November 19th, 2023
927 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 19 de noviembre de 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas
(Análisis de Isa 49:11: Pt. 7)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
Esta batería de reflexiones nos ha permitido visitar uno de los muchos montes que la Biblia identifica como lugares de encuentro con el Señor. El Monte Moriah, lugar al que peregrina Abraham para sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22:1-18), ha ocupado el centro de las reflexiones más recientes. Este es sin duda alguna uno de los montes que el Señor identifica en el verso 11 del capítulo 49 del Libro del profeta Isaías (ver el epígrafe).
El desarrollo de la exégesis del capítulo 22 del Libro de Génesis nos provocó dividir el mensaje de ese capítulo en tres (3) secciones:
Los aspectos relevantes y enseñanzas inmediatas de este pasaje fueron presentados en nuestras primeras reflexiones acerca del Monte Moriah. En estas visitamos a Abraham como uno de los personajes principales de este pasaje bíblico, y las transformaciones que este lugar de encuentro propicia en la vida del creyente y de su relación con Dios.
El análisis textual de este pasaje y su mensaje directo, entre otras cosas sirvió para considerar 15 enseñanzas acerca de la adoración que se desprenden del análisis textual de ese capítulo 22 del Libro de Génesis. Todas estas enseñanzas giran alrededor de los procesos de transformación que experimenta el creyente en su vida de adoración cuando visita ese monte.
La tercera sección, la del análisis conceptual del pasaje y sus mensajes indirectos, es la que nos ocupa en esta reflexión. Una de las preguntas que nos formulamos al inicio de esta batería de reflexiones será utilizada para el desarrollo de este análisis: ¿cómo es que Abraham identifica el momento de prueba más grande de su vida como un momento para adorar a Dios? El mensaje del capítulo 22 de Génesis es claro.
“4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” (Gen 22:4-5)
Esos versos dicen claramente que Abraham identificó el Monte Moriah como un lugar para ir a adorar (“shâchâh”, H7812). Esto es, un lugar para postrarse (Gén 18:2; Isa 51:23), para adorar (Gén 24:26), y/o para abatirse (Sal 42:6, 12; 43:5).[1] No sólo eso, sino que Abraham afirmó que Isaac y él regresarían de ese monte luego de haber rendido adoración.
Una de nuestras reflexiones anteriores sirvió para explicar por qué es que Abraham puede adorar en ese lugar. Vimos allí lo que el Dr. Charles Swindoll nos enseñó acerca de esto; que existen al menos tres razones por las que Abraham podía hacerlo:
Estas razones muy bien pueden explicar por qué Abraham puede adorar en el Monte Moriah. No obstante, aún no nos hemos detenido a identificar cómo es que Abraham llega a la conclusión de que el Monte Moriah es un lugar para adorar, sin siquiera saber qué es lo que habría de suceder allí.
La respuesta a esta pregunta muy bien puede ser extraída de la interpretación que el escritor de la Carta a Los Hebreos nos ofrece acerca de esta narrativa.
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Sin embargo, es muy probable que las respuestas para estos planteamientos nos requieran regresar a analizar algunos conceptos básicos de la adoración. Comencemos con algunas definiciones que hemos hecho nuestras a los largo de los últimos 60 años. A continuación tres (3) de estas:
“La adoración es la sumisión de toda nuestra naturaleza a Dios; la revitalización de nuestra conciencia por su santidad; la alimentación de la mente por su verdad, la purificación de la imaginación por su belleza; abrir el corazón a su amor y rendir nuestra voluntad a sus propósitos. La reunión de todo esto en adoración es la mayor expresión posible de todas aquellas expresiones de las que somos capaces.”[2] (William Temple)
“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras; conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad; conocer a Dios con la voluntad es imitarle en su santidad y en sus propósitos. La verdadera adoración comprende este triple conocimiento de Dios, el cual se manifiesta en el creyente por medio de la admiración, el amor y la perfección espiritual.” [3] (Abelardo Díaz Morales: definición Puertorriqueña)
“Worship is the believer’s response of all that they are- mind, emotions, will and body- to what God is and says and does. This response has its mystical side in subjective experience and its practical side in objective obedience to God’s revealed will. Worship is a loving response that is balanced by the fear of the Lord, and it is a deepening response as the believers comes to know God better.”[4] (Warren Wiersbe)
Estas definiciones son extraordinarias y muy reveladoras. Nosotros desarrollamos el análisis y la discusión de cada una de estas en otras baterías de reflexiones publicadas durante la última década del siglo 20 y la primera década del siglo 21. De hecho, hay un libro publicado sobre estos análisis: “El Despertar de la Adoración.”[5]
La última de estas definiciones señala que la adoración posee una respuesta subjetiva y otra práctica u objetiva. La objetiva obedece al establecimiento de la doctrina bíblica, algo que no puede ser cambiado. La respuesta subjetiva obedece a la experiencia personal que posee cada uno de los creyentes que adora al Señor. Dicho de otra manera, cien creyentes adorando en un mismo lugar pueden experimentar cien respuestas distintas ante la presencia de Aquél al que adoramos. No obstante, ninguno de ellos puede adorar fuera de los principios bíblicos establecidos.
