Reflexiones de Esperanza: Salmo 91: la agenda de transformación (Parte XII)

“14 Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; Le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. 15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. 16 Lo saciaré de larga vida, Y le mostraré mi salvación.” (Sal 91:14-16)

El análisis del concepto de la salvación, según lo ofrece el verso 16 del Salmo 91, ha sido el eje de nuestras reflexiones más recientes. Sabemos que ese verso dice que Dios ha prometido mostrar la salvación a aquellos que habitan al abrigo del Altísimo y moran bajo la sombra del Omnipotente. Por ende, esto convierte a ese creyente en un creyente salvo y en uno que ama, cuida, conoce y sabe discernir ese regalo.

¿Por qué Dios declara que revelará la salvación a los creyentes? Hay que comprender que la revelación de esa salvación implica mucho más que todo lo que hemos discutido hasta aquí acerca de este tema. Por ejemplo, no hemos analizado el carácter eterno de esa salvación. Nuestra salvación fue orquestada por Dios desde antes de la fundación del mundo:

“18 sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, 19 sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, 20 ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros,” (1 Ped 1:18-20)

Esa salvación fue realizada en la Cruz del Calvario, por la Gracia de Dios. O sea, que se trata de un evento pasado, que es experimentado en el presente y que aguarda una experiencia escatológica, futura, en los cielos. Es por esto que nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro están escondidos en las manos de Dios; en el hueco de su mano herida (Sal 31:15a). Una salvación que trasciende el tiempo y el espacio necesita ser revelada.

Hay que reconocer que el Mediador de nuestra salvación es Dios. Esto es así porque solo Él puede ofrecer, revelar y entregar la salvación y la vida eterna. Es por eso que Dios mismo, encarnado en Cristo, tenía que operar nuestra salvación.

“5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,”
(1 Tim 2:5)

Todo esto forma parte de la revelación de la salvación que Dios ofrece mostrar a aquellos que habitan al abrigo del Altísimo. Eso es lo que dice el verso 16 del Salmo 91.

Una salvación que requiere del misterio de la encarnación y de la manifestación del poder de la resurrección necesita ser revelada.

Además, nuestra salvación posee tres (3) elementos esenciales subjetivos: el llamado efectivo, la conversión y la regeneración. Son subjetivos porque el producto final de estos depende de las reacciones de aquellos que escuchamos el mensaje, venimos a Cristo y que permanecemos en Cristo.

Nuestra salvación también posee tres (3) elementos esenciales objetivos: la unión con Cristo, la justificación y la adopción. Son elementos objetivos porque la promesa es la misma para todos aquellos que creen y que perseveran en Cristo:

“se fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.” (Apoc 2:10c)

La salvación necesita ser revelada porque ser salvos por la sangre de nuestro Salvador implica ser de Cristo. Esto requiere estar en Cristo y ser uno con Cristo. Es por esto que Pablo dice lo siguiente en su Segunda Carta a los Corintios:

“17 De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Cor 5:17).

Añadimos a esto que la gracia que nos salva fue dada en Cristo y somos enriquecidos en Él:

“4 Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús; 5 porque en todas las cosas fuisteis enriquecidos en él, en toda palabra y en toda ciencia;” (1 Cor 1:4-5)

Todo esto hay que unirlo al hecho de que esa gracia nos hace aceptos en el Amado.

“6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado, 7 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia,” (Ef 1:6-7)

Aún más, la Biblia dice que morir correctamente requiere que se haga en Cristo:

“16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 17 Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1 Tes 5:16-17)

Esto es así porque sólo en Cristo seremos vivificados para vida eterna:

“22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.” (1 Cor 15:22-23)

Repetimos que todos estos pasajes bíblicos lo que describen son las bendiciones que recibimos por estar en Cristo, ser de Cristo y estar con Cristo.

Aquellos que permanecen en Cristo son los que viven la experiencia de conocer las gloriosas riquezas que hay en la presencia y en la relación con Cristo:

“26 el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, 27 a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,” (Col 1:26-27)

Subrayamos aquí que nuestra esperanza está en Cristo. La ayuda del Espíritu que recibimos viene de Él. Sin esta esperanza y sin esa ayuda sería imposible vivir la vida que Cristo quiere que vivamos. Repetimos: la salvación no produce Cristianos capaces de vivir para Dios por sí mismos. La salvación produce Cristianos dependientes del Espíritu Santo y de la Palabra. Ese dependencia total necesita ser revelada y afirmada en el creyente por el Espíritu y por la Palabra.

