Notas del Pastor MJ: Los Cuidados del Padre Celestial

Hace un tiempo atrás, una persona a quien amamos mucho nos regaló una planta de especias aromáticas para cocinar. La plantita estaba en un estado extraordinario, muy frondosa, con muchas hojas disponibles para utilizar. Mi esposa y yo adoptamos la plantita con su tiesto y la colocamos en un lugar estratégico en el exterior de nuestra residencia, donde recibía una cantidad adecuada de sol. Cada día le echábamos agua, cuidando que la tierra a su alrededor no estuviera seca, pero tampoco inundada. Comenzamos a utilizar su fruto y en términos generales estábamos muy contentos con la plantita. Sin embargo, comenzamos a notar que la plantita comenzó a perder su vigor. Esto resultó bien interesante porque a mi entender estábamos cuidando la planta de forma adecuada. Ella no estaba en el sol por mucho tiempo como para que se quemara. Tampoco estábamos consumiendo demasiado de su fruto como para que agotara. Estaba recibiendo la cantidad de agua necesaria y su tierra estaba en un estado apropiado. No obstante, se nos olvidó un detalle a considerar: Las sabandijas. En efecto, las sabandijas estaban atacando la planta y por ende se comenzó a marchitar. Tuvimos que recurrir a guardar la plantita dentro de nuestra casa para que pudiera volver a recuperar su vigor. Luego de guardar la planta dentro de nuestra residencia por un tiempo, ella comenzó a reverdecer.

Creo firmemente que algo parecido nos ha sucedido a ti y a mi en este tiempo. Dios, el experto cuidador, nos adoptó como sus hijos a través del sacrificio de su Hijo Jesucristo. Puso sus cuidados a nuestro alrededor para asegurar que nuestra vida no se marchitara. Siempre se ha encargado de suplir todo lo que necesitábamos de modo que no perdiéramos nuestro vigor, mientras dábamos de nuestro fruto para beneficio de aquellos a nuestro alrededor. No obstante, una gran cantidad de sabandijas a nuestro alrededor comenzaron a provocar que perdiéramos nuestro verdor. Esto nos ocurrió a nivel individual. Pero también nos ocurrió como sociedad y como iglesia. Dentro de las sabandijas que nos atacaron se encuentran: la violencia, el afán por el consumerismo, la avaricia y el elitismo, un pobre manejo de las prioridades familiares, un sentimiento desmedido de construir un nombre para nosotros mismos y una gran cantidad de falsas doctrinas; entre otros.

Dios como un sabio cuidador ha decidido guardarnos en este tiempo para protegernos de las sabandijas y garantizar que nuestra vida no se marchite. Nos ha guardado de desenfocarnos para ir detrás de agendas que no nos convienen. Nos ha guardado de compañías y relaciones que amenazaban con robar nuestro fruto. Ha guardado a nuestros hijos de recibir una educación errada e influenciada por elementos mal infundados, poniendo esa responsabilidad en nuestras manos. Ha cuidado a la iglesia al devolverla a la Palabra y retirarla de todo aquello que nunca debió haber ocupado el centro. Pudiéramos continuar esta discusión pero el punto central es que este tiempo de encierro ha sido uno dirigido por los cuidados de Dios para que recuperemos nuestro verdor y nuestro vigor. Claro está, nuestro fruto marchitado puede recuperar su fuerza si nos dejamos cuidar por las expertas manos de nuestro Padre celestial.

Si tu mayor preocupación es salir de este encierro para regresar a la normalidad de antes, estás perdiendo una oportunidad del cielo. Dios quiere hacerte reverdecer. Píde sabiduría de lo alto para puedas discernir las sabandijas que amenazan tu vida y propón en tu corazón no abandonar los cuidados del Padre celestial. El está operando en ti y en mi para preservar nuestro fruto y para garantizar que su propósito se cumpla en nuestras vidas; a nivel individual y a nivel colectivo.


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