928 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 26 de Noviembre de 2023

928 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII •  26 de Noviembre de 2023
El mensaje del profeta Isaías: conociendo el libro el propósito de Dios para nuestras vidas (Análisis de Isa 49:11: Pt. 8)

 
“11 Y convertiré en camino todos mis montes, y mis calzadas serán levantadas.” (Isa 49:11, RV 1960)

Las reflexiones acerca del verso once del capítulo 49 del Libro de Isaías nos han conducido al análisis de algunos montes que aparecen en las narrativas bíblicas y que han sido identificados como lugares de encuentro con el Señor. La profecía de Isaías establece que Dios ha prometido utilizar esos lugares de encuentro para transformar nuestros caminos: nuestros “derek” (H1870).

Repetimos que ese concepto hebreo (“derek”) describe mucho más que los caminos por los que transitamos. Ese concepto hebreo sirve para describir distancias, modales, dirección, estilos de vida, hábitos, costumbres, enseñanzas, conversaciones, el curso de la vida, acciones morales y el carácter.[1] En otras palabras, que la profecía de Isaías anuncia que los encuentros con Dios procuran transformar mucho más que las rutas por las que decidimos caminar. Se trata de una transformación holística, completa, de todo lo que somos, lo que hacemos, sentimos y pensamos.

Nuestras reflexiones más recientes fueron enfocadas en la narrativa que encontramos en el capítulo 22 del Libro de Génesis: particularmente el viaje al Monte Moriah, lugar al que Abraham peregrinó para sacrificar a su hijo Isaac (Gén 22:1-18).

En esta reflexión pretendemos comenzar a analizar el monte más amado por aquellos que hemos recibido a Cristo Jesús como nuestro Salvador y nuestro Señor: el Monte Calvario. Sin duda alguna que este es el lugar más excelso para encontrarnos con el Señor y el escenario que más nos provoca a dar gracias a Dios. Esto es así porque es en ese lugar que podemos ver y experimentar la demostración más intensa y más profunda del amor de Dios por nosotros:

“8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Rom 5:8)

Sabemos que el Monte Calvario es un lugar histórico y que las referencias bíblicas de este son reales y tangibles. Sin embargo, debemos comenzar diciendo que la Biblia no utiliza el nombre del Monte Calvario en ninguna de sus narrativas. No obstante, al mismo tiempo hay que afirmar que las inferencias acerca de este lugar como un monte son incuestionables.

Otro elemento que debemos traer a la consideración de los lectores es la cantidad de hipótesis acerca de cuál de todos los lugares identificados en Israel fue el escenario real para la crucifixión de nuestro Señor. Hay un excelente artículo acerca de esta discusión en la Enciclopedia Católica: “Mount Calvary.”[2]

Con el propósito de poder presentar algunas conclusiones sólidas acerca de este tema debemos comenzar viendo lo que dicen los Evangelios acerca del lugar en el que nuestro Señor fue crucificado:

“33 Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota, que significa: Lugar de la Calavera, 34 le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; pero después de haberlo probado, no quiso beberlo. 35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes, para que se cumpliese lo dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.” (Mat 27:33-35)

“22 Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. 23 Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó. 24 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes sobre ellos para ver qué se llevaría cada uno. 25 Era la hora tercera cuando le crucificaron.” (Mcs 15:22-25)

“17 Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, y en hebreo, Gólgota; 18 y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.” (Jn 19:17-18)

“33 Y cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera, le crucificaron allí, y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.” (Lcs 23:33-34)

Comenzamos señalando que el nombre Gólgota proviene del arameo (Golgotha) y significa cráneo. A su vez, el nombre Calvario proviene del concepto griego “kranion” (G2898). O sea, que es la traducción al griego del concepto Golgotha. El concepto Calvario no aparece en las versiones bíblicas en español. No obstante sí aparece en  algunas versiones anglosajonas (Lcs 23:33).

Por otro lado, existen documentos del principio quinto siglo de la era cristiana en la que se identifica el lugar de la crucifixión como “the rock of Golgotha” (la roca del Gólgota).[3] Este era un lugar catalogado como la colina de la muerte y lugar en el que se podían encontrar muchos huesos de personas que habían fallecido. [4]

Los Protestantes creemos que hay un lugar así, que cumple con todas las descripciones bíblicas, a las afueras de la ciudad antigua de Jerusalén. Aquellos que hemos visitado ese lugar, también conocido como el Calvario de Gordon,[5] estamos convencidos de que ese es el lugar en el que ocurrió el sacrificio de Cristo Jesús en la cruz del Calvario. Se trata de un lugar fuera de la ciudad (Heb 13:12), cerca de una de las puertas, la que se llama Damasco.
 
