Reflexiones de Esperanza: La fuente que nos capacita para ver más allá de la aflicción (Parte 19)

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9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación,  (Salmo 91:9)

¿Qué ven nuestros ojos cuando levantamos nuestra mirada? Esta fue la pregunta con la que concluimos nuestra reflexión más reciente. Esa pregunta emana del análisis del verso número ocho (8) del Salmo 91: “Ciertamente con tus ojos mirarás Y verás la recompensa de los impíos.”

Las temporadas en las que atravesamos por tragedias, enfrentamos pandemias y sufrimos dolores inenarrables, casi siempre complican este ejercicio. Por un lado, podemos caer en la trampa de solo poder mirar la prueba, las fuentes de nuestros dolores y de nuestras lágrimas. Por otro, podemos dedicar ese espacio de tiempo en el que decidimos evaluar nuestras situaciones para descargar nuestras agendas legalistas y condenar a aquellos que no la han pasado bien durante esas temporadas del alma. También podemos decidir que anestesiaremos ese ejercicio ingiriendo y utilizando sustancias que en nada ayudan al ser humano. Esto, tan solo provocará que minimicemos nuestros dolores o que nos acontezca lo que dice el proverbista:

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31 No mires al vino cuando rojea, Cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; 32 Mas al fin como serpiente morderá, Y como áspid dará dolor. 33 Tus ojos mirarán cosas extrañas, Y tu corazón hablará perversidades. 34 Serás como el que yace en medio del mar, O como el que está en la punta de un mastelero. 35 Y dirás: Me hirieron, mas no me dolió; Me azotaron, mas no lo sentí; Cuando despertare, aún lo volveré a buscar.   (Proverbios 23:31-35)

El escritor del Salmo 91 nos dice que podemos hacer algo distinto y diferente. Él nos invita a “mirar” y a “ver”; a evaluar mientras contemplamos el horizonte de esperanza que Dios ha dibujado para aquellos que buscan Su rostro. Es cierto que también veremos que aquellos que no han buscado del Señor no cuentan con las mismas herramientas que poseen aquellos que han estado al abrigo del Altísimo y bajo la sombra del Omnipotente. El escritor de este salmo lo dice con unos acentos que pueden hasta lastimar a algunos de los lectores de este salmo. No obstante, como decía Charles H. Spurgeon, parafraseando a Mary B. Duncan[1], no es una falta o un error de Dios si nosotros hemos decidido no conocerlo. Este es el resultado de nuestros propios descuidos.

Es muy importante que entendamos que las bendiciones, la protección y el consuelo que recibimos en medio de los ataques del cazador y de la peste destructora no son producidos por nosotros. Estos son el producto de nuestra cercanía con el Señor. La hermana Mary Duncan (1825-1865) decía que la expresión “bajo la sombra del Omnipotente” es una expresión que implica gran cercanía. Ella decía que tenemos que caminar muy cerca de algún compañero si queremos que su sombra caiga sobre nosotros. Estas bendiciones tratan acerca de la cercanía de Dios.

Es desde esta perspectiva que el salmista comienza a revelarnos otros beneficios de esa relación personal con Dios. Para hacer esto, él decide poner el verso nueve (9) en los labios del interlocutor de este salmo. Recordemos que este interlocutor ha venido respondiéndole desde el verso tres (3) al personaje inicial de este salmo.

El verso nueve (9) repite conceptos que encontramos en los primeros dos (2) versos del Salmo 91: nombres de Dios tales como Jehová y Altísimo, y conceptos tales como habitación y esperanza. Al hacerlo, el interlocutor le está diciendo al personaje inicial de este salmo que él sabe lo que le está sucediendo a su homólogo. Él lo sabe muy bien porque él también habita bajo el abrigo del Altísimo y mora bajo la sombra del Omnipotente. Él también ha establecido una relación personal con Dios y ha hecho del Señor su esperanza. O sea, que él no está respondiéndole desde el marco teórico sino desde el marco experiencial. Este interlocutor conoce al Altísimo, conoce al Todopoderoso, al Dios que se revela, al Creador de todas las cosas. Este interlocutor no podía quedarse callado.

El Apóstol Pablo habla acerca de esto en una de sus cartas cuando nos dice lo siguiente:

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14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos. (2 Corintios 5:14-15)

El verbo “constriñe” (“sunechō”, G4912) describe la acción de compeler, de atestar o metérsenos por dentro, de afligirnos hasta que hagamos lo que se nos está pidiendo que hagamos, significa dejarnos perplejos, preocuparnos y hasta de detenernos hasta que compartamos el mensaje del amor de Dios. Es esto lo que hace el amor de Cristo con nosotros. Es por esto que el Apóstol Pablo le decía a esa misma Iglesia que Dios le había impuesta la necesidad de  anunciar el Evangelio (1 Cor 9:16).

