Notas del Pastor MJ: Celebra su fidelidad

El pueblo de Israel se preparaba para su salida de Egipto luego de más de 400 años de esclavitud. Habían sido libertados con mano poderosa. Pero el camino que tenían frente a sí no era el más favorable. Un desierto ardiente, desolado de toda vegetación y de protección contra el sol les esperaba. Mover a un pueblo compuesto de millones de personas a través de ese camino era un acto de fe en sí mismo. Pero la situación se complicó aún más. De repente comenzaron a escuchar a lo lejos el ruido de los carros y caballos. Ese ruido traía consigo olas de temor y de terror. Imágenes satelitales modernas han revelado la existencia de establos con cabida para más de 400 caballos de guerra; en lo que se conocía anteriormente como la ciudad de Ramsés. Esa era la fuerza que Faraón envió detrás de los recién liberados Israelitas. Ellos conocían de este ejército y sabían lo que iba a ocurrir. Pero la situación apremiante empeoró aún más pues lo que tenían frente a ellos era un estrecho de mar impenetrable. El pueblo estaba acorralado. Pero súbitamente Dios decidió intervenir y en su infinito poder liberó a su pueblo. Dios abrió un espacio en medio del mar para que pudieran proseguir y posteriormente cerró ese mismo mar para eliminar al ejército egipcio. A renglón seguido esto fue lo que ocurrió:

Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas. Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete. Exodo 15:20-21

El pueblo irrumpió en alabanzas, dándole la gloria a Dios por la gran victoria que les había concedido. Pero la pregunta que nos hemos hecho en días recientes es la siguiente: ¿De donde salieron los panderos? La expresión que se traduce como panderos en esos versos se usa a través de todo el Antiguo Testamento en experiencias relacionadas a la alabanza. Lo más significativo es que no era un solo pandero, eran muchos. María y todas las mujeres salieron a danzar y cantar con panderos. Lo que esto significa es que el pueblo de Israel había salido de Egipto con panderos en mano, listos para celebrar el cumplimiento de las promesas de Dios. Y tu; ¿tienes tus panderos en mano?

Como pueblo hemos enfrentado en tiempos recientes desiertos desolados, ejércitos que van tras nuestra paz y callejones sin salida que parecen acorralarnos sin ningún tipo de posibilidad. Si bien es cierto que todas las situaciones han sido difíciles de manejar, hay algo todavía más apremiante. En el transcurso de este tiempo han intentado apagar nuestra canción y nuestra capacidad de gozarnos en el Señor. No podemos dejar que eso ocurra. Tenemos que agarrar nuestros panderos para cantar y danzar. Dios va a traer libertad a su pueblo y todas aquellas cosas que han intentado destruirnos van a ser quitadas del medio.

Quizás el camino que tengas frente a ti no sea el más favorable. Quizás te enfrentas a olas de temor que intentan inundar tu corazón. Pero este no es el tiempo de renunciar al gozo ni a la alabanza. Dios nunca ha perdido una batalla y nunca nos ha abandonado. Así que corre a los almacenes de tu alma, desempolva tu canción, saca tus panderos y comienza a engrandecer el nombre del Señor. Es tiempo de celebrar su fidelidad, engrandecerle por su poder y testificar de su misericordia. El va a ser propicio al pueblo que le ama.

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