Reflexiones de Esperanza: La carta los Efesios - Pablo características del Apóstol de los gentiles

“1 Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en Efeso:” (Efe 1:1)

Hablar del Apóstol Pablo es hablar de una de las figuras de mayor reconocimiento y más preponderantes de toda la historia de la humanidad. Esto es así porque para hablar de este hombre se tienen que utilizar muchos de los carriles del quehacer y del saber humano. Podemos hablar de Pablo el filósofo o de Pablo el escritor. Podemos hablar de Pablo el ciudadano romano nacido en Tarso de Cilicia. Podemos hablar de Pablo el líder religioso, podemos hablar de Pablo el misionero, de Pablo el fariseo o podemos hablar de Pablo el predicador. Cada una de las especialidades que observamos en ese Apóstol se presta para discusiones interminables y de alto nivel.

En esta reflexión no estaremos analizando el apostolado paulino. Eso lo haremos en otra reflexión. En esta reflexión nos circunscribiremos al análisis de la personalidad de Pablo como predicador del Evangelio. Esto es, tratar de responder a una pregunta fundamental:¿qué clase de predicador era Pablo? Buscar respuestas a esta pregunta nos permitirá tener una visión un poco más precisa de ese extraordinario hombre de Dios y de las cartas que dejó escritas.
Para poder responder con sobriedad y responsabilidad a esta pregunta, tenemos que visitar los textos del Nuevo Testamento. El análisis de estos nos proveerá algunos ángulos muy interesantes que nos ayudarán a sustentar nuestras opiniones y a ensamblar nuestras respuestas.

Darrell Buck y Roy B. Zuck son dos de los más reconocidos eruditos en el campo de la Teología Sistemática posmoderna. Sus cátedras en el Seminario Teológico de Dallas han servido como púlpitos para algunas de las exposiciones teológicas más elocuentes de las que yo haya podido estudiar. Sus enseñanzas son simplemente magistrales. Sin embargo, me pareció muy interesante conocer sus expresiones acerca de las peripecias que admiten haber tenido que hacer para entender el pensamiento paulino.

El Dr. Buck señala lo siguiente en uno de sus libros:

“Cuando uno lee el Nuevo Testamento, y especialmente las cartas de un escritor complejo como el Apóstol Pablo, frecuentemente surge una pregunta (que a menudo esconde un toque de frustración). Esta es, “¿Por qué Dios no reveló Su Palabra utilizando proposiciones estrictas y dentro de un orden lógico, como una teología sistemática?” Este pensamiento usualmente asume que esa clase de revelación pudiera haber resuelto muchos de los problemas que tenemos en el quehacer teológico de hoy. No obstante, esa pregunta ignora un dato del Nuevo Testamento. Este no fue escrito como un ejercicio en abstracción, ni como respuestas a unas peguntas filosóficas. [Fue escrito] como teología pastoral, formulado para tratar con los issues (asuntos) y las situaciones cotidianas de la vida en el primer siglo.”[1] (Traducción libre)

¿No le parece interesante? Saber que teólogos reconocidos, entrenados para explicarnos estas cosas y con vasta experiencia en la materia, se pregunten por qué Pablo no recibe de Dios proposiciones estrictas con un orden que nos parezca lógico. Sin duda, tal y como dicen ellos, esto resolvería muchos problemas que enfrentamos en el quehacer teológico. Ahora bien, las expresiones de estos eruditos incluyen también la respuesta a esta pregunta. El Apóstol Pablo no se sentó a escribir sus cartas como quien se sienta a preparar un curso académico. Buck señala que Pablo tampoco lo hace tratando de responder a las presiones filosóficas que comenzaban a pulular sobre la vida de la Iglesia en el primer siglo de la era Cristiana. El Dr. Buck tiene toda la razón cuando esgrime que el Apóstol Pablo escribe como un ser humano que se enfrenta a los asuntos y las situaciones del quehacer diario de una Iglesia que se enfrenta a uno de los siglos más tumultuosos de la historia; el primer siglo de la Era Cristiana. Es ese el siglo del nacimiento de Cristo. Ese es el siglo de Augusto César, Tiberio, Calígula y Nerón como emperadores del imperio romano. Ese es el siglo de la caída y la destrucción de la ciudad de Jerusalén. Estos son solo algunos ejemplos de lo que sucedió en el primer siglo de la era Cristiana.