Habitar al abrigo del Altísimo y morar bajo la sombra del Omnipotente además de provocar esa seguridad, provoca que tengamos que anunciar lo que hemos experimentado (1 Jn 1:3-4). Este es un fenómeno que encontramos con frecuencia en las narrativas bíblicas. Veamos algunos ejemplos de esto:

La sombra de la roca

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1 He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en juicio. 2 Y será aquel varón como escondedero contra el viento, y como refugio contra el turbión; como arroyos de aguas en tierra de sequedad, como sombra de gran peñasco en tierra calurosa. 3 No se ofuscarán entonces los ojos de los que ven, y los oídos de los oyentes oirán atentos. 4 Y el corazón de los necios entenderá para saber, y la lengua de los tartamudos hablará rápida y claramente. (Isaías 32:1-4)

Este pasaje dice que el producto inmediato de haber estado a la sombra de esa gran roca que “todo el que tenga ojos podrá ver la verdad, y todo el que tenga oídos podrá oírla.” (Isaias 32:3, Nueva Traducción Viviente)

La sombra de Sus alas

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4 Así te bendeciré en mi vida; En tu nombre alzaré mis manos. 5 Como de meollo y de grosura será saciada mi alma, Y con labios de júbilo te alabará mi boca, 6 Cuando me acuerde de ti en mi lecho, Cuando medite en ti en las vigilias de la noche. 7 Porque has sido mi socorro, Y así en la sombra de tus alas me regocijaré. 8 Está mi alma apegada a ti; Tu diestra me ha sostenido.  (Salmos 63:4-8)

Este pasaje dice que el producto inmediato de regocijarse en la sombra de esas alas es que el mundo escuchará nuestros cantos de alegría, labios de júbilo que alaban al Señor; y todos sabrán que la mano del Señor nos mantiene seguros (Sal 63, NTV).

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1 Oídme, costas, y escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria. 2 Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba; 3 y me dijo: Mi siervo eres, oh Israel, porque en ti me gloriaré. 4 Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas; pero mi causa está delante de Jehová, y mi recompensa con mi Dios. 5 Ahora pues, dice Jehová, el que me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob y para congregarle a Israel (porque estimado seré en los ojos de Jehová, y el Dios mío será mi fuerza); 6 dice: Poco es para mí que tú seas mi siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures el remanente de Israel; también te di por luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta lo postrero de la tierra. (Isaías 49:1-6)

Esta palabra profética revela que el producto inmediato de esa sombra que nos cubre es que Dios pone en nuestros labios la espada de Su Palabra, y nos pone como luz de las naciones.

El interlocutor del Salmo 91 le dice a su homólogo que las bendiciones y los beneficios que él va describir no son el producto de su imaginación. Este personaje va a hablar desde su experiencia. Esa experiencia es el producto de poner, de decidir aceptar que el Señor es su esperanza (“machăseh”, H4268) y al Altísimo como su habitación (“mâʽôn”, H4583).

Hay muchas riquezas en estas expresiones. Muchas de ellas residen en los conceptos que utiliza  el salmista. Por ejemplo, cuando el salmista describe aquí la “esperanza,” lo que realmente está describiendo es un refugio; un refugio al que uno acude para encontrar  protección. Sabemos que este concepto ha sido traducido como “esperanza” en otros pasajes bíblicos (Sal 14:6; 73:28; 142:5). También sabemos, y lo hemos visto en reflexiones anteriores, que ese concepto es traducido en otros pasajes bíblicos como “amparo” (Sal 46:1), y como “refugio” (Sal 61:2-3; 62:7-8; 71:7). Además, cuando el salmista nos habla acerca de la “habitación”, realmente nos está hablando del Santuario y de la morada celestial del Señor.

Hay riquezas en la forma que este interlocutor escoge para hablarnos acerca de estas realidades. En primer lugar, él se ha apropiado de la esperanza. O sea, que él está validando que no se trata de una experiencia teórica porque él ha desarrollado un sentido de pertenencia con ese “machăseh.”

En segundo lugar, este escritor está validando que esta clase de relación con el Señor es la misma de la que nos hablan los escritores del Nuevo Testamento cuando nos hablan acerca de la  esperanza. Esto es, cuando nos hablan acerca de la  esperanza que nos da Cristo. Veamos algunos ejemplos:

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2 Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. 3 Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro. (1 Juan 3:2-3)

Este pasaje bíblico subraya que lo que experimentamos aquí es temporal y que lo que nos mueve es la esperanza de que seremos transformados una vez veamos el rostro del Amado. Además, este pasaje dice que esta confianza emana de una esperanza apropiada.

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3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos (1 Pedro 1:3).

Este pasaje bíblico describe nuestra esperanza como el producto del nuevo nacimiento en Cristo y el poder de la resurrección de nuestro Señor. El Señor nos ha hecho nacer de nuevo mediante la resurrección de Jesucristo, para que tengamos una esperanza viva (NVI). Otras traducciones bíblicas recogen este verso diciendo que tenemos una vida con esperanza (TLA); la esperanza ya forma parte de la vida nueva que Cristo nos ha dado.

