923 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 22 de octubre de 2023

923 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  22 de octubre de 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas
(Análisis de Isa 49:11: Pt. 3)


“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)

Estamos analizando la agenda de transformación que presenta el profeta Isaías en el capítulo 49 del Libro de su profecía. La frase “convertiré en camino todos mis montes” nos ha obligado a analizar el vocabulario que Isaías utiliza aquí.

Sabemos que esa agenda de transformación sólo puede ser desarrollada por Dios. Isaías lo afirma así en el verso 11. Dios dice allí que es Él el que convertirá en camino todos los lugares, los montes en los que nos encontramos con Él.

Insistimos en esto porque no existe metodología humana que pueda provocar ni conseguir la transformación que se predica en la Palabra de Dios. Esta clase de transformación requiere la presencia activa del Espíritu Santo. Es muy importante destacar que la Biblia enseña que la mente y el propósito de Dios solo pueden ser examinados y revelados por el Espíritu de Dios. Pablo lo afirma así en una de sus Cartas a la Iglesia en Corinto:

“11 Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. 12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual. 14 Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1 Cor 2:11-14)
 
El profeta Isaías lo afirma así cuando describe los pensamientos y los caminos de Dios como algo que son más altos que nuestras capacidades. Él añade a esto que hay que tomar en consideración el poder que posee la Palabra que sale de la boca de Dios, la orden divina para que ocurran las cosas.

“7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar. 8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos. 10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isa 55:7-11)

En otras palabras, la agenda de transformación que se predica en la Palabra sólo puede ser desarrollada por Dios porque sólo Él posee el poder y la autoridad para desarrollarla en nosotros. Tenemos que admitir que nosotros no tenemos esas capacidades.

En reflexiones anteriores hemos examinado las traducciones que posee el concepto “derek” (H1870), el que se traduce aquí como camino. En esos exámenes hemos señalado que el concepto “derek” también puede ser traducido como conducta.

Hagamos un ejercicio similar al que hicimos con la traducción de este concepto cuando este es considerado como “costumbres.” Para esto examinaremos algunos pasajes bíblicos en los que se utiliza el concepto conducta. Esto nos permitirá tener una percepción mucha más clara del mensaje que comunica el profeta Isaías cuando nos dice que Dios va a convertir en “derek” todos los lugares de encuentro con nosotros.    

Comenzamos señalando que el Apóstol Pablo utiliza el concepto conducta en una de sus Cartas a Timoteo:

“12 Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” (1 Tim 4:12)

El concepto griego que se traduce aquí como conducta es “anastrophē” (G391). Este concepto puede ser traducido como comportarse, conducirse, vivir (de una manera determinada), (2 Cor 1:12; Efe 2:3; 1 Tim 3:15; Heb 10:33; 13:18; 1 Ped 1:17; 2 Ped 2:18). Sin embargo, también puede ser traducido como regresar, volver a un punto o lugar (Hch 5:22; 15:16+; Mat 17:22 v.l.; Jn 2:15 v.l).[1] Se trata de regresar a un punto en el que uno estaba y que lo ha abandonado.[2]

El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) añade a todo esto que se trata de un estilo de caminar y de actuar. Este recurso académico indica que Aristóteles utilizaba este concepto para describir la acción de caminar y de actuar, particularmente como lo hace un niño. Partiendo de esta premisa, entonces estamos hablando de una “conducta” que se está formando y que puede ser disciplinada. Este recurso académico también subraya que Pablo lo utiliza con alguna frecuencia en sus cartas. Por ejemplo, en la Segunda Carta a los Corintios lo utiliza para describir su conducta en la Iglesia (2 Cor 1:12). En la Carta a los Efesios Pablo lo utiliza para señalar nuestra conducta cuando no conocíamos a Cristo (Efe 2:3, “anastrepho”, G390; Efe 4:22, “anastrophē”, G391).

