Reflexiones de Esperanza: El Arca del Pacto – Parte 13: La agenda después de la cueva (Detonantes para la transformación)

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1 Acuérdate, oh Jehová, de David, Y de toda su aflicción; 2 De cómo juró a Jehová, Y prometió al Fuerte de Jacob: 3 No entraré en la morada de mi casa, Ni subiré sobre el lecho de mi estrado; 4 No daré sueño a mis ojos, Ni a mis párpados adormecimiento, 5 Hasta que halle lugar para Jehová, Morada para el Fuerte de Jacob. 6 He aquí en Efrata lo oímos; Lo hallamos en los campos del bosque. 7 Entraremos en su tabernáculo; Nos postraremos ante el estrado de sus pies. 8 Levántate, oh Jehová, al lugar de tu reposo, Tú y el arca de tu poder. 9 Tus sacerdotes se vistan de justicia, Y se regocijen tus santos. 10 Por amor de David tu siervo No vuelvas de tu ungido el rostro.    (Sal 132:1-10, RV 1960)

El Salmo 132 es una joya de la literatura bíblica y de la literatura en general. De entrada, hay que reconocer que esto es así porque es Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. O sea, que como dice la Biblia, este pasaje es útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra (2 Tim 3:16b-17).

Además de todo esto, este salmo posee una riqueza incalculable por la información que comunica acerca de uno de los personajes claves de las Sagradas Escrituras: David. En adición a esto, los exégetas bíblicos coinciden en que este salmo fue escrito para describir los procesos para la construcción del templo de Jerusalén y para celebrar el proceso de llevar el Arca del Pacto a su lugar: la ciudad de David en el Monte de Sion.[1]

Muchos estudiosos de este tema han concluido que hay una probabilidad muy alta de que este salmo haya sido escrito por el rey Salomón, el hijo de David. Esta conclusión se desprende de que algunas frases de este salmo forman parte de las oraciones de Salomón cuando este estaba dedicando el templo que él construyó en Jerusalén.

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41 Oh Jehová Dios, levántate ahora para habitar en tu reposo, tú y el arca de tu poder; oh Jehová Dios, sean vestidos de salvación tus sacerdotes, y tus santos se regocijen en tu bondad. 42 Jehová Dios, no rechaces a tu ungido; acuérdate de tus misericordias para con David tu siervo   (2 Cró 6:41-42)

De ser así, entonces Salomón está comunicando aquí sus interpretaciones de las historias que él escuchó de la boca de su padre. Esto es, historias acerca del traslado del Arca del Pacto y de la construcción del lugar que el Todopoderoso llamaría Su habitación.

Este salmo, que es un salmo de la realeza, era cantado por los peregrinos que subían a Jerusalén. O sea, que esta canción de Sion[2] se convirtió en una pieza fundamental para la adoración de aquellos que veían cumplido el anhelo de poder subir a adorar a Jerusalén.

La estructura de este salmo es simplemente extraordinaria. Hay una oración en los primeros cinco (5) versos (Sal 132:1-5), una invitación para adorar en el tabernáculo y una respuesta (vs 6-7), una súplica para que el Señor bendiga el santuario y sus sacerdotes por amor a David (8-10), un recordatorio de las promesas que hay para sus descendientes (11-12) y luego una súplica por Sion, la capital de la Teocracia (el gobierno de Dios) así como a todos sus siervos (13-18).

Como si esto no fuera suficiente, el autor de este salmo lo compuso utilizando el paralelismo de organización como recurso literario. La primera definición de esta palabra es la cualidad de desarrollarse o ser dos acciones o dos objetos de manera parecida o equivalente. Desde el punto de vista del paralelismo de organización podemos decir que este se caracteriza principalmente por la organización simétrica y equitativa de los componentes sucesivos que conforman la estructura de un enunciado. En este sentido, el texto mantiene coherencia y significado lógico[3]. Veamos lo que esto significa para esta salmo. Hay que observar que la oración o acción de los primeros seis versos 1-6 (Sal 132:1-6)  recibe su respuesta en el verso doce (132:12). La del verso siete (132:7), recibe su respuesta en el verso trece (132:13). La del verso ocho (132:8) en el verso catorce (132:14), la del nueve en (132:9) por los versos quince y dieciséis (132:15-16) y la del diez (132:10) en los versos diecisiete y dieciocho (132:17-18)[4].

