March 16th, 2021
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El escritor del Salmo 91 reservó los versos finales de ese salmo para regalarnos una resolución Divina. Esa resolución comienza en el verso 14 de este salmo. Estas declaraciones celestiales están encabezadas por una acción del salmista, del primer personaje que aparece hablando en los primeros dos (2) versos de este salmo tan amado por todos. Dios da inicio a esta resolución diciendo que la razón, el “por cuanto” que ha provocado que Su corazón se derrame así sobre este hombre es porque el salmista decidió amar al Señor.
Hemos visto en otras reflexiones que el amor descrito aquí, es un amor que se entrega, que haya deleite en estar con el amado, que se apega y que se adhiere. Lo que nunca habíamos compartido es la forma en que está escrito ese concepto en el idioma original (“châshaq”, H2836). El escritor de este salmo fue inspirado por el Espíritu Santo para presentarnos un verbo, una palabra que denota acción. Y no solo eso, este escritor utilizó un verbo conjugado en el modo perfecto, en tercera persona singular. O sea, que se trata de una acción personal completada de forma perfecta.
Sabemos que esta acción es una muy difícil y si no imposible de alcanzar: amar a Dios de manera perfecta. Sabiendo esto, entonces, ¿qué significa esa expresión del verso 14 de este salmo? Entre otras cosas, esto significa que el salmista halló la manera perfecta de amar a Dios; una acción completa.
Existen varias razones que hacen que esta expresión sea muy interesante. Una de ellas es que hay un reclamo bíblico de que nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes sea una perfecta. Veamos lo que dice la Biblia acerca de esto en el Evangelio de Mateo, en el Sermón del Monte:
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¿Cómo podemos amar de manera perfecta cuando estamos tan llenos de imperfecciones? Hay que comprender que el concepto perfección en griego (“teleios”, G5046) implica estar completos en el desarrollo moral, mental y del carácter. Este está ligado a no haberse desviado en el proceso de alcanzar la meta y/o el propósito que se nos ha encomendado. Al mismo tiempo, el concepto perfección en el idioma hebreo (“tâmı̂ym”, H8549) implica lo mismo que su contraparte griega, pero añade la integridad, el carácter y el dominio propio. Esto es lo que Dios vio en Noé, lo que le exigió a Abram y lo que espera de aquellos que quieren entrar en el monte santo (Gn 6:9; 17:1; Sal 15:2). O sea, que este escritor está diciendo algo muy grande acerca de la evaluación que Dios hace del amor del salmista.
¿Qué cosas puede usar Dios para conseguir que el creyente sea perfecto? La Biblia dice que Dios utiliza las Sagradas Escrituras como una de las herramientas para conseguir esto.
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Esta es la meta de todo creyente: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto….”(Efesios 4:13a).
Es obvio que la perfección que se describe en la Biblia no puede ser producida por las acciones del ser humano. Solo el amor de Dios puede provocar que algo así suceda. Ese es el vínculo, el principio de unificación, el ligamento perfecto (Col 3:14). Es el amor del Padre, en Cristo Jesús el único que puede lograr algo así porque la Biblia dice que nadie puede amar a Dios sin antes haber sido amado por el Señor.
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O sea, que el salmista podía amar a Dios porque había experimentado el amor de Dios.
Este escritor señala que esto es lo que mueve a Dios a librarnos, con todo lo que ese concepto implica. Vimos en nuestra reflexión anterior que esa acción, la de librarnos, describe que podemos experimentar cárceles emocionales, de salud o físicas. El amor de Dios provocará que esas cárceles sean estremecidas y que las cadenas que nos puedan estar atando se caigan. Esa acción de Dios, la de librarnos, garantiza la victoria sobre el horno de fuego, el foso de los leones, las crisis de salud, el cáncer, el COVID-19, la crisis familiar y las amenazas a nuestra salud mental y emocional. Dios no ha prometido que seremos eximidos de estas cosas. Lo que Dios ha prometido es que Él nos va a librar de ellas y de los efectos de ellas.