Es muy importante destacar que el lugar de ese sacrificio nunca tendrá mucha importancia. Lo que sí posee toda nuestra atención es el hecho de nuestro Señor murió por nosotros en la cruz para que pudiéramos ser perdonados de nuestros pecados, salvados, reconciliados con Dios, justificados por la fe y recibir así el regalo de la vida eterna (Rom 6:23).

Acercarse al Monte Calvario, al monte de la Calavera, es acercarse al más excelso lugar de encuentro con el Señor que ha existido en la historia de los seres humanos. Sabemos que el espectáculo que el imperio romano y los líderes religiosos de Jerusalén ensamblaron allí no fue uno agradable a la vista de ningún ser humano. De hecho, la Biblia adelantó siglos antes de que ocurriera este sacrificio que las condiciones físicas de Jesús en ese lugar no serían nada atractivas.

“No había nada hermoso ni majestuoso en su aspecto, nada que nos atrajera hacia él. 3 Fue despreciado y rechazado: hombre de dolores, conocedor del dolor más profundo. Nosotros le dimos la espalda y desviamos la mirada; fue despreciado, y no nos importó.” Isa 53:2-3, NTV)

En cambio, aquellos que recibimos el regalo de la salvación que se produjo allí, encontramos hoy que ese lugar es el más hermoso de la tierra. El plan eterno para nuestra salvación requirió la existencia del Monte Calvario.

Un pastor afroamericano ha dicho que hay cinco (5) milagros de gracia que sólo ocurren en el Calvario. [6]

  • El Calvario fue el lugar en el que amor divino encontró al pecador (Jn 3:16)
  • El Calvario fue el lugar en el que la Maravillosa Gracia fue revelada a todo aquel que acepta por fe la obra consumada (terminada) de nuestro Señor Jesucristo (Efe 2:8-9)
  • El Calvario es el lugar en el que el precio necesario para cancelar el pecado fue pagado en su totalidad (Rom 6:23; 1 Cor 7:23).
  • El Calvario fue el lugar en el que Satanás fue derrotado, tal y como fue anunciado por Dios en el libro del Génesis (Gén 3:15; Heb 2:14-15).
  • El Calvario es el lugar en el que se determinó el destino del ser humano: aquellos que creen para salvación (Jn 5:24; Rom 10:10; Heb 5:9) y los que no creen para condenación (Jn 5:29; Rom 5:16-19).
 
Quizás, la manera más clara para poder entender la magnitud de los beneficios que obtenemos cuando revisitamos el Monte Calvario, es echando mano de los postulados bíblicos y teológicos que emanan del sacrificio de Cristo en la cruz que fue enclavada allí. Nos parece que nadie ha sido más efectivo en resumir estos postulados que el Dr. John R. W. Stott (1921-2011). Uno de sus libros, “The Cross of Christ”,[7] se ha convertido en una joya literaria.
 
En una de sus frases célebres acerca de la cruz Stott nos invita a considerar que la cruz del Calvario es como una llama ardiente en cuya flama nuestro amor es encendido, pero que se requiere que nosotros estemos cerca de esta para que su chispa caiga en nosotros.

“The cross is the blazing fire at which the flame of our love is kindled, but we have to get near enough for its sparks to fall on us.”[8]

En otras expresiones acerca de lo que sucedió en el Monte Calvario, el Profesor Stott dijo lo siguiente: [9]

“I could never myself believe in God, if it were not for the cross. The only God I believe in is the One Nietzsche ridiculed as 'God on the cross.' In the real world of pain, how could one worship a God who was immune to it? I have entered many Buddhist temples in different Asian countries and stood respectfully before the statue of the Buddha, his legs crossed, arms folded, eyes closed, the ghost of a smile playing round his mouth, a remote look on his face, detached from the agonies of the world. But each time after a while I have had to turn away. And in imagination I have turned instead to that lonely, twisted, tortured figure on the cross, nails through hands and feet, back lacerated, limbs wrenched, brow bleeding from thorn-pricks, mouth dry and intolerably thirsty, plunged in Godforsaken darkness. That is the God for me! He laid aside his immunity to pain. He entered our world of flesh and blood, tears and death. He suffered for us. Our sufferings become more manageable in the light of his. There is still a question mark against human suffering, but over it we boldly stamp another mark, the cross that symbolizes divine suffering. 'The cross of Christ ... is God’s only self-justification in such a world’[10] as ours....”