Pablo escribe la carta a Los Efesios estando preso por causa del Evangelio. Esto le sucedía con mucha frecuencia. Es en medio de esto que Pablo se ve “obligado por el Espíritu Santo” a formular alternativas para lidiar con todas estas realidades. El concepto teológico que describe esto se llama “teología pastoral.”

Es interesante saber que cuando Pablo escribe desde la prisión, no podía permitir que la incertidumbre acerca de lo que le depararía el futuro obscureciera su confianza en un Dios soberano. Esa confianza se traduce en todas sus cartas como expresiones de certeza de su triunfo final, sin darle importancia a lo que pudiese acontecer en el futuro inmediato. ¿Cómo maneja usted su vida? ¿Se parece su vida ala del Apóstol Pablo?

Pablo era capaz de regocijarse en situaciones en las que muchos desesperarían. Lo hacía sabiendo que nada podría destruir aquello que Dios había hecho en Cristo Jesús, tanto en esa nueva comunidad que Dios había creado llamada Iglesia, así como en los individuos que forman parte de esa comunidad. Esa es una de las ideas centrales de la Carta a los Efesios. Es por esto que muchos eruditos han llamado esta carta “el evangelio para la Iglesia.”

Pablo también sabía que Cristo, como Mediador, en su soberanía divina, sirve como Capacitador (“enabler”) del creyente, de manera que en Él, en Cristo, tengamos disponible todo aquello que podamos necesitar en esta vida para honrar a Dios.

Esa es una de las ideas centrales de la Carta a los Colosenses. Es más, el Dr. Zuck apunta al hecho de que la vida de Jesús trasforma las relaciones en todas las clases sociales. Esto es, según aprendemos a vivir la vida a la luz del perdón y de la reconciliación. Esta es la esencia del compañerismo cristiano. Esta es también una de las ideas centrales de la Carta a Filemón.

Es por esto que Pablo podía regocijarse en cualquier situación exhortando a los creyentes a reconocer su ciudadanía celestial, una ciudadanía que trasciende cualquier circunstancia y/o sufrimiento que podamos enfrentar en esta vida. Esta es una de las ideas centrales de su Carta a los Filipenses.

¿Quién era Pablo? ¿Quién era este hombre? ¿De dónde sacaba su fuerza para confiar en Dios? ¿Cuál es su trasfondo y dónde fue entrenado? ¿De qué áreas de su personalidad se sirve Dios para formar en él el carácter de un Apóstol? De la información bíblica sabemos que nació en Tarso de Cilicia, y que fue educado a los pies del Rabino Gamaliel (Hch 22:3). También sabemos que era de la tribu de Benjamín y que era fariseo (Fil 3:5). Sabemos que era enemigo del Cristianismo y que no le temblaban las manos para tratar con violencia a los creyentes (Hch 9:1).

En el texto de la Carta a los Colosenses (1:24 -2:2), encontramos algo que podemos decir de este Apóstol; Pablo era un predicador sufrido (“Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia;”). Pablo era un predicador experimentado en sufrimientos. De hecho, desde que fue escogido por el Señor se le anunció lo mucho que necesitaría sufrir por Jesucristo (Hchs 9:15-16). El mismo Apóstol nos regala un pequeño resumen de sus experiencias de dolor en 2 Corintios 11:23-29.

Esos sufrimientos no pudieron quitarle el gozo al Apóstol. En medio de todas esas experiencias de dolor se le escuchaba gritar que para él el vivir es Cristo y que morir es una ganancia (Fil 1:21). Un poco más tarde, en esa misma carta a los Filipenses encontramos su exhortación a participar de los sufrimientos de Cristo (Fil 3:8-10). Podemos decir que Pablo sufrió físicamente. En la Carta a los Gálatas (Gal 6:17) observamos un ejemplo de ello en su queja por padecer de la vista. En 2 Corintios (2 Cor 12:23-27) leemos acerca de las marcas que lleva en su cuerpo a causa del Evangelio.

Pablo también sufrió emocionalmente. En 2 Corintios 2:4 leemos acerca de las lágrimas que esa Iglesia le hizo derramar. Ahora bien, su meta no cambió con el paso y ni con el sufrimiento de los años. Por el contrario, podemos observar que decide gozarse por lo que padece. ¿Es que estaba loco? No. Es que estaba lleno de la presencia de Dios y esa Presencia le ayudó a cambiar los espejuelos con los que miraba el sufrimiento. Pablo no podía ver el sufrimiento como un signo de debilidad en su fe y mucho menos atribuir despropósito alguno a esas experiencias (Rom 8:28). Que poderoso resulta un sermón en los labios de alguien experimentado y victorioso en el sufrimiento.

