Notas del Pastor MJ: un Dios que nos reconstruye

Tuve la oportunidad de pasar varios junto a mi familia y junto a varias amistades, en una hospedería en el pueblo de Guánica, al sur de la isla de Puerto Rico.  Mientras transitaba por las calles aledañas al hotel donde nos estábamos quedando me percaté de algo que ciertamente para los habitantes de aquella región no ha quedado en el olvido.  El pueblo de Guánica fue uno de los más afectados por los terremotos que se dieron entre los meses de Diciembre del 2019 y Enero del 2020; y en especial el del 6 de Enero del 2020.  Es notable la cantidad de estructuras con daños visibles en esa área, un sombrío recuerdo de tiempos muy difíciles para esa comunidad.  A diferencia de un evento atmosférico los terremotos no duran mucho tiempo.  Ciertamente, esos segundos en el cual la tierra tiembla pueden parecer eternos, pero afortunadamente no son horas ni días. Sin embargo, los efectos posteriores pueden ser más duraderos.  Los terremotos dejan lastres que son visibles, por muchos años.  Aún en las residencias de muchos de nosotros que estuvimos lejos de aquel epicentro es común encontrar una que otra grieta.  Pero las más severas no son las que se ven a simple vista en las estructuras de concreto, sino las que se alojan en el corazón de los que atraviesan por dichos eventos.  Eso le tuvo que haber pasado al profeta Elías.

“Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto.” (1 Reyes 19:11)

Aún cuando Dios no estaba en aquel terremoto, el quiso introducir al profeta en aquella experiencia.  Con el viento Dios capturó la atención del profeta.  Pero con el terremoto Dios lo expuso a su fragilidad.  Cuando se mueve el suelo debajo de nuestros pies nos damos cuenta de que somos frágiles.  Cuando comienzan a notarse las grietas del alma y del corazón nos damos cuenta de que es necesario detener la marcha.  Hay cosas que no se arreglan simplemente con cinta adhesiva.  Hay eventos del alma y del corazón a los cuales no se les puede poner un “Band Aid”.  Es necesario atenderlos a los pies de nuestro Señor.  El problema de esas experiencias que no se atienden de forma adecuada es que (tal y como las grietas en el concreto) se siguen esparciendo y pueden afectar irremediablemente las estructuras de nuestra alma y corazón.  Entonces es necesario regresar a los pies de aquel que nos puede hacer nuevos.

La tierra tiembla constantemente, mucho más a menudo de lo que nos damos cuenta y poco a poco puede ir desgastando las estructuras físicas a nuestro alrededor.  Lo mismo puede suceder con nuestro ser interior con aquellas cosas que hacen estremecer nuestro ser.  Estas experiencias pueden ir desgastando nuestra vida a nivel emocional y a nivel espiritual. Inclusive, en ocasiones hasta nuestra fe puede debilitarse.  No debemos ignorar esas señales, ni intentar seguir nuestra marcha porque tarde o temprano aquello que parece inofensivo puede tornarse en algo que nos derrumbe por completo.  Pero tenemos un Dios que nos guarda, nos levanta y nos reconstruye, si le dejamos obrar en nuestra vida.

Si sientes que tu vida se ha estremecido en este tiempo, detén tu marcha y presta tus ojos y tus oídos al cielo.  Dios desea trabajar contigo, para restaurarte por completo.

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