Ahora bien, uno de los datos que encontramos del análisis conceptual del pasaje del Libro de Génesis que estamos estudiando aquí y sus mensajes indirectos es que la adoración posee dos dimensiones. En la dimensión vertical adoramos a Dios, mientras que en la horizontal, impactamos lo que está alrededor nuestro. Abraham vivió esta experiencia a tal punto que todavía nos gozamos repitiendo que el Señor es nuestro proveedor (Gén 22:14) y que en Jesucristo, la simiente de Abraham, son benditas todas las naciones de la tierra.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que conozcamos estas dos dimensiones.
Otro dato fundamental es que no se puede adorar a Dios sin una relación personal con Él. La experiencia que Abraham tiene con Dios en el Monte Moriah es única en términos de lo que se le pidió hacer al Padre de la fe. Sin embargo, esta no fue la primera experiencia que Abraham tuvo con Dios. Abraham había tenido experiencias previas con el Señor. Abraham conocía a Dios y sabía en su corazón lo que ahora nosotros conocemos por la Palabra: Dios es un Dios personal, dinámico, con voluntad y acción.
“3 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho.” (Sal 115:3)
Nuestro Dios posee tanto dinamismo y tanta empatía que hasta es capaz de afligirse cuando nosotros sufrimos aflicción. Así lo explica el profeta Isaías cuando dice lo siguiente:
“9 En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.” (Isa 63:9)
Es obvio que Abraham poseía una relación personal muy exquisita con Dios. Esta es una de las razones por las que él concluyó que la invitación al Monte Moriah tenía que ser una para adorar.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que afirmemos esa relación personal con el Eterno.
Al mismo tiempo, los creyentes en Cristo sabemos que la adoración requiere sacrificio. El Apóstol Pablo describe esto varios siglos después de la experiencia de Abraham en el Monte Moriah.
“1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Rom 12:1-2)
Reconocemos que este principio bíblico no nos invita a presentar sacrificios para alcanzar la salvación. Hay un solo sacrificio que nos puede salvar: el que Jesucristo ofreció por nosotros en la cruz del Calvario (Heb 4:12). Este pasaje del Apóstol Pablo describe sacrificios del cuerpo dentro del contexto de las transformaciones que tenemos que experimentar con lo que hacíamos con nuestros cuerpos antes de conocer al Señor.
Antes de ser salvados y perdonados por la sangre derramada por Cristo en el Calvario nuestros cuerpos eran utilizados para placeres pecaminosos. Desde entonces, nuestros cuerpos son el templo del Señor (1 Cor 6:19-20) y el Espíritu del Señor habita en nosotros (Rom 8:9). Es un privilegio que Dios nos otorga: glorificar a Cristo en nuestros cuerpos (Fil 1:20-21).
El paralelismo con la narrativa bíblica que encontramos en Génesis 22 es que cuando Isaac bajó del Monte Moriah junto a su padre, se convirtió en un ejemplo de sacrificio vivo para la gloria de Dios. Desde entonces Isaac tenía que prestar su cuerpo para el cumplimiento de la promesa.[6] Nosotros también debemos glorificar al Señor con nuestros cuerpos.
Nosotros hemos sido llamados a presentar nuestra mente en sacrificio. El mundo con sus placeres y entuertos siempre ha querido dominarla y controlarla. Sin embargo, el Evangelio nos ofrece un proceso de transformación del pensamiento entenebrecido (Efe 4:17-20) para que glorifiquemos al Señor con nuestros pensamientos (Col 3:1-11).