  Paralelismo en el Salmo 132
         132:1-6              132:12
         132:7                 132:13
         132:8                 132:14
         132:9                 132:15-16
         132:10               132:17-18


Los datos que hemos compartido aquí son solo algunos de los elementos que nos provocan a decir que este salmo es una joya de la literatura bíblica, así como de la literatura en general.

Ahora bien, la fortaleza de este salmo no reside en su estructura. Esta estructura le ayuda, pero no es su mayor fortaleza. La mayor fortaleza de este salmo es el mensaje que comunica. Las descripciones de David en este salmo identifican su celo y su compromiso con el traslado del Arca del Pacto a la ciudad de Jerusalén, sus anhelos de tener un lugar permanente para la presencia de Dios y las aflicciones que tuvo que experimentar para poder lograrlo.

Repasemos esto una vez, más: Salomón comunica en este salmo que él escuchó a su papá y recibió de este el testimonio de ese celo, de esos anhelos y de ese compromiso con el Señor y con su obra.

¿Cuál es el mensaje que están recibiendo hoy nuestros hijos? ¿Cuál es el mensaje que le están transmitiendo los padres de esta generación?

David y su corte le comunicaron todas estas cosas a Salomón, muchos años después de que todo esto hubiera ocurrido. Podemos imaginar que esas conversaciones formaron parte de los procesos para discutir la construcción y el desarrollo del templo que finalmente construyó Salomón. O sea, que esas conversaciones incluían algo más que discusiones acerca de los materiales que se utilizarían, las medidas y los colores que formaban parte del diseño de ese templo. Esas conversaciones iban más allá de hablar acerca de los ingenieros y de los maestros de obra que había que seleccionar.

Estas conversaciones incluyeron hablar acerca del celo que hay que tener para trabajar con las cosas santas, el compromiso que hay que tener con el Señor de la obra. A esto hay que añadir un anhelo inquebrantable de poder hacer Su voluntad. El mensaje ese sencillo, podemos tener muchas debilidades y cometer muchos errores en la vida, pero estas cosas no pueden estar ausentes en las vidas de aquellos que tienen un corazón conforme al corazón de Dios. Esas conversaciones incluían cómo fue que el papá de Salomón manejó estas cosas.

Esas aflicciones de David que Salomón describe en este salmo incluyen sus luchas físicas para conquistar el lugar en donde reposaría el Arca, así como sus luchas emocionales y espirituales en todos estos procesos. En otras palabras, Dios no evitó que David experimentara penurias, sufrimientos, tribulaciones, luchas, conflictos, aflicciones, ni dolores[5] en su búsqueda por traer la presencia de Dios a su casa y a su ciudad.

Este salmo dice que David le habló a su hijo Salomón acerca de esto. O sea, David no se acercó a su hijo con aires triunfalistas; al hijo que Dios había escogido para reinar en su lugar. Esta composición dice que David no le escondió a Salomón que los procesos de Dios incluyen penurias, sufrimientos, tribulaciones, luchas, conflictos, aflicciones, y dolores. Particularmente cuando nos involucramos en la búsqueda de Dios y en los procesos para traer la presencia de Dios a nuestras casas y a nuestra ciudad. Y que allí, en medio de esos procesos, nada es más importante que el celo por el Señor, el compromiso con Él y el anhelo de hacer Su voluntad.
C.S. Lewis decía en uno de sus libros, “The Problem of Pain” que Dios nos susurra en medio de nuestros placeres, habla a nuestras conciencias cuando todo está en calma, pero que nos grita en medio del dolor para que podamos escucharle. Lewis concluyó que ese es el megáfono de Dios para despertar a un mundo sordo.[6]

La realidad es que el dolor, las aflicciones, las luchas y los conflictos pueden ser utilizados por Dios para que prestemos atención. El salmista añade en otra ocasión que todos estos pueden ser utilizados para dirigirnos a aceptar procesos de transformación que son esenciales para nuestra relación con Dios y para poder hacer Su voluntad.

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Antes de sufrir anduve descarriado, pero ahora obedezco tu palabra.  (Sal 119:67, Nueva Versión Internacional)

Salomón dice en el Salmo 132 que lo que David experimentó se llama “ʽânâh” (H6031). Esto puede ser traducido como humillación, aflicción, deshonra, castigo, y otros conceptos similares. Este concepto es el que Dios usa cuando le comunica a Abraham que la descendencia de este estaría 400 años “oprimida” en tierra ajena (Gn 15:13). Es el mismo concepto que utiliza el escritor del Génesis para describir la “aflicción” de Agar de manos de Sarai (Gn 16:6). Es curioso, pero el ángel que se le aparece a Agar para salvarla, usa el mismo concepto cuando le dice a esta mujer que regrese a la casa de su señora y que se ponga “sumisa” bajo su mano. O sea, que el ángel le dijo a Agar que regresara y se preparara para sufrir “ânâh”, un poc más en las manos de Sarai, para que pudiera ser capaz de recibir el cumplimiento de la promesa divina (Gn 16:9).

