September 24th, 2023
919 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 24 de SEPTIEMBRE 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 1)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
La agenda de transformación celestial
La palabra profética de Isaías no cesa de sorprendernos ni de acaparar nuestra atención. Las promesas que el Señor nos ha regalado en los versos ocho (8) al doce (12) del capítulo 49 de Isaías han desatado una santa expectación en la mayoría de nosotros.
Es obvio que estas promesas están dirigidas a dirigir y centralizar al creyente en Cristo en los propósitos de Dios. En otras palabras, que cada una de esas promesas, cada una de esas bendiciones no es un fin en sí mismo. El propósito de cada una de estas es dirigirnos a estar, a permanecer y a cumplir con los propósitos de nuestro Señor.
Esta aseveración implica que las 15 promesas que encontramos en los versos ocho (8) al doce (12) del capítulo 49 del Libro de Isaías están fundamentadas en una agenda de transformación celestial. Esto es así porque es imposible que nosotros, seres humanos finitos y frágiles, imperfectos y pecadores, podamos ser capaces de hacer buen uso de esas promesas si no hemos sido transformados por el poder del Espíritu Santo. Mucho menos, que seamos capaces de conocer, de insertarnos y permanecer en el propósito santo de nuestro Señor sin la ayuda de la Tercera persona de la Trinidad.
Aclaramos que no se trata aquí de la transformación que experimentamos cuando venimos a los pies de Cristo aceptándolo como nuestro Señor y nuestro Salvador. Ese es sin duda el paso inicial, absolutamente necesario e indispensable para poder comenzar a caminar en estas promesas. Ninguno de nosotros puede siquiera aspirar a recibir el privilegio de acceder a los escenarios de gracia que hemos estado estudiando sin antes haber aceptado, ser redimido y perdonado por el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario.
Estamos describiendo aquí otra clase de transformación: aquella que tenemos que experimentar mientras caminamos en Cristo. El Apóstol Pablo le escribió acerca de esto a la comunidad de creyentes en Roma cuando les dijo lo siguiente:
“Por eso hermanos, puesto que Dios nos ha mostrado tanta misericordia, les ruego que entreguen todo su ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle. Esta clase de adoración es la que realmente tiene sentido. 2 No vivan según el modelo de este mundo. Mejor dejen que Dios transforme su vida con una nueva manera de pensar. Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere y también lo que es bueno, perfecto y agradable a él.” (Rom 12:1-2, PDT)
Hay otros pasajes bíblicos en los que este Apóstol reflexiona acerca de esto. En uno de estos él señala que sabe que toda la experiencia que ha adquirido de la mano de Cristo no ha sido suficiente como para llegar a la conclusión de que él ya ha alcanzado, que conoce todo lo que tiene que conocer acerca de la vida en Cristo.
“12 No quiero decir que ya llegué a la perfección en todo, sino que sigo adelante. Estoy tratando de alcanzar esa meta, pues esa es la razón por la cual Jesucristo me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no considero haber llegado ya a la meta, pero esto sí es lo que hago: me olvido del pasado y me esfuerzo por alcanzar lo que está adelante. 14 Sigo hacia la meta para ganar el premio que Dios me ofreció cuando me llamó[c] por medio de Jesucristo.” (Fil 3:12-14, PDT)
Este apóstol fue capaz de decir en los versos anteriores a estos que hemos citado aquí que esa clase de conocimiento, de revelación le llevó a una conclusión. Él concluye que todo lo que él conocía y poseía antes de conocer al Señor era basura, pérdida, comparado con la excelencia de la revelación que estaba recibiendo en su peregrinación con Cristo.
La meta, el “skopos” (G4649) que Pablo describe aquí, fue definida por Platón en el quinto siglo antes de Cristo como algo que controla la vida del ser humano.[1] En otras palabras, que Pablo está diciendo aquí que la búsqueda de la revelación de Cristo que transforma al ser humano controlaba todo lo que él hacía en la vida. Todo en la vida de este apóstol giraba alrededor de conseguir esto. Como bien señala el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel), el punto central no es el esfuerzo del Cristiano, lo que es un “sine qua non” (condición esencial sin la cual la meta no puede ser alcanzada), sino que la ruta trazada para el Cristiano posee una meta como la poseen las carreras que corren los atletas de pista y campo. [2]
Es por esto que los versos bíblicos anteriores a la declaración que encontramos en este capítulo de la carta a los Filipenses dicen lo siguiente:
“8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:8-11, RV 1960).
