Reflexiones de Esperanza: Efesios: la estructura de la primera oración en esta carta (Parte XI)

“18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia 20 cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,”  (Efesios 1:18-20, Dios Habla Hoy)

La oración del Apóstol Pablo nos ha cautivado. Sus ruegos a favor de la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso han cautivado nuestros corazones. Él comenzó pidiendo a Dios que le concediera a esa Iglesia sabiduría espiritual y percepción, para que pudieran crecer en el Señor.

Luego de esto él le pide a Dios que le ilumine la mente, que alumbre los ojos del entendimiento de esa Iglesia para que pudieran ser capaces de entender algunas cosas. Estas cosas son:

  • la esperanza a la que los creyentes hemos sido llamados. 
  • cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo.
  • y cuán grande y sin límites es el poder de Dios que actúa en nosotros los creyentes.    

De primera intención, el proceso de iluminación que Pablo pide puede parecer que posee visos filosóficos griegos. Esto es así porque los presocráticos postulaban que la luz era un medio y no un objeto de percepción. El ser humano enciende una luz en medio de las tinieblas cuando su visión se ha hecho difícil o se ha extinguido. Al mismo tiempo, Parménides postulaba que el camino de la casa de las tinieblas a la casa de la luz es como el viaje hacia la verdad, por eso mismo el camino a ser luz.

Platón postulaba que la luz no es solo una figura para el ser verdadero, sino que el ser verdadero es luz. Por lo tanto se puede brillar y el ser humano alcanzar la iluminación por el ascenso a ser, a alcanzar ser.  

Hay creyentes que se confunden con estas verdades filosóficas y llegan a creer que son Cristianas. Es cierto que Cristo dijo que nosotros somos la luz del mundo (Mat 5:14). Sin embargo, no es menos cierto que la Biblia no dice que tenemos que ascender en la verdad, en la luz, para poder alcanzar ser luz. Lo que la Biblia enseña es que nosotros somos luz del mundo porque Cristo es la luz del mundo y que aquellos que siguen a Jesús tendrán luz y no andarán en tinieblas.

“12 Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” (Juan 8:12, RV 1960)
 
El mensaje paulino gira alrededor del conocimiento que Pablo tenía del Antiguo Testamento y de la inspiración del Espíritu Santo para reinterpretar estos textos a la luz de Cristo y del mensaje del Evangelio. Hay que señalar que los libros del Antiguo Testamento están llenos de aseveraciones acerca de Dios como la luz y el efecto de esto en el pueblo. Esto es, en sus procesos de vida, en sus procesos de redención y de transformación.

¿Recuerda usted estas palabras que casi siempre citamos en la Navidad?

“2 El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos.” (Isaias 9:2)

Tampoco podemos olvidar que las primeras palabras que Dios dijo en el momento de la creación fueron las siguientes: “Sea la luz” (Gen 1:3). Además, una de las bendiciones más importantes que Israel recibió y que invocaba con frecuencia está atada a Dios como luz.

“6 Muchos son los que dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? Alza sobre nosotros, oh Jehová, la luz de tu rostro. 7 Tú diste alegría a mi corazón Mayor que la de ellos cuando abundaba su grano y su mosto. 8 En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.” (Salmos 4:6-8)

El salmista dice aquí que hay personas procurando dirección y hasta confundidas en ese proceso. En cambio, el creyente sabe que Dios es el que nos da dirección y lo hace alzando Su rostro sobre nosotros. Lo hace alzando la luz de su rostro. El producto neto de esto es que la alegría que recibimos es más elocuente e intensa que la que poseen aquellos que creen que lo tienen todo, que han triunfado en la vida. Esto, dice el salmista, nos permite dormir tranquilos.

Es por esto que exclamamos que el Señor es nuestra luz y nuestra salvación; ¿de quién temeremos (Sal 27:1). Es por eso que podemos exclamar que tenemos seguridad y dirección.

“9 Porque contigo está el manantial de la vida; En tu luz veremos la luz.” (Salmos 36:9)
 
Es por eso que no tememos, porque Dios ha prometido exhibir su justicia sobre nosotros como la luz (Sal 37:6). Es por eso que podemos clamar con plena confianza pidiendo que Dios envíe Su luz y Su verdad.

