November 16th, 2022
“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. 20 Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, 21 a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.” (Efesios 3:14-21)
La única manera en la que podemos adentrarnos a conocer el amor de Dios es a través de la revelación del Espíritu Santo. Esta tesis es central en la fe Cristiana. El Apóstol Pablo nos ha dicho en la oración del epígrafe de esta reflexión (Efe 3:14-21) que él estaba orando para que la Iglesia, el pueblo santo, pudiera ser plenamente capaz de comprender ese amor. Y de hacerlo en comunión con todos aquellos que adoran con nosotros.
Sabemos que la capacidad humana es finita y que somos incapaces de entender todo lo que ese amor encierra. Sin embargo, la oración paulina está ahí, colocando sobre nuestros hombros la responsabilidad de resolver este enigma. La pregunta es esta: ¿cómo podemos ser plenamente capaces de comprender algo que escapa a nuestras capacidades humanas?
La respuesta para esta pregunta la encontramos en la Palabra de Dios. El Apóstol Pablo ofrece la respuesta en su Primera Carta a la iglesia que estaba localizada en la ciudad de Corinto.
“6 Sin embargo, entre los que ya han alcanzado la madurez en su fe sí usamos palabras de sabiduría. Pero no se trata de una sabiduría propia de este mundo ni de quienes lo gobiernan, los cuales ya están perdiendo su poder. 7 Se trata más bien de la sabiduría oculta de Dios, del designio secreto que él, desde la eternidad, ha tenido para nuestra gloria. 8 Esto es algo que no han entendido los gobernantes del mundo presente, pues si lo hubieran entendido no habrían crucificado al Señor de la gloria. 9 Pero, como se dice en la Escritura: «Dios ha preparado para los que lo aman cosas que nadie ha visto ni oído, y ni siquiera pensado.» 10 Éstas son las cosas que Dios nos ha hecho conocer por medio del Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las cosas más profundas de Dios. 11 ¿Quién entre los hombres puede saber lo que hay en el corazón del hombre, sino sólo el espíritu que está dentro del hombre? De la misma manera, solamente el Espíritu de Dios sabe lo que hay en Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que entendamos las cosas que Dios en su bondad nos ha dado. 13 Hablamos de estas cosas con palabras que el Espíritu de Dios nos ha enseñado, y no con palabras que hayamos aprendido por nuestra propia sabiduría. Así explicamos las cosas espirituales con términos espirituales. 14 El que no es espiritual no acepta las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son tonterías. Y tampoco las puede entender, porque son cosas que tienen que juzgarse espiritualmente. 15 Pero aquel que tiene el Espíritu puede juzgar todas las cosas, y nadie lo puede juzgar a él. 16 Pues la Escritura dice: «¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá instruirle?» Sin embargo, nosotros tenemos la mente de Cristo.”
(1 Corintios 2:6-16, DHH)
(1 Corintios 2:6-16, DHH)
Este pasaje bíblico es uno muy intenso. No obstante, su mensaje central necesita ser analizado a la luz del contexto que su escritor (Pablo) estaba experimentando. El Apóstol Pablo llegó a Corinto luego de su desilusión en la ciudad de Atenas (Hch 18:1). La experiencia de Pablo en la ciudad que hoy sirve como capital de Grecia no fue del todo buena. Allí el Apóstol intentó lidiar con los filósofos griegos a base de argumentaciones filosóficas. Tenemos que aceptar que su predicación no produjo muchas conversiones (Hch 17:15-34). Su llegada a la ciudad de Corinto estaba matizada por esta experiencia. Es motivado por esta experiencia que él decide enseñar al liderato de la Iglesia lo que encontramos en estas cartas a los Corintios. En primer lugar, él postula que el poder del Evangelio reside en este mismo y en el poder del Espíritu, y no en las palabras persuasivas que posea el predicador de turno. En segundo lugar, él postula que la Iglesia tiene que ocuparse de enseñar a sus miembros a caminar dependiendo de la autoridad de las Sagradas Escrituras y del auxilio del Espíritu y no recostados en los demás creyentes (1 Cor 3:1-4).
Esto último requiere que la Iglesia, además de anunciar el mensaje del Evangelio a los perdidos, se involucre en la enseñanza de la sabiduría de Dios para aquellos que necesitan madurar en la fe. Esto es, a todos nosotros.
A todo esto Pablo añade que esa revelación parecería ser un misterio. Hay que indicar que el misterio como concepto bíblico no es algo que está vedado para una parte del pueblo de Dios y disponible para un grupo selecto. Ese acercamiento sería sectario. La Biblia se acerca a este concepto como una verdad escondida que el Espíritu Santo revela a todos aquellos que pertenecen a la familia de la fe, al Cuerpo de Cristo.
