Reflexiones de Esperanza: Alabanzas para el alma: oraciones que nos hacen cantar “La vida ante los perfectos que provee Dios.” (Parte 18)

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6 Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23:5-6)

¿Qué significado posee la frase “el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”?  Esa pregunta nos ha lanzado a explorar el significado bíblico que posee cada uno de los conceptos que componen esta aseveración. Esto es, qué significa el bien del Señor, qué significado posee el concepto misericordia, y qué significado posee la frase morar en la casa el Señor por largos días.

Las reflexiones iniciales acerca del verso seis (6) del Salmo 23 se han concentrado en el análisis del primer concepto; “bien.” Esos análisis nos han dirigido a versos bíblicos en los que se utiliza el mismo concepto hebreo que se traduce como “bien” en el salmo antes mencionado: “ṭôb” (H2896). Hasta este momento hemos estado analizando lo que dice la Biblia respecto al “ṭôb” (H2896) del Señor.

Hemos visto que ese “bien” del Señor nos empodera (Éxo 1:17-21), nos permite ver la gloria del Señor (Éxo 33:17-23), nos convierte en testimonio para otros en medio de nuestros conflictos, provoca que otros se sienten en la mesa del Señor (Éxo 18:9-12), sacia de bien nuestras bocas, nos renueva, nos restaura y nos repara (Sal 103:5) y nos permite dormir confiados (Sal 4:6-8).

Ahora bien, la operación de ese bien requiere un buen testimonio. Vimos en reflexiones anteriores que la Biblia presenta unos requisitos para el cumplimiento de esa promesa que encontramos en el Salmo 23 (Dt 5:33; 6:3, 18, 24). Además, vimos que uno puede escoger si quiere o no quiere esa bendición.

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15 Mira, yo he puesto delante de ti hoy la vida y el bien, la muerte y el mal; 16 porque yo te mando hoy que ames a Jehová tu Dios, que andes en sus caminos, y guardes sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y Jehová tu Dios te bendiga en la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. 17 Mas si tu corazón se apartare y no oyeres, y te dejares extraviar, y te inclinares a dioses ajenos y les sirvieres, 18 yo os protesto hoy que de cierto pereceréis; no prolongaréis vuestros días sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para entrar en posesión de ella. (Dt 30:15-18)

El cumplimento de estos mandamientos es definido y resumido en la Biblia con un concepto: integridad. Son íntegros aquellos que obedecen los mandamientos estipulados en la Palabra de Dios.

Desde el punto de vista secular, ese concepto, integridad, es función de la firmeza, de la solidez, de la honestidad, de la entereza moral y la incorruptibilidad moral. En las matemáticas se utiliza este concepto en inglés para hablar de los números enteros (“integers”), aquellos que no poseen fracciones. En el cálculo se utiliza para describir una clase de ecuaciones (integrales); la generalización de una suma continua de infinitos.

Desde el punto de vista bíblico este concepto incluye todo lo antes dicho, añadiendo a esto la perfección, la sinceridad, la consistencia y el significado primario de lo que está “completo” o “entero.”

En el Nuevo Testamento se utilizan dos (2) conceptos para hablar de integridad. Uno de ellos es “adiaphthoria”, (G90, Tito 2:7) que también se puede traducir como incorruptibilidad y pureza, en cuanto a la doctrina se refiere. El otro concepto que se utiliza en el Nuevo Testamento es un concepto que se traduce como completo es “plēroō” (G4137). Este define el estado de estar completo, satisfecho.

El primer concepto, “adiaphthoria”, define todo lo opuesto a utilizar canales, caminos o métodos  para corromperse, dañarse y/o echarse a perder.  El segundo, “plēroō”, define algo que está tan lleno que parece haber sido embutido e imbuido por aquello que lo ha llenado, satisfecho, que está completo, que es perfecto. El Apóstol Pablo lo utiliza en su carta a los Colosenses:

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9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.  (Col 2:9-10).
12 Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes, perfectos y completos en todo lo que Dios quiere.  (Col 4:12)

La buena noticia que tenemos en esta carta es que nos dicen en ella que es Cristo el que nos hace estar completos. O sea, que sin descartar lo que a nosotros nos toca hacer y cuidar como parte de los requisitos para ser íntegro, no somos nosotros los que logramos ser íntegros.