Pablo era un predicador lleno de gozo. La carta a los Filipenses posee extraordinarias invitaciones a gozarse y regocijarse en el Señor (Fil 2:17-18; 3:1 y 4:4). Él se gozaba por las cosas más sencillas e increíbles de la vida en Cristo y éstas le invitaban a demostrarlo en la proclamación. Por ejemplo, él se gozaba de que sus dolores de cabeza pudieran en alguna medida estimular a otros en la fe. Esto es, una visión del dolor como una herramienta pedagógica y ejemplarizante. Esto le provocaba una alegría inmensa, pues entendía que lo más importante para un creyente es estar muy firme en la fe; hasta alcanzar la corona de la vida. Pablo demostraba esto en su predicación. Qué poderoso resulta un sermón en los labios de aquellos que se gozan de forma genuina en la presencia de Dios sin permitir que las experiencias de la vida le roben ese gozo.

Pablo era un predicador muy consciente del mensaje y del mensajero. Este Apóstol vivía convencido de que él no se había escogido a sí mismo; Dios le había seleccionado para una tarea tan excelsa como lo es la proclamación de la Palabra de Dios. En Colosenses 1:25 se señala que había sido hecho ministro para anunciar la Palabra de Dios. Pablo no compró ese título, ni tuvo que pagar para que le ordenaran Apóstol o ministro. Él sabía que era un privilegio que se le había concedido por gracia de Dios. Qué bueno e inspirador es escuchar la predicación de aquellos que no se han llamado a sí mismos; que viven conscientes del llamado de Dios y que actúan con responsabilidad ante ello.

Pablo era un predicador bíblico. Un prueba de ello es el resultado que se obtiene al analizar la cantidad de citas bíblicas del Antiguo Testamento que forman parte de sus exposiciones. Pablo no solo conocía bien las Escrituras y había sido instruido en ellas (por un rabino llamado Gamaliel (Hchs 22:3), sino que trazaba bien la Palabra y exigía a sus discípulos que ésta fuera usada bien (2 Tim 2:15). Es más, pedía oración para que cuando fuera a abrir su boca pudiera tener a flor de labios una palabra que pudiera dar a conocer el misterio del Evangelio (Efe 6:17-19). En 2 Cor 4:1-6 subraya la necesidad de no adulterar la palabra. No creo que hace falta enfatizar mucho la bendición que disfrutamos al oír una predicación biblio-céntrica.
Pablo era un predicador evangélico. El anunciaba Cristo y a este crucificado (1 Cor 1:23; 2:2) Este Apóstol vivía anunciando que no se avergonzaba del Evangelio porque éste es poder de Dios para salvación (Rom 1:16). En ocasiones podemos chocar con que escribió expresiones como ésta: “Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme; porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Cor 9:16). Pablo era un predicador el Evangelio.

Pablo era un predicador Cristocéntrico. En Gál 6:14 podemos obtener su posición sobre el lugar que debía ocupar Cristo en su mensaje. En 2 Cor 4:5 es aún más enfático cuando dice lo siguiente: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús.” Nuestros países necesitan que los predicadores de la Palabra Santa regresemos a predicaciones Cristo-céntricas. Sólo así podremos ganarlos para Cristo.

Pablo era un predicador que vivía de rodillas en oración. Dos (2) capítulos de la Carta a los Efesios son más que suficientes para probar esta aseveración; Efesios 1:15-23; 3:14-21. Tomemos en cuenta que el Apóstol estaba preso al escribir esta carta, y observemos que en las oraciones descritas allí él nunca pide por su libertad, ni por su situación. El Apóstol Pablo demuestra así cuanto cree en la oración y cómo debe ser esta usada para la gloria de Dios y la edificación del creyente. No existe herramienta más poderosa que la oración para conseguir que una predicación sea efectiva. La efectividad de una predicación está directamente relacionada a la vida de oración de los que predican.