Nosotros hemos sido llamados a presentar nuestra voluntad en sacrificio. La Biblia dice que la naturaleza pecaminosa nos convirtió en hijos de ira por obedecer la voluntad de la carne (Efe 2:1-3). La presencia del Señor en nuestra vidas nos conmina a servir de buena voluntad, sabiendo que todo lo que hacemos lo hacemos para el Señor (Efe 6:6-7).
Los sacrificios vivos que quiere Dios somos nosotros mismos (Isaac es tipo de esto). Se trata de no vacilar ante el Señor si Él requiere el sacrificio de nuestros sueños, de nuestros anhelos y/o de nuestros deseos. Nada puede ser más importante que Dios. Esta es una de las tesis centrales que encontramos en la Carta a los Hebreos.
“20 Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Heb 13:20-21)
Esto representa entrar a una nueva clase de vida y relación con Dios en Cristo. Desde esta perspectiva nuestra adoración pública es el resultado de la privada.
También se trata de nuestros sacrificios de alabanza: nuestras vidas enteras en alabanza. Hay que recordar que Dios toma muy en serio nuestras palabras (Mt 12:36-37) y que es muy peligroso adorar sin compromiso y sin entendimiento.
“8 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.”(Mt 15:8)
La Biblia está llena de invitaciones a presentar esta clase de sacrificios.
“30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza. 31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;” (Sal 69:30-31)
“22 Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus obras con júbilo.” (Sal 107:22)
“108 Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca, Y me enseñes tus juicios.” (Sal 119:108)
Sabemos que existen ocasiones en las que no deseamos cantar y necesitamos pedirle al Espíritu que nos haga cantar (Col 3:16). Así mismo ocurre con la oración. Existen ocasiones en las que necesitamos ver la oración como una ofrenda de sacrificio para el Señor. La oración es vista en el Libro de Apocalípsis como incienso que sube al trono.
“8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;” (Apo 5:8)
Es en el libro de los Salmos que en ocasiones encontramos la oración como una expresión de adoración.
“1 Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; Escucha mi voz cuando te invocare. 2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde. ” (Sal 141:1-2)
Sacrificar oración es vivir una vida de oración. Decía A.W. Tozer que “la mejor expresión de oración es la vida en su totalidad. Nuestra oración será tan poderosa como nuestra vida y nuestra vida tan poderosa como nuestra oración.” (“Root of the righteous”, p.81)
La oración y la Palabra son herramientas claves para conseguir todo esto.
Abraham terminó ofreciendo su cuerpo, su mente y su voluntad al Todopoderoso.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que nos comprometamos a presentar nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras voluntades en sacrificio vivo. La profecía de Isaías nos invita a subir al monte del Señor para que nos comprometamos a presentar nuestros sueños, nuestra alabanza y nuestra oración en sacrificio vivo ante el Señor.
Al mismo tiempo, sabemos que Dios no cambia y que Él siempre ha exigido sacrificios de adoración.
“14 Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.” (1Cro 29:14)
Abraham conocía esto y es por eso que siempre estaba levantando altares para sacrificar adoración al Señor. Sabemos que en el caso del Monte Moriah Abraham pudo haber pensado inicialmente que el Dios que le había llamado desde la tierra de Ur de los caldeos le estaba pidiendo el sacrificio físico de su hijo Isaac. La narrativa del capítulo 22 del Libro de Génesis nos permite experimentar la sorpresa que Abraham se llevó en el Monte Moriah.
Ahora bien, ¿cuáles son los sacrificios del creyente que adora a Cristo? La Biblia responde a esta pregunta diciendo que se trata de sacrificios espirituales.
“5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1Ped 2:5)
Sabemos que algunos lectores pueden estar preguntándose qué relación existe entre la adoración del creyente y sus procesos de transformación. Las respuestas a esta pregunta son muy sencillas. En primer lugar, hay que entender que el propósito del ser humano es glorificar a Dios. Una de las reflexiones publicadas en el mes de enero de 2023 amplía esta respuesta.
“…..las confesiones de la fe Cristiana describen el propósito del ser humano, del creyente, utilizando otras expresiones. Las confesiones de fe Cristiana destacan que la finalidad del ser humano, nuestro propósito aquí es glorificar a Dios.” [7]
Un ejemplo de esto lo encontramos en el Catecismo de Westminster:
“P.1. ¿Cuál es el fin principal y más alto de la existencia del hombre?
