Notas del Pastor MJ: Valentía para compartir las buenas nuevas

Mi querido amigo Lucho iba de regreso a su casa junto a su esposa.  Este caballero de 78 años es oriundo del Perú, pero desde hace 18 años vive con tres de sus hijas y su esposa en Toronto. Lucho lleva casi 54 años de casado junto a su esposa y aún andan agarraditos de la mano.  Así los encontré en los asientos que estaban a mi lado en aquel avión.  Mientras hablaba con él le pregunté acerca de sus tradiciones y de su historia.  Muy orgulloso me contó que su esposa y sus hijas son excelentes cocineras.  Esto, viniendo de un Peruano, son palabras mayores, pues la gastronomía peruana es de las mejores en el mundo.  También me mencionó que cuando pequeño trabajaba sembrando y cosechando arroz en las montañas del norte de Perú.  Pero me dijo que esta tarea se dificultaba sustancialmente en la época de sequía, la cual puede durar hasta seis meses durante el año, en ese país hermano.

En un aparte, Lucho me comentó lo siguiente: “Se está cumpliendo lo que dice la Biblia acerca de la maldad en el corazón del hombre en los últimos tiempos.  Bueno… al menos eso es lo que me han dicho, porque nunca he tenido la oportunidad de leer la Biblia”.  Esto último me pareció muy interesante, pues Lucho me había comentado que era una persona de Fe y de tradiciones católicas en su país de origen, así que decidí confirmar la información que me había brindado. “Lucho” – le pregunté  “¿Nunca has leído la Biblia?” “No, nunca he tenido la oportunidad” – me respondió.  Aproveché la ocasión para decirle lo siguiente.  “Lucho me encantaría poder regalarte una Biblia.  Lamentablemente no tengo una a la mano.  Pero te puedo regalar algunos versos.  Como estábamos hablando del tema del arroz, me gustaría regalarte un verso que habla de que Dios nos puede saciar, aún en medio de los tiempos de sequías”.  Entonces procedí a leerle desde mi teléfono móvil el siguiente pasaje, mi favorito de toda la Palabra.

“Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca faltan.” (Isaías 58:11)

A Lucho le encantó ese verso.  Pero le gustó aún más el próximo que le leí.  Le dije: “Lucho, voy a resumir, todo el mensaje que está contenido en la Biblia en un solo verso”.  Procedí entonces a leerle el siguiente pasaje:

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16)

Luego de leer la Biblia, justo cuando estábamos a punto de aterrizar, tomé la oportunidad que me brindó mi amigo Lucho y oré con él, pidiendo bendición, protección , cuidado y revelación para él y para los suyos.  Ambos nos despedimos para tomar los próximos vuelos que teníamos en agenda para llegar a nuestros respectivos destinos.  Les tengo que confesar que por un lado me sentí contento de poder haber compartido la Palabra de Dios con Lucho.  Pero por otro lado, una tristeza comenzó a embargar mi corazón.  Sentí que pude haber hecho más.  Quizás pude haberle escrito esos versos en un papelito, o mostrarle una aplicación para que bajara la Biblia en sus dispositivos electrónicos.  Tal vez pude haberle preguntado la dirección para comprarle una Biblia y enviársela.  Pero luego sentí una paz en mi corazón porque sé que la Palabra de Dios nunca retorna vacía.  Oro para que de alguna forma este testimonio se complete.

Quise compartir esta historia, porque a menudo aquellos que contamos este tipo de anécdotas, solo contamos “las historias de éxito”.  Pero la realidad es que nosotros los pastores no somos perfectos.  Cometemos errores, y en muchas ocasiones nos quedamos cortos. Pero ese temor no debe ser la limitante para compartir el mensaje de salvación con otros.  Si piensas que eres incapaz de contar de manera correcta las grandezas de Cristo en tu vida, deja ese temor a un lado.  No tienes que aspirar a la perfección.  El Espíritu Santo se va a encargar de completar la obra en los corazones de aquellos que te van a escuchar. Solamente hace falta tu disposición.  El amor de Dios nos da la valentía para compartir las buenas nuevas de salvación con otros.  Solo tenemos que aprovechar las oportunidades que él nos brinda.  Atrévete a hacerlo así.

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