Es meritorio destacar que el escritor de este salmo valida todo lo antes dicho con otra expresión que encontramos en el verso 14:
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Conocer a Dios en este contexto (“yâdaʽ”, H3045) implica advenir a ese conocimiento desde su inicio hasta el final del mismo.[1] Se trata de poseer la información y entenderla.[2] A esto hay que añadir que este concepto, conocer, implica aprender a conocer (“learn to know”), saber diferenciar entre un conocimiento y otro y hasta poder enseñar las diferencias existentes entre ellos.[3] Ese tipo de conocimiento es traducido como ser sabio.[4] Es muy importante señalar que todas estas definiciones han sido extraídas de tres (3) de los recursos académicos más importantes para el análisis de los conceptos hebreos bíblicos.
Estas definiciones acerca de lo que salmista llama conocer a Dios describen un proceso empírico, que se da más allá de un salón de clases. Este es un conocimiento experiencial y personal. El escritor de este salmo sabe quién es Dios, sabe por qué es que Dios es único, y sabe enseñar a otros por qué es que él ama a Dios.
Este salmo dice que ese conocimiento conduce al Todopoderoso a llevar al creyente a un lugar seguro.
Vimos en la reflexión anterior algunas de las implicaciones de ese conocimiento. El profeta Isaías dice que el Rey Ezequías le pedía al Señor que librara al pueblo de las amenazas de los Asiros para que los reinos de la tierra pudieran conocer que sólo el Señor es Jehová (Isa 36:20). Por otro lado, el profeta Jeremías decía algo acerca de esta capacidad que es mucho más intenso.
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Esta aseveración que hace Dios a través de este profeta indica que esta clase de conocimiento, el de Dios, requiere un corazón regalado por el Señor: un corazón capaz de volverse a Dios. A base de esto, el verso 14 del Salmo 91 adquiere otra dimensión. Hay que concluir que el salmista posee un corazón que Dios le ha dado; un corazón que puede amar a Dios.
Esta expresión del profeta Jeremías es muy interesante porque nos conduce al Nuevo Testamento. Es el Apóstol Pablo el que señala lo siguiente acerca de esta experiencia con el amor de Dios:
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Este pasaje dice que aun cuando el amor de Cristo es tan grande que sobrepasa todas las capacidades humanas, podemos ser capacitados por el Espíritu Santo para comprender sus dimensiones. Esto es, su largura, su anchura, su altura y su profundidad. El Apóstol insiste en este pasaje que él está rogando a Dios que los creyentes lo puedan conocer. Pablo dice aquí que ese conocimiento llena al creyente de todo lo que Dios es.
A base de esto podemos llegar a ciertas conclusiones. Una de ellas es que podemos amar a Dios así porque Él nos amó primero. Podemos concluir que ese amor se revela para que podamos ser llenos del conocimiento de lo incognoscible: lo que no se puede conocer. Podemos concluir que ese amor se revela para que podamos ser llenos del conocimiento de lo inconcebible; de lo que no se puede comprender. Esto nos lleva a concluir que esto es posible cuando Cristo vive en nosotros y que su amor es la base fundamental para el desarrollo de toda nuestra vida. Es aquí que se desarrolla la capacidad de describir el amor que tenemos por Dios con un verbo que ha sido conjugado en un tiempo perfecto.
A base de lo que Pablo le dice a la Iglesia en Éfeso tenemos que concluir que el escritor del Salmo 91 nos está diciendo que ese salmista está lleno de todo lo que Dios es. Es por eso que puede amar a Dios de forma personal y en un modo que es perfecto.
Pablo decía que ese amor, el de Cristo, nos constriñe (2 Cor 5:14): nos obliga, nos ocupa, nos detiene, nos compele. Es cierto que ese amor nos lleva a compartir con otros. Es igualmente cierto que esa proclamación se inicia con la acción, el proceso de reciprocar el amor de Dios.
Hay que destacar que el verbo utilizado aquí para definir la acción de conocer también ha sido conjugado en un tiempo perfecto, y en tercera persona singular. O sea, que esta es también una acción personal.
Estos datos hacen que las expresiones del verso 14 del Salmo 91 nos revelen otra verdad extraordinaria. Las acciones de amar y de conocer a Dios no se describen en este salmo como procesos pluralistas. Los procesos descritos aquí son singulares, personales, experienciales. Se trata de una relación personal, uno a uno con Dios.
