Reflexiones de Esperanza: Efesios: la estructura de la primera oración en esta carta (Parte XVI)

“18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia 20 cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,”  (Efesios 1:18-20, Dios Habla Hoy)

Nuestra reflexión anterior nos permitió establecer las bases para el análisis de una frase
conceptual paulina: “las riquezas de la gloria de su herencia en los santos,” (Efe 1:18c, RV 1960). Esta frase forma parte de la estructura de la primera oración paulina que encontramos en la carta a Los Efesios (Efe 1:15-23). El Apóstol Pablo dice allí que estaba orando para que esa Iglesia pudiera ser capaz de conocer, de ser consciente, de entender el significado de la misma. Esto es, que recibieran iluminación del cielo para que fueran capaces de conocer lo gloriosa y rica que es la herencia que Dios le da al pueblo santo (Efe 1:18, DHH).

Ya hemos visto que cuando Pablo usa este concepto en esta y en otras cartas, lo hace trascendiendo la definición del patrimonio y de las posesiones materiales que podemos poseer u obtener como heredad. Para Pablo, el sentido religioso y teológico de este concepto va por encima de todo lo anterior.

Vimos que este Apóstol utiliza este concepto para hablar acerca de la herencia de la promesa que Dios le hizo a Abraham (Gál 3:26-29, NVI; Heb 6:17). Él utiliza el concepto de la herencia para describir y posicionar a los creyentes en Cristo como coherederos con Cristo, herencia que él define  como una que  está atada al manejo de las pruebas y de las persecuciones (Rom 8:16-18, RV 1960). O sea, que somos coherederos con Cristo porque nuestro Salvador nos convirtió en hijos del Padre Celestial y porque no rechazamos el precio a pagar por ser Cristianos.

Además, pudimos ver que la herencia, la “klēronomia” (G2817) de la que Pablo habla en la Carta a Los Efesios está relacionada a la gracia salvadora porque somos herederos por la fe y no por la Ley de Moisés  (Rom 4:13-14). A esto hay que añadir que el Nuevo Testamento dice que somos herederos por la justificación por la gracia (Tito 3:7), herederos de la justicia (Heb 11:7) y herederos del reino que Dios ha prometido (Stg 2:5).

Nuestro análisis se extendió de modo que pudimos ver que la Biblia dice que la vida en Cristo es considerada como una herencia (1 Ped 3:7) y que los creyentes en Cristo como Señor y Salvador recibiremos la tierra como heredad (Mat 5:7). A esto, le añadimos que la Biblia dice que vamos a heredar la vida eterna (Mat 19:29; Mcs 10:17; Lcs 10:25; Lcs 18:18). Por otro lado, vimos que la Biblia dice que hay unos requisitos para recibir esa herencia. Vimos que algunos de esos requisitos están relacionados al servicio Cristiano (Mat 25:34-40, RV 1960), mientras que otros están relacionados a la vida de santidad del creyente (1 Cor 6:9-11, NVI; Gál 5:19-21, RV 1960).

Un pasaje bíblico acerca de esto que no visitamos en esa reflexión es el que se encuentra en el capítulo cinco (5) de la Carta a Los Efesios:

“1 Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. 2 Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante. 3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. 5 Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios.”  (Efesios 5:1-5, RV 1960)

Al mismo tiempo, vimos que el reclamo bíblico para recibir la herencia prometida se extiende a nuestra conducta y a nuestra manera de sentir, de hablar y de reaccionar (1 Ped 3:8-11).Analizamos que este reclamo está también ligado a la paciencia, a la disposición para renunciar a la pereza y al entusiasmo que genera la certeza de nuestra esperanza  (Heb 6:11-12, DHH).  
           
Nuestra reflexión culminó señalando que la Biblia dice que la salvación es una herencia (Heb 1:13-14, RV 1960) y que esta herencia la recibiremos en los cielos (Apoc 21:7).