Hay que destacar que todo lo que somos, nuestra adoración, nuestra vida misma, realmente tiene sentido cuando experimentamos esa transformación.
Pablo añadía a estas expresiones que esta transformación es un proceso gradual, constante e incesante. Él añadió esto cuando le escribió lo siguiente a la Iglesia que estaba en la ciudad de Corinto:
“17 En este caso, «el Señor» significa el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. 18 Con la cara descubierta, todos nos quedamos mirando fijamente la gloria del Señor, y así somos transformados en su imagen cada vez con más gloria. Este cambio viene del Señor, es decir, del Espíritu.” (2 Cor 3:17-18, PDT)
El énfasis es absolutamente claro: “así somos transformados en su imagen cada vez con más gloria.”
El profeta Isaías no tuvo el privilegio de vivir la experiencia de pentecostés que ha tenido la Iglesia del Señor. Esta experiencia abrió las puertas y las ventanas de los cielos para que nosotros pudiéramos ser capaces de experimentar todo esto sin rodeos y sin ambages (Hch 2:1-47). No obstante, el Espíritu de Dios le reveló a este profeta que la visitación y la entrega de estas promesas que haría el Mesías, procurarían que se produjera esta clase de transformación.
¿Cómo lo dice este profeta? ¿Qué expresiones utiliza en el capítulo 49 de su libro que nos permiten llegar a estas conclusiones? El verso once (11) de ese capítulo nos ofrece la respuesta:
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (RV 1960)
La respuesta que ofrece este verso es clara y directa. La clave hermenéutica o de interpretación del mismo se encuentra en el verbo que se traduce aquí como “convertir”. Este concepto es la traducción del verbo hebreo “śûm” (H7760). Los léxicos consultados explican que hay 27 aplicaciones para el mismo. Estas aplicaciones y sus implicaciones serán analizadas en reflexiones que compartiremos más adelante.
Hay un dato muy particular que se observa en esta declaración de Isaías que debemos adelantar. Esta expresión de Isaías forma parte de la agenda de transformación que este profeta comunica a través de todo su libro. Una comprobación de esta aseveración la obtenemos al considerar que Isaías utiliza el concepto “śûm” cerca de 50 veces en sus profecías (H7760). Esto es cerca del 10 por ciento de su uso en todo el Antiguo Testamento. En la mayoría de las ocasiones este profeta utiliza este concepto con el propósito de describir un proceso de transformación y/o de cambio. Veamos algunos ejemplos: la traducción del concepto “śûm” ha sido ennegrecida y subrayada.
Isa 42:16
“16 Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.”
Isa 49:2
“2 Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba;”
Isa 50:3
“3 Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta.”
Isa 51:3
“3 Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto.”
Isa 54:12
“12 Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas.”
Isa 60:15
“15 En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos.”
Isa 62:6-7
“6 Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, 7 ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra.”
El profeta Isaías señala en el verso 11 del capítulo 49 del Libro de su profecía que el Señor va a realizar una transformación de nuestros caminos. Él dice allí que el Señor utilizará sus montes para conseguir esto. Los montes del Señor serán convertidos, transformados en camino.
Una vez más: el verso bíblico de Isaías que estamos analizando (Isa 49:11) enfatiza que la meta de la transformación de esta palabra profética es transformar nuestro camino. En el lenguaje hebreo, transformar nuestro “derek” (H1870).
“11 Y convertiré en camino todos mis montes….” (Isa 49:11a)
¿Qué significado posee esta expresión? ¿Cuál es el alcance de la misma? Las respuestas a estas preguntas serán el objeto de nuestra próxima reflexión.
[1] Fuchs, E. (1964–). σκοπός, σκοπέω, κατασκοπέω, κατάσκοπος (“skopós”, “skopéo”, “katáskopos”). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 7, p. 413). Eerdmans.
[2] Op. cit.
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 1)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
La agenda de transformación celestial
La palabra profética de Isaías no cesa de sorprendernos ni de acaparar nuestra atención. Las promesas que el Señor nos ha regalado en los versos ocho (8) al doce (12) del capítulo 49 de Isaías han desatado una santa expectación en la mayoría de nosotros.
Es obvio que estas promesas están dirigidas a dirigir y centralizar al creyente en Cristo en los propósitos de Dios. En otras palabras, que cada una de esas promesas, cada una de esas bendiciones no es un fin en sí mismo. El propósito de cada una de estas es dirigirnos a estar, a permanecer y a cumplir con los propósitos de nuestro Señor.
