conocían al Dios de Abram. Hoy diríamos que esta contienda ocurrió frente a los inconversos.
Esta es una gran enseñanza porque describe la solución de un conflicto a base de los lugares en los que decidimos habitar.
Es aquí que Abram decide poner fin a este problema. Este patriarca pudo haber decidido que Lot tenía que sujetarse a sus decisiones. Recordemos que Lot había venido acompañando a Abram como su sobrino. Este pasaje bíblico señala que Abram decidió permitir que Lot escogiera el lugar al que quería marcharse. La decisión de Lot determinaría el lugar en el que Abram habitaría; el lugar completamente opuesto al que escogería Lot. Abram terminó habitando en Mamre, en Hebrón, nombre que representa vigor y que se traduce como “asociación.” Lot escogió habitar en el lugar del pecado que nos disocia de Dios y de nuestros semejantes. Abram decidió habitar en un lugar que era todo lo opuesto.
La Biblia dice que esta decisión llevó a Abram a habitar en una región de Canaán por cerca de 10 años. El capítulo 16 del libro de Génesis nos deja saber que en ese lugar es que Abram decidió que Sarai tenía razón y que Dios necesitaba de su ayuda para poder cumplir la promesa que le hizo; “no te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (Gn 15:4b). Es en ese lugar, en el que Abram habitaba, que él y Sarai decidieron que una esclava llamada Agar sería la madre del niño prometido por Dios.
Esta decisión fue un gran error. Dios nunca necesita nuestra ayuda para cumplir sus promesas. La historia nos confirma que los conflictos árabes–israelíes comenzaron allí; hace cerca de 4 mil años; cuando Abram y Sarai decidieron ayudar a Dios.
El lugar en el que Abram habitaba se llamaba Canaán. Este no es un nombre semita. Esta región poseía ese nombre desde finales del tercer milenio antes de Cristo. La raíz de ese nombre significa humillación o doblar las rodillas. Hay que señalar que Abram fue enviado por Dios a esa región para transformarla y convertirla en tierra santa, separada para el Señor. La impaciencia y la ansiedad de Abram le llevaron a doblar las rodillas y ser humillado; le condujeron a hacer lo que hacían los demás; le condujeron a crear un problema que todavía estamos manejando.
Esta es una gran enseñanza porque describe la búsqueda de la solución de un conflicto a base de imitar lo que hacen los demás en el lugar en el que hemos decidido habitar. Ese pasaje bíblico describe el lugar en el que hemos decidido habitar como el escenario en el que nos puede faltar la integridad y nos arrodillamos ante las decisiones incorrectas.
La Biblia también dice que Abraham decidió habitar en Kadesh y Shur; como forastero en Gerar (Gn 20:1-18).
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Estos datos son muy interesantes porque describen a un hombre al que Dios le ha otorgado el título de propiedad de una zona muy extensa, decidiendo irse a vivir como un forastero. Abraham ya había recibido el cambio de su nombre cuando decide irse a habitar en un lugar que queda entre lo santo (“qâdêsh”, H6946) y la pared en el desierto (“shûr”, H7791). Hay más, porque la Biblia especifica que Abraham escogió habitar en Gerar, una ciudad de los Filisteos cuyo nombre significa vibrante (“gerâr”, H1642) y cuya raíz puede ser traducida como “arrastrar” (“gârar”, H1641).
La Biblia dice que allí Abraham se dejó a arrastrar por sus temores y no se atrevió a decir que Sara era su esposa. No había razón alguna para que el padre de la fe se fuera a habitar a ese lugar. Ese lugar le llevó a mentir y esa decisión causó la esterilidad de toda una ciudad (Gn 20:18). Es muy interesante un dato que la Biblia destaca en este pasaje. En ese pasaje se destaca que Dios llama íntegro a Abimelec, el rey de esa ciudad, y añade que se le reveló en sueños para que él no pecara contra el Todopoderoso (Gn 20:3-7). Las consecuencias de esta decisión requieren otra batería de reflexiones.
