Reflexiones de Esperanza: Efesios: el poder de la oración (Parte XVIII)

“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,”  (Efesios 1:15-18, RV 1960)
           
Analizar la oración del Padre Nuestro nos ha colocado de frente al reto de examinar nuestras necesidades. Esto es así porque las siete (7) peticiones que esta oración presenta tienen que ver con nuestras necesidades, nuestras carencias, nuestros vacíos, con nuestras ausencias.

Las primeras tres (3) nos retan y nos conducen a lidiar con nuestra necesidad de Dios. La primera petición trata acerca de la necesidad que tenemos de la presencia de ese Dios a quien queremos exaltar, santificando Su nombre porque le conocemos como nuestro Padre celestial. La segunda petición destaca la necesidad de la única estructura que puede poner en orden el caos provocado por nuestras rebeldías, por nuestros pecados. Esta, la segunda petición, presenta la necesidad de ser insertados y sobrecogidos en la estructura del gobierno celestial: el Reino de Dios. La tercera petición subraya la necesidad de dirección. Los seres humanos vivimos sin dirección y escondiéndonos, enmascarándonos a causa de nuestro pecado. La necesidad de dejar de escondernos, de ocultarnos detrás de las máscaras que utilizamos se traduce como la petición de anhelar vivir en el centro de la voluntad divina.

Inmediatamente después aparecen cuatro (4) peticiones que subrayan necesidades de nuestra inmediatez, de aquello que somos y de nuestro entorno. Como diría Ermes Ronchi[1], estas peticiones transforman la perspectiva de esta oración. En las primeras peticiones se mira hacia el cielo y sólo hacia la presencia de Dios. Miramos a aquello que trasciende la vida misma, aquello que es trans-lógico y trans-racional: que va más allá de la lógica y de la razón humana. En las próximas peticiones la Razón divina, Cristo, nos invita a mirar nuestras necesidades terrenales, materiales, necesidades que surgen como parte del desarrollo de la vida humana: aquí en la tierra.
 
Esto no significa que hemos interrumpido la comunión con el Todopoderoso, que hemos dejado de buscarlo y de clavar en Él nuestra mirada. Lo que esto significa es que hemos recibido la gracia para traer ante Él nuestras necesidades como seres humanos. Además, que lo podemos hacer sin el temor de que estas necesidades amenacen nuestras vidas porque sabemos que Dios ya ha hecho provisión para nosotros. Como dice el profeta Isaías:
 
“Antes que ellos me llamen, yo les responderé; antes que terminen de hablar, yo los escucharé.”  (Isaias 65:24, DHH)
 
Hemos examinado la petición del pan: la necesidad material del pan para nosotros mismos y las necesidades materiales y espirituales del pan para los demás.
 
Hemos examinado la petición del perdón: la necesidad de saber que nuestras deudas han sido canceladas de la misma forma en que nosotros nos hemos dejado dirigir por el Señor para perdonar a aquellos que nos han ofendido.
 
Como ha dicho Ronchi[2], hemos aprendido que esta petición no se trata de un proceso de negociación con Dios en el que le pedimos a Dios que nos perdone porque tenemos un crédito acumulado.  La petición del perdón gira sobre la base de la necesidad de liberación, de entrar a aprender un nuevo estilo de vida:
 
“17 Por lo tanto, el que está unido a Cristo es una nueva persona. Las cosas viejas pasaron; se convirtieron en algo nuevo.”   (2 Corintios 5:17, DHH)
             
Hay una cita directa del libro de Ermes Ronchi que queremos compartir:
 
“Dios no se muestra misericordioso contigo porque tú lo eres con los demás, sino que debes ser misericordioso con los demás porque Dios lo es contigo. <<Sed perfectos como vuestro Padre; sed misericordiosos como  vuestro Padre>> (Mt 5, 48; Lc 6, 36). Juntando estas dos palabras descubrimos que la perfección de Dios se identifica con su misericordia.  Lo cual significa que el hombre también puede ser perfecto si vive la misericordia.  La perfección del hombre es la conquista de la misericordia, y la misericordia constituye la síntesis de la buena noticia.  Misericordia: escándalo para la justicia, locura para el entendimiento, consuelo para nosotros que somos deudores. La deuda de existir, la deuda de ser amados se paga sólo con la misericordia”[3]  
             