R. El fin principal y más alto propósito de la existencia del hombre es glorificar a Dios y gozar
plenamente de él para siempre.”[8]
En segundo lugar, la transformación del creyente no puede divorciarse de este propósito santo. Abraham pudo experimentar este proceso en el Monte Moriah porque decidió adorar al Señor.
[1] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 694–695). Editorial Mundo Hispano.
[2] Temple, William. 1939. Readings in St. John’s Gospel, first series (London:McMillan), p. 68.
[3] Díaz Alfaro, Abelardo. Junio 25, 1916. Puerto Rico Evangélico (Ponce, PR), p. 12.
[4] Wiersbe. William W. 2000. Real Worship. Grand Rapids, (Michigan: Baker Books), p.26.
[5] Esquilín, Mizraim. 1995. El Despertar de la Adoración. Miami: Editorial Caribe.
[6] Wiersbe, Warren W.. Be Right (Romans): How to Be Right with God, Yourself, and Others (The BE Series Commentary) (p. 148). David C. Cook. Kindle Edition.
[7] https://iglesiaamec.org/blog/2023/01/18/reflexiones-de-esperanza-el-mensaje-del-profeta-isaias-conociendo-el-libro-el-proposito-de-dios-para-nuestras-vidas-parte-iv
[8] https://es.ligonier.org/recursos/credos-confesiones/el-catecismo-mayor-de-westminster/
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas
(Análisis de Isa 49:11: Pt. 7)
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)
Esta batería de reflexiones nos ha permitido visitar uno de los muchos montes que la Biblia identifica como lugares de encuentro con el Señor. El Monte Moriah, lugar al que peregrina Abraham para sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22:1-18), ha ocupado el centro de las reflexiones más recientes. Este es sin duda alguna uno de los montes que el Señor identifica en el verso 11 del capítulo 49 del Libro del profeta Isaías (ver el epígrafe).
El desarrollo de la exégesis del capítulo 22 del Libro de Génesis nos provocó dividir el mensaje de ese capítulo en tres (3) secciones:
- aspectos relevantes y enseñanzas inmediatas
- el análisis textual del pasaje y su mensaje directo
- el análisis conceptual del pasaje y sus mensajes indirectos
Los aspectos relevantes y enseñanzas inmediatas de este pasaje fueron presentados en nuestras primeras reflexiones acerca del Monte Moriah. En estas visitamos a Abraham como uno de los personajes principales de este pasaje bíblico, y las transformaciones que este lugar de encuentro propicia en la vida del creyente y de su relación con Dios.
El análisis textual de este pasaje y su mensaje directo, entre otras cosas sirvió para considerar 15 enseñanzas acerca de la adoración que se desprenden del análisis textual de ese capítulo 22 del Libro de Génesis. Todas estas enseñanzas giran alrededor de los procesos de transformación que experimenta el creyente en su vida de adoración cuando visita ese monte.
La tercera sección, la del análisis conceptual del pasaje y sus mensajes indirectos, es la que nos ocupa en esta reflexión. Una de las preguntas que nos formulamos al inicio de esta batería de reflexiones será utilizada para el desarrollo de este análisis: ¿cómo es que Abraham identifica el momento de prueba más grande de su vida como un momento para adorar a Dios? El mensaje del capítulo 22 de Génesis es claro.
“4 Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos. 5 Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros.” (Gen 22:4-5)
Esos versos dicen claramente que Abraham identificó el Monte Moriah como un lugar para ir a adorar (“shâchâh”, H7812). Esto es, un lugar para postrarse (Gén 18:2; Isa 51:23), para adorar (Gén 24:26), y/o para abatirse (Sal 42:6, 12; 43:5).[1] No sólo eso, sino que Abraham afirmó que Isaac y él regresarían de ese monte luego de haber rendido adoración.
Una de nuestras reflexiones anteriores sirvió para explicar por qué es que Abraham puede adorar en ese lugar. Vimos allí lo que el Dr. Charles Swindoll nos enseñó acerca de esto; que existen al menos tres razones por las que Abraham podía hacerlo:
- Enfoca en las promesas de Dios y no en las explicaciones (Heb 11:17-19)
- Enfoca en el poder de Dios y no en los recursos humanos (Rom 4:18-21)
- Enfoca en los propósitos divinos y no en sus deseos.
Estas razones muy bien pueden explicar por qué Abraham puede adorar en el Monte Moriah. No obstante, aún no nos hemos detenido a identificar cómo es que Abraham llega a la conclusión de que el Monte Moriah es un lugar para adorar, sin siquiera saber qué es lo que habría de suceder allí.