Esta historia bíblica es muy interesante porque nos enseña lo que puede suceder cuando decidimos habitar en lugares a los que Dios no nos ha enviado. La esterilidad castiga a todos en ese lugar. Dios deja de hablar a través de sus siervos para escoger otros instrumentos para mostrar su misericordia.
Por último, la Biblia también dice que Abraham decidió habitar en Beerseba luego de su encuentro con Dios cuando el Señor le ordenó sacrificar a Isaac (Gn 22:19). Ese es el lugar del pozo del juramento. Ese era el lugar que Dios había separado para Abraham.
Ya sabemos que la Biblia nos dice que nosotros podemos escoger el lugar en el que deseamos habitar. Las consecuencias de nuestras decisiones, las buenas y las no tan buenas, nos pueden seguir por muchas generaciones.
El escritor del Salmo 91 nos invita a que escojamos habitar al abrigo del Altísimo, bajo la sombra del Omnipotente. Podemos y debemos decidir habitar en el lugar secreto de Dios. Se trata de amar la habitación del Señor (Sal 26: 8).
El escritor de este salmo privilegia el uso de algunos nombres de Dios; cuatro nombres. Estos son:
Esos nombres no fueron escogidos al azar. Estos nombres representan y describen aspectos y manifestaciones particulares de Dios. El análisis de este dato será uno de los objetivos de nuestra próxima reflexión.
Este es un tema recurrente en las Escrituras Sagradas y es mucho más frecuente en los textos que encontramos en el Salterio, el Libro de los Salmos. Encontramos un buen ejemplo de esto en el Salmo 27:
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5 Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal; Me ocultará en lo reservado de su morada; Sobre una roca me pondrá en alto. 6 Luego levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean, Y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo; Cantaré y entonaré alabanzas a Jehová. (Sal 27:5-6, RV 1960)
El salmista comienza el Salmo 27 con dos (2) afirmaciones y dos (2) preguntas. La primera afirmación es que el Señor que se revela (“Yawhe”, H3068) es su luz y su salvación. La primera pregunta es a quién puede él tenerle temor (“yârêʼ”, H3372) o rendirle reverencia. La segunda afirmación es que el Señor que se revela es el que defiende su vida. La segunda pregunta es a quién puede él tenerle miedo (“pâchad”, H6342). Es entonces que el salmista nos revela que él sabe que no está exento de las amenazas que pueden producir todas estas reacciones. Esto es, estar expuesto a ataques, a encerronas, intentos concertados y premeditados de destrucción y ataques que procuran su muerte.
Luego de todas estas descripciones el salmista nos deja conocer cuál es su “arma secreta”, la fuente de su confianza. El escritor de este salmo nos deja conocer que él sabe que el Señor que se revela es su luz y su salvación porque él conoce el abrigo y la sombra protectora de Jehová. David dice que él sabe lo que va a suceder cuando lleguen esas temporadas, porque él conoce al Señor y conoce lo reservado de las moradas del Eterno. David sabe que cuando él esté en peligro (PDT), cuando vengan tiempos difíciles (TLA), el Señor lo protegerá en su casa, le cuidará, lo esconderá bajo su techo, y lo llevará a un lugar seguro. Ese lugar es mucho más que la seguridad del tabernáculo, del templo. Ese lugar seguro es lo reservado de la morada del Eterno.
Otro ejemplo lo encontramos en el Salmo 31:
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19 ¡Cuán grande es tu bondad, que has guardado para los que te temen, Que has mostrado a los que esperan en ti, delante de los hijos de los hombres! 20 En lo secreto de tu presencia los esconderás de la conspiración del hombre; Los pondrás en un tabernáculo a cubierto de contención de lenguas. 21 Bendito sea Jehová, Porque ha hecho maravillosa su misericordia para conmigo en ciudad fortificada. (Sal 31:19-21)
El salmista comienza esta oración cantada como un himno de lamento; pidiendo la protección del Señor. Luego, convertirá la misma canción en un himno de acción de gracias para agradecer al Señor por todas sus bondades. La primera parte de este salmo se levanta con la confianza de que el Señor jamás defraudará a los que buscan Su rostro. El salmista dice que el Señor se digna en escuchar a aquellos que claman, que es roca protectora, castillo de refugio, el que guía y que protege, el que ve nuestras tristezas y el que conoce nuestras aflicciones.