Es esa relación personal la que Dios está premiando en estos versos finales del Salmo 91. La relación que emana de nuestro amor por Él y de nuestro anhelo por conocerle. Estas bendiciones emanan de las acciones amorosas de Dios al saber que le amamos, que amamos conocerle, saber más acerca de Él. Es la misericordia de Dios cubriendo con su bondad los corazones de aquellos que anhelan la revelación del corazón del Padre Celestial, que anhelan conocer más y más de esa gracia, de esa santidad, del carácter del Eterno.
Las características que Dios destaca en la vida del escritor del Salmo 91 son las mismas que el Señor anhela encontrar en cada uno de nosotros. Cristo nos ha hecho mucho más fácil acceder al conocimiento de Dios. La invitación que se desprende del inicio de esa resolución divina es que anhelemos amar y conocer a Dios. Dios ha prometido darnos un nuevo corazón para esto. Dios nos ha cubierto con su amor en la Cruz del Calvario. Dios ha regalado Su Santa Palabra para conducirnos a esa perfección. Lo único que hace falta es acercarse al Señor, de manera personal, convencidos de que lo que dice la Palabra de Dios nunca deja de ser verdad:
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14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. (Salmo 91:14)
El escritor del Salmo 91 reservó los versos finales de ese salmo para regalarnos una resolución Divina. Esa resolución comienza en el verso 14 de este salmo. Estas declaraciones celestiales están encabezadas por una acción del salmista, del primer personaje que aparece hablando en los primeros dos (2) versos de este salmo tan amado por todos. Dios da inicio a esta resolución diciendo que la razón, el “por cuanto” que ha provocado que Su corazón se derrame así sobre este hombre es porque el salmista decidió amar al Señor.
Hemos visto en otras reflexiones que el amor descrito aquí, es un amor que se entrega, que haya deleite en estar con el amado, que se apega y que se adhiere. Lo que nunca habíamos compartido es la forma en que está escrito ese concepto en el idioma original (“châshaq”, H2836). El escritor de este salmo fue inspirado por el Espíritu Santo para presentarnos un verbo, una palabra que denota acción. Y no solo eso, este escritor utilizó un verbo conjugado en el modo perfecto, en tercera persona singular. O sea, que se trata de una acción personal completada de forma perfecta.
Sabemos que esta acción es una muy difícil y si no imposible de alcanzar: amar a Dios de manera perfecta. Sabiendo esto, entonces, ¿qué significa esa expresión del verso 14 de este salmo? Entre otras cosas, esto significa que el salmista halló la manera perfecta de amar a Dios; una acción completa.
Existen varias razones que hacen que esta expresión sea muy interesante. Una de ellas es que hay un reclamo bíblico de que nuestra relación con Dios y con nuestros semejantes sea una perfecta. Veamos lo que dice la Biblia acerca de esto en el Evangelio de Mateo, en el Sermón del Monte:
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48 Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto. (Mateo 5:48)
¿Cómo podemos amar de manera perfecta cuando estamos tan llenos de imperfecciones? Hay que comprender que el concepto perfección en griego (“teleios”, G5046) implica estar completos en el desarrollo moral, mental y del carácter. Este está ligado a no haberse desviado en el proceso de alcanzar la meta y/o el propósito que se nos ha encomendado. Al mismo tiempo, el concepto perfección en el idioma hebreo (“tâmı̂ym”, H8549) implica lo mismo que su contraparte griega, pero añade la integridad, el carácter y el dominio propio. Esto es lo que Dios vio en Noé, lo que le exigió a Abram y lo que espera de aquellos que quieren entrar en el monte santo (Gn 6:9; 17:1; Sal 15:2). O sea, que este escritor está diciendo algo muy grande acerca de la evaluación que Dios hace del amor del salmista.
¿Qué cosas puede usar Dios para conseguir que el creyente sea perfecto? La Biblia dice que Dios utiliza las Sagradas Escrituras como una de las herramientas para conseguir esto.