El ser humano necesita de la presencia del Espíritu Santo para ser totalmente íntegro, y este solo está disponible a través de la salvación que ofrece Cristo Jesús. Kent Hughes ha dicho que la integridad caracteriza la persona en su totalidad y no solo en una parte o una fracción de esta. Un ser humano puede poseer una conducta y una reputación de absoluta integridad. Esto tiene que replicarse en su interior para que pueda ser realmente íntegro. La integridad que define la Biblia requiere que esa persona sea íntegra por dentro y por fuera. Es por esto que necesitamos a Cristo porque Él nos hace íntegros.

Estas aseveraciones acerca de la integridad convierten este concepto es un desafío; porque se requiere un nivel de compromiso, de entrega y la transformación que ofrece Cristo. Es por esto que C.S. Lewis decía que la integridad es hacer lo que es correcto aun cuando nadie nos esté mirando. Esta aseveración nos deja saber que la integridad está íntimamente relacionada con el carácter.

¿Cuál es la importancia que posee todo esto en relación al bien que el salmista describe en el Salmo 23? La importancia estriba en lo que dice el Salmo 84:

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9 Mira, oh Dios, escudo nuestro, Y pon los ojos en el rostro de tu ungido. 10 Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, Que habitar en las moradas de maldad. 11 Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. 12 Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía.      (Sal 84:9-12)

Ese pasaje bíblico subraya que el Señor ha emitido la promesa del Salmo 23:6 para aquellos que andan en integridad. La expresión “ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” requiere que vivamos con integridad.

La integridad en el idioma Hebreo (“tâmı̂ym”, H8549) significa todo lo antes dicho. Además, significa no tener mancha ni defecto, inmaculado y vertical. A continuación algunos ejemplos que encontramos acerca de la integridad (“tâmı̂ym”) en el Antiguo Testamento. Estos nos servirán como “pie de amigo” para comprender el mensaje real que comunica el salmista en el Salmo 84 y el alcance que puede tener el verso seis (6) del Salmo 23.

La Biblia utiliza este concepto (“tâmı̂ym”) para describir a Noé:

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9 Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé.   (Gen 6:9)

La Biblia también utiliza este concepto para describir la demanda de Dios para la conducta de Abram:

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1 Era Abram de edad de noventa y nueve años, cuando le apareció Jehová y le dijo: Yo soy el Dios Todopoderoso; anda delante de mí y sé perfecto.  (Gn 17:1)

La Biblia utiliza este concepto para describir el cordero pascual (tipo de Cristo) que los Israelitas tenían que sacrificar para la primera pascua:

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5 El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.   (Éxo 12:5)

Este era el mismo requisito para las ofrendas que ofrecían aquellos que hacían votos de Nazareo. Los nazareos eran hombres que decidían separarse de todas las cosas mundanales y seculares para dedicarse a servir al Señor:

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13 Esta es, pues, la ley del nazareo el día que se cumpliere el tiempo de su nazareato: Vendrá a la puerta del tabernáculo de reunión, 14 y ofrecerá su ofrenda a Jehová, un cordero de un año sin tacha en holocausto, y una cordera de un año sin defecto en expiación, y un carnero sin defecto por ofrenda de paz.   (Núm 6:13-14)

La Biblia dice la integridad (“tâmı̂ym”) fue uno de los requisitos que el pueblo de Israel tenía que cumplir para poder conquistar la Tierra Prometida. Josué le reafirmó esto al pueblo de Israel antes de   partir hacia la eternidad:

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14 Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad y en verdad; y quitad de entre vosotros los dioses a los cuales sirvieron vuestros padres al otro lado del río, y en Egipto; y servid a Jehová. 15 Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová.   (Jos 24:14-15)

La integridad es uno de los requisitos establecidos en el Antiguo Testamento para poder entrar en el Santuario:

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1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? 2 El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón.  (Sal 15:1-2)

La Biblia dice que hay momentos en los que los pueblos no ven a las personas íntegras con buenos ojos:

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10 Ellos aborrecieron al reprensor en la puerta de la ciudad, y al que hablaba lo recto abominaron.   (Amós 5:10)