La respuesta a esta pregunta muy bien puede ser extraída de la interpretación que el escritor de la Carta a Los Hebreos nos ofrece acerca de esta narrativa.
“17 Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18 habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19 pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.” (Heb 11:17-19)
Sin embargo, es muy probable que las respuestas para estos planteamientos nos requieran regresar a analizar algunos conceptos básicos de la adoración. Comencemos con algunas definiciones que hemos hecho nuestras a los largo de los últimos 60 años. A continuación tres (3) de estas:
“La adoración es la sumisión de toda nuestra naturaleza a Dios; la revitalización de nuestra conciencia por su santidad; la alimentación de la mente por su verdad, la purificación de la imaginación por su belleza; abrir el corazón a su amor y rendir nuestra voluntad a sus propósitos. La reunión de todo esto en adoración es la mayor expresión posible de todas aquellas expresiones de las que somos capaces.”[2] (William Temple)
“Conocer a Dios con la razón es admirarle en sus obras; conocer a Dios con el corazón es amarle por su bondad; conocer a Dios con la voluntad es imitarle en su santidad y en sus propósitos. La verdadera adoración comprende este triple conocimiento de Dios, el cual se manifiesta en el creyente por medio de la admiración, el amor y la perfección espiritual.” [3] (Abelardo Díaz Morales: definición Puertorriqueña)
“Worship is the believer’s response of all that they are- mind, emotions, will and body- to what God is and says and does. This response has its mystical side in subjective experience and its practical side in objective obedience to God’s revealed will. Worship is a loving response that is balanced by the fear of the Lord, and it is a deepening response as the believers comes to know God better.”[4] (Warren Wiersbe)
Estas definiciones son extraordinarias y muy reveladoras. Nosotros desarrollamos el análisis y la discusión de cada una de estas en otras baterías de reflexiones publicadas durante la última década del siglo 20 y la primera década del siglo 21. De hecho, hay un libro publicado sobre estos análisis: “El Despertar de la Adoración.”[5]
La última de estas definiciones señala que la adoración posee una respuesta subjetiva y otra práctica u objetiva. La objetiva obedece al establecimiento de la doctrina bíblica, algo que no puede ser cambiado. La respuesta subjetiva obedece a la experiencia personal que posee cada uno de los creyentes que adora al Señor. Dicho de otra manera, cien creyentes adorando en un mismo lugar pueden experimentar cien respuestas distintas ante la presencia de Aquél al que adoramos. No obstante, ninguno de ellos puede adorar fuera de los principios bíblicos establecidos.
Ahora bien, uno de los datos que encontramos del análisis conceptual del pasaje del Libro de Génesis que estamos estudiando aquí y sus mensajes indirectos es que la adoración posee dos dimensiones. En la dimensión vertical adoramos a Dios, mientras que en la horizontal, impactamos lo que está alrededor nuestro. Abraham vivió esta experiencia a tal punto que todavía nos gozamos repitiendo que el Señor es nuestro proveedor (Gén 22:14) y que en Jesucristo, la simiente de Abraham, son benditas todas las naciones de la tierra.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que conozcamos estas dos dimensiones.
Otro dato fundamental es que no se puede adorar a Dios sin una relación personal con Él. La experiencia que Abraham tiene con Dios en el Monte Moriah es única en términos de lo que se le pidió hacer al Padre de la fe. Sin embargo, esta no fue la primera experiencia que Abraham tuvo con Dios. Abraham había tenido experiencias previas con el Señor. Abraham conocía a Dios y sabía en su corazón lo que ahora nosotros conocemos por la Palabra: Dios es un Dios personal, dinámico, con voluntad y acción.
“3 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho.” (Sal 115:3)
Nuestro Dios posee tanto dinamismo y tanta empatía que hasta es capaz de afligirse cuando nosotros sufrimos aflicción. Así lo explica el profeta Isaías cuando dice lo siguiente:
“9 En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su faz los salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad.” (Isa 63:9)
Es obvio que Abraham poseía una relación personal muy exquisita con Dios. Esta es una de las razones por las que él concluyó que la invitación al Monte Moriah tenía que ser una para adorar.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que afirmemos esa relación personal con el Eterno.