Esta aseveración implica que las 15 promesas que encontramos en los versos ocho (8) al doce (12) del capítulo 49 del Libro de Isaías están fundamentadas en una agenda de transformación celestial. Esto es así porque es imposible que nosotros, seres humanos finitos y frágiles, imperfectos y pecadores, podamos ser capaces de hacer buen uso de esas promesas si no hemos sido transformados por el poder del Espíritu Santo. Mucho menos, que seamos capaces de conocer, de insertarnos y permanecer en el propósito santo de nuestro Señor sin la ayuda de la Tercera persona de la Trinidad.
Aclaramos que no se trata aquí de la transformación que experimentamos cuando venimos a los pies de Cristo aceptándolo como nuestro Señor y nuestro Salvador. Ese es sin duda el paso inicial, absolutamente necesario e indispensable para poder comenzar a caminar en estas promesas. Ninguno de nosotros puede siquiera aspirar a recibir el privilegio de acceder a los escenarios de gracia que hemos estado estudiando sin antes haber aceptado, ser redimido y perdonado por el sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario.
Estamos describiendo aquí otra clase de transformación: aquella que tenemos que experimentar mientras caminamos en Cristo. El Apóstol Pablo le escribió acerca de esto a la comunidad de creyentes en Roma cuando les dijo lo siguiente:
“Por eso hermanos, puesto que Dios nos ha mostrado tanta misericordia, les ruego que entreguen todo su ser como sacrificio vivo a Dios. Esa ofrenda que es su vida debe estar dedicada solamente a Dios para poder agradarle. Esta clase de adoración es la que realmente tiene sentido. 2 No vivan según el modelo de este mundo. Mejor dejen que Dios transforme su vida con una nueva manera de pensar. Así podrán entender y aceptar lo que Dios quiere y también lo que es bueno, perfecto y agradable a él.” (Rom 12:1-2, PDT)
Hay otros pasajes bíblicos en los que este Apóstol reflexiona acerca de esto. En uno de estos él señala que sabe que toda la experiencia que ha adquirido de la mano de Cristo no ha sido suficiente como para llegar a la conclusión de que él ya ha alcanzado, que conoce todo lo que tiene que conocer acerca de la vida en Cristo.
“12 No quiero decir que ya llegué a la perfección en todo, sino que sigo adelante. Estoy tratando de alcanzar esa meta, pues esa es la razón por la cual Jesucristo me alcanzó a mí. 13 Hermanos, no considero haber llegado ya a la meta, pero esto sí es lo que hago: me olvido del pasado y me esfuerzo por alcanzar lo que está adelante. 14 Sigo hacia la meta para ganar el premio que Dios me ofreció cuando me llamó[c] por medio de Jesucristo.” (Fil 3:12-14, PDT)
Este apóstol fue capaz de decir en los versos anteriores a estos que hemos citado aquí que esa clase de conocimiento, de revelación le llevó a una conclusión. Él concluye que todo lo que él conocía y poseía antes de conocer al Señor era basura, pérdida, comparado con la excelencia de la revelación que estaba recibiendo en su peregrinación con Cristo.
La meta, el “skopos” (G4649) que Pablo describe aquí, fue definida por Platón en el quinto siglo antes de Cristo como algo que controla la vida del ser humano.[1] En otras palabras, que Pablo está diciendo aquí que la búsqueda de la revelación de Cristo que transforma al ser humano controlaba todo lo que él hacía en la vida. Todo en la vida de este apóstol giraba alrededor de conseguir esto. Como bien señala el Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel), el punto central no es el esfuerzo del Cristiano, lo que es un “sine qua non” (condición esencial sin la cual la meta no puede ser alcanzada), sino que la ruta trazada para el Cristiano posee una meta como la poseen las carreras que corren los atletas de pista y campo. [2]
Es por esto que los versos bíblicos anteriores a la declaración que encontramos en este capítulo de la carta a los Filipenses dicen lo siguiente:
“8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, 9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:8-11, RV 1960).
Hay que destacar que todo lo que somos, nuestra adoración, nuestra vida misma, realmente tiene sentido cuando experimentamos esa transformación.
