May 26th, 2021
“14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. 15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. 16 Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.” (Salmo 91:14-16)
La frase final del verso 16 del Salmo 91 describe la última de las características que Dios desarrolla en el creyente que habita bajo el abrigo del Altísimo. Hemos dicho en reflexiones anteriores que esa frase describe a creyentes que conocen lo que es la salvación. No obstante, el análisis textual de esa frase nos ha colocado ante la obligación de ampliar esa definición mediante el ejercicio de la extrapolación del verbo clave de esta.
En otras palabras, la frase: “y le mostraré mi salvación” describe algo que va más allá de la acción de conocer mediante la revelación divina lo que es la salvación. Hemos visto que esa frase describe la revelación, “râʼâh” (H7200)[1], o sea, la capacidad para contemplar, para considerar, discernir, disfrutar, experimentar, mirar fijamente, prestar atención, con certeza, con gozo, mirar, percibir, señalar, conocer, estar cerca, clavar la mirada, tener una visión, pensar o ver[2] lo que es la salvación.
Conociendo este dato llegamos a la conclusión de que la revelación que Dios le da a esos creyentes pueden convertir a estos en unos con las siguientes características:
Contemplan la salvación de Dios. Consideran la salvación de Dios.
Disciernen la salvación de Dios. Disfrutan la salvación de Dios.
Experimentan la salvación de Dios. Miran fijamente la salvación de Dios.
Prestan atención a la salvación de Dios. Consideran con certeza la salvación de Dios.
Consideran con gozo la salvación de Dios. Señalan la salvación de Dios.
Perciben la salvación de Dios. Conocen la salvación de Dios.
Clavan la mirada en la salvación de Dios. Tienen una visión clara de la salvación de Dios.
Piensan en la salvación de Dios. Pueden ver la salvación de Dios.
Nuestra reflexión anterior nos permitió analizar algunas de las implicaciones que posee la acción de considerar la salvación. Esta reflexión procura analizar las implicaciones de lo que significa discernir la salvación.
Sabemos que una definición simple de lo que es el discernimiento es la capacidad de hacer una cuidadosa distinción en nuestro pensamiento acerca de la verdad. El problema con esta definición es que la capacidad para discernir la salvación va por encima de ese proceso. La salvación que Dios ofrece en Cristo es la verdad (Jn 14:7) siendo esta una aseveración objetiva.
Ahora bien, no olvidemos que el verso 16 del Salmo 91 dice que esta dimensión que recibimos acerca de la salvación llega como revelación, que es Dios el que lo muestra. Para entender el alcance de esto debemos tomar como ejemplo lo que dice en una de sus cartas el Apóstol Pedro respecto a esta capacidad:
“Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3 LBLA).
Este pasaje nos lleva a concluir que el discernimiento es una capacidad aleatoria a la revelación que Dios hace de sí mismo, de la vida y de la piedad. Dios nos ha dado todo lo necesario en esa revelación. Y esto que está detrás de la revelación de la salvación trae consigo la capacidad para el discernimiento necesario de lo que es la salvación.
A continuación otra definición secular de lo que es el discernimiento:
“El discernimiento es el juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas. El término discernimiento se forma a través del sufijo en latín ‘mentum’ que significa “medio o instrumento” y discernir que también proviene del latín ‘discernere’ y expresa “distinguir o separar.” El acto de discernir es una virtud ligada a un juicio moral que permite al individuo valorizar si una acción es buena o mala.”[3]
Sabemos que el discernimiento requiere de una base para medir si algo es correcto. No hay duda alguna de que la Biblia es esa base. Los creyentes no podemos tomar nuestras decisiones a base de nuestras opiniones. Esto nos colocaría en unos escenarios muy subjetivos. Desde este punto de vista es obvio que realizamos ese ejercicio simple del discernimiento desde las Sagradas Escrituras. Desde esta perspectiva el discernimiento podría ser definido como la capacidad para pensar y decidir bíblicamente acerca de todas las áreas de la vida.
Hay un evento que ocurrió en el año 2013 que nos sorprendió gratamente. Se trata de una invitación que hizo el Papa Francisco a los fieles católicos a “estudiar los signos de los tiempos” en la perspectiva del “discernimiento evangélico.” O sea, que el Papa llamó a los católicos fieles a examinar la realidad que nos rodea a la luz de los principios y el modo de vida que formula el Evangelio y el Espíritu que nos impulsa.[4] En otras palabras, el mensaje del Evangelio amplia la capacidad para discernir que posee el creyente.