“The other gods were strong; but thou wast weak; they rode, but thou didst stumble to a throne; But to our wounds only God’s wounds can speak, And not a god has wounds, but thou alone.”[11]  (Traducción libre)

Yo nunca podría creer en Dios, si fuera por la cruz. El único Dios en el que yo creo es en Aquél que Nietzsche ridiculizó como ‘Dios en la cruz.’ En el mundo real del dolor, ¿cómo uno podría adorar a un Dios que fuera inmune a esto?  He entrado a muchos templos Budistas en diferentes países Asiáticos y me he parado respetuosamente ante la estatua de Buda, sus piernas cruzadas, sus brazos entrecruzados, ojos cerrados, el fantasma de una sonrisa jugando alrededor de su boca, con una remota mirada en su rostro, indiferente, separado de las agonías de este mundo. Pero en cada ocasión, después de un rato, tengo que dar la espalda. Y en la imaginación en cambio, me he vuelto a esa figura solitaria, torcida, torturada en la cruz, clavos através de sus manos y sus pies, espalda lacerada, sus extremidades torcidas o desgarradas, cejas sangrando a causa de la corona de espinas, boca seca e intolerablemente sediento, sumergido en las tinieblas del abandono de Dios. ¡Ese es Dios para mí! Él echó a un lado su inmunidad al dolor. Él entró a nuestro mundo de carne y sangre, lágrimas y muerte. Él sufrió por nosotros. Nuestros sufrimientos son más manejables a la luz de los suyos. Todavía hay un signo de interrogación en contra del sufrimiento humano, pero sobre este audazmente estampamos otra marca, la cruz que significa sufrimiento divino. ‘La cruz de Cristo… es la única auto justificación de Dios en un mundo así’.”

“Los otros dioses eran fuertes; pero tú eras débil; ellos cabalgaron, pero tú tropezaste con un trono; pero sólo las heridas de Dios pueden hablar a nuestras heridas, y ningún dios tiene heridas sino tú solo.”

Es obvio que estas expresiones del siempre recordado Dr. Stott nos permiten concluir que existen varias razones por las que subimos al Monte Calvario. Una de ellas es para mantenernos cerca del fuego del amor de Dios. Otra, para encontrar herramientas para trabajar con nuestras experiencias de dolor y para hallar alivio para el cuerpo, el alma y el espíritu que está sufriendo dolor.

No obstante, reconocemos que existen otras razones para hacer nuestra la invitación que nos hace el profeta Isaías y acceder a subir al Calvario para encontrar allí otras respuestas para las muchas interrogantes que a veces nos trae la vida. El análisis de algunas de estas será el objeto de nuestra próxima reflexión.
 

[1] Whitaker, R., Brown, F., Driver, S. R. (Samuel R., & Briggs, C. A. (Charles A. (1906). En The Abridged Brown-Driver-Briggs Hebrew-English Lexicon of the Old Testament: from A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament by Francis Brown, S.R. Driver and Charles Briggs, based on the lexicon of Wilhelm Gesenius. Houghton, Mifflin and Company.
[2] https://www.newadvent.org/cathen/03191a.htm
[3] https://as.nyu.edu/content/dam/nyu-as/history/documents/historians/Historian2010.pdf, p.18.
[4] https://www.forgottenbooks.com/es/download/GolgothaandtheHolySepulchre_10237132.pdf
[5] https://www.bibleplaces.com/gardentomb/
[6] Rev. Dr. Plez Lovelady, Pastor Rector de la Iglesia Southside Baptist en Elkhart, Indiana y Canciller de Beulah Bible College & Seminary https://www.linkedin.com/pulse/strength-today-significance-calvary-luke-2333-lovelady-jr-phd#:~:text=You will only find the,crucified outside of Old Jerusalem
[7] Stott, John. The Cross of Christ. Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1986.
[8] https://www.azquotes.com/quote/707459
[9] Stott, John. The Cross of Christ. InterVarsity Press. Kindle Edition, loc 6749.
[10] Esta es una cita directa de un trabajo de P. T. Forsyth, Justification of God, p.32.
[11] Stott, John. Op. cit., loc 6775. Est es una cita de un documento escrito por Edward Shillito, Jesus of the Scars, publicado luego de la Primera Guerra Mundial y citado por William Temple en sus Sermones acerca del Evangelio de Juan, pp.384–385.


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