“3 Envía tu luz y tu verdad; éstas me guiarán; Me conducirán a tu santo monte, Y a tus moradas.” (Salmos 43:3)
 
Es por eso que adoramos, aclamamos y bendecimos al Señor:

“15 Bienaventurado el pueblo que sabe aclamarte; Andará, oh Jehová, a la luz de tu rostro. 16 En tu nombre se alegrará todo el día, Y en tu justicia será enaltecido. 17 Porque tú eres la gloria de su potencia, Y por tu buena voluntad acrecentarás nuestro poder.” (Salmos 89:15-17)
 
Estas son solo algunas de las razones por las que el profeta Isaías hacía la siguiente invitación:

“5 Venid, oh casa de Jacob, y caminaremos a la luz de Jehová.”  (Isaias 2:5)

Los creyentes en Cristo creemos que la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov 4:18). La Biblia dice que Cristo Jesús es esa senda:

“6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.”(Juan 14:6).

La Biblia dice que este principio bíblico (Dios como luz) permite que el creyente tenga confianza aun cuando haya tropezado y caído:

“Nación enemiga mía, no te alegres de mi desgracia, pues, aunque caí, voy a levantarme; aunque me rodee la oscuridad, el Señor es mi luz. 9 He pecado contra el Señor, y por eso soportaré su enojo;mientras tanto, él juzgará mi causa y me hará justicia. El Señor me llevará a la luz, me hará ver su victoria.”  (Miqueas 7:8-9, DHH)
 
La Biblia dice que Dios revela Su poder en esas manifestaciones:

“Su gloria cubrió los cielos, Y la tierra se llenó de su alabanza. 4 Y el resplandor fue como la luz; Rayos brillantes salían de su mano, Y allí estaba escondido su poder.” (Habacuc 3:3b-4).

Hay muchos versos bíblicos adicionales que comunican el mensaje acerca de las bendiciones y connotaciones de Dios como luz. El pueblo de Israel vivía aferrado a estas verdades. Pablo las conocía y las reinterpretó dentro del marco cristocéntrico. Pablo sabía que Cristo  es la luz del mundo (Jn 8:12).

Pablo sabía que Cristo había venido como Luz para revelación a los gentiles y gloria para el pueblo de Israel (Lcs 2:32). Pablo sabía que Cristo es la luz verdadera que alumbra a todo hombre (Jn 1:9). Pablo sabía que uno no avanza para ser luz. Uno es hijo de luz por haber creído en la luz que es Cristo (Jn 12:36). La Biblia dice que todo aquel que cree en Cristo no permanece en tinieblas (Jn 12:46).

Estas son parte de las razones por las que podemos afirmar que Pablo no “bebe” de las filosofías pre-socráticas, de Parménides, ni las de Platón para pedir que el Espíritu Santo alumbrara el entendimiento de la Iglesia en Éfeso. Pablo conocía bien su teología bíblica y la historia de su pueblo. Es por esto que puede hacer afirmaciones como las siguientes:

“6 Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.” (2 Corintios 4:6)

Pablo era un hombre que operaba en tres (3) mundos, el judío, el griego y el romano. Él sabía que los judíos buscaban la luz, los griegos conocimiento, y los romanos la gloria. Es por esto, con la sabiduría inspirada por Dios, que él puede afirmar que la luz, la iluminación, el conocimiento y la gloria que estos tres (3) mundos procuraban sólo podían ser encontrados en el rostro de Jesucristo, nuestro amado Salvador. Un predicador de tres (3) mundos sólo necesitó un versículo bíblico para predicarle a todos y cada uno de ellos.

En la reflexión de febrero 16 del año pasado (2021) compartimos algunas cosas acerca de este verso:

“Pablo señala en este pasaje bíblico que los creyentes trascendemos los niveles de resiliencia que pueden tener los seres humanos, para imponernos a cualquier situación que nos depare la vida. Él dice en este pasaje que el final de todas nuestras historias es que estaremos revelando la manifestación de la vida de Cristo en nosotros a todos aquellos que nos ven. Un dato muy interesante que encontramos en este  pasaje es que Pablo dice allí cuál es la fuente de todos los beneficios que él describe, de la capacidad que tenemos para vencer. Él dice que todo esto es el producto de nuestra relación con Dios, del conocimiento de Dios que hemos recibido. A esto él le añade que todo esto es posible porque ese conocimiento y la capacidad para accederlo lo encontramos en la faz de Jesucristo.”
 