El salmista reconoce en este salmo que él ha sido objeto de burla de muchos y que se ha quedado solo, a la merced de los comentarios y de los planes que sus enemigos han hecho para destruirle. Es aquí que él parece acudir a las experiencias previas que había tenido con situaciones de esta naturaleza y declarar con gratitud lo que él conoce acerca del cuidado, del lugar secreto de la presencia de Dios.
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¡Qué grande es tu bondad para aquellos que te honran! La guardas como un tesoro y, a la vista de los hombres, la repartes a quienes confían en ti. (Sal 31:19, DHH)
El lugar secreto de Dios es descrito en este salmo como el lugar en el que Dios guarda Sus tesoros. El salmista dice que aquellos que son guardados como tesoros de Dios, aquellos que confían en el Señor, reciben una repartición extraordinaria de la bondad del Señor.
Nadie puede expresarse así acerca de ese lugar, con esa confianza, a menos que lo haya experimentado antes. No hay conocimiento teórico que pueda sustituir este conocimiento empírico. Las expresiones del Salmo 27 y del Salmo 31 no son expresiones provocadas por el conocimiento teórico. Esas expresiones fueron provocadas por experiencias que los escritores de estos salmos tuvieron con el Señor en el día de la angustia.
Viene a mi memoria una fecha en el mes de septiembre del 1989; 18 de septiembre de 1989. Ese día un huracán categoría 3 llamado Hugo atacó las islas de Puerto Rico y del Caribe Oriental. Este era el primer huracán que veríamos azotar a Puerto Rico desde el año 1956 (Santa Clara). Para más del 65% de los puertorriqueños vivos esa sería nuestra primera experiencia con esta clase de fenómeno meteorológico. La incertidumbre provocada por el desconocimiento y la ignorancia nos arropaba. La noche que esperamos la llegada de ese bólido parecía eterna.
Una canción nos acompañó durante toda esa vigilia: “Dios de mi sustento.” Ese coro había sido compuesto por Raúl Burgos para finales de mayo de ese año y desde entonces se había ocupado de adueñarse de nuestras voces. Una frase parecía repetirse de forma autonómica: “Al pronunciar tu nombre la tempestad se calma.”
Hugo pasó y con él pasaron todos los malos ratos, los peligros y los inconvenientes que trae un huracán consigo. Aprendimos que ningún huracán es eterno; ningún peligro es eterno; ninguna pandemia tampoco lo es. Aprendimos el significado de estar cubiertos en lo reservado de la morada del Señor que se revela. Entonces llegó George.
George fue un huracán categoría 4 que atacó a Puerto Rico el 21 de septiembre de 1998. El ojo de este monstruo tenía 35 millas de diámetro (56 km); enorme. Lo que el huracán George “desconocía” era que la experiencia previa con Hugo nos había convertido en personas más conscientes de los peligros que representa un fenómeno como este. George también desconocía que Hugo nos había provocado a aprender acerca del lugar secreto de Dios. La canción de esa noche en la que esperábamos “la visita” de George cambió. Esa noche nació una canción titulada “Me das tu paz.”
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Me das tu paz, perfecta paz, una paz que el mundo nunca me quitará. Una paz que hace danzar el corazón con su canción de amor; Me das tu paz perfecta paz.
Ya no se trataba si el huracán podía ser fuerte, si sus vientos eran ensordecedores o si provocaría niveles de destrucción y dolores de muerte. Esa noche se trataba de reconocer a Aquél que puede darnos y mantenernos en paz en medio de cualquier tormenta. Entonces llegó María.
