Reflexiones de Esperanza: La libertad que Dios nos da (Parte 8)

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3 Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora.  (Sal 91:3, RV 1960)

Los primeros versos del Salmo 91 nos han permitido encontrar a Dios como refugio, como protección, como abrigo y como esperanza. Dios es descrito así en los primeros dos (2) versos de este salmo. El Altísimo, el Todopoderoso, el Señor que se revela, el Dios Creador de todo lo que existe ofrece todo esto a todos los que se le acercan. Se trata de renunciar a los métodos convencionales que utilizamos para encontrar estas cosas para dejarnos abrazar por la providencia de Dios. Esto produce el efecto de libertarnos del temor, y nos catapulta a una búsqueda incesante de la sabiduría y de la santidad de Dios.

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1 El que habita al abrigo del Altísimo Morará bajo la sombra del Omnipotente. 2 Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; Mi Dios, en quien confiaré.  (Sal 91:1-2)

Esos primeros versos describen todo esto como un proceso decisional que tiene como resultado el que nos sentemos en el refugio más alto y seguro que existe; el que ofrece Dios. Es de esto que nos habla el Apóstol Pablo cuando nos dice que el amor de Dios nos hizo sentar en lugares celestiales con Cristo Jesús:

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4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, (Efe 2:4-6)

Destacamos que el verso seis (6) no dice que seremos sentados allí en el día de la Segunda Venida de Cristo. Ese verso dice que ya estamos sentados en ese lugar. Pablo concluye que a causa del amor de Dios, que es rico en misericordia, nosotros hemos recibido el perdón de nuestros pecados. También hemos recibido la resurrección de la muerte provocada por ese pecado, la vida abundante que ofrece el Señor y haber sido sentados con Cristo en los lugres celestiales. Lo más maravilloso de todas estas bendiciones es que todas ellas se reciben por gracia.

Es de estos beneficios que nos habla el salmista en los versos posteriores del Salmo 91. Es aquí que el salmista comienza su disertación acerca de los beneficios que se obtienen en la santa Presencia de Dios.

Ese verso tres (3) comienza con una declaración de seguridad que muchas versiones en español no recogen. El texto hebreo dice “kı̂y hoo yatzilcha”. El concepto “kı̂y” (H5337) describe una relación causal, que sucede porque algo o alguien lo ha provocado; algo que es cierto. O sea, que ese verso comienza diciendo “Porque Él te librará….” o “Ciertamente Él te librará….”. ¿No le parece a usted que esto es extraordinario? La relación de seguridad y protección que encontramos en el Señor cuando decidimos buscar refugio en Él se traduce en resultados directos y seguros.

El primero de ellos es el de los procesos de liberación: “Él te librará del lazo del cazador, De la peste destructora.” Este proceso de liberación es uno que Dios puede desarrollar de manera súbita para defendernos, preservarnos, permitir que escapemos, ser rescatados, recuperarnos, quitarnos de encima algo, echar a perder o estropear ese plan, sacarnos del entuerto y/o  desnudar las intenciones de lo que nos vienen a atacar. Todas estas son definiciones del concepto que se traduce aquí como “librará” (“nâtsal”, H5337)

O sea que el texto dice que Dios ha decidido defendernos de todo aquello que represente el lazo del cazador o la peste destructora. Dios ha prometido preservarnos en medio de todo aquello que represente ese lazo o esa peste destructora. Dios ha prometido permitir que escapemos de ellos. Dios ha prometido que seremos rescatados de ellos, o que nos recuperaremos de ellos. Dios ha prometido que nos los quitaremos de encima, que echaremos a perder (“spoil”) o estropearemos sus planes. Dios ha prometido que seremos capaces de testificar cómo es que Dios desnuda las intenciones de esos enemigos y nos concede la victoria sobre estos.