Todos estos datos nos llevan a concluir que cuando Pablo habla acerca de la herencia está hablando acerca de un concepto muy distinto al que nosotros conocemos en la posmodernidad. Lo mismo sucede con el tema de la esperanza. Es por esto que Pablo le pide a Dios que ilumine la mente de la Iglesia para que pudieran ser capaces de entender esto.

Como decía el Dr. Martin Lloyd-Jones, se trata de un llamado que nos hace el Espíritu para que aprendamos a confiar en el Dios en el que no hay sombra de variación.[1] Lloyd-Jones decía que hay un llamado general que Dios le hace a todos para que procedan al arrepentimiento (2 Ped 3:9) y un llamado eficaz a los creyentes para que decidan vivir agarrados de las promesas del Señor. Esa esperanza nunca nos deja en vergüenza (Rom 5:3-5) y la herencia prometida ha sido garantizada por uno que es capaz de cumplir todo lo que ha prometido,
 
Conociendo estos datos tenemos que concluir que cuando el Apóstol Pablo hace referencia a la herencia del pueblo santo, no puede estar haciendo referencia a las riquezas aquí en la tierra. Esta conclusión la podemos validar visitando la expresión que Pablo hace acerca de lo que es la herencia en el mismo capítulo uno (1) de la Carta Los Efesios:
 
“13 Gracias a Cristo, también ustedes que oyeron el mensaje de la verdad, la buena noticia de su salvación, y abrazaron la fe, fueron sellados como propiedad de Dios con el Espíritu Santo que él había prometido. 14 Este Espíritu es el anticipo que nos garantiza la herencia que Dios nos ha de dar, cuando haya completado nuestra liberación y haya hecho de nosotros el pueblo de su posesión, para que todos alabemos su glorioso poder.”  (Efesios 1:13-14, DHH)
 
Estos versos bíblicos dicen que el Espíritu Santo es el anticipo, “las arras” que nos garantiza la herencia de lo que vamos a recibir en los cielos: “hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios” (Efe 1:14, NVI). O sea, que la esperanza bíblica, no solo trasciende el presente proyectándose hacia el futuro, sino que se traduce en convicción expectante de recibir el cumplimiento de las promesas que Dios ha hecho: la herencia prometida. Como decía el Pastor Arthur Pink (1886-1952), la esperanza asienta y establece la certeza de nuestra confianza en Dios. Es la certeza detrás de la afirmación de Secanías, hijo de Jehiel cuando admitía que él y el pueblo habían pecado contra Dios:
 
“2 Entonces respondió Secanías hijo de Jehiel, de los hijos de Elam, y dijo a Esdras: Nosotros hemos pecado contra nuestro Dios, pues tomamos mujeres extranjeras de los pueblos de la tierra; mas a pesar de esto, aún hay esperanza para Israel.” (Esdras 10:2, RV 1960)
 
¡Hay esperanza para el pueblo de Dios! ¡Hay esperanza! El Espíritu Santo es la garantía de la herencia que se nos ha prometido.
 
Pink (1886-1952) era un Pastor Reformado Inglés muy brillante e interesante a la vez. Como buen calvinista él creía que la salvación no se puede perder. Sin embargo, se le escuchaba repetir una de las doctrinas del Concilio de Trento. Esta doctrina expresa que cualquier persona que afirma que un creyente regenerado y justificado está obligado a creer que pertenece al número de los elegidos, esa persona debe ser anatema.[2] O sea, que Pink estaba convencido que nunca podemos dejar de buscar y escuchar el llamado de Dios.
 
Hay que concluir que conocer esta esperanza y esta herencia requiere conocer a Dios. No se trata del conocimiento de lo que Dios hace sino del conocimiento de Dios. Conocer a Dios nos permitirá conocer y comenzar a disfrutar la herencia que Dios nos ha prometido. Pablo hace énfasis en este conocimiento en la segunda oración que él comparte en la Carta a Los Efesios (Efe 3:14-21).
 