El huracán María era un fenómeno que Puerto Rico no había visto desde el 1928; un huracán categoría 5, la más fuerte en la escala Saffir-Simpsons, escala que clasifica estos fenómenos. Esa categoría está reservada para los fenómenos capaces de producir daños catastróficos, irreparables y apocalípticos[1]. Una cantidad significativa de puertorriqueños había nacido después del Huracán George y no habían visto, no conocían lo que significa todo lo antes expuesto. Sus experiencias con las tormentas y los huracanes eran puramente teóricas y basadas en las narrativas de otros. El huracán María llegó el 20 de septiembre de 2017 y ese día les permitiría a todos ellos participar de la misma escuela a la que nos habían llevado los huracanes Hugo y George. Hay que destacar que ese huracán llegó a nuestras playas dos (2) semanas después de haber sido “peinados” por otro huracán categoría 5: el huracán Irma.
La canción de esa tarde y esa noche era otra. La confianza en el Señor, en su lugar secreto, bajo su sombra había cambiado la canción. Ya sabíamos que vivimos en una metáfora de la vida; la avenida de las tormentas. Este conocimiento tan solo provee dos (2) opciones; mudar la isla de esa avenida o acostumbrarnos a las tormentas.
No sabíamos con certeza que sucedería, pero conocíamos a Aquél que hace surcar los vientos en el firmamento y que controla las gotas de la lluvia. Esa tarde comenzamos a cantar el Salmo 121: “Alzaré mis ojos a los montes,” de Peregrinos y Extranjeros.
"
Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, Ni la luna de noche. Jehová te guardará de todo mal, Él guardará tu alma, Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre. (Salmo 121:5-8)
Las ráfagas de ese huracán alcanzaron las 200 millas por hora y los daños ocasionados por ese monstruo han sido calculados en cerca de 100 mil millones de dólares. Nada de esto pudo impedir las declaraciones del alma: “mi socorro viene de Jehová que hizo los cielos y la tierra.”
La revisión de estos eventos nos ha permitido constatar que el primer escenario de tormentas que vivimos fue enfrentado cantando acerca del Dios que sostiene y que calma los vientos. El segundo escenario fue enfrentado cantando acerca del Dios que da paz en medio de la tormenta; una paz que nada ni nadie nos puede quitar. El tercer escenario de tormentas fue enfrentado cantando acerca de la seguridad que da saber que Dios está con nosotros. No importa lo que pueda suceder, el sol y la luna no nos pueden fatigar ni restar la confianza que tenemos en Aquél que ha decidido guardarnos.
¿Qué cambió? ¿Acaso cambió Dios? ¡Imposible! Dios no cambia; Él es inmutable. Dios es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos. Fuimos nosotros los que experimentamos los cambios. Los cambios en nuestras canciones son tan solo un reflejo de los cambios que experimentamos en nuestra relación con Dios. Esto sucedía en la medida que nos adentrábamos en el secreto de Dios.
Esa es una de las noticias más poderosas que comunica el Salmo 91. El que habita bajo ese abrigo, mora seguro bajo el cuidado protector del Señor, sin importar lo que pueda estar sucediendo a su alrededor.
Tal y como decíamos en la reflexión anterior, hay que desatacar que esa experiencia no puede ser forzada. Cada ser humano tiene la capacidad para decidir en dónde quiere habitar. Reiteramos que el énfasis que hace el salmista al inicio del Salmo 91 no es un casual. El concepto traducido aquí como habitar es “yâshab” (H3427), y esta expresión define una decisión.
La habitación que ofrece el lugar seguro y secreto del Altísimo no es una excepción a esta regla. Decíamos en la reflexión anterior que en la Biblia podemos encontrar infinidad de ejemplos en los que encontramos a hombres y mujeres escogiendo el lugar o los lugares en los que querían habitar. Estas decisiones trajeron consecuencias positivas o negativas sobre ellos.
El modelo de Abraham nos llamó la atención en esa reflexión. Decíamos allí que Abraham (a veces Abram) aparece en la Biblia tomando decisiones acerca del lugar en el que quería habitar. En el capítulo 13 del libro de Génesis nos narran la historia de una de esas decisiones; historia que fue provocada por las luchas entre los pastores de Lot, sobrino de Abraham y los pastores del patriarca.