No obstante, debe haber algo más detrás de la expresión del salmista porque, al igual que el Apóstol Pedro, este insiste en que se trata de una revelación de la salvación que nos capacita para discernirla. Esto entonces colocaría la acción que describe esta expresión del Salmo 91:16 como un don de Dios. O sea, el discernimiento espiritual.
Siendo esto así, entonces estamos hablando de varias cosas. Por un lado, que se trata de la capacidad para discernir lo que es y lo que no es la salvación. Por el otro, que se trata de discernir la presencia de Dios en la salvación. Esto es, el anhelo para discernir la salvación es similar al anhelo para conocer cada vez más al Salvador.
Examinemos la primera aseveración. Algunos espiritualistas Cristianos del medioevo decían que discernir lo que el Espíritu Santo quiere para nuestras vidas supone que aprendamos el lenguaje inefable del cielo. Un lenguaje inefable es uno que “no se puede fablar” (hablar). Por lo tanto, esto requiere una experiencia personal con el Espíritu de Dios. Esto presupone someter una parte de nosotros a una crisis, porque pone a prueba nuestro sentir y nuestro parecer acerca de lo que es cotidiano y lo confronta con el deseo de Dios. No olvidemos que el salmista dice en el Salmo 91 que Dios no se limita en revelar Su salvación, sino que procura que el creyente que le busca sea capaz de discernir estas cosas.
Hay aspectos de la salvación que no necesitan del discernimiento. Nosotros sabemos que hay disconductas que la Biblia ha calificado como pecados y que no podemos practicarlas porque afectan nuestra salvación. Esas malas conductas afectan nuestra relación con Dios, el que nos ha salvado y nos ha revelado Su salvación. Sin embargo, hay otras áreas del cuidado de la salvación que requieren de mucho de ese discernimiento que Dios revela.
A continuación un ejemplo bíblico que puede ayudarnos a obtener una idea mucho más clara de todo lo antes expuesto. El Apóstol Pablo le dijo lo siguiente a la Iglesia que estaba establecida en Roma:
“1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Rom 12:1-2, RV 1960)
De la lectura de estos versos se desprende que la gracia de la salvación del creyente reclama la mente, el corazón y el cuerpo de aquellos que han aceptado a Jesucristo como su Señor y su Salvador.
La Licenciada Anselmina Gautier Rosario, una anciana de 103 años de edad que forma parte de nuestra Iglesia, compartía que discernir la salvación requiere entender lo que Dios espera que hagamos con nuestros cuerpos. Ella decía que esto no es algo que Dios nos obliga a hacer. Los versos antes citados explican que tenemos que presentarlo (“paristēmi”, G3936), hacerlo de manera voluntaria.
Se le preguntó a esta venerable mujer que ha servido al Señor de manera ininterrumpida desde su niñez, acerca de cómo podemos interpretar la expresión “presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.” Su respuesta no se hizo esperar. La hermana Anselmina respondió que para encontrar la respuesta a esa pregunta solo necesitábamos acudir a las Escrituras para entender lo que Dios quiere que hagamos con cada parte de nuestros cuerpos. A continuación algunos ejemplos:
- Cabeza
- ungida con aceite todo el tiempo (Sal 133:2).
- bendiciones en nuestros pensamientos (Prov 10:6).
- el yelmo de la salvación (Efe 6:17).
- Hombros
- el servicio del santuario (Núm 7:9).
- la presencia de Dios y Su gloria (1 Cró 15:15).
- Boca
- Alabanzas, oración, sabiduría y bendiciones (Sal 19:14; 34:1; 37:30; 40:3; 49:3).
- Manos
- oración y alabanzas constantes para Dios (1 Tim 2:8).
- limpieza para servir y para adorar (Sal 24:3-4).
- levantar a los caídos (Isa 58:5-9).
- Pecho
- la petición constante de oración por los nuestros (Éxo 28:15-29).
- Caderas
- ceñidos con la verdad del Evangelio (Efe 6:14; 1 Ped 1:13).
- Rodillas
- que no sean endebles (Isa 35:3).
- que se postren ante el Señor (Efe 3:14).
- Pies
- calzados con el apresto del Evangelio de la paz (Ef 6:15).
- llevando el mensaje de salvación (Isa 52:7).
Estos son solo algunos de los pasajes bíblicos en los que encontramos la respuesta a la pregunta que le formulamos a la hermana Anselmina.
Ella continuó su disertación añadiendo que Pablo dice que el ejercicio de presentar el cuerpo para el servicio está acompañado de la renovación de la mente y de aceptar que esta es un campo de batalla.