El misterio que Pablo describe aquí es el mismo que él le comunica a la Iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso (Efe 1-3). Una gran diferencia entre lo que encontramos en la Carta a los Corintios y la Carta a los Efesios es que la explicación que Pablo le ofrece a la Iglesia que estaba en la ciudad de Corinto incluye la diferenciación entre la sabiduría de los seres humanos y la sabiduría de Dios.
El Dr. Warren W. Wiersbe ha propuesto una pequeña tabla para analizar las diferencias entre estas sabidurías:
Sabiduría humana Sabiduría de Dios
1. Sabiduría de Palabras (1 Cor 1:17; 2:4) | 1. Sabiduría de poder, y no solo de palabras (2:4–5) |
2. Palabras humanas (2:4) | 2. Palabras del Espíritu (2:13) |
3. El espíritu del mundo (2:12) | 3. El Espíritu de Dios (2:12) |
4. Locura para Dios (1:20) | 4. Locura para los hombres (2:14) |
5. El filósofo (1:20) | 5. El predicador (1:31; 2:4) |
6. Ignorancia (1:21) | 6. Conocimiento de Dios (2:12) |
7. Conduce a la condenación (1:18) | 7. Conduce a la gloria (1:18; 2:7)[1] |
El Apóstol Pablo añade a todo esto que no podemos vivir la vida cristiana ignorando que hay una
influencia del espíritu del mundo tratando de obstaculizar y de distraer la atención del creyente de la influencia y de la participación del Espíritu de Dios (1 Cor 2:12). El énfasis en el antropocentrismo, en un Evangelio basado en las emociones y en los deseos, en vez de la en la Palabra de Dios forma parte de esto.
Uno de los problemas más grandes que esto produce es la ignorancia de los axiomas, los
principios, y los postulados básicos que alimentan y sostienen nuestra fe. El espíritu del mundo no se limita a minimizar, a y a quitarle autoridad a la Palabra de Dios y a la figura de Cristo. Ese espíritu procura que los creyentes en Cristo no conozcamos más acerca de Dios, de Su amor, de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios, de la eternidad y de la majestad del Eterno. ¿Cómo procura bloquear todo este tesoro? El espíritu del mundo procura que los creyentes se desenfoquen de la participación y la enseñanza del Espíritu de Dios.
Es aquí que Pablo inserta su versión de las palabras del profeta Isaías:
“Desde el principio del mundo, ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de los que esperan en él.” (Isaias 64: 4, NTV)
“Desde el principio del mundo, ningún oído ha escuchado, ni ojo ha visto a un Dios como tú, quien actúa a favor de los que esperan en él.” (Isaias 64: 4, NTV)
Compartimos en la reflexión de El Heraldo del 13 de julio de 2014 que la presencia del Espíritu Santo es imprescindible para poseer un pensamiento cónsono con el Reino de Dios, y que trascienda lo humano hasta operar en el poder de Dios, que es Todopoderoso. ¡Cuánto más para poder conocer lo insondable de Dios que podemos encontrar en Su amor! Este conocimiento solo puede ser adquirido mediante la intervención del Espíritu de Dios. El enemigo sabe que la adquisición mediante revelación de ese conocimiento nos catapulta a una relación de intimidad con Dios de la que nadie nos puede mover.
“33 ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 34 ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? 36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:33-39)
Este énfasis se disemina en toda la Escritura. Es por esto que leemos que necesitamos inteligencia espiritual.
9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual... (Col 1:9)
Es por esto que tenemos que conseguir sabiduría celestial y no la que es humana.
14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. (Santiago 3:14-17)
La sabiduría y la inteligencia que se describen aquí poseen unas características únicas. Ambas vienen del cielo y se obtienen mediante revelación de Dios. Es por esto que esa sabiduría y esa inteligencia necesitan de una mente especial que sea capaz de maximizar los beneficios que ellas producen. La solución que la Biblia provee es sencilla; necesitamos la mente de Cristo.
Esta es otra de las tesis que el Apóstol Pablo le expone a la Iglesia en Corinto. Para que esta Iglesia griega no se viera tentada a aceptar el gnosticismo y otras fuentes filosóficas de su época, San Pablo le explica las diferencias que existen entre las naturalezas de los seres humanos, y la necesidad de una mente que sea mucho más que sobrenatural. Leemos lo siguiente en 1 Cor 2:12-16:
“12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente. 15 En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie. 16 Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.”