De estas aplicaciones surgen unas conclusiones. Estas son el resultado del análisis textual que nos ofrece el verso tres (3) del Salmo 91. Una de ellas es que enfrentaremos situaciones en las que nos sentiremos como presas, como víctimas de algún cazador. Otra, que enfrentaremos las pestes destructoras. Las promesas del Señor no incluyen aquí ser eximidos de ninguno de esos escenarios. Otra conclusión es que a base de los conceptos que utiliza el salmista podemos decir que Dios puede decidir que tenemos que enfrentar un conflicto con esos escenarios y que Él nos va a defender allí.

Otra conclusión es que Dios puede hacer que nos escapemos del mal que estos escenarios provocan. También que Dios puede decidir que seamos rescatados de en medio de los peligros que ellos representan. Dios puede decidir que nos recuperaremos de los efectos de estos ataques. Dios puede decidir quitarnos de encima los peligros y los efectos de estos enemigos. Dios puede decidir darnos las herramientas para que echemos a perder los planes de nuestros enemigos o para que desnudemos sus intenciones antes de que estos puedan hacernos daño.
Damos por cierta y por segura la liberación que Dios ha prometido.

Las opciones del proceso de liberación que este salmo predica son decididas por Dios. Es Él el que decide cuál de estos procesos es el que debemos enfrentar para experimentar la liberación prometida. Es nuestra fe la que nos lleva a confiar y a esperar que habremos de experimentar ese proceso de liberación. Es Dios en su soberanía quien decide cómo es que esto sucederá.

La Biblia está llena de ejemplos de esto; narrativas bíblicas que utilizan este mismo concepto (“nâtsal”, H5337) que se traduce como “librará”. Uno de ellos es Jacob clamando a Dios para que lo “libre” de la mano de su hermano Esaú (Gn 32:11). Jacob no sabía cómo Dios lo haría. Dios lo libró. Es Jacob declarando que su alma fue “librada,” que pudo preservar la vida, en medio de un combate con una figura celestial; y todo esto, porque vio a Dios (Gn 32:30). O sea, que el combate no se canceló, pero la liberación llegó. Otro ejemplo son las hijas de Jetro explicándoles a su padre que fueron “defendidas” del ataque de unos pastores (Éxo 2:19). O sea que enfrentaron el conflicto, pero Dios envió la defensa justo a tiempo. Es Dios diciéndole a Moisés que había descendido de los cielos para “librar” a su pueblo (Éxo 3:8), a su hijo (Éxo 4:23) de la mano de los Egipcios. Es Dios instruyendo a Moisés que le comunicara al pueblo de Israel que Él los “libraría” de la servidumbre en la que le habían colocado los Egipcios. El pasaje bíblico dice que lo haría con “brazo extendido, y con juicios grandes;” (Éxo 6:6d). Esto es, con despliegue de poder y con grandes actos de justicia.

Es Rahab, pidiéndole a los espías judíos que no se olviden de “librar” de la muerte la vida de ella y la de su familia cuando conquistaran a Jericó (Jos 2:13). El combate ocurrió y los muros de la ciudad fueron derrumbados, pero Rahab recibió lo prometido. Es el salmista diciéndole a Dios que su pasado, su presente y su futuro estaban escondidos en las manos de Dios. Esa relación le conminaba a pedirle al Señor que lo “librara” de la mano de sus enemigos y de la de sus perseguidores (Sal 31:15).

¿Qué cosas representa el cazador? ¿Qué función posee esa imagen en este salmo? El concepto hebreo utilizado en este salmo describe a alguien que coloca trampas para atrapar las aves. Es de esta figura que nos hablan los profetas Jeremías y Amós:

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26 Porque fueron hallados en mi pueblo impíos; acechaban como quien pone lazos, pusieron trampa para cazar hombres.  (Jer 5:26)
5 Caerá el ave en lazo sobre la tierra, sin haber cazador? ¿Se levantará el lazo de la tierra, si no ha atrapado algo?   (Amós 3:5)

El proverbista describe con precisión la metodología del cazador en el capítulo 6 de su libro:

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5 Escápate como gacela de la mano del cazador, Y como ave de la mano del que arma lazos. (Prov 6:5)

Conociendo esto podemos concluir que el lazo del cazador describe todos los escenarios en los que somos amenazados por peligros que no vemos, trampas que han diseñado para hacernos caer o para atraparnos. Esa imagen describe procesos y eventos en los que no sabemos que hay una amenaza velada. Esa imagen describe momentos en los que no hemos tenido la oportunidad de discernir el peligro oculto que nos asecha, la trampa que nos han puesto, o el entuerto que nos asedia.