Pablo sabía que una de las estratagemas más efectivas utilizadas por satanás es disfrazarse (“metaschēmatizō”, G3345) como  ángel de luz (2 Cor 11:14). Pablo también sabía que en otro tiempo los creyentes éramos tinieblas, pero que somos luz en el Señor desde que conocimos a Cristo (Efe 5:8). Pablo sabía que esa luz, la de Cristo, lo manifiesta todo (Efe 5:13). O sea, que no hay nada que se pueda ocultar ante la luz de Cristo. Pablo sabía que nosotros no somos dignos de ese regalo de gracia, pero Dios nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz (Col 1:12). Pablo sabía que no solo somos hijos de luz sino que somos hijos del día y no de la noche y que es por esto que no nos puede sorprender el arrebatamiento de la Iglesia (1Tes 5:4-5).

Pablo sabía que Dios es el único que habita en algo que el apóstol llamó “luz inaccesible” (“aprósitos”, G676; 1 Tim 6:16). Pablo sabía que es Cristo el que sacó la vida a la luz por el poder de Su resurrección (2 Tim 1:10).

Además, Pablo había recibido la misma educación que había recibido el Apóstol Pedro, quien dijo lo siguiente acerca de este tema:

“9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; 10 vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia.” (1 Pedro 2:9-10).

Estos argumentos son más que suficientes para demostrar que Pablo no necesitaba depender de la filosofía griega para pedir como estaba pidiendo a Dios a favor de la Iglesia en la ciudad de Éfeso. Pablo sabía que Dios es luz y que en Él no hay tinieblas (1 Jn 1:5). Pablo sabía que los creyentes hemos sido llamados a andar en esa luz, la luz de Cristo. Pablo sabía que andar en esa luz garantiza la comunión entre los unos y los otros (1 Jn 1:7). Pablo también sabía que andar en esa luz no nos permite aborrecer a nuestro hermano (1 Jn 2:9). Además, él sabía que la acción de amar, poner ese amor en acción, nos permite permanecer en la luz de Cristo (1 Jn 2:10).

Es en este contexto que Pablo le pide a Dios que alumbre los ojos del entendimiento de la Iglesia. Es en este contexto que Pablo le ruega al Señor que les ilumine la mente (DHH). Es en este contexto que él pide que Dios les ilumine los ojos del corazón (NVI). En este contexto que él pide al Todopoderoso que les abra la mente para que vean (PDT). Es en este contexto que él clama a Dios para que les inunde de luz el corazón (NTV).

El propósito de esa iluminación era el siguiente:

  • para que supieran cuál es la esperanza a la que Dios llamó a la Iglesia.
  • para que conocieran cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo.
  • para que conocieran cuán grande y sin límites es el poder de Dios que actúa en nosotros los creyentes.

Esta clase de conocimiento requiere revelación e iluminación de parte de Dios.

La Iglesia posmoderna desconoce la Palabra de Dios y el poder que esta posee. Hace muchos años que la Iglesia permitió que las Escuelas Bíblicas fueran canceladas. Este fue el inicio de una generación que se crió y se desarrolló sin un modelo formal de Educación Cristiana en la Palabra. Hace muchos años que la Iglesia Cristiana permitió la sustitución de los servicios de oración y los estudios bíblicos por actividades de celebración y los seminarios de capacitación de líderes. Los seminarios de capacitación son excelentes, pero no sustituyen ni llenan los espacios vacíos dejados por la ausencia de la oración de la Iglesia como cuerpo de Cristo ni como familia de Dios. Esto facilitó el desarrollo de unas generaciones que desconocen el valor que poseen los estudios bíblicos y los servicios de oración para capacitar y equipar a los creyentes.

Sabemos que la Iglesia de la ciudad de Éfeso estudiaba las Escrituras y que se reunía a orar. Esa Iglesia conocía los argumentos que hemos presentado acerca de la iluminación, de la luz de Cristo en la vida de aquellos que creen en el Señor. Aun así Pablo necesitó orar por ella para que pudiera recibir revelación de Dios y para que Dios les alumbrara el entendimiento.

¿Qué pues debemos hacer con la Iglesia de este tiempo? Hay que orar por ella de la misma manera que Pablo oró por la Iglesia en Éfeso. Hay que orar para que Dios imparta revelación e iluminación. No nos debe sorprender que dentro de las revelaciones de Dios aparezca el reclamo del Todopoderoso para que regresemos a las Escuelas Bíblicas, a los estudios bíblicos y a los servicios de oración. Después de todo, sabemos que la oración eficaz del justo puede mucho (Stg 5:16).

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