Reflexiones de Esperanza: Efesios: Análisis de las peticiones de la segunda oración de Pablo en la Carta a los Efesios (Parte XXVI)

 “14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.”   (Efesios 3:14-21)
           
Las dimensiones tradicionales en las que operaba el mundo del Nuevo Testamento se parecen mucho a las que generalmente utilizamos en el nuestro. Ambos mundos procuran operar dentro de las mismas dimensiones de espacio y tiempo. Esto es, largo, alto, profundo y tiempo. Veamos Pablo como utiliza y describe estas dimensiones:

“18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento” (Efesios 3:18-19a).

En la mayoría de las ocasiones estas dimensiones son comprensibles. O sea, que casi siempre podemos tener algunas capacidades para manejar el significado de estas. Aún en aquellas ocasiones en las que la anchura, la altura, la profundidad y el tiempo escapan a nuestras maneras de medirlos, podemos acomodarnos a lo que estas medidas significan.

En otras palabras, que la mayoría de los seres humanos no tienen muchos problemas cuando se les dice que el ancho, el alto o lo profundo de algo es infinito o insondable. No lo podemos medir, pero sabemos de qué cosas nos están hablando.

Es un poco más complicado cuando se trata de la largura, o del tiempo. Hablar de la eternidad escapa a la mente y la imaginación de nuestras capacidades finitas. Aun así, los seres humanos al menos sabemos que hablar de la eternidad es hablar de una dimensión en la que los relojes no sirven.

Ya hemos visto que cuando Pablo nos habla acerca de la anchura del amor de Dios, con toda probabilidad nos está hablando acerca de cuán ancho y cuán amplio es el amor de Dios; a cuántas personas cubre y cuánto espacio abarca. El amor demostrado en la cruz del Calvario abarca al mundo.

“1 De Jehová es la tierra y su plenitud; El mundo, y los que en él habitan. 2 Porque él la fundó sobre los mares, Y la afirmó sobre los ríos.” (Salmos 24:1-2)

“9 No tomaré de tu casa becerros, Ni machos cabríos de tus apriscos. 10 Porque mía es toda bestia del bosque, Y los millares de animales en los collados. 11 Conozco a todas las aves de los montes, Y todo lo que se mueve en los campos me pertenece. 12 Si yo tuviese hambre, no te lo diría a ti; Porque mío es el mundo y su plenitud.” (Salmos 50:9-12)

“16 Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. 17 Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él.” (Juan 3:16)

Esta dimensión se acrecienta cuando consideramos que Dios no quiere que ninguno perezca sino que todos procedan al arrepentimiento (2 Ped 3:9). Estos datos implican que nuestras capacidades humanas no son suficientes para entender la anchura de ese amor, porque esa anchura es infinita e insondable.

Ya hemos visto que cuando Pablo nos habla acerca de la altura del amor de Dios, con toda probabilidad no solo nos está hablando acerca de que Cristo, con su sacrificio en la cruz, es el puente entre Dios y los hombres. Esa dimensión también describe lo que el salmista definía con estas expresiones:

“11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.” (Salmos 13:11)

O sea, que la altura del amor de Dios pone en contacto al ser humano con aquello que el salmista llamó misericordia y con aquello que describió el profeta Isaías:

“15 Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados.”  (Isaias 57:15)

Regresando al Salmo 103, tenemos que añadir que el salmista no se limita a hablar allí acerca de la altura sino que incluye en éste unas expresiones acerca de la anchura de ese amor:

“12 Cuanto está lejos el oriente del occidente, Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.” (v 12)

En otras palabras, que nuestros pecados han sido colocados en unos lugares que nuestros ojos no pueden alcanzar porque la dimensión insondable de la anchura no nos lo permite. Estos datos implican que nuestras capacidades humanas no son suficientes para entender la anchura ni la altura de ese amor, porque estas son infinitas e insondables.

Ya hemos visto que cuando Pablo nos habla acerca de la profundidad del amor de Dios, con toda probabilidad nos está hablando de la operación de ese amor en las regiones más profundas de la tierra.

“7 Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. 8 Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. 9 Y eso de que subió, ¿qué es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? 10 El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos los cielos para llenarlo todo.” (Efesios 4:7-10)
             
Además, es muy probable que Pablo nos esté describiendo algo más con esta dimensión. Pablo puede estar describiendo que ese amor, el de Cristo, nos conecta con la profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios.

“33 ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! 34 Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero?” (Romanos 11:33-34)
           
Estos datos implican que nuestras capacidades humanas no son suficientes para entender la profundidad de ese amor, porque esta dimensión también es infinita e insondable.