Hay que explicar que el Medio Oriente posee una historia muy amplia de cazadores de aves. El análisis de esta historia revela muchas clases de trampas que han sido utilizadas para esto a través de los siglos. La mayoría de ellas han sido prohibidas a nivel internacional, pero es obvio que se siguen utilizando. Hay que destacar que el propósito de esas trampas es el de restringir la libertad del ave que atrapan. Además, hay que destacar que casi todas ellas utilizan el agua, la comida u otras aves atractivas para atraer a las víctimas.

El vocabulario utilizado por el escritor del Salmo 91 parece describir el uso de una red y de unas placas muy finas de metal. La plancha metálica deslumbra a la víctima, el agua y la comida la convencen. La víctima queda atrapada cuando sus necesidades y lo que ven sus ojos la engañan.

Esta metáfora no necesita de muchas explicaciones. Las técnicas de los cazadores de nuestras almas, de nuestras mentes, de nuestras familias y de nuestros ministerios siguen siendo las mismas. A menudo, estos engendros del infierno deciden estudiar con precisión cuándo es que somos más propensos a que el brillo de los metales nos deslumbre y nos conduzca a una trampa. En otras ocasiones, saben discernir cuándo es que somos más vulnerables a las necesidades básicas (alimento, agua, etc.). Es entonces que deciden colocar las trampas. Ellos no nos atrapan: nosotros caemos en sus trampas.

Estas trampas procuran restringir nuestra libertad de movimiento. Esas trampas procuran impedir que podamos continuar avanzando. Estas trampas procuran conseguir que nos convirtamos en prisioneros, en rehenes, en esclavos de aquello que nos atrapó.

Es de esto que nos habla el escritor de la Primera Carta del Apóstol Juan cuando nos dice lo siguiente:

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16 Esto es lo malo del mundo: querer complacer los malos deseos; dejarnos atraer por lo malo que vemos y sentirnos orgullosos de lo que tenemos. Pero nada de eso viene del Padre, sino del mundo.  (1 Jn 2:16, PDT)
16 Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.   (RV 1960)

Hay una buena noticia que comunica el Salmo 91. Esta noticia surge cuando nosotros decidimos ir a la habitación del Altísimo y buscar refugio bajo la sombra del Todopoderoso. Ese salmo dice que Dios ha decidido librar a aquellos que han decidido entrar en esa intimidad con el Señor hasta de aquello  que no podemos ver.

¿Cómo hará Dios esto? La respuesta a esta pregunta cae bajo la dimensión de la soberanía de Dios. El salmista nos ha presentado algunas alternativas.

Hay uno de los pasajes bíblicos que utiliza el mismo concepto que usa el salmista para describir el proceso de liberación que queremos considerar para cerrar esta reflexión. Se trata del capítulo tres (3) del libro del profeta Zacarías.

