930 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 10 de Diciembre de 2023

930 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  10 de Diciembre de 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 10)


“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)

En nuestras reflexiones anteriores hemos visitado el Monte Calvario, uno de los montes del Señor que el Todopoderoso ha prometido transformar en camino (Isa 49:11a), en (“derek”, H1870).[1] Hemos decidido ascender hasta su cumbre para repasar los postulados bíblicos y doctrinales de nuestra salvación. Hemos aceptado la invitación del profeta Isaías de subir a ese monte para experimentar y/o repasar la transformación de todo aquello que significan los “derek” de los que habla este profeta. Hemos decidido ascender a esa cumbre para encontrar respuestas celestiales para las muchas interrogantes que en ocasiones nos trae la vida.
 
Además, hemos decidido aceptar la invitación de este profeta evangélico buscando exponernos a lo que significa la esperanza que encontramos en Cristo. Por último, subimos al Monte Calvario convencidos de que en ese lugar obtenemos otros espejuelos para mirar el sufrimiento.

Es un secreto a voces que la vida de cada ser humano está llena de experiencias que nos angustian y producen mucho sufrimiento. Los creyentes en Cristo no estamos exentos de esa realidad. De hecho, una porción significativa de las Sagradas Escrituras está dedicada a este tema y a cómo debemos manejar esas experiencias. Cristo Jesús afirmó esto en muchas ocasiones. Uno de sus postulados más escuetos acerca de este tema lo encontramos en el Evangelio de Juan. El Señor dice allí lo siguiente:

“32 He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. 33 Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Jn 16:32-33)

Encontramos expresiones similares en las cartas escritas por el Apóstol Pablo. Un ejemplo de esto son las siguientes expresiones que encontramos en la Primera Carta a los Corintios:

“5 Porque de la manera que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo Cristo nuestra consolación. 6 Pero si somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación; o si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la cual se opera en el sufrir las mismas aflicciones que nosotros también padecemos. 7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos que así como sois compañeros en las aflicciones, también lo sois en la consolación.”  (1 Cor 1:5-7)
           
Este apóstol está afirmando aquí que las tribulaciones y el sufrimiento que estas pueden causar poseen un propósito eterno. Sabemos que esta afirmación pertenece a las dimensiones de la soberanía de Dios. No obstante, es reconfortante reconocer que los sufrimientos que podemos experimentar no son estériles. Dios los usa con poder y se convierten en mensajes elocuentes de lo que es la consolación, la esperanza y la gracia.

En expresiones más escuetas acerca del sufrimiento, Pablo fue movido por el Espíritu Santo a escribir lo siguiente:

“24 Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo. 25 Dios ha hecho de mí un servidor de la iglesia, por el encargo que él me dio, para bien de ustedes, de anunciar en todas partes su mensaje, 26 es decir, el designio secreto que desde hace siglos y generaciones Dios tenía escondido, pero que ahora ha manifestado al pueblo santo. 27 A ellos Dios les quiso dar a conocer la gloriosa riqueza que ese designio encierra para todas las naciones. Y ese designio secreto es Cristo, que está entre ustedes y que es la esperanza de la gloria que han de tener.”  (Col 1:24-27, DHH)

Es muy importante destacar que Pablo no está diciendo aquí que el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario sea uno incompleto. Pablo afirma todo lo contrario en versículos anteriores y posteriores en esta misma carta (Col 1:14, 20; 2:13–15). Lo que este apóstol afirma aquí es que él entiende que sus aflicciones son un requisito, son ofrendas en curso por el bien de la Iglesia, de la que la congregación en Colosas formaba parte, y de la que Cristo es la Cabeza.[2]  