“3 Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; 4 porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, 5 derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” (2 Cor 10:3-5)
“5 Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2 Cor 10:5, NVI)
“5 Destruimos argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo todo pensamiento para que se someta a Cristo.” (2 Cor 10:5, NVI)
Estos versos describen la sujeción de la mente del creyente como un proceso vital para combatir todo aquello que se levanta en contra del conocimiento de Dios. Esos versos dicen que una de las cosas que se procura someter con este ejercicio es la altivez, la altanería.
“4 Las armas que usamos no son las del mundo, sino que son poder de Dios capaz de destruir fortalezas. Y así destruimos las acusaciones 5 y toda altanería que pretenda impedir que se conozca a Dios. Todo pensamiento humano lo sometemos a Cristo, para que lo obedezca a él,” (Dios Habla Hoy).
Ese proceso de entrega voluntaria del cuerpo y de la renovación de nuestra mente produce la capacidad de comprobar que estamos en medio de la voluntad de Dios. Esa voluntad siempre es agradable y perfecta. Esta conclusión abona al desarrollo de un corazón que confía, y que reposa en la voluntad y en la presencia de Dios.
El discernimiento de la salvación también nos conduce a amar el conocimiento de Aquél que nos ha salvado. Aquellos que conocen el discernimiento de espíritu (1 Cor 12:10; Heb 5:14) saben que esta es una condición insustituible. Esto es, el amor por la presencia de Dios; la sensibilidad de Su presencia. No olvidemos que una de las metas del discernimiento es conseguir que el creyente en Cristo sea capaz de vivir con pureza, de manera irreprensible, mientras es capaz de aprobar lo que es excelente y produce mucho fruto espiritual.
“9 Y esto pido en oración: que vuestro amor abunde aún más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento, 10 a fin de que escojáis lo mejor, para que seáis puros e irreprensibles para el día de Cristo; 11 llenos del fruto de justicia que es por medio de Jesucristo, para la gloria y alabanza de Dios.” (Fil 1:9-11, LBLA)
Observemos que uno de los énfasis de estos versos no es discernir para decidir entre lo bueno y lo malo. Uno de los énfasis de estos versos es poder discernir para escoger entre lo que es bueno y lo que es excelente, lo que es realmente importante (PDT). Otro énfasis es que ese discernimiento nos permite estar siempre llenos del fruto de la salvación (NTV).
“9 Le pido a Dios que el amor de ustedes desborde cada vez más y que sigan creciendo en conocimiento y entendimiento. 10 Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva. 11 Que estén siempre llenos del fruto de la salvación—es decir, el carácter justo que Jesucristo produce en su vida porque esto traerá mucha gloria y alabanza a Dios.” (Fil 1:9-11, NTV)
Observemos que se identifica ese fruto como el fruto aleatorio a la salvación. Esto es, “el carácter justo que Jesucristo produce” en nuestras vidas. Además, que el Apóstol Pablo señala que está orando (“proseuchomai”, G4336) para que la Iglesia reciba esto.
Otro énfasis es que ese discernimiento nos prepara para el regreso de Cristo, el día en el que recibiremos el premio final de la salvación.
El escritor del Salmo 91 nos dice en el verso 16 que Dios ha prometido revelar lo que es la salvación y convertir al creyente que habita en la presencia del Omnipotente en uno que sabe discernir su salvación. Esto es, discernir entre lo bueno y lo excelente, entre una vida promedio y una de excelencia, entre una vida puramente carismática y una vida que camina por un camino más amplio, más profundo, un mejor camino que es revelado. La salvación nos conduce a no dejar de procurar los mejores dones, pero hay un camino mucho más excelente que Dios revela (1 Cor 12:31).
Referencias:
[1] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (pp. 748–750). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[2] Brown, F., Driver, S. R., & Briggs, C. A. (1977). Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (pp. 906–909). Oxford: Clarendon Press.
[3] https://www.significados.com/discernimiento/.
[4] https://idehpucp.pucp.edu.pe/opinion/el-papa-francisco-y-el-discernimiento-evangelico/.
[1] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (pp. 748–750). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[2] Brown, F., Driver, S. R., & Briggs, C. A. (1977). Enhanced Brown-Driver-Briggs Hebrew and English Lexicon (pp. 906–909). Oxford: Clarendon Press.
[3] https://www.significados.com/discernimiento/.
[4] https://idehpucp.pucp.edu.pe/opinion/el-papa-francisco-y-el-discernimiento-evangelico/.
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