Es aquí que chocamos con la tercera petición: “Y no nos metas en tentación…” (Mateo 6:13a)
             
Ya hemos visto en otras reflexiones que la primera petición nos inserta en las necesidades del presente: el pan diario. La segunda petición nos inserta en las necesidades provocadas por nuestras acciones en el pasado: el perdón de nuestras deudas. La tercera petición nos coloca de frente a nuestro futuro. Esta petición gira alrededor de la necesidad de encontrar salidas en la luchas y en las pruebas que encontraremos en el futuro.
             
La exégesis responsable de esta frase nos obliga a comenzar escrutando el significado del verbo traducido como “metas.” Esta es la traducción del verbo “eispherō” (G1533), que puede ser traducido como dentro, entrar, cargar hacia adentro de un lugar (Lc 5:18, 19; 12:11; 1 Tim 6:7; He 13:11);  causar, entrar en un estado o condición, meter (en tentación), (Mt 6:13, Lc 11:4+);  literalmente, “traer a los oídos.” [4] Se trata de la acción de cargar o de traer algo o a alguien dentro de un área o de una estructura (He 13:11).[5] Ese algo o ese alguien permanece en esa estructura, permanece en ese lugar. Ese algo o ese alguien se queda adentro de ese lugar.
             
Desde esta perspectiva esta petición dice literalmente que no queremos que Dios nos cargue, nos deje caer o nos haga entrar[6] en esto que esta oración clasifica como tentación. Además, algunos exégetas bíblicos han concluido que la frase “no nos metas” debe ser traducida como “no nos dejes caer,” o “no nos hagas entrar.” Esta conclusión nos conduce a una sintaxis con una fórmula en negativo; un doble negativo. La presencia de un doble negativo produce un positivo. O sea, que esa frase puede ser traducida como “haz que no entremos.”
“haz que no entremos en tentación.”

Esta petición dice que queremos que Dios nos ayude a que no nos quedemos en ese lugar. O sea, que esta petición subraya la necesidad de no quedarnos estancados en la tentación. A base de este análisis podemos concluir que esta petición destaca que reconocemos que no es Dios quien nos hace caer en la tentación o el que nos hace entrar en ella. Esta petición reconoce que Dios es el que nos ayuda para que nosotros mismos no entremos en esto que aquí es llamado tentación y/o para que no nos quedemos adentro de lo que se califica aquí de esa manera.

Esta petición que Jesús nos propone no nos invita a pedir que seamos eximidos de las pruebas. En primer lugar, lo que pedimos es gracia para no entrar y/o para no quedarnos atrapados en ellas.

El concepto “eispherō” (G1533) es un verbo, o sea que es un concepto que denota acción, movimiento que se detiene al llegar a esa área o a esa estructura hacia la que se dirige. Esta conclusión gramatical nos lleva a concluir que el uso de este verbo implica que la tentación, la prueba, puede presentarse como la conclusión de un camino. La oración que Jesús nos regala como modelo implica que no queremos quedarnos adentro de ese lugar, atrapados en la prueba. O sea, que no queremos ser vencidos por esta y que necesitamos la ayuda del Espíritu Santo para ir más allá de esta. Todo esto predica, que no podemos pretender andar en la vida evitando las pruebas, las tentaciones así como todas las pasiones y las luchas que nos sorprenden en el camino. El llamado de Jesús es que oremos para vencerlas, para superarlas.

Esta exégesis tiene que incluir el análisis del concepto que se traduce aquí como “tentación.” Esta es la traducción del concepto griego “peirasmos” (G3986). Los recursos bíblicos consultados informan que este concepto puede ser traducido como un examen, como la acción de someter a otro a prueba para conocer su verdadera naturaleza o carácter (Stg 1:2; 1 Ped 4:12). En otros casos, se traduce como  tentación, o una prueba que tiene el propósito de hacer que la persona tropiece (Lcs 4:13; Hch 15:26).[7]

Este concepto se utiliza en la versión de los LXX, la versión en griego del Antiguo Testamento como tentación, como desastre, como prueba, o plaga.[8] Lo que esto significa es que este concepto implica la presencia de un examen, de una experiencia en la que somos puestos a prueba, representa la adversidad, [9] la disciplina y/o la tentación. [10]
           
El análisis de todo esto que hemos compartido requiere, hace imperante que presentemos unos axiomas bíblicos para no caer en errores de intepretación y de aplicación bíblica. Comenzamos señalando que la Biblia dice de forma categórica que Dios no tienta a nadie.