Pablo explica aquí que el creyente ha recibido el Espíritu Santo para ser capaz de saber verdades que no pueden ser conocidas con la mente natural, ni enseñadas con la sabiduría humana. El ser humano que no conoce a Dios (ser natural) no puede entender estas cosas, porque no posee al Interlocutor, a la Tercera Persona de la Trinidad. Al final de estas expresiones, San Pablo esgrime una aseveración única: los creyentes reciben la mente de Cristo como regalo de la Gracia divina.
Por otro lado, la Biblia enseña que es Dios el que diseña y graba esta clase de mente en el corazón del ser humano. Es Jeremías el primero que dice esto abiertamente (la Carta a los Hebreos lo repite), cuando nos dice lo siguiente en Jer 31:27-35:
27 He aquí vienen días, dice Jehová, en que sembraré la casa de Israel y la casa de Judá de simiente de hombre y de simiente de animal. 28 Y así como tuve cuidado de ellos para arrancar y derribar, y trastornar y perder y afligir, tendré cuidado de ellos para edificar y plantar, dice Jehová. 29 En aquellos días no dirán más: Los padres comieron las uvas agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera, 30 sino que cada cual morirá por su propia maldad; los dientes de todo hombre que comiere las uvas agrias, tendrán la dentera. 31 He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. 32 No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos, dice Jehová. 33 Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. 34 Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová; porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado. 35 Así ha dicho Jehová, que da el sol para luz del día, las leyes de la luna y de las estrellas para luz de la noche, que parte el mar, y braman sus ondas; Jehová de los ejércitos es su nombre:
El creyente tiene que decidir aceptar estas verdades eternas, que tenemos la mente de Cristo y que es Dios el que ha escrito su Palabra en nuestras mentes y en nuestros corazones. Al hacerlo, se le hará mucho más fácil comprender la exigencia bíblica de adorar al Señor Dios con todo el corazón, y con toda el alma, y con todas las fuerzas, y con toda la mente (Mt 22:36; Mc 12:30; Lc 10:27). Cuando el creyente acepta esto se le hace mucho más fácil someter su pensamiento cautivo en obediencia a Dios y perseverar pensando en todo lo que Dios es (Isa 26:3).
Por otro lado, la Biblia también señala que hay pensamientos que no solo no están de acuerdo con el reino, sino que son malignos y destructivos. Los textos que encontramos en Romanos 1:28-32 y Efesios 4:17-19 son algunos de los ejemplos más relevantes acerca de esto. Se trata de mentes reprobadas, que hacen cosas que no convienen, que están atestados de toda clase de maldad y son capaces hasta de aborrecer a Dios e inventar males, estar llenos de envidia y ser homicidas. Se trata de pensamientos entenebrecidos ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay y por la dureza de su corazón, sin sensibilidad y entregados a la lascivia para cometer con avidez toda clase de impureza.
Al mismo tiempo, la Biblia hace énfasis en la necesidad de poseer una mente renovada y de ser transformados a través de esa renovación (Efe 4:23; Rom 12:1-2). Es más, la Biblia dice que cuando no conocíamos a Dios nosotros éramos enemigos de Dios en nuestras mentes (Col 1:21).
Todas estas aseveraciones nos dejan saber que vencer las aflicciones y disfrutar de la presencia de Dios entonces no se trata de un esfuerzo puramente mental. Lograr estos resultados trata de una transformación espiritual, de una mente nueva y de una re-educación del pensamiento como creyente. No tenemos dudas de que esto último trata de un proceso continuo, toda vez que San Pablo le dice a una Iglesia (Éfeso) que se renueve en el espíritu de su mente.
Este último proceso parece ser retado y ensayado por Dios con mucha frecuencia. Esto es lo que quieren decir frases bíblicas que aseveran que Dios prueba y escudriña la mente del justo (Sal 7:9; Jer 11:20; 17:9-10).
De entrada, hemos examinado que los versos del capítulo dos (2) de Primera de Corintios enfatizan la necesidad de la enseñanza y de la revelación del Espíritu de Dios. Estos versos también apuntan a la necesidad de cancelar la influencia del espíritu del mundo.
En nuestra próxima reflexión examinaremos cómo opera todo esto en el escenario del amor de Dios que Pablo anhela que podamos ser plenamente capaces de comprender.
Referencias
[1] Wiersbe, W. W. (1992). Wiersbe’s expository outlines on the New Testament (pp. 421–424). Victor Books.
[1] Wiersbe, W. W. (1992). Wiersbe’s expository outlines on the New Testament (pp. 421–424). Victor Books.
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