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5 También Lot, que andaba con Abram, tenía ovejas, vacas y tiendas. 6 Y la tierra no era suficiente para que habitasen juntos, pues sus posesiones eran muchas, y no podían morar en un mismo lugar. 7 Y hubo contienda entre los pastores del ganado de Abram y los pastores del ganado de Lot; y el cananeo y el ferezeo habitaban entonces en la tierra…..12 Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura, y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma…..18 Abram, pues, removiendo su tienda, vino y moró en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, y edificó allí altar a Jehová. (Gn 13:5-7, 12, 18)
Ese pasaje dice que hubo una controversia entre los pastores de Abram y los de Lot. Las riquezas de ambos son mencionadas como parte de esta contienda. Entiéndase, esta es una narrativa bíblica en la que se nos explica que las muchas bendiciones pueden ser una fuente de grandes conflictos si no son manejadas correctamente.
Ese pasaje también dice algo poderoso para aquellos que creen que la controversia en sí misma era un problema. Esta controversia ocurrió en la misma zona en la que habitaban tribus que no conocían al Dios de Abram. Hoy diríamos que esta contienda ocurrió frente a los inconversos.
Esta es una gran enseñanza porque describe la solución de un conflicto a base de los lugares en los que decidimos habitar.
Es aquí que Abram decide poner fin a este problema. Este patriarca pudo haber decidido que Lot tenía que sujetarse a sus decisiones. Recordemos que Lot había venido acompañando a Abram como su sobrino. Este pasaje bíblico señala que Abram decidió permitir que Lot escogiera el lugar al que quería marcharse. La decisión de Lot determinaría el lugar en el que Abram habitaría; el lugar completamente opuesto al que escogería Lot. Abram terminó habitando en Mamre, en Hebrón, nombre que representa vigor y que se traduce como “asociación.” Lot escogió habitar en el lugar del pecado que nos disocia de Dios y de nuestros semejantes. Abram decidió habitar en un lugar que era todo lo opuesto.
La Biblia dice que esta decisión llevó a Abram a habitar en una región de Canaán por cerca de 10 años. El capítulo 16 del libro de Génesis nos deja saber que en ese lugar es que Abram decidió que Sarai tenía razón y que Dios necesitaba de su ayuda para poder cumplir la promesa que le hizo; “no te heredará éste, sino un hijo tuyo será el que te heredará” (Gn 15:4b). Es en ese lugar, en el que Abram habitaba, que él y Sarai decidieron que una esclava llamada Agar sería la madre del niño prometido por Dios.
Esta decisión fue un gran error. Dios nunca necesita nuestra ayuda para cumplir sus promesas. La historia nos confirma que los conflictos árabes–israelíes comenzaron allí; hace cerca de 4 mil años; cuando Abram y Sarai decidieron ayudar a Dios.
El lugar en el que Abram habitaba se llamaba Canaán. Este no es un nombre semita. Esta región poseía ese nombre desde finales del tercer milenio antes de Cristo. La raíz de ese nombre significa humillación o doblar las rodillas. Hay que señalar que Abram fue enviado por Dios a esa región para transformarla y convertirla en tierra santa, separada para el Señor. La impaciencia y la ansiedad de Abram le llevaron a doblar las rodillas y ser humillado; le condujeron a hacer lo que hacían los demás; le condujeron a crear un problema que todavía estamos manejando.
Esta es una gran enseñanza porque describe la búsqueda de la solución de un conflicto a base de imitar lo que hacen los demás en el lugar en el que hemos decidido habitar. Ese pasaje bíblico describe el lugar en el que hemos decidido habitar como el escenario en el que nos puede faltar la integridad y nos arrodillamos ante las decisiones incorrectas.
La Biblia también dice que Abraham decidió habitar en Kadesh y Shur; como forastero en Gerar (Gn 20:1-18).