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16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra. (2 Timoteo 3:16-17).
Esta es la meta de todo creyente: “hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto….”(Efesios 4:13a).
Es obvio que la perfección que se describe en la Biblia no puede ser producida por las acciones del ser humano. Solo el amor de Dios puede provocar que algo así suceda. Ese es el vínculo, el principio de unificación, el ligamento perfecto (Col 3:14). Es el amor del Padre, en Cristo Jesús el único que puede lograr algo así porque la Biblia dice que nadie puede amar a Dios sin antes haber sido amado por el Señor.
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19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. (1 Juan 4:19).
O sea, que el salmista podía amar a Dios porque había experimentado el amor de Dios.
Este escritor señala que esto es lo que mueve a Dios a librarnos, con todo lo que ese concepto implica. Vimos en nuestra reflexión anterior que esa acción, la de librarnos, describe que podemos experimentar cárceles emocionales, de salud o físicas. El amor de Dios provocará que esas cárceles sean estremecidas y que las cadenas que nos puedan estar atando se caigan. Esa acción de Dios, la de librarnos, garantiza la victoria sobre el horno de fuego, el foso de los leones, las crisis de salud, el cáncer, el COVID-19, la crisis familiar y las amenazas a nuestra salud mental y emocional. Dios no ha prometido que seremos eximidos de estas cosas. Lo que Dios ha prometido es que Él nos va a librar de ellas y de los efectos de ellas.
Es meritorio destacar que el escritor de este salmo valida todo lo antes dicho con otra expresión que encontramos en el verso 14:
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Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. (Salmo 91:14)
Conocer a Dios en este contexto (“yâdaʽ”, H3045) implica advenir a ese conocimiento desde su inicio hasta el final del mismo.[1] Se trata de poseer la información y entenderla.[2] A esto hay que añadir que este concepto, conocer, implica aprender a conocer (“learn to know”), saber diferenciar entre un conocimiento y otro y hasta poder enseñar las diferencias existentes entre ellos.[3] Ese tipo de conocimiento es traducido como ser sabio.[4] Es muy importante señalar que todas estas definiciones han sido extraídas de tres (3) de los recursos académicos más importantes para el análisis de los conceptos hebreos bíblicos.
Estas definiciones acerca de lo que salmista llama conocer a Dios describen un proceso empírico, que se da más allá de un salón de clases. Este es un conocimiento experiencial y personal. El escritor de este salmo sabe quién es Dios, sabe por qué es que Dios es único, y sabe enseñar a otros por qué es que él ama a Dios.
Este salmo dice que ese conocimiento conduce al Todopoderoso a llevar al creyente a un lugar seguro.
Vimos en la reflexión anterior algunas de las implicaciones de ese conocimiento. El profeta Isaías dice que el Rey Ezequías le pedía al Señor que librara al pueblo de las amenazas de los Asiros para que los reinos de la tierra pudieran conocer que sólo el Señor es Jehová (Isa 36:20). Por otro lado, el profeta Jeremías decía algo acerca de esta capacidad que es mucho más intenso.
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7 Y les daré corazón para que me conozcan que yo soy Jehová; y me serán por pueblo, y yo les seré a ellos por Dios; porque se volverán a mí de todo su corazón. (Jeremías 24:7)
Esta aseveración que hace Dios a través de este profeta indica que esta clase de conocimiento, el de Dios, requiere un corazón regalado por el Señor: un corazón capaz de volverse a Dios. A base de esto, el verso 14 del Salmo 91 adquiere otra dimensión. Hay que concluir que el salmista posee un corazón que Dios le ha dado; un corazón que puede amar a Dios.
