Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva – 3ra Parte

Las reflexiones acerca de los salmos que David escribe mientras está en la cueva de Adulam (1 Sam 22:1-3) nos han permitido observar sus reacciones iniciales cuando él llegó a ese lugar. El Salmo 142, el primero de estos salmos, nos ha permitido observar en los primeros dos (2) versos que David decidió refugiarse en lo siguiente:

  • una búsqueda intensa de Dios, alcanzando unos niveles en la oración que nunca antes había alcanzado; orar los himnos y cantar sus oraciones (dimensiones de “tephillâh”, H8605).
  • profundizar en otras dimensiones de la misericordia de Dios (“chânan”, H2603).
  • tener una catarsis delante del Señor en la que pudo ventilar sus angustias (“shâphak”, H8210).
  • manifestar y exponer en detalle sus necesidades delante del Señor (“nâgad”, H5046).

Este salmo también nos permite conocer que luego de estos ejercicios, el salmista comienza a evidenciar que no está separado de sus realidades. Esto es muy importante porque nos permite saber que el Señor no permitió que David se circunscribiera a la espiritualización de su problema. Él necesitaba tener los pies en el piso si quería poder salir airoso de su situación.
Veamos lo que dice el Sal 142:3:

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“3 Cuando mi espíritu se angustiaba dentro de mí, tú conociste mi senda. En el camino en que andaba, me escondieron lazo.”

Estas expresiones representan un claro reconocimiento de su situación y de las razones que contribuyen a esta. Esta aseveración es muy importante porque conocemos la inclinación de muchos creyentes a espiritualizar sus situaciones y a no reconocer lo que les está sucediendo. Frases tales como “fue el diablo”, “este es un ataque del infierno”, “yo decreto que esto no me está afectando” y otras tantas, son máscaras que no permiten que un creyente pueda ser capaz de superar sus situaciones con prontitud. Es más, ellas pueden retrasar los procesos de recuperación y no permiten que obtengamos toda la enseñanza y el adiestramiento que necesitamos obtener en una crisis.

La primera expresión de ese verso nos ayuda a entender cómo se sentía David. Esa aseveración destaca que él sentía que su espíritu se angustiaba. El concepto traducido aquí como “angustia” es diferente al que él utiliza en el segundo verso. Allí se utiliza el concepto “tsârâh” (H6869); opresión, pecho apretado. El concepto utilizado en el verso tres (3) es “ʽâṭaph” (H5848) y aparece traducido en inglés como “overwhelmed”. Esto es un verbo transitivo que puede ser traducido como aplastado, arrollado, derrotado, sumergido, inundado, abrumado y/o agobiado.

El mensaje del verso tres (3) se amplía cuando insertamos estas definiciones en este

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“3 Cuando mi espíritu se sentía aplastado, arrollado, derrotado, sumergido, inundado, abrumado y/o agobiado dentro de mí….”

Pero hay algo más dentro de esta aseveración. El concepto hebreo que el salmista utiliza aquí (“ʽâṭaph”) literalmente significa estar envuelto, vestido de estas cosas. Esto es, como si ellas fueran una nube oscura que envuelve a uno y que provoca que uno languidezca, pierda las fuerzas y hasta procure esconderse.

Esto es un diagnóstico que puede ser considerado como uno clínico. Esta sintomatología es la misma que encontramos en la depresión. Es como si David estuviera diciendo que se sentía envuelto por una nube. David sentía que esa nube lo aplastaba, lo arrollaba, le hacía perder las fuerzas y le había llevado a esconderse. Es por esto que algunas versiones bíblicas subrayan y destacan los resultados del componente emocional de ese verso. Veamos:

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“Cuando mi espíritu desmayaba dentro de mí, Tú conociste mi senda.”  (Nueva Biblia de Las Américas)
“Cuando estoy perdido, tú me muestras el camino.”  (Palabra de Dios para Todos)

Es un tanto reconfortante conocer que David se sentía así, porque nos hace saber que nadie está exento de esto. O sea, que esta clase de tragedia puede ser experimentada por cualquiera.

Una de las buenas noticias de este verso es que el salmista declara que aunque él se sentía así, el Señor ya conocía la senda por la que él debía caminar. Dios le mostraba el camino, sólo Dios sabía el camino que él debía tomar (Nueva Traducción Viviente). ¡Alabado sea el Señor! No importa lo que nos pueda suceder, Dios conoce la ruta, Él revela el camino, Él nos guía por la senda correcta.

Pero hay más, mucho más en este verso. David señala que en esa senda había una trampa puesta, un lazo de cazador colocado para hacerle caer. Otra buena noticia es que el salmista ya comienza a entender que esto no era una sorpresa para el Señor. Es más, el Señor no solo conocía esto, sino que había hecho provisión para guiarlo en todos estos procesos. Veamos cómo lo dice la siguiente versión bíblica:

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“Cuando estoy perdido, tú me muestras el camino. Mis enemigos han tendido una trampa y estoy a punto de caer en ella, pero Dios me guía.”  (Palabra de Dios para Todos)

Sabiendo esto, entonces hay que concluir que David estaba comenzando a comprender que la cueva no era un accidente; Dios sabía acerca de esa trampa. Por lo tanto, la cueva de Adulam tenía que estar ordenada por Dios para conseguir algo distinto, extraordinario y glorioso.

Dios no nos lleva a las cuevas para que suframos. Los sufrimientos en esas cuevas son solo “llamados a la atención” que pronto desaparecen; cuando decidimos ser sensibles a la instrucción del Señor a través de esa cueva.

¡Dios nos guía! Él ha prometido guiarnos por sendas de verdad y de justicia por amor de su nombre. Es más, podemos atravesar valles de sombra de muerte sin temer mal alguno porque Él ha decidido estar con nosotros.