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1 De allí partió Abraham a la tierra del Neguev, y acampó entre Cades y Shur, y habitó como forastero en Gerar. 2 Y dijo Abraham de Sara su mujer: Es mi hermana. Y Abimelec rey de Gerar envió y tomó a Sara.
Estos datos son muy interesantes porque describen a un hombre al que Dios le ha otorgado el título de propiedad de una zona muy extensa, decidiendo irse a vivir como un forastero. Abraham ya había recibido el cambio de su nombre cuando decide irse a habitar en un lugar que queda entre lo santo (“qâdêsh”, H6946) y la pared en el desierto (“shûr”, H7791). Hay más, porque la Biblia especifica que Abraham escogió habitar en Gerar, una ciudad de los Filisteos cuyo nombre significa vibrante (“gerâr”, H1642) y cuya raíz puede ser traducida como “arrastrar” (“gârar”, H1641).
La Biblia dice que allí Abraham se dejó a arrastrar por sus temores y no se atrevió a decir que Sara era su esposa. No había razón alguna para que el padre de la fe se fuera a habitar a ese lugar. Ese lugar le llevó a mentir y esa decisión causó la esterilidad de toda una ciudad (Gn 20:18). Es muy interesante un dato que la Biblia destaca en este pasaje. En ese pasaje se destaca que Dios llama íntegro a Abimelec, el rey de esa ciudad, y añade que se le reveló en sueños para que él no pecara contra el Todopoderoso (Gn 20:3-7). Las consecuencias de esta decisión requieren otra batería de reflexiones.
Esta historia bíblica es muy interesante porque nos enseña lo que puede suceder cuando decidimos habitar en lugares a los que Dios no nos ha enviado. La esterilidad castiga a todos en ese lugar. Dios deja de hablar a través de sus siervos para escoger otros instrumentos para mostrar su misericordia.
Por último, la Biblia también dice que Abraham decidió habitar en Beerseba luego de su encuentro con Dios cuando el Señor le ordenó sacrificar a Isaac (Gn 22:19). Ese es el lugar del pozo del juramento. Ese era el lugar que Dios había separado para Abraham.
Ya sabemos que la Biblia nos dice que nosotros podemos escoger el lugar en el que deseamos habitar. Las consecuencias de nuestras decisiones, las buenas y las no tan buenas, nos pueden seguir por muchas generaciones.
El escritor del Salmo 91 nos invita a que escojamos habitar al abrigo del Altísimo, bajo la sombra del Omnipotente. Podemos y debemos decidir habitar en el lugar secreto de Dios. Se trata de amar la habitación del Señor (Sal 26: 8).
El escritor de este salmo privilegia el uso de algunos nombres de Dios; cuatro nombres. Estos son:
- “ʽĚlyôn”, (H5945)
- “Shadday”, (H7706)
- “Yawhe”, (H3068)
- “ʼĚlôhı̂ym”, (H430)
Esos nombres no fueron escogidos al azar. Estos nombres representan y describen aspectos y manifestaciones particulares de Dios. El análisis de este dato será uno de los objetivos de nuestra próxima reflexión.
[1] Cuando este huracán azotó a Puerto Rico sus fuerzas se encontraban en la frontera entre la categoría 4 y la 5 (155 millas por hora). Sus vientos más fuertes habían alcanzado las 174 millas por hora y una presión de 908 mbar antes de entrar a Puerto Rico. Un remplazo de última hora en el ojo de este huracán provocó que el huracán descendiera de categoría. Hay más información acerca de esta escala en https://www.nhc.noaa.gov/aboutsshs.
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2023
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February
Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte VI)Notas del Pastor MJ: No dejes pasar la oportunidad.886 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 5 de febrero 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte VII)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte VIII)887 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 12 de febrero 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte IX)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte X)Notas del Pastor MJ:888 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de febrero 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XI)Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XII)Notas del Pastor MJ: Paz sinigual889• El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 26 de febrero 2023Reflexiones de Esperanza: El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Parte XIII)
March
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