Ahora bien, no podemos olvidar que en esta carta Pablo ha atado esa esperanza y esa herencia al llamamiento que nos hacen. O sea, que se trata de la esperanza que hay en el llamamiento que Cristo nos ha hecho y se trata de que ese llamamiento está matizado con una esperanza que no es terrenal. Esta es una de las razones por la que la versión bíblica Palabra de Dios para Todos nos ofrece la siguiente traducción del verso que nos ocupa hoy (Efe 1:18):
 
“18 Pido que Dios les abra la mente para que vean y sepan lo que él tiene preparado para la gente que ha llamado. Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo”
 
El énfasis de esta traducción es que la herencia prometida está ligada al conocimiento de la esperanza que nos debe ser revelada, que tenemos que conocer: “….Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo.”
 
Repetimos una vez más que esa herencia, esa “klēronomia,” está reservada para nosotros en los cielos. Así lo afirma la Biblia cuando dice lo siguiente:
 
“3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros,”   (1 Pedro 1:3-4, RV 1960)
 
El escritor de la Carta a Los Hebreos ratifica esto destacando la muerte del Testador (de Cristo):
 
“15 Por eso, Jesucristo es mediador de una nueva alianza y un nuevo testamento, pues con su muerte libra a los hombres de los pecados cometidos bajo la primera alianza, y hace posible que los que Dios ha llamado reciban la herencia eterna que él les ha prometido.”  (Hebreos 9:1, DHH)
 
Es por esto que somos invitados por el Apóstol Pablo a desarrollar todas nuestras acciones con la convicción de que todo lo que hacemos lo hacemos para el Señor. Esta convicción brota del conocimiento acerca de la herencia que nos ha prometido el Señor.
  
 “23 Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.”  (Colosenses 3:23-24, RV 1960)
 
Es correcto afirmar que la “klēronomia” describe las “propiedades” que nuestro Padre determinó que nos dejaría como herencia. [3] Estas propiedades han sido testadas por Cristo y entregadas por Su muerte en la Cruz del Calvario. Esta herencia forma parte y le da forma a nuestra esperanza.

Estas aseveraciones son muy importantes porque la herencia que Dios nos ha prometido no está basada en la Ley, sino por la promesa que Dios nos ha hecho.

“18 Pues si lo que Dios prometió darnos dependiera de la ley de Moisés, ya no sería una promesa; pero el hecho es que Dios prometió a Abraham dárselo gratuitamente.” (Gálatas 3:18, DHH)

“18 Porque si la herencia depende de una ley, ya no depende de una promesa; pero Dios se la concedió a Abraham por medio de una promesa.” (NBLA)

Este verso bíblico nos recuerda una de las publicaciones académicas más importantes acerca de este tema; escrita por el Dr. Paul L. Hammer en 1960. Este teólogo publicó un documento titulado “Un comparación de la klēronomia en Pablo y en los Efesios.” [4] Este documento forma parte de una tesis doctoral que él completó en la Universidad de Heidelberg y que fue titulada “El entendimiento de la herencia en el Nuevo Testamento.” Hammer incluye en esta tesis su preocupación por la filología y la teología de este concepto en Hebreo, en el Judaísmo tardío y en la historia temprana del Cristianismo. Un destacadísimo profesor alemán llamado Günter Bornkamm lo inspiró a estudiar este tema so color de que el mismo nunca había sido el objeto de una investigación seria.
 
Uno de los muchos datos sobresalientes de esta publicación es que Hammer apunta a que el concepto “klēronomia”, regularmente se enfoca en el pasado, mientras que en la Carta a Los Efesios se enfoca en el futuro. En el verso bíblico de la Carta a Los Gálatas que hemos visto la promesa tiene que ver con lo que Dios le dio a Israel a través de Abraham. En cambio, en Efesios 1:13 encontramos que el Espíritu es la garantía de lo que vamos a recibir. Es por eso que el verso 18 de ese mismo capítulo se enfoca en el futuro; el futuro esperanzador que aguarda a los hijos de Dios por medio de Cristo.
 