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Luego, el ángel me mostró al sumo sacerdote Josué que estaba de pie frente al ángel del SEÑOR. Satanás estaba al lado derecho de Josué para acusarlo. 2 El ángel del SEÑOR le dijo a Satanás: «¡Que el SEÑOR, quien ha elegido a Jerusalén como su ciudad, te reprenda! ¡Que el SEÑOR te reprenda! ¿Acaso no es este hombre como un tizón rescatado del fuego?» 3 Josué, que llevaba puesta ropa sucia, estaba de pie frente al ángel. 4 El ángel les dijo a los ángeles que estaban junto a él: «¡Quítenle esa ropa!» Luego le dijo a Josué: «Mira, he borrado tu pecado y te vestiré con las prendas finas que usan los sacerdotes». 5 Luego dijo: «Coloquen sobre su cabeza un turbante limpio». Le colocaron el turbante y lo vistieron con ropa nueva, mientras el ángel del SEÑOR permanecía allí. 6 Luego, el ángel del SEÑOR le dijo a Josué: 7 «Esto dice el SEÑOR Todopoderoso: »Si obedeces mis mandatos y si cumples fielmente los deberes que te he asignado, te encargarás de mi templo y cuidarás sus patios. Podrás entrar libremente a mi templo como los ángeles que están aquí. 8 Escucha, Josué, sumo sacerdote, escucha junto con tus amigos que están sentados frente a ti. Ellos son señales de lo que va a suceder. Pronto traeré a mi siervo que será llamado “el Retoño”. 9 Miren la piedra que he colocado frente a Josué. Esta piedra tiene siete caras y en ella escribiré algo. En un solo día borraré el pecado de esta tierra. Lo dice el SEÑOR Todopoderoso. 10 »Ese día cada uno de ustedes invitará a su vecino a que se siente debajo de su viña y de su higuera. Lo dice el SEÑOR Todopoderoso».  (Zac 3:1-10, PDT)

El cumplimiento de esta profecía ocurrió con la muerte de Cristo Jesús en el Calvario. Él es el Retoño que se sacrificó para que la tierra pudiera tener en un solo día lo necesario para que el pecado fuera borrado.

Esa profecía describe a un sacerdote que no estaba listo para poder cumplir con las responsabilidades que el Señor le había asignado. Sin embargo, Dios lo hizo apto para esto.
Hay varios datos muy interesantes en esta narrativa bíblica. Uno de ellos es que se le indica a este sacerdote que todo lo que se le ofrece requiere que él sea obediente a los mandatos y a la tarea que se había asignado. Otro dato es que todos sus pecados le fueron borrados. La palabra profética destaca que le quitaron las ropas viles y sucias y lo vistieron adecuadamente para la tarea propuesta por Dios.

Esa narrativa bíblica comienza diciendo que este sacerdote estaba ante el Ángel del Señor. O sea, que estaba buscando el rostro del Señor. Es entonces que encontramos la pertinencia de este pasaje con lo que dice el Salmo 91. El profeta Zacarías nos dice que Satanás apareció en esta escena para sabotear todo este proceso y que el Ángel del Señor lo reprendió. La frase que aparece luego de la reprensión del enemigo es monumental: “¿Acaso no es este hombre como un tizón rescatado del fuego?.”

Este pasaje dice que Josué experimentó lo mismo que describe el salmista en el Salmo 91. Este sacerdote fue librado del castigo para que pudiera realizar la voluntad de Dios. Esa es la misma clase de experiencia que Dios ha prometido a todos aquellos que se le acercan con corazones contritos y humillados  (Sal 51:17b). Dios los libra del fuego, del castigo, de los lazos de los cazadores, para que puedan ser vestidos para hacer la voluntad del Eterno.

Los lectores deben haberse percatado que el verso tres (3) del Salmo 91 entonces no nos presenta la cancelación de los peligros, ni la ausencia de los problemas y de las dificultades. Lo que ese verso, y otros tantos nos dicen es que el Señor ha prometido ahuyentar al enemigo, alertarnos, protegernos, librarnos, defendernos, salvarnos, y hasta que echemos a perder los planes de aquello que nos quiere paralizar, esclavizar y tomarnos como rehenes. El Señor ha prometido que nada podrá impedir que nosotros alcancemos hacer Su voluntad. Él ha prometido librarnos del lazo del cazador.

Hay un requisito único y medular en todos estos procesos. Tenemos que decidir ser obedientes a la Palabra del Señor y a sus mandatos.

Reiteramos que el proceso de liberación que ofrece Dios produce el efecto de libertarnos del temor, y nos conduce a una búsqueda incesante de la sabiduría y de la santidad de Dios. La invitación final de esta reflexión es que procuremos que esa sea nuestra experiencia.

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