Al mismo tiempo, la largura de ese amor puede ser interpretada como la dimensión del tiempo. Los griegos veían el tiempo como una dimensión medible y graficada en espirales que se movían hacia adelante. De ahí es que obtenemos la conceptualización de que hay cosas que se repiten en el tiempo. En cambio, los judíos veían el tiempo como una dimensión lineal en la que Dios se inserta. De aquí una base esencial de la teología de Wolfhart Pannenberg, cuando postula que Dios se revela en la historia.[1],[2]
 
¿Cuán largo es el amor de Cristo? ¿Cuánto puede durar ese amor? El salmista decía que el Señor es nuestro Dios eternamente y para siempre. No solo esto, sino que nos guiará más allá de la muerte.
 
“14 Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte.” (Salmos 48:14)
 
En otras palabras, que la muerte no puede obstaculizar la manifestación, los efectos y la cobertura de ese amor; el amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro. Por lo tanto, al hablar de la dimensión del tiempo de ese amor no podemos circunscribirnos al tiempo que vivimos en esta vida, porque cuando trascendemos de esta vida Él nos sigue amando.
 
Estos datos implican que nuestras capacidades humanas no son suficientes para entender la largura, cuánto se extiende ese amor, porque esta dimensión es infinita e insondable.
 
Estas aseveraciones nos conducen a considerar algunas cosas que Pablo dice acerca de ese amor; el amor de Cristo. Sabemos que este Apóstol ha dicho muchas cosas acerca del amor de Dios. No obstante, tenemos que comprender que también ha dicho algunas cosas acerca del amor de Cristo. Por ejemplo:
 
“34 Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:34-39)
             
Otro pasaje bíblico en el que Pablo hace referencia al amor de Cristo es el que encontramos en su Segunda Carta a la Iglesia en Corinto:
 
“14 Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron; 15 y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2 Corintios 5:14-15)
   
Estas aseveraciones describen que amor de Cristo nos controla (PDT, NTV), que se ha apoderado de nosotros (DHH), que nos apremia (NBLA), nos obliga (NVI), que domina nuestras vidas (TLA), nos arresta, nos convierte en sus prisioneros (“sunechō”, G4912).
 
Por último, Curtis Vaughan ha dicho que Pablo inserta aquí, en Efesios capítulo tres (3), una quinta dimensión; la que sobrepasa todo conocimiento.[3] Entre otras cosas, esta es una advertencia para aquellos que pudieran haber estado haciendo ejercicios racionales e intelectuales para tratar de comprender las dimensiones antes descritas. No solo se trata de las cuatro dimensiones que hemos estado analizando y reconocer que estas son insondables e infinitas. Pablo inserta una quinta dimensión: aquella en la que podemos conocer el amor de Cristo “que excede a todo conocimiento.”
             
Es aquí que tenemos que detenernos a aceptar que esta clase de revelación de lo insondable de Dios sólo puede ser recibida y administrada mediante la dirección del Espíritu Santo.
             
Es de esto que trata el pasaje bíblico con el que concluimos nuestra reflexión anterior: 1 Corintios 2:11-16. No existe modo alguno en el que nosotros podamos entender el significado que posee ese amor si no es mediante la intervención que hace el Espíritu de Dios. Es Él, la tercera persona de la Trinidad, el que nos hace capaces de conocer y de entender aquello que sobrepasa nuestras capacidades humanas.
             
Esto es así porque las “destrezas pedagógicas” que el Espíritu nos enseña provienen de lo más profundo del mismo Dios.
 
“11 ¿Quién entre los hombres puede saber lo que hay en el corazón del hombre, sino sólo el espíritu que está dentro del hombre? De la misma manera, solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que entendamos las cosas que Dios en su bondad nos ha dado. 13 Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, y no con palabras que hayamos aprendido por nuestra propia sabiduría. Así explicamos las cosas espirituales con términos espirituales. 14 El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente. 15 Pero aquel que tiene el Espíritu puede juzgar todas las cosas, y nadie lo puede juzgar a él. 16 Pues la Escritura dice: «¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá instruirle?» Sin embargo, nosotros tenemos la mente de Cristo.”  (1 Corintios 2:11-16, DHH)
Referencias
 
[1] https://repository.westernsem.edu/pkp/index.php/rr/article/download/778/811.
   
[2] https://www.academia.edu/28103233/Wolfhart_Pannenbergs_Conception_of_History.
   
[3] Vaughan, Curtis. Efesios: Comentario Bíblico. Miami, Florida: Editorial Vida, 1987.

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