De los materiales extra-bíblicos y de estudios sociológicos sabemos otras cosas acerca de Pablo que estaremos analizando en estas reflexiones acerca de la carta a los Efesios. Las visitas que realizaremos a esta Carta nos brindarán esas oportunidades. A base de lo antes dicho, debemos entender que no podemos esperar acabar con la discusión de una carta tan hermosa y complicada como esta en un período tan corto de tiempo. Aun así trataremos de cubrir los aspectos más relevantes de ella.

Esta carta de seis capítulos y escrita desde una prisión, puede ser analizada de muchas maneras. Algunos la han dividido para un estudio de dos (2) secciones a saber; tres capítulos de doctrina: (el llamado de la Iglesia) y tres capítulos de aplicación: (la conducta de la Iglesia). Otros la han estudiado valiéndose de una segmentación distinta. Por ejemplo, John R. W. Stott ve en ella que el apóstol Pablo se enfoca aquí en lo que Dios hizo a través del trabajo histórico de Jesucristo y en lo que hace el día de hoy a través del Santo Espíritu. Para Stott, la Carta a los Efesios puede ser vista de la siguiente manera:

1. La nueva vida que Dios nos ha dado en Cristo (1:3 - 2:10)
2. La nueva sociedad que Dios ha creado a través de Cristo (2:11 - 3:21)
3. Los nuevos estándares que Dios espera de esa nueva sociedad en términos de
pureza y unidad (4:1 - 5:21)
4. Las nuevas relaciones a las que Dios nos ha traído—armonía en el hogar y hostilidad
con el malo y la maldad (5:21 - 6:24) 

Según Stott la Carta a los Efesios busca describir todo esto que es nuevo. Por otro lado, John Piper, buscando el lado pastoral de esta carta, apunta en su análisis que la Carta a los Efesios trata de un proceso de peregrinación. Esto es, describir cómo se camina con Dios y cómo se le sirve en medio de la revelación de su Gloria. Para Piper, los primeros tres capítulos describen la Gloria de Dios en la Iglesia (la gloria de Dios en la Redención, en la reconciliación y en la revelación del misterio de la iglesia). Los otros tres capítulos revelan la Gloria de Dios y el placer de Dios a través de la Iglesia (la Gloria de Dios en la unidad y el crecimiento de la Iglesia, en la imitación de Cristo y en la victoria de Cristo).

Con las pequeñas muestras que ha leído, habrá podido percatarse que de que cada erudito consultado podemos extraer avenidas distintas para acercarnos a esta carta. Tantas que podríamos muy bien no terminar jamás. Para ayudarnos en esta tarea hemos decidido usar un bosquejo básico que nos servirá de pista de despegue y aterrizaje en nuestros viajes a través de esta carta. Te invito a conservarlo, pues este nos ayudará a analizar de forma ordenada esta joya de la literatura inspirada por el Espíritu de Dios.

No queremos concluir sin antes invitarte a leer esta carta con detenimiento. Debemos intentar leerla al menos una vez (se recomiendan dos o tres lecturas). También les invitamos a orar por la palabra que se nos ha encomendado compartir con la Iglesia. Sé que será un tiempo extraordinario en el que aprenderemos a seguir los pasos de Aquél a quien servimos.
Repetimos un bosquejo básico de la carta del Apóstol Pablo a Los Efesios:

I. Doctrina: Las Bendiciones del creyente en Cristo (Caps. 1–3)
A. Nuestras posesiones en Cristo (1:1–14)
1. Del Padre (1:1–6)
2. Del Hijo (1:7–12)
3. Del Espíritu (1:13–14)
B. Oración de iluminación (1:15–23)
C. Nuestra posición en Cristo (2)
1. Levantados y sentados en el trono (2:1–10)
2. Reconciliados y establecidos en el templo (2:11–22)
D. Oración de capacitación (3)
II. Tarea: El comportamiento del creyente en Cristo (Caps. 4–6)
A. Caminar en unidad (4:1–16)
B. Caminar en pureza (4:17–32)
C. Caminar en amor (5:1–6)
D. Caminar en la luz (5:7–14)
E. Caminar cuidadosamente (5:15–17)
F. Caminar en armonía y llenos del Espíritu (5:18–6:9)
1. Sobre esposos y esposas (5:18–33)
2. Sobre padres e hijos (6:1–4)
3. Sobre señores y siervos (6:5–9)
G. Caminar en Victoria (6:10–24)
Referencias

[1] Buck, Darrell y Roy B. Zuck. 1994. A Biblical Theology of the New Testament.” Moody Press, (p. 300).

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