¿Qué hace que esta esperanza sea diferente a la esperanza que posee el resto de los seres humanos? La Biblia responde a esta pregunta con unas aseveraciones medulares.

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1 Pablo, apóstol de Jesucristo por mandato de Dios nuestro Salvador, y del Señor Jesucristo nuestra esperanza  (1 Timoteo 1:1).

Este principio es también afirmado en la carta a Los Colosenses:

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27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria (Colosenses 1:27).

A base de esto, los Cristianos concluimos que el acercamiento del escritor de este salmo es uno Cristológico. Los creyentes en Cristo sabemos que Jesucristo posee ese nombre que es sobre todo nombre: el nombre de la cuatro (4) letras el tetragramatón: Jehová. Esa es una pieza fundamental para afirmar que Jesucristo es el Señor (Fil 2:9-10). El salmista está diciéndole a su homólogo que la razón por la que él va experimentar un futuro esperanzador es porque ha puesto a Jesucristo como su refugio, como su amparo, como su esperanza.

La esperanza que nos da Jesucristo, está guardada en los cielos (Col 1:5) esperando el momento para venir a buscarnos. Jesucristo, nuestra esperanza, se puede aquilatar mediante el proceso del Espíritu que alumbra nuestros ojos para que sepamos a qué nos ha llamado el Eterno (Efe 1:18). Jesucristo, nuestra esperanza, nos hace hablar con franqueza porque sabemos que aquello que permanece es glorioso (2 Cor 3:11-12). Jesucristo, nuestra esperanza, nos hace entender que hasta los dones espirituales van a pasar, pero que la fe, el amor y la esperanza permanecerán para siempre (1 Cor 13:13).  

Ahora bien, este salmista puede hablar así acerca de la esperanza, de su esperanza, porque tiene que haber experimentado algo que dice el Apóstol Pablo en su carta a los Romanos. En primer lugar, este escritor debe saber que la relación personal con Dios produce una esperanza que nunca nos deja en vergüenza. Además, que esto se pone a prueba cuando atravesamos los valles de dolor y de aflicción, de desaliento y de pruebas a nuestro carácter.

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3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:3-5)

En segundo lugar, el escritor de este salmo sabe que esa esperanza es la que da Dios, que es abundante, que es capaz de llenar y que trae consigo la paz y la alegría.

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11 Y otra vez: Alabad al Señor todos los gentiles, Y magnificadle todos los pueblos. 12 Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él. 13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.   (Romanos 15:11-13)

Es interesante porque otra vez es Pablo el que nos dice que podemos encontrar esa esperanza a través de la consolación y la paciencia que nos ofrecen las Sagradas Escrituras (Rom 15:4). O sea, el “hupomonē” (G5281) y la “paraklēsis” (G3874). El primero describe la capacidad para perseverar y saber responder adecuadamente ante cualquier situación. El segundo, describe la consolación necesaria en medio de los procesos que producen angustia.

A base de todo lo antes expuesto, podemos llegar a algunas conclusiones acerca de lo que el interlocutor del Salmo 91 le está diciendo a su homólogo. Él conoce las bendiciones y el futuro de esperanza que le espera a su homólogo porque él ya lo está disfrutando. Él sabe que en Cristo Jesús, la esperanza trasciende los escenarios racionales y se nos mete por dentro. Se trata entonces de unas dimensiones transracionales y translógicas. Él sabe que esa esperanza apropiada nunca le dejará en vergüenza, que no está enfocada en lo temporal, sino en lo eterno, lo que permanece. Él sabe que esa esperanza le permitirá responder adecuadamente ante cualquier situación. Él sabe que esa esperanza le permitirá la consolación necesaria en medio de los procesos que producen angustia. Él sabe que esa esperanza se puede aquilatar mejor mediante el proceso de la visitación del Espíritu Santo que alumbra nuestros ojos. Él sabe que el mejor caldo de cultivo para afirmar esa esperanza son las batallas contra los terrores nocturnos y las pestilencias que andan en oscuridad. Él sabe que esa esperanza de la que él se ha apropiado nos llena de todo gozo y paz en el creer.

El interlocutor de este salmo aun no le ha comunicado a su homólogo cuáles son esas bendiciones, ni qué escenarios forman parte de ese futuro esperanzador. Sin embargo, el encabezado de su propuesta es más que suficiente para querer seguir leyendo este salmo y hacerlo con esperanza.

Resumiendo el análisis del Salmo 91, este pasaje dice que hay bendiciones innumerables para aquellos que deciden apropiarse de Jesucristo y que permiten que Jesucristo se apropie de ellos. Hay esperanza para aquellos que han escogido habitar en el santuario de Dios, en la habitación del Eterno.
Referencias

[1] Spurgeon, Charles H.. The Treasury of David: Charles Spurgeon Commentary on Psalms (with Active Table of Contents) [Illustrated] . Niche Edition. Kindle Edition.

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