Los ejemplos pueden parecer interminables porque este concepto se utiliza en 393 ocasiones en el Antiguo. Sin embargo, un dato muy interesante es que en muchas ocasiones “ʽânâh” es traducido como  responder (Gn 23:5,10, 14; 24:50; 27:37, 39; 30:33; 31:14, 31, etc.). O sea, que podemos concluir que los procesos que producen penurias, sufrimientos, tribulaciones, luchas, conflictos, aflicciones, y/o dolores, deben ser capaces de generar alguna respuesta. La realidad es que estos procesos siempre generan una respuesta. Esta puede ser positiva, negativa o neutral. Recordemos que la no respuesta es una respuesta.

Esto es así porque la raíz de “ânâh” significa respuesta, prestar atención, comenzar a hablar, llorar, escuchar y gritar. Es todavía más interesante cuando vemos que la raíz de “ʽânâh” también significa cantar y testificar. O sea que las penurias, los sufrimientos, las tribulaciones, las luchas, los conflictos, las aflicciones, y los dolores pueden hacer que prestemos atención, que hablemos, que lloremos, que gritemos y/o que cantemos y que testifiquemos. Dios no es necesariamente el causante de estas cosas, pero las utiliza con sabiduría y con gracia.

¿Quién es responsable de escoger la reacción ante estas cosas?: nosotros. Los seres humanos decidimos cuáles serán nuestras reacciones ante las aflicciones. Otra vez, no decidir es una decisión.

Salomón comunica en este salmo que su papá le enseñó que los sufrimientos, las tribulaciones, las luchas, los conflictos, las aflicciones, y los dolores siempre van a producir una respuesta.
Salomón  dice en este salmo que David le enseñó que estas experiencias pueden ser manejadas desde la óptica de  que Dios está tratando de tener nuestra atención. David le enseñó que podemos llorar, gritar y protestar, pero que tenemos que aprender a prestar atención a lo que nos puede estar diciendo Dios a través de estas cosas.

¿Es este mensaje el que le estamos comunicando a nuestros hijos?

El Salmo 132 dice que David decidió que él iba a manejar sus aflicciones como un detonante,  una provocación para discernir la voluntad de Dios y cumplir la voluntad del Eterno. Salomón dice en este salmo que las aflicciones que sufrió David se convirtieron en su motivación para afirmar su compromiso con el Señor y con la tarea que el Todopoderoso le había propuesto desarrollar.

David llegó a esta convicción motivado por algo que Dios no podía hacer por él, ni podía obligarle a hacer. Dios no podía obligar a David a que lo amara. David amaba a Dios, amaba estar en Su presencia y amaba Su Ley.

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10 Deseables son más que el oro, y más que mucho oro afinado; Y dulces más que miel, y que la que destila del panal. 11 Tu siervo es además amonestado con ellos; En guardarlos hay grande galardón. (Sal 19:10-11)
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. 3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará. (Sal 1:2-3)
8 Jehová, la habitación de tu casa he amado, Y el lugar de la morada de tu gloria. (Sal 26:8)


El Salmo 132 dice que David decidió que él no descansaría hasta encontrar lugar para el Arca del Pacto en medio de su ciudad y en el lugar en el que residía su familia. David había decidido utilizar su aflicción como un detonante para afirmar su compromiso de servir al Señor y de hacer Su voluntad.

Esta es sin duda una de las invitaciones más intensas que encontramos en la Palabra de Dios. Creemos que este mensaje sólo puede ser comparable con lo que describe el escritor de la carta a los Hebreos cuando nos dice que Cristo decidió sufrir la Cruz cuando vio el gozo que estaba puesto delante de Él (Heb 12:2).

El dolor, la aflicción, las penurias y los conflictos fueron interpretados por David como una provocación para arrepentirse de sus pecados, para implementar medidas correctivas en su vida, y para discernir cómo podía cumplir la voluntad de Dios de manera bíblica, responsable y digna.