El Profesor Ralph Martin ha enseñado que estas expresiones, las de la Cartas a los Corintios y la de los Colosenses, responden a una interpretación de una idea tomada de la teología apocalíptica Judía. Esta visión Judía enseña que los escogidos de Israel tienen que experimentar una cuota de aflicciones antes de que llegue el Mesías. Martin afirma que es así que Pablo desarrolla un concepto vicario de las aflicciones. En otras palabras, el sufrimiento en la vida y el servicio de este Apóstol a las iglesias de los gentiles (los no judíos) como un ministerio vicario a favor de esas congregaciones.[3] Esto, no para que pudieran ser salvas, porque eso sólo puede conseguirse mediante el sacrificio de Cristo. El Apóstol ve sus  aflicciones como una herramienta para que la Iglesia pueda afirmar y consolidar su fe.

Quizás una de las mejores maneras de ver esos beneficios es considerar que la mayoría de las Cartas paulinas que encontramos en el Nuevo Testamento fueron escritas en las prisiones a las que Pablo fue enviado a sufrir por causa de Cristo y del Evangelio.

Sabemos que estas aseveraciones no agotan la discusión y el análisis del sufrimiento. El tema de la teodicea, en dónde está Dios en medio del sufrimiento de los justos, ha provocado el origen de miles de  ensayos y de documentos teológicos del más alto nivel. Sin embargo, la suma de todas las enseñanzas que recibimos de estas publicaciones no ha sido capaz de agotar ni responder a todas las preguntas que emanan de los escenarios que producen dolor que experimentamos en la vida. Esta es entonces una de las razones por las que tenemos que ascender al Monte Calvario: para poder encontrar respuestas y auxilio en medio de nuestras tribulaciones.

¿Qué clase de revelación podremos encontrar allí? Se nos antoja pensar, a base de las experiencias que hemos tenido con los escenarios que nos han producido dolores y sufrimientos, que hay al menos cuatro (4) enseñanzas que podemos adquirir mirando a Aquél que sufrió la cruz por nosotros, para luego convertirla en un emblema de victoria y en el tema de nuestras canciones más excelsas.

En primer lugar, que llegar al Monte Calvario nos coloca en el mejor lugar para poder ver lo que hay después del Calvario. Esas son las expresiones del escritor de la Carta a los Hebreos cuando dice lo siguiente:

“Por lo tanto, ya que estamos rodeados por una enorme multitud de testigos de la vida de fe, quitémonos todo peso que nos impida correr, especialmente el pecado que tan fácilmente nos hace tropezar. Y corramos con perseverancia la carrera que Dios nos ha puesto por delante. 2 Esto lo hacemos al fijar la mirada en Jesús, el campeón que inicia y perfecciona nuestra fe. Debido al gozo que le esperaba, Jesús soportó la cruz, sin importarle la vergüenza que esta representaba. Ahora está sentado en el lugar de honor, junto al trono de Dios. 3 Piensen en toda la hostilidad que soportó por parte de pecadores, así no se cansarán ni se darán por vencidos.”   (Heb 12:1-3, NTV)

Este pasaje bíblico nos dice que hay un gozo puesto delante, un gozo que nos espera después de cada experiencia similar al Calvario que sufrió nuestro Señor y Salvador. Mirar más allá de la cruz nos permite ver que la esperanza perdura incluso más allá y a través del sufrimiento.

Hay que reconocer que  una de las tragedias más abrumadoras que puede producir el sufrimiento es que este amenaza con robarse nuestra esperanza. El sufrimiento y los dolores de Cristo en la cruz del Calvario no sólo nos permiten ver la esperanza con la que Él subió a la cruz. El Monte Clavario nos permite aprender a ver con esperanza nuestros calvarios y nuestras cruces.