Pablo añadía a estas expresiones que esta transformación es un proceso gradual, constante e incesante. Él añadió esto cuando le escribió lo siguiente a la Iglesia que estaba en la ciudad de Corinto:
“17 En este caso, «el Señor» significa el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor, hay libertad. 18 Con la cara descubierta, todos nos quedamos mirando fijamente la gloria del Señor, y así somos transformados en su imagen cada vez con más gloria. Este cambio viene del Señor, es decir, del Espíritu.” (2 Cor 3:17-18, PDT)
El énfasis es absolutamente claro: “así somos transformados en su imagen cada vez con más gloria.”
El profeta Isaías no tuvo el privilegio de vivir la experiencia de pentecostés que ha tenido la Iglesia del Señor. Esta experiencia abrió las puertas y las ventanas de los cielos para que nosotros pudiéramos ser capaces de experimentar todo esto sin rodeos y sin ambages (Hch 2:1-47). No obstante, el Espíritu de Dios le reveló a este profeta que la visitación y la entrega de estas promesas que haría el Mesías, procurarían que se produjera esta clase de transformación.
¿Cómo lo dice este profeta? ¿Qué expresiones utiliza en el capítulo 49 de su libro que nos permiten llegar a estas conclusiones? El verso once (11) de ese capítulo nos ofrece la respuesta:
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (RV 1960)
La respuesta que ofrece este verso es clara y directa. La clave hermenéutica o de interpretación del mismo se encuentra en el verbo que se traduce aquí como “convertir”. Este concepto es la traducción del verbo hebreo “śûm” (H7760). Los léxicos consultados explican que hay 27 aplicaciones para el mismo. Estas aplicaciones y sus implicaciones serán analizadas en reflexiones que compartiremos más adelante.
Hay un dato muy particular que se observa en esta declaración de Isaías que debemos adelantar. Esta expresión de Isaías forma parte de la agenda de transformación que este profeta comunica a través de todo su libro. Una comprobación de esta aseveración la obtenemos al considerar que Isaías utiliza el concepto “śûm” cerca de 50 veces en sus profecías (H7760). Esto es cerca del 10 por ciento de su uso en todo el Antiguo Testamento. En la mayoría de las ocasiones este profeta utiliza este concepto con el propósito de describir un proceso de transformación y/o de cambio. Veamos algunos ejemplos: la traducción del concepto “śûm” ha sido ennegrecida y subrayada.
Isa 42:16
“16 Y guiaré a los ciegos por camino que no sabían, les haré andar por sendas que no habían conocido; delante de ellos cambiaré las tinieblas en luz, y lo escabroso en llanura. Estas cosas les haré, y no los desampararé.”
Isa 49:2
“2 Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba;”
Isa 50:3
“3 Visto de oscuridad los cielos, y hago como cilicio su cubierta.”
Isa 51:3
“3 Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella alegría y gozo, alabanza y voces de canto.”
Isa 54:12
“12 Tus ventanas pondré de piedras preciosas, tus puertas de piedras de carbunclo, y toda tu muralla de piedras preciosas.”
Isa 60:15
“15 En vez de estar abandonada y aborrecida, tanto que nadie pasaba por ti, haré que seas una gloria eterna, el gozo de todos los siglos.”
Isa 62:6-7
“6 Sobre tus muros, oh Jerusalén, he puesto guardas; todo el día y toda la noche no callarán jamás. Los que os acordáis de Jehová, no reposéis, 7 ni le deis tregua, hasta que restablezca a Jerusalén, y la ponga por alabanza en la tierra.”
El profeta Isaías señala en el verso 11 del capítulo 49 del Libro de su profecía que el Señor va a realizar una transformación de nuestros caminos. Él dice allí que el Señor utilizará sus montes para conseguir esto. Los montes del Señor serán convertidos, transformados en camino.
Una vez más: el verso bíblico de Isaías que estamos analizando (Isa 49:11) enfatiza que la meta de la transformación de esta palabra profética es transformar nuestro camino. En el lenguaje hebreo, transformar nuestro “derek” (H1870).
“11 Y convertiré en camino todos mis montes….” (Isa 49:11a)
¿Qué significado posee esta expresión? ¿Cuál es el alcance de la misma? Las respuestas a estas preguntas serán el objeto de nuestra próxima reflexión.
[1] Fuchs, E. (1964–). σκοπός, σκοπέω, κατασκοπέω, κατάσκοπος (“skopós”, “skopéo”, “katáskopos”). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 7, p. 413). Eerdmans.
[2] Op. cit.
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