Al mismo tiempo, los creyentes en Cristo sabemos que la adoración requiere sacrificio. El Apóstol Pablo describe esto varios siglos después de la experiencia de Abraham en el Monte Moriah.
“1 Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. 2 No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Rom 12:1-2)
Reconocemos que este principio bíblico no nos invita a presentar sacrificios para alcanzar la salvación. Hay un solo sacrificio que nos puede salvar: el que Jesucristo ofreció por nosotros en la cruz del Calvario (Heb 4:12). Este pasaje del Apóstol Pablo describe sacrificios del cuerpo dentro del contexto de las transformaciones que tenemos que experimentar con lo que hacíamos con nuestros cuerpos antes de conocer al Señor.
Antes de ser salvados y perdonados por la sangre derramada por Cristo en el Calvario nuestros cuerpos eran utilizados para placeres pecaminosos. Desde entonces, nuestros cuerpos son el templo del Señor (1 Cor 6:19-20) y el Espíritu del Señor habita en nosotros (Rom 8:9). Es un privilegio que Dios nos otorga: glorificar a Cristo en nuestros cuerpos (Fil 1:20-21).
El paralelismo con la narrativa bíblica que encontramos en Génesis 22 es que cuando Isaac bajó del Monte Moriah junto a su padre, se convirtió en un ejemplo de sacrificio vivo para la gloria de Dios. Desde entonces Isaac tenía que prestar su cuerpo para el cumplimiento de la promesa.[6] Nosotros también debemos glorificar al Señor con nuestros cuerpos.
Nosotros hemos sido llamados a presentar nuestra mente en sacrificio. El mundo con sus placeres y entuertos siempre ha querido dominarla y controlarla. Sin embargo, el Evangelio nos ofrece un proceso de transformación del pensamiento entenebrecido (Efe 4:17-20) para que glorifiquemos al Señor con nuestros pensamientos (Col 3:1-11).
Nosotros hemos sido llamados a presentar nuestra voluntad en sacrificio. La Biblia dice que la naturaleza pecaminosa nos convirtió en hijos de ira por obedecer la voluntad de la carne (Efe 2:1-3). La presencia del Señor en nuestra vidas nos conmina a servir de buena voluntad, sabiendo que todo lo que hacemos lo hacemos para el Señor (Efe 6:6-7).
Los sacrificios vivos que quiere Dios somos nosotros mismos (Isaac es tipo de esto). Se trata de no vacilar ante el Señor si Él requiere el sacrificio de nuestros sueños, de nuestros anhelos y/o de nuestros deseos. Nada puede ser más importante que Dios. Esta es una de las tesis centrales que encontramos en la Carta a los Hebreos.
“20 Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21 os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.” (Heb 13:20-21)
Esto representa entrar a una nueva clase de vida y relación con Dios en Cristo. Desde esta perspectiva nuestra adoración pública es el resultado de la privada.
También se trata de nuestros sacrificios de alabanza: nuestras vidas enteras en alabanza. Hay que recordar que Dios toma muy en serio nuestras palabras (Mt 12:36-37) y que es muy peligroso adorar sin compromiso y sin entendimiento.
“8 Este pueblo de labios me honra; Mas su corazón está lejos de mí.”(Mt 15:8)
La Biblia está llena de invitaciones a presentar esta clase de sacrificios.
“30 Alabaré yo el nombre de Dios con cántico, Lo exaltaré con alabanza. 31 Y agradará a Jehová más que sacrificio de buey, O becerro que tiene cuernos y pezuñas;” (Sal 69:30-31)
“22 Ofrezcan sacrificios de alabanza, Y publiquen sus obras con júbilo.” (Sal 107:22)
“108 Te ruego, oh Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca, Y me enseñes tus juicios.” (Sal 119:108)
Sabemos que existen ocasiones en las que no deseamos cantar y necesitamos pedirle al Espíritu que nos haga cantar (Col 3:16). Así mismo ocurre con la oración. Existen ocasiones en las que necesitamos ver la oración como una ofrenda de sacrificio para el Señor. La oración es vista en el Libro de Apocalípsis como incienso que sube al trono.
“8 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; todos tenían arpas, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos;” (Apo 5:8)
Es en el libro de los Salmos que en ocasiones encontramos la oración como una expresión de adoración.