Esa esperanza que adquirimos subiendo al Calvario nos permite ver el sufrimiento con otros espejuelos. El Apóstol Pablo parece haber estado analizando esto cuando decidió expresarse acerca de este tema en la carta que le escribió a la Iglesia que estaba en la ciudad de Filipos:

“10 Lo que quiero es conocer a Cristo, sentir en mí el poder de su resurrección y la solidaridad en sus sufrimientos; haciéndome semejante a él en su muerte,” (Fil 3:10, DHH)

El análisis de este versículo bíblico puede dirigirnos a diferentes escenarios. Por ejemplo, el Pastor Chris Talton decía en un sermón predicado el 20 de abril del 2003 que subir al Monte Calvario nos permite ver que el sufrimiento nos puede acercar a Cristo. Esto es, enseñarnos a depender totalmente de él y a no querer vivir separados de él. Talton utilizaba como ejemplo los niveles estrechos e intensos de las relaciones que se desarrollan entre aquellos que han estado juntos en campos de batallas, o atrapados por algunos días a causa de tragedias que desatan eventos meteorológicos y/o accidentes. Estas relaciones se convierten en relaciones inquebrantables.

Es cierto que subir al Calvario transforma las maneras y las formas en las que vemos y manejamos nuestras experiencias de dolor. No obstante, uno de los beneficios más grandes que ese escenario provee es que nuestra esperanza crece y se afirma al mismo tiempo en el que intensificamos nuestras relaciones con nuestro Salvador.

Talton subraya este principio echando mano de un versículo bíblico que encontramos en el Evangelio de Juan:

“18 Si el mundo los odia a ustedes, sepan que a mí me odió primero.” (Jn 15:18, DHH)

El concepto griego que se traduce aquí como “odiar” es “miseō” (G3404). Este concepto puede ser traducido como aborrecer u odiar.[4] También puede ser traducido como desagradar fuertemente, con la implicación de aversión y hostilidad; detestar. Se usa en expresiones idiomáticas tales como “matar en el corazón” y “escupir a alguien en el corazón.”[5]

Hay experiencias que nos producen dolores y sufrimientos que parecen haber surgido del mismo infierno, como si fuéramos odiados, detestados y hasta llegamos a pensar que estas quisieran vernos destruidos. El Evangelio de Juan entonces afirma que podemos enfrentarlas con la convicción de que Cristo las sufrió primero. Al mismo tiempo, estas expresiones de Jesucristo nos identifican como su pertenencia. Además, este pasaje del Evangelio de Juan señala que Cristo dijo que vamos a sufrir esta clase de experiencias.

“5 Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” Isa 53:5, RV 1960)

No hay duda alguna que es acerca de esto a lo que Pablo se refiere en el versículo 24 del capítulo uno (1) de la Carta a Los Colosenses que citamos en párrafos anteriores:

“24 Ahora me alegro de lo que sufro por ustedes, porque de esta manera voy completando, en mi propio cuerpo, lo que falta de los sufrimientos de Cristo por la iglesia, que es su cuerpo.”

Hay que destacar que sólo alguien que ha subido al Monte Calvario pude afirmar que se alegra en medio del sufrimiento.

Otro punto neurálgico en este análisis es que los dolores y el sufrimiento producen escenarios que nos motivan a buscar que la esperanza nos sostenga desde adentro de nuestro ser.

“2 por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; 4 y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; 5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Rom 5:2-5, RV 1960)

En segundo lugar, que la esperanza que emana del sacrificio que Cristo hizo por nosotros en la cruz sostiene el propósito que Dios tiene para nuestras vidas. Hace algunos años leíamos un documento escrito por Benjamin Mcevoy[6], una de las muchas publicaciones dedicadas al análisis del libro “Man’s search for meaning” (El hombre en busca de sentido), escrito por Viktor E. Frankl.  El Dr. Frankl, creador de la logoterapia, plasma en este libro cómo las experiencias en campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial le llevaron a enfocarse en el amor, la esperanza, la responsabilidad, la libertad interior y la belleza que encontramos en la naturaleza y en las artes. En ese libro encontramos expresiones como las que siguientes:

“Los intentos para desarrollar el sentido del humor y ver las cosas bajo una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir, pues aún en un campo de concentración es posible practicar el arte de vivir, aunque el sufrimiento sea omnipresente. Cabría establecer una analogía: el sufrimiento del hombre actúa de modo similar a como lo hace el gas en el vacío de una cámara; ésta se llenará por completo y por igual cualquiera que sea su capacidad. Análogamente, el sufrimiento ocupa toda el alma y toda la conciencia del hombre tanto si el sufrimiento es mucho como si es poco. Por consiguiente el “tamaño” del sufrimiento humano es absolutamente relativo, de lo que se deduce que la cosa más nimia puede originar las mayores alegrías.”[7]

Dentro de las conclusiones a las que llega Mcevoy acerca de este libro encontramos las siguientes:

  • Aquél que posee una razón por la cual vivir puede soportar casi cualquier cómo.
  • Uno puede acostumbrarse a casi todo.
  • Uno puede resistir la influencia del ambiente
  • Hay significado en el sufrimiento.
  • La muerte llegará pronto si no hay esperanza, es decir un futuro.

Ascender al Monte Calvario nos permite comprobar que la esperanza prometida por el Señor
nunca nos abandona. Esto es así porque la esperanza del creyente en Cristo es superior a la
que puede ofrecer la logoterapia. La esperanza que ofrece Cristo es la única que posee nombre y está personalizada:

“Y ese designio secreto es Cristo, que está entre ustedes y que es la esperanza de la gloria que han de tener”  (Col 1:27, DHH)

En tercer lugar, Talton señalaba que ascender al Monte Calvario nos permite constatar que esa esperanza revela la verdad.  Dios revela allí la esperanza que antes había sido un misterio y que estaba escondida, vedada a los seres humanos (Col 1:26). El Pastor Talton argumenta que esa revelación es acerca de nosotros, acerca del mundo y acerca de Dios.

Por último, aceptar la invitación que nos hace el Señor a través de Isaías nos permitirá aprender que ascender al Monte Calvario nos permite ver la recompensa que nos espera. Esa es la promesa que vez tras vez encontramos en las Sagradas Escrituras. Dios tiene empeñada Su palabra.

  • Son bienaventurados aquellos cuya esperanza está en el Señor (Sal 146:5).
  • La esperanza de los justos es alegría (Pro 10:28).
  • El Señor nos hizo renacer para una esperanza viva (1 Ped 1:3)
  • Todo aquel que tiene esta esperanza se purifica a sí mismo, así como Cristo es puro (1 Jn 3:3).

Llegar al Monte Calvario es similar a experimentar cómo se alumbran los ojos de nuestro
entendimiento para poder saber cuál es la esperanza a la Dios nos ha llamado (Efe 1:18). La Biblia dice que seremos presentados delante del trono de Dios como santos, sin mancha e irreprensibles si no nos hemos movido de la esperanza del Evangelio que hemos oído (Col 1:22-23).

La invitación que nos hace el profeta Isaías continúa en pie: hay que subir al monte del Señor para que Él convierta ese escenario en la transformación de nuestro camino. Sólo así podremos ser capaces de mantener firme, sin fluctuar la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el  prometió (Heb 10:23).
 


[1] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[2] Klein, William W.; Garland , David E.; Still, Todd D.; Rupprecht, Arthur A.. Ephesians, Philippians, Colossians, Philemon (The Expositor's Bible Commentary) (pp. 482-483). Zondervan Academic. Kindle Edition.
[3] Martin, Ralph P.. Ephesians, Colossians, and Philemon: Interpretation: A Bible Commentary for Teaching and Preaching (pp. 112-113). Presbyterian Publishing Corporation. Kindle Edition.
[4] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[5] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, pp. 762–763). United Bible Societies.
[6] https://benjaminmcevoy.com/7-lessons-learned-mans-search-meaning-viktor-e-frankl-book-review/
[7] Frankl, Viktor E.. Man's Search for Meaning (p. 44). Beacon Press. Kindle Edition.



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