Estos datos son analizados por la teología de la salvación (soteriología). Esta describe la salvación como la creación de una nueva criatura (2 Cor 5:17) y esa nueva criatura es creada en Cristo Jesús.

“10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efe 2:10)

Es esa nueva creación la que es llamada a caminar realizando la agenda que Jesús nos encomendó, al mismo tiempo que crecemos en nuestra unión con Él. Todos estos son aspectos vitales para la salvación de cada creyente en Cristo.

Ahora bien, ¿cómo se desarrolla esta unión? ¿Cuáles son sus características? ¿Cómo podemos definirlas? Las discusiones acerca de estos aspectos han sido centenarias y extensas. Nuestra opinión es que todo esto es un misterio que necesita ser recibido por revelación. Sabemos que hemos sido llamados a vivir como Cristianos con la ayuda del Espíritu Santo, para ser uno en Cristo y con Cristo. Al mismo tiempo, sabemos que hemos sido llamados a permanecer en Cristo (Jn 15:4-5).

Pablo decía que esto era un misterio muy grande, cuando explicaba la metáfora del matrimonio para describir la relación que existe entre Cristo y Su Iglesia:

“31 Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. 32 Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Efe 5:31-32)

Esta es una de las razones por las que el verso 16 del Salmo 91insiste en que Dios nos tiene que revelar la salvación.

Hay un análisis extraordinario acerca de todo lo que hemos compartido aquí en uno de los libros escritos por Millard Erickson.[1]

El Padre puso en operación, a través de Cristo, la agenda de nuestra adopción como hijos de Dios. Es esa adopción la que estaba predestinada desde antes de la fundación del mundo (Efe1:3-5). Esa adopción es el resultado del pago, del rescate, de haber sido comprados por Cristo a precio de sangre en la Cruz. Es por esto que podemos llamar “Abba” (Padre) a Dios; porque somos sus hijos. Así lo dice el Apóstol Pablo en su carta a Los Gálatas:

“4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. 6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”  (Gál 4:4-7)

Esa adopción es la que reafirma que podemos vivir sin temor, podemos esperar sin desesperar, podemos experimentar padecimientos sin perder la esperanza. Así lo dice el Apóstol Pablo en su carta a la Iglesia que estaba en Roma:

“15 Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! 16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. …….
22 Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; 23 y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo. 24 Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo? 25 Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” (Rom 8:15-17, 22-25)

Además, el sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario nos justifica. Lo que esto significa es que el sacrificio de Cristo en la Cruz permite que el Padre nos impute la justicia, el carácter justo de Cristo. Cristo se ofreció voluntariamente para hacer esto; por amor. Esto hace que el Padre vea al creyente a través de Cristo. El resultado de esto es que cuando el Padre declaró justo a su Hijo, en ese momento nos imputó esa justicia perfecta a todos los que hemos decidido creer en el Hijo como nuestro Señor y nuestro Salvador.

¿Cómo podemos asimilar y entender todo esto? La Biblia ofrece la siguiente respuesta:

“9 Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman. 10 Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. 11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (1 Cor 2:9-13)

Estas promesas están disponibles para todos aquellos que han decidido creer que Cristo Jesús es el Señor y el Salvador del mundo.

El escritor del Salmo 91 dice en el verso 16 que Dios ha prometido revelarle esto a todos aquellos que deciden habitar al abrigo del Altísimo y morar bajo la sombra del Omnipotente.
Estos datos finales acerca de la salvación revelada nos permiten concluir el análisis de las características que poseen aquellos creyentes que describen los versos finales del Salmo 91:

- Son creyentes que aman a Dios (v.14).
- Son creyentes que conocen quién es Dios (v.14).
- Son creyentes que poseen una vida de oración eficaz; dependencia absoluta de Dios (v. 15).
- Son creyentes que saben que el Señor les acompaña en medio de los procesos que producen angustia (v. 15).
- Son creyentes liberados, vestidos, adiestrados para recibir y seguir instrucciones celestiales
(v. 15).
- Son creyentes que Dios honra y que exhibe como hijos en los cuales Él tiene contentamiento
(v. 15)
- Son creyentes que viven vidas productivas y llenas de satisfacción porque el Todopoderoso se
lo ha prometido (v.16)
- Son creyentes que aman, conocen, respetan, cuidan y han recibido revelación de la salvación que Dios nos ha regalado (v.16).

Referencias

[1] Erickson, Millard J.. Christian Theology . Baker Publishing Group. Kindle Edition.(ver capítulos 45 al 48 de esa obra literaria.)

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