Un dato muy interesante es que el Kittel señala que ese verbo griego indica que caminar así es un don para los Cristianos, junto a la posesión de la palabra, el amor, el espíritu, la fe y la pureza.[3] O sea, que esa clase de conducta no es nuestra, nosotros no la producimos, sino que es el producto de un regalo de Dios. Hay que admitir que nosotros podemos afectarla y que necesitamos cuidarla, pero esta es un regalo de Dios. Repetimos, el cambio en conducta que se predica aquí es uno producido y desarrollado por el Espíritu de Dios. Otros escritores del Nuevo Testamento también lo utilizan así (Heb 13:7; Stg 3:13; 1 Ped 1:15; 2:12; 2 Ped 3:11). Veamos algunos ejemplos de esto:

“13 ¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15 porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16 Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17 Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18 Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz.”  (Stg 3:13-18)

“15 sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros; 16 teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo.” (1 Ped 3:15-16)

Debemos destacar que el énfasis en el uso de “anastrepho” como regresar al punto que uno había abandonado puede tener implicaciones del proceso de reconciliación con la fe en Cristo. Esto es, personas que hayan abandonado la fe en el Señor luego de haberle aceptado como su Señor y Salvador y que aceptan regresar al centro de la voluntad de Dios. Esta decisión predica un cambio en conducta.

Aprendimos de la filosofía griega que los cambios en conducta son el producto del proceso del aprendizaje. Esta definición se desprende del análisis del concepto griego que se utiliza con mayor frecuencia para referirse al aprendizaje: “manthanō” (G3129).

Sabemos que existen varias teorías para explicar cómo es que aprendemos. Algunas de estas operan alrededor del acercamiento conductista. Otras operan sobre las bases del desarrollo cognoscitivo social, mientras que otras se desarrollan sobre las bases del constructivismo. Algunas se desarrollan sobre las bases del procesamiento de la información.[4] No obstante, ninguna de ellas puede descartar el significado y el uso que posee el concepto griego  que se traduce como aprendizaje: “manthanō” (G3129).

Casi todas las fuentes seculares consultadas han definido y relacionado el aprendizaje con el cambio en la conducta. A continuación citas directas de algunas de esas fuentes:

“El aprendizaje es el proceso a través del cual se modifican y adquieren habilidades, destrezas, conocimientos, conductas y valores. Esto como resultado del estudio, la experiencia, la instrucción, el razonamiento y la observación. Este proceso puede ser analizado desde distintas perspectivas, por lo que existen distintas teorías del aprendizaje. Es una de las funciones mentales más importantes en humanos, animales y sistemas artificiales. En él intervienen diversos factores que van desde el medio en el cual se desenvuelve el ser humano, así como los valores y principios que se aprenden en la familia. En esta última se establecen los principios del aprendizaje de todo individuo y se afianza el conocimiento recibido, el cual forma la base para aprendizajes posteriores.
 
El aprendizaje humano está relacionado con la educación y el desarrollo personal. Debe estar orientado adecuadamente y es óptimo cuando el individuo está motivado. El estudio sobre cómo aprender interesa a la neuropsicología, la psicología educacional y la antropología, aquella que recoge las peculiaridades propias de cada etapa del desarrollo humano. Concibe sus planteamientos teóricos, metodológicos y didácticos para cada una de ellas. Dentro de ella se enmarcan, por ejemplo la pedagogía y la andragogía, la educación de niños y adultos respectivamente.
 
Se produce a través de los cambios de conducta que producen las experiencias. Y, aunque en estos cambios intervienen factores madurativos, ritmos biológicos y enfermedades, no son determinantes como tal.
 
Es el proceso mediante el cual se adquiere una determinada habilidad, se asimila una información o se adopta una nueva estrategia de conocimiento y acción. Asimismo es un proceso a través del cual la persona se apropia del conocimiento en sus distintas dimensiones, conceptos, procedimientos, actitudes y valores.
 
Como establecimiento de nuevas relaciones temporales entre un ser y su medio ambiental, ha sido objeto de numerosos estudios empíricos, realizados tanto en animales como en el hombre. Midiendo los progresos conseguidos en cierto tiempo se obtienen las curvas de aprendizaje, que muestran la importancia de la repetición de algunas predisposiciones fisiológicas, de «los ensayos y errores», de los períodos de reposo tras los cuales se aceleran los progresos, etc. Muestran, también, la última relación del aprendizaje con los reflejos condicionados.
 