“1 Jehová, a ti he clamado; apresúrate a mí; Escucha mi voz cuando te invocare. 2 Suba mi oración delante de ti como el incienso, El don de mis manos como la ofrenda de la tarde. ” (Sal 141:1-2)
Sacrificar oración es vivir una vida de oración. Decía A.W. Tozer que “la mejor expresión de oración es la vida en su totalidad. Nuestra oración será tan poderosa como nuestra vida y nuestra vida tan poderosa como nuestra oración.” (“Root of the righteous”, p.81)
La oración y la Palabra son herramientas claves para conseguir todo esto.
Abraham terminó ofreciendo su cuerpo, su mente y su voluntad al Todopoderoso.
Desde esta perspectiva podemos concluir que la profecía de Isaías entonces nos invita a subir al monte del Señor para que nos comprometamos a presentar nuestros cuerpos, nuestras mentes y nuestras voluntades en sacrificio vivo. La profecía de Isaías nos invita a subir al monte del Señor para que nos comprometamos a presentar nuestros sueños, nuestra alabanza y nuestra oración en sacrificio vivo ante el Señor.
Al mismo tiempo, sabemos que Dios no cambia y que Él siempre ha exigido sacrificios de adoración.
“14 Porque ¿quién soy yo, y quién es mi pueblo, para que pudiésemos ofrecer voluntariamente cosas semejantes? Pues todo es tuyo, y de lo recibido de tu mano te damos.” (1Cro 29:14)
Abraham conocía esto y es por eso que siempre estaba levantando altares para sacrificar adoración al Señor. Sabemos que en el caso del Monte Moriah Abraham pudo haber pensado inicialmente que el Dios que le había llamado desde la tierra de Ur de los caldeos le estaba pidiendo el sacrificio físico de su hijo Isaac. La narrativa del capítulo 22 del Libro de Génesis nos permite experimentar la sorpresa que Abraham se llevó en el Monte Moriah.
Ahora bien, ¿cuáles son los sacrificios del creyente que adora a Cristo? La Biblia responde a esta pregunta diciendo que se trata de sacrificios espirituales.
“5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1Ped 2:5)
Sabemos que algunos lectores pueden estar preguntándose qué relación existe entre la adoración del creyente y sus procesos de transformación. Las respuestas a esta pregunta son muy sencillas. En primer lugar, hay que entender que el propósito del ser humano es glorificar a Dios. Una de las reflexiones publicadas en el mes de enero de 2023 amplía esta respuesta.
“…..las confesiones de la fe Cristiana describen el propósito del ser humano, del creyente, utilizando otras expresiones. Las confesiones de fe Cristiana destacan que la finalidad del ser humano, nuestro propósito aquí es glorificar a Dios.” [7]
Un ejemplo de esto lo encontramos en el Catecismo de Westminster:
“P.1. ¿Cuál es el fin principal y más alto de la existencia del hombre?
R. El fin principal y más alto propósito de la existencia del hombre es glorificar a Dios y gozar
plenamente de él para siempre.”[8]
En segundo lugar, la transformación del creyente no puede divorciarse de este propósito santo. Abraham pudo experimentar este proceso en el Monte Moriah porque decidió adorar al Señor.
[1] Chávez, M. (1992). En Diccionario de hebreo bı́blico (1. ed., pp. 694–695). Editorial Mundo Hispano.
[2] Temple, William. 1939. Readings in St. John’s Gospel, first series (London:McMillan), p. 68.
[3] Díaz Alfaro, Abelardo. Junio 25, 1916. Puerto Rico Evangélico (Ponce, PR), p. 12.
[4] Wiersbe. William W. 2000. Real Worship. Grand Rapids, (Michigan: Baker Books), p.26.
[5] Esquilín, Mizraim. 1995. El Despertar de la Adoración. Miami: Editorial Caribe.
[6] Wiersbe, Warren W.. Be Right (Romans): How to Be Right with God, Yourself, and Others (The BE Series Commentary) (p. 148). David C. Cook. Kindle Edition.
[7] https://iglesiaamec.org/blog/2023/01/18/reflexiones-de-esperanza-el-mensaje-del-profeta-isaias-conociendo-el-libro-el-proposito-de-dios-para-nuestras-vidas-parte-iv
[8] https://es.ligonier.org/recursos/credos-confesiones/el-catecismo-mayor-de-westminster/
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Dios le bendiga, durante estos tres años que vengo viendo sus programas he aumentado mi conocimiento para la gloria de Dios. Que el Señor lo siga usando con poder a usted y a cada uno de sus lideres.