Esta no era la primera vez que David se encontraba reaccionando a una provocación. La Biblia dice que cuando este rey era tan solo un jovencito, su padre lo envió a llevarle alimentos a sus hermanos que se encontraban en un campo de batalla (1 Sam 17:1-58). Ese pasaje bíblico señala que allí había un gigante que salía a provocar a los escuadrones de Israel:

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22 Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si estaban bien. 23 Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David. 24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor. 25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? Él se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. 26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? 27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere.  (1 Sam 17:22-27)

David decidió que esa provocación era una invitación para que él derrotara a ese gigante. Hay que comprender que David no fue al campo a buscar el conflicto. El conflicto, el gigante, lo buscó a él. David vio esta provocación como una oportunidad para ver la gloria de Dios.

¿Cómo estamos nosotros interpretando los conflictos que nos han salido al paso en esta temporada? ¿Cómo estamos interpretando las amenazas de los gigantes que el COVID-19 ha hecho salir a nuestro encuentro en esta época?

La provocación de Goliat fue maximizada cuando David escuchó cuáles serían las bendiciones que obtendría aquél que derrotara a ese gigante: “al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel”  (1 Sam 17:25b).

¿Nos hemos formulado en algún momento la siguiente pregunta? ¿Qué tiene Dios como bendición para nuestras vidas detrás de las amenazas de estos gigantes?

En el caso de las narrativas acerca del Arca del Pacto, la provocación no se originaba a través de los labios y las amenazas de un gigante físico. En esta ocasión los gigantes que David enfrentaría estaban dentro de él. Él los llevaba por dentro. El gigante de la autosuficiencia. El gigante de la incapacidad para buscar el consejo de las Sagradas Escrituras. El gigante del orgullo propio y de la arrogancia que no le permitió entender en la primera ocasión que los sacrificios y la humillación eran necesarios.

David le enseñó a Salomón que esos gigantes pueden ser derrotados, pero que esto causa aflicción.

Ahora bien, el dolor provocado por la derrota de estos gigantes del alma y de la conciencia puede llevarnos a cantar al Señor. Salomón escribe este cántico porque su papá le enseñó que “ʽânâh” también significa cantar.

¿Nuestros hijos conocen esto? ¿Cuáles son nuestras reacciones frente a las penurias, los sufrimientos, las tribulaciones, las luchas, los conflictos, las aflicciones, y los dolores? ¿Hemos permitido que estas cosas provoquen en nosotros una canción?

Salomón dice en este salmo que las bendiciones que emanaron de las reacciones de su papá ante las aflicciones se convirtieron en bendiciones y en promesas que él iba a usar a su favor.
Salomón le dice a Dios en este salmo que se acuerde de la promesa que Él le hizo a su papá. Salomón le dice a Dios que por amor a David, no lo rechace como rey y que no le quite su bendición.

Las promesas de Dios para David se extendieron sobre Israel hasta proveernos a Cristo: el Hijo de  David.

David decidió utilizar sus aflicciones como un detonante para afirmar su compromiso con el Señor. David decidió utilizar esos conflictos y esas penurias como un detonante para acercarse más a Dios y para solidificar su compromiso de traer la presencia de Dios al lugar en el que él vivía y a la ciudad en la había decidido residir.

¿Cómo has decidido tu manejar las penurias, los sufrimientos, las tribulaciones, las luchas, los conflictos, las aflicciones, y los dolores producidos en esta época? Te invito a que le pidas al Señor que te permita verlos como una provocación para conseguir bendiciones más grandes y poderosas que las que alcanzó David.
Referencias

[1]  Alter, Robert. The Book of Psalms: A Translation with Commentary. W. W. Norton & Company. Kindle Edition.
[2]  Kraus, Hans Joachim. (1993). Psalms 60-150: A Continental Commentary. Minneapolis: Fortress Press. (pp 472- 483).
[3]  https://diccionarioactual.com/paralelismo/
[4] El Tesoro de David: la revelación Escritural a la luz de los Salmos, por Charles H. Spurgeon. Texto completo traducido y ampliado con notas y referencias bíblicas por Eliseo Vila. CLIE: Barcelona, 2015, pp 2063-2110.
[5]  Alter, Robert. The Book of Psalms…Ibid: el Dr. Alter traduce así el concepto que se utiliza en este salmo.
[6] Lewis, C. S.. The Problem of Pain (Collected Letters of C.S. Lewis) (p. 92). HarperCollins. Kindle Edition.

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