Además es la habilidad mental por medio de la cual conocemos, adquirimos hábitos, desarrollamos habilidades, forjamos actitudes e ideales. Por lo tanto es vital para los seres humanos, puesto que nos permite adaptarnos motora e intelectualmente al medio en el que vivimos, por medio de una modificación de la conducta”[5]

“El aprendizaje es la habilidad mental por medio de la cual conocemos, adquirimos hábitos, desarrollamos habilidades, forjamos actitudes e ideales. Es vital para los seres humanos, puesto que nos permite adaptarnos motora e intelectualmente al medio en el que vivimos por medio de una modificación de la conducta.”[6]


Una vez más, estos documentos afirman que la conducta está ligada al proceso de aprendizaje. Sabiendo esto tenemos que concluir que la profecía de Isaías predica que los montes del Señor se convierten en escuela para que aprendamos acerca del carácter de Dios y que este aprendizaje cambie nuestras conductas.

El Diccionario Teológico del Nuevo Testamento (Kittel) señala que el concepto “manthanō”
denota un proceso intelectual que sirve para desarrollar la personalidad y por lo tanto posee los prerrequisitos indispensables para ser adoptado en el vocabulario de las teorías del aprendizaje.[7] Los escritores de este Diccionario señalan que este proceso siempre debe poseer efectos externos. Para ellos, “manthano”, entre otras cosas, significa dirigir la mente a algo, acostumbrarse a algo, experimentar o buscar experimentar algo (tener la experiencia), aprender a conocer, aprender destrezas por medio de instrucción. Además, dice el Kittel que esta es la parte constitutiva  en el curso en el que se desarrolla el conocimiento.
 
Este concepto es utilizado en la Biblia de la mano del proceso de escuchar (“akouō”, G191). Esto es así porque aquello que la Biblia invita a escuchar es mucho más que conocimiento e información. La Biblia nos invita a escuchar el mensaje que sale de la boca de Dios, el mensaje de Jesucristo. Este mensaje no busca cambiar unas actitudes sino desarrollar un compromiso incondicional con Dios. Es de aquí que la base fundamental para el desarrollo de la fe sea escuchar la Palabra de Dios (Rom 10:17). Esta aseveración aumenta su importancia de manera logarítmica cuando escuchamos el mensaje de Dios en Cristo Jesús. El Diccionario Teológico Kittel destaca que el “manthánein” (G3129, aprender)[8] se desarrolla cuando la voluntad de Dios es aprendida de las Sagradas Escrituras e insertadas en nuestra propia voluntad.[9]

Esto nos lleva a concluir que lo que Isaías dice en el verso once del capítulo 49 del Libro de su profecía que Dios ha garantizado que todos los lugares de encuentro con Él serán convertidos en escenarios para aprender. Por lo tanto, estos lugares patrocinarán cambios en nuestras conductas.

Ahora bien, ¿en dónde ocurren estas transformaciones? El Profeta Isaías señala que estas ocurren, Dios la produce en sus montes: “11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960). Hemos dicho que los montes del Señor son lugares de encuentro con Él.

Nuestras próximas reflexiones serán dedicadas al análisis de alguno de esos lugares de encuentro.
 


[1] Swanson, J. (1997). En Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.
[2] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). En Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 193). United Bible Societies.
[3] Bertram, G. (1964–). στρέφω, ἀναστρέφω, ἀναστροφή, καταστρέφω, καταστροφή, διαστρέφω, ἀποστρέφω, ἐπιστρέφω, ἐπιστροφή, μεταστρέφω (stréfo, anastréfo, anastrofé, katastréfo, katastrofé, diastréfo, apostréfo, epistréfo, epistrofé, metastréfo). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 7, pp. 715–717). Eerdmans.
[4] https://fundasira.cl/wp-content/uploads/2017/03/TEORIAS-DEL-APRENDIZAJE.-DALE-SCHUNK.pdf
[5] https://www.mineduc.gob.gt/DIGECADE/documents/Telesecundaria/Recursos Digitales/3o Recursos Digitales TS BY-SA 3.0/PROYECTOS INTEGRADOS/U12 proyecto 12 aprendizaje.pdf
[6] https://www.cneurologico.com/aprendizajeyconducta.htm#:~:text=El aprendizaje es la habilidad,una modificación de la conducta.
[7] Meyer, R. (1964–). Μάννα (Mánna). En G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 4, pp. 390–461). Eerdmans.
[8] https://biblehub.com/lexicon/1_corinthians/14-35.htm
[9] Op. cit                                                                                        

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