Hammer entiende que Pablo realiza una exégesis del concepto mirando al pasado y el cumplimiento de la promesa que Dios le hizo a Abraham. Él también entiende que Pablo considera la venida de Cristo, su encarnación, su muerte y su resurrección como una herencia prometida para el tiempo presente del Apóstol. O sea, que todo lo que Pablo había visto a acerca del ministerio y el testimonio de Cristo forma parte de la herencia prometida. Resta ahora el cumplimiento de la promesa de la herencia futura.[5]
 
Dicho de otro modo: la promesa para el pueblo de Israel fue cumplida (Gál 3:18). La promesa para el presente, “el cumplimiento del tiempo” (Gál 4:4) también fue cumplida:
 
“4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.”  (Gálatas 4:4-5, RV 1960)
 
Esta es una de las razones por las que Pablo dice que los creyentes hemos alcanzado los fines de los siglos, o el fin de los tiempos:
 
“11 Todo eso les sucedió para servir de ejemplo, y quedó escrito para advertencia nuestra, pues a nosotros nos ha llegado el fin de los tiempos.”  (1 Corintios 10:11, NVI)
   
Esto coloca la herencia que Pablo le describe a los hermanos en la ciudad de Éfeso como algo que ha sido separado y establecido para el futuro. Esto es así porque Pablo dice en esa carta que el Espíritu es la garantía de lo que vamos a recibir. O sea, que no lo hemos recibido aún. ¡Alabado sea el Señor! Lo que Dios nos ha dado en Cristo es más que suficiente! No obstante, hay más, mucho más.
 
Hammer propone en su tesis que esa herencia pertenece al futuro en el que los creyentes alcanzaremos lo que Pablo describe como la “unidad del Espíritu” (Efe 4:3) y la “unidad de la fe” (Efe 4:13).
 
El concepto que se traduce aquí como unidad es el vocablo griego “henotēs” (G1775). Este concepto solo aparece en dos (2) ocasiones en el Nuevo Testamento: en los versos bíblicos que hemos citado de la Carta a Los Efesios. Esa unidad es el contenido definido del misterio y del propósito de Dios en Cristo (Efe 3:4, 9; 5:32; 6:19).
 
La Biblia dice que la Iglesia camina con la autoridad y la comisión para dar a conocer ese misterio:
 
“8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, 9 y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas; 10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor, 12 en quien tenemos seguridad y acceso con confianza por medio de la fe en él;” (Efesios 3:8-12)
 
Estas expresiones cobran un significado aún más profundo e intenso cuando las leemos en el contexto de lo que Pablo describe como “los tiempos futuros”:
 
“6 Y en unión con Cristo Jesús, Dios nos resucitó y nos hizo sentar con él en las regiones celestiales, 7 para mostrar en los tiempos venideros la incomparable riqueza de su gracia, que por su bondad derramó sobre nosotros en Cristo Jesús”  (Efesios 2:6-7, NVI)
 
O sea, que la Iglesia camina revestida del poder de la resurrección, con la capacidad de ver las cosas con la óptica del cielo y esperando el cumplimiento futuro de las promesas de Dios. En otras palabras, como dice Paul L. Hammer, la Carta a Los Efesios considera que Cristo es un evento histórico que contiene el medio escatológico llamado herencia; contenido que yace más allá de la historia.[6]
Referencias
   
[1] https://www.mljtrust.org/sermons-online/ephesians-1-18/the-hope-of-his-calling/
   
[2] https://gracegems.org/Pink/hope_of_his_calling.htm.
   
[3] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). In Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 573). United Bible Societies.

[4] Hammer, Paul L. “A Comparison of Klēronomia in Paul and Ephesians.” Journal of Biblical Literature, vol. 79, no. 3, Society of Biblical Literature, 1960, pp. 267–72, https://doi.org/10.2307/3263932
   
[5] Ibid. p. 269.
   
[6] Ibid. p. 270.

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