Esta expresión del profeta Jeremías es muy interesante porque nos conduce al Nuevo Testamento. Es el Apóstol Pablo el que señala lo siguiente acerca de esta experiencia con el amor de Dios:
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17 Pido al Padre que Cristo viva en ustedes por la fe y que su amor sea la raíz y el cimiento de su vida. 18 Así podrán comprender con todo el pueblo santo de Dios cuán ancho y largo, cuán alto y profundo, es su amor. 19 El amor de Cristo es tan grande que supera todo conocimiento. Pero a pesar de eso, pido a Dios que lo puedan conocer, de manera que se llenen completamente de todo lo que Dios es. (Efesios 3:17-19, PDT)
Este pasaje dice que aun cuando el amor de Cristo es tan grande que sobrepasa todas las capacidades humanas, podemos ser capacitados por el Espíritu Santo para comprender sus dimensiones. Esto es, su largura, su anchura, su altura y su profundidad. El Apóstol insiste en este pasaje que él está rogando a Dios que los creyentes lo puedan conocer. Pablo dice aquí que ese conocimiento llena al creyente de todo lo que Dios es.
A base de esto podemos llegar a ciertas conclusiones. Una de ellas es que podemos amar a Dios así porque Él nos amó primero. Podemos concluir que ese amor se revela para que podamos ser llenos del conocimiento de lo incognoscible: lo que no se puede conocer. Podemos concluir que ese amor se revela para que podamos ser llenos del conocimiento de lo inconcebible; de lo que no se puede comprender. Esto nos lleva a concluir que esto es posible cuando Cristo vive en nosotros y que su amor es la base fundamental para el desarrollo de toda nuestra vida. Es aquí que se desarrolla la capacidad de describir el amor que tenemos por Dios con un verbo que ha sido conjugado en un tiempo perfecto.
A base de lo que Pablo le dice a la Iglesia en Éfeso tenemos que concluir que el escritor del Salmo 91 nos está diciendo que ese salmista está lleno de todo lo que Dios es. Es por eso que puede amar a Dios de forma personal y en un modo que es perfecto.
Pablo decía que ese amor, el de Cristo, nos constriñe (2 Cor 5:14): nos obliga, nos ocupa, nos detiene, nos compele. Es cierto que ese amor nos lleva a compartir con otros. Es igualmente cierto que esa proclamación se inicia con la acción, el proceso de reciprocar el amor de Dios.
Hay que destacar que el verbo utilizado aquí para definir la acción de conocer también ha sido conjugado en un tiempo perfecto, y en tercera persona singular. O sea, que esta es también una acción personal.
Estos datos hacen que las expresiones del verso 14 del Salmo 91 nos revelen otra verdad extraordinaria. Las acciones de amar y de conocer a Dios no se describen en este salmo como procesos pluralistas. Los procesos descritos aquí son singulares, personales, experienciales. Se trata de una relación personal, uno a uno con Dios.
Es esa relación personal la que Dios está premiando en estos versos finales del Salmo 91. La relación que emana de nuestro amor por Él y de nuestro anhelo por conocerle. Estas bendiciones emanan de las acciones amorosas de Dios al saber que le amamos, que amamos conocerle, saber más acerca de Él. Es la misericordia de Dios cubriendo con su bondad los corazones de aquellos que anhelan la revelación del corazón del Padre Celestial, que anhelan conocer más y más de esa gracia, de esa santidad, del carácter del Eterno.
Las características que Dios destaca en la vida del escritor del Salmo 91 son las mismas que el Señor anhela encontrar en cada uno de nosotros. Cristo nos ha hecho mucho más fácil acceder al conocimiento de Dios. La invitación que se desprende del inicio de esa resolución divina es que anhelemos amar y conocer a Dios. Dios ha prometido darnos un nuevo corazón para esto. Dios nos ha cubierto con su amor en la Cruz del Calvario. Dios ha regalado Su Santa Palabra para conducirnos a esa perfección. Lo único que hace falta es acercarse al Señor, de manera personal, convencidos de que lo que dice la Palabra de Dios nunca deja de ser verdad:
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……el que a mí viene, no le echo fuera. (Juan 6:37b
Referencia
[1] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (p. 335). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[2] Swanson, J. (1997). Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Boston; New York: Houghton, Mifflin and Company.
[4] Gesenius. Ibid.
[1] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (p. 335). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[2] Swanson, J. (1997). Dictionary of Biblical Languages with Semantic Domains : Hebrew (Old Testament) (electronic ed.). Oak Harbor: Logos Research Systems, Inc.
[3] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Boston; New York: Houghton, Mifflin and Company.
[4] Gesenius. Ibid.
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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