Lo que estos pasajes nos revelan es que la integridad incluye rectitud y perfección; ser íntegro es no tener mancha. Estos pasajes nos dicen que la integridad es un requisito para el servicio.
¿Existe alguna razón que explique por qué es que Dios establece este requisito? La Biblia nos presenta unas razones muy poderosas para esto. En primer lugar, el anhelo de Dios es que la transformación del creyente le lleve a parecerse a Dios en su santidad y en su perfección. Las expresiones del Libro de Levítico,  “Santificaos, pues, y sed santos, porque yo Jehová soy vuestro Dios” (Lev 20:7) se repiten en la Primera Carta del Apóstol Pedro:

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15 sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; 16 porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. (1 Ped 1:15-16)

En segundo lugar, la definición de la meta que procura la transformación que el mensaje del Evangelio le ofrece al creyente es alcanzar la estatura de Cristo:

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13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo;  (Efe 4:13)

La Biblia predica y enseña aquí que nosotros tenemos que ser como Cristo y Jesucristo destilaba integridad.

En tercer lugar, es el salmista el que nos comunica que el origen de la demanda de integridad que ha sido puesta sobre nosotros posee su génesis en que Dios es íntegro:

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30 En cuanto a Dios, perfecto es su camino, Y acrisolada la palabra de Jehová; Escudo es a todos los que en él esperan. 31 Porque ¿quién es Dios sino sólo Jehová? ¿Y qué roca hay fuera de nuestro Dios? 32 Dios es el que me ciñe de poder, Y quien hace perfecto mi camino; 33 Quien hace mis pies como de ciervas, Y me hace estar firme sobre mis alturas; 34 Quien adiestra mis manos para la batalla, Para entesar con mis brazos el arco de bronce.   (Sal 18:30-33)

La buena noticia es que el pasaje bíblico que acabamos de leer nos anuncia que es Dios, Aquél que posee un camino perfecto (“tâmı̂ym”), el que ha decidido hacer perfecto (“tâmı̂ym”) el nuestro. Estas declaraciones son tan poderosas y tan importantes que ameritan ser leídas una vez más utilizando otra versión de las Sagradas Escrituras:

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30 El camino de Dios es perfecto; la promesa del Señor es digna de confianza; ¡Dios protege a cuantos en él confían! 31 ¿Quién es Dios, fuera del Señor? ¿Qué otro dios hay que pueda protegernos? 32 Dios es quien me da fuerzas, quien hace intachable mi conducta, 33 quien me da pies ligeros, como de ciervo, quien me hace estar firme en las alturas, 34 quien me entrena para la batalla, quien me da fuerzas para tensar arcos de bronce.  (Sal 18:30-34, DHH)

¡Alabado sea el Señor! Ese mensaje dice que Dios posee un camino que es perfecto. Sin duda alguna, ese camino se llama Cristo porque la Biblia dice que Jesucristo es el camino, la verdad y la vida y que nadie viene al Padre sino por Él (Jn 14:6). Es a través de Jesucristo que podemos experimentar que nuestro camino se endereza.  Ese pasaje implica que nuestro camino necesita ser enderezado para que podamos ser íntegros.

Ese pasaje dice que es Dios el que ha dispuesto la Gracia, la Misericordia y el poder para lograrlo. Dios ha dispuesto la Gracia porque Él nos da su favor, lo que no nos merecemos. Dios ha dispuesto Su Misericordia porque no nos da lo que nosotros nos merecemos. Dios ha dispuesto Su poder, porque es Él y a través de Él que podemos ser transformados en personas íntegras. Ese pasaje dice que Dios nos ciñe con Su poder para lograr esto. Ese pasaje dice que lo que hay que hacer es confiar y esperar en Él. Dios ha prometido protegernos y transformarnos en personas íntegras.

Es cierto que el mensaje del Salmo 84 es un llamado a mantener en alto el testimonio; el testimonio de integridad. Es también un llamado a permitir que la Gracia, la Misericordia, el poder y la gloria de Dios nos cubran constantemente para poder ser íntegros. Es un llamado a caminar con Cristo sabiendo que Él es el camino y que Él es el bien del Señor.

No es entonces un mensaje para deprimirse o desesperar ante las demandas de la Palabra. Se trata de un mensaje que nos invita a confiar en las promesas del Señor que nos aseguran que Él nos quiere transformar y dirigir por caminos de integridad.

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11 Porque sol y escudo es Jehová Dios; Gracia y gloria dará Jehová. No quitará el bien a los que andan en integridad. 12 Jehová de los ejércitos, Dichoso el hombre que en ti confía.  (Sal 84:11-12)

¿Qué significado posee la frase “el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida”?

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