“13 Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14 sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15 Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. 16 Amados hermanos míos, no erréis.” (Santiago 1:13-16)
           
Este pasaje bíblico subraya que nosotros somos tentados de aquello que llevamos por dentro. Ese pasaje dice también que la tentación no es pecado. Los productos de la tentación se pueden convertir en pecado, pero la tentación no lo es. Esta es la razón por la que Cristo pudo ser tentando en todo y que no se hallara en pecado ene Él.

“15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” (Hebreos 4:15-16)
             
Tal y como dicen estos versos bíblicos, Dios no nos conduce a la tentación. Eso sería similar a
que Dios nos condujera a la oportunidad para pecar para luego condenarnos por los errores cometidos.

Esta sería la descripción de un Dios sádico. La buena noticia es que la victoria de Cristo nos ofrece la oportunidad de acercarnos a Dios con plena confianza. Esto es, para alzanzar la gracia necesaria para que podamos vencer y/o para recibir la ayuda necesaria para no quedarnos estancados en medio de la prueba.
           
Conocer este axioma, este principio bíblico, nos conduce a concluir lo que ya hemos adelantado. La petición que hacemos sobre la necesidad de no caer en la tentación no puede estar predicada sobre las bases de que Dios nos lleve a la tentación, porque hemos visto que Dios no puede hacer esto. Una vez más, se trata de que anhelamos, que necesitamos que Dios nos ayude para no quedarnos adentro de ese lugar, de esa experencia que sirve como un examen de nuestro carácter: atrapados en la prueba.
           
Repasemos lo que dice la Carta de Santiago en su primer capítulo:

“13 Que nadie diga cuando es tentado: Soy tentado por Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal y Él mismo no tienta a nadie. 14 Sino que cada uno es tentado cuando es llevado y seducido por su propia pasión. 15 Después, cuando la pasión ha concebido, da a luz el pecado; y cuando el pecado es consumado, engendra la muerte. 16 Amados hermanos míos, no os engañéis. 17 Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. 18 En el ejercicio de su voluntad, Él nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:13-18, LBLA)
           
La buena dádiva que Santiago describe aquí es la gracia de Dios, la ayuda de Dios, el don de Dios para que podamos ser capaces de vencer la tentación. Este pasaje bíblico dice que esto es posible porque Dios nos hizo nacer por la palabra de verdad. El don perfecto de Dios nos garantiza que podemos salir de la prueba, no quedarnos estancados en el día del conflicto y que podemos vencer la tentación.
Referencias

[1] Ermes Ronchi. El canto del pan. Cinisello Bálsamo(Milano): Edizioni San Paolo 2002, Salamanca España: Ediciones Sígueme 2005.
   
[2] Ibid. pp. 96-97
   
[3] Ibid. p. 99
   
[4] Swanson, J. (1997). Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[5] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 205). New York: United Bible Societies.

[6] Tuggy, A. E. (2003). Lexico griego-español del Nuevo Testamento (p. 280). El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano.

[7] Swanson, J. (1997). Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

[8] Lust, J., Eynikel, E., & Hauspie, K. (2003). A Greek-English Lexicon of the Septuagint : Revised Edition. Deutsche Bibelgesellschaft: Stuttgart.

[9] Strong, J. (2020). πειρασμός. Strong’s Talking Greek and Hebrew Dictionary. WORDsearch.

[10] Strong, J. (2009). A Concise Dictionary of the Words in the Greek Testament and The Hebrew Bible (Vol. 1, p. 56). Bellingham, WA: Logos Bible Software.

No Comments


Categories

Archive

 2024
 2023

Recent

Tags