“El rostro del Amado”

Hablar de Elma Ortiz Lebrón (mejor conocida como Elma Vélez) es hablar de alguien con un legado inmenso. Su hoja de servicio en las iglesias Metodistas de Puerto Rico es extenso. Luego de esos años ella y su esposo se convirtieron en una de las primeras parejas pastorales de nuestra iglesia, definiendo así gran parte de lo que representa el ministerio pastoral en nuestra congregación. Elma era conocida por muchas virtudes; Elma la maestra, Elma la coordinadora de Escuelas Bíblicas dominicales, Elma la directora de Campamentos de Verano, Elma la consejera, Elma la intercesora, Elma la amiga. Doña Elma continuó hasta sus últimos días atendiendo llamadas de muchas personas que le buscaban para ventilar sus afanes y escuchar su consejo. Ella era una mujer de un trato afable y extremadamente amoroso. Su sonrisa iluminaba cualquier habitación en la cual ella entraba y sus besos y abrazos eran sanadores. Un secreto familiar revela que Doña Elma también era extraordinaria cocinera, especialmente preparando alcapurrias.

El testimonio de Elma impactó a toda su familia, incluyendo a sus tres hijos, Rebecca, Ithamar y Ernesto (nuestro pastor administrador), sus hijos políticos, sus nietos y biznietos. De igual forma, su vida impactó a muchos de nosotros, quienes aprendimos a amarle y a imitarle en su pasión de servicio al Señor. Curiosamente, Elma le había avisado a sus hijos que se acercaba el tiempo de su partida. Ella quería volver a encontrarse con el amor de su vida, su amado Ernesto quien partió con el Señor hace seis años atrás. Pero también quería ver cara a cara al amado salvador del cual había cantado y enseñado por toda su vida; su amado Jesús. Ella dejó todas las instrucciones de sus servicios fúnebres, incluyendo los coros para cantar y hasta el verso bíblico para compartir, uno de sus salmos favoritos:

El pasado jueves 21 de septiembre, a las 10:10 pm., nuestra amada Elma se mudó a las mansiones celestiales. La noche de su partida había una presencia dulce en aquella habitación de hospital.  El mismo Dios que le vino a buscar dejó un destello de su perfume y se podía experimentar una paz sin igual en medio de todos lo que estábamos allí presentes.  No es para menos ya que Dios había venido a reclamar su propiedad, la vida de una mujer con un testimonio de altura y un corazón de servicio, por más de 88 años.  Queremos celebrar la vida de nuestra amada Elma, quien fue columna fuerte para el desarrollo de lo que hoy somos como iglesia.  Damos gracias a Dios por su vida y oramos para que Dios continúe fortaleciendo a su familia y a sus seres queridos.