Es muy interesante que el verso cuatro (4) del Salmo 142 nos permite internarnos en el corazón de este salmista. Veamos:

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“4 Mira a mi diestra y observa, pues no hay quien me quiera conocer; No tengo refugio, ni hay quien cuide de mi vida.”  (Sal 142:4, RV 1960)

Consideremos otra versión bíblica de este verso:

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“No tengo ni siquiera un amigo que esté a mi lado acompañándome; no tengo en dónde esconderme.  A nadie le importa si vivo o muero.”  (Palabra de Dios para Todos)

¿No le parece que estas expresiones son muy interesantes? Recordemos que David está en una cueva rodeado de todos sus familiares y de 400 seres humanos adicionales. Sin embargo, él dice aquí que se siente sólo y que no tiene a su lado ni siquiera a un amigo que le permitiera sentirse acompañado.

Esta expresión no nos debe tomar por sorpresa. Estas son reacciones muy comunes en personas que están deprimidas. Estos pueden sentirse solos en medio de mucha gente; aún en la compañía de sus familiares y de sus seres queridos. Es relevante destacar aquí que cuando David dice “no hay quien me quiera conocer”, lo que realmente está diciendo es que no hay alguien que pueda entender o discernir lo que le sucede. Él utiliza aquí un concepto (“nâkar”, H5234) que es traducido en otros pasajes bíblicos como capacidad para discernir y/o conocer. Veamos algunos de esos ejemplos:

  • En Gn 27:23: Isaac no puede discernir que no es Esaú (KJV).
  • En Gn 37:32: Los hijos le piden a Jacob que discierna si es la túnica de José (KJV).
  • En Gn 42:7: José conoce a sus hermanos pero ellos no lo pueden reconocer.

Esta es la razón por la que David se siente solo. No se trata de que no haya gente a su alrededor. Se trata de que él experimenta que aquellos que están junto a él no son capaces de conocer lo que le sucede, comprenderle, tener respeto por su situación, discernir y valorar la situación por la que él está atravesando.

Hay muchas personas que están experimentando esta clase de “soledad” en medio del aislamiento causado por esta pandemia. Es muy cierto que hay muchos ancianos que han tenido que pasar solos esta temporada de aislamiento y de distanciamiento social. Sentimos mucho dolor por ellos. Sin embargo, hay una cantidad inusitada de personas, muchos de ellos creyentes en Cristo, que están rodeados de sus familiares, pero se sienten solos en medio de la crisis que ha creado esta pandemia.

David añade que es por esto que no encuentra refugio (“mânôs” H4498). Esto es, un lugar a dónde escapar, a dónde huir. Hay momentos en la vida en los que nos parece que no tenemos escapatoria. Este es sin duda alguna uno de esos momentos. La Biblia utiliza este concepto para describir los lugares a los que necesitamos escapar en medio de situaciones dolorosas o tiempos de crisis.

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“3 Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; Mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste.” (2 Sam 22:3, RV 1960)
“16 Pero yo cantaré de tu poder, Y alabaré de mañana tu misericordia; Porque has sido mi amparo Y refugio en el día de mi angustia.” (Sal 59:16, RV 1960)

La solución a esta situación nos la regala el verso 5 de ese salmo:

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“5 Clamé a ti, oh Jehová; Dije: Tú eres mi esperanza, Y mi porción en la tierra de los vivientes.” (Sal 142:5, RV 1960)

¡Alabado sea el Señor! No tenemos a donde huir, no tenemos refugio, pero descubrimos que Dios es nuestra esperanza y que Él es nuestra porción en la tierra de los vivientes. Descubrimos que Dios es nuestro refugio (Nueva Biblia de Las Américas), que Dios es nuestro lugar de refugio (Nueva Traducción Viviente) y que Él es todo lo que tenemos en este mundo (Palabra de Dios para Todos).

La otra buena noticia es que las oraciones de David están produciendo buenos resultados. Lo sabemos porque él expresa que esta convicción, esta confesión, es el resultado de haber clamado al Señor; la misma expresión que utiliza en el primer versículo de este Salmo. O sea, que él está comenzando a recibir resultados y respuestas de su clamor. ¡Hay que clamar! Las oraciones nunca se quedan sin respuestas. Es por esto que los compositores Cristianos han dedicado muchas de sus inspiraciones para hablarnos acerca de ese diálogo con el Señor.

“//Dulce Oración// de toda influencia mundanal
Elevas tú mi corazón al tierno Padre celestial.
¡Oh, cuántas veces tuve en ti auxilio en ruda tentación,
Y cuántos bienes recibí, mediante ti, dulce oración.”

David descubre que Dios es mucho más que su refugio. Dios es su esperanza y su fuente de  confianza.

¿Qué hemos aprendido hasta aquí? ¿Qué enseñanzas estamos recibiendo en la cueva causada por el COVID-19? ¿Qué enseñanzas recibimos en esta cueva? En primer lugar, que en la cueva podemos desarrollar una búsqueda intensa de Dios, que podemos alcanzar unos niveles en la oración que nunca antes habíamos alcanzado. En segundo lugar, que podemos profundizar en otras dimensiones de la misericordia de Dios. En tercer lugar, que podemos tener una catarsis delante del Señor en la que podemos ventilar  nuestras angustias. En cuarto lugar, que podemos manifestar y exponer en detalle nuestras necesidades delante del Señor. Dios siempre nos escucha.

En sexto lugar, podemos aprender a aceptar que esta situación nos ha podido deprimir; que nos podemos sentir aplastados, arrollados, derrotados, sumergidos, inundados, abrumados y agobiados. En séptimo lugar, podemos aprender que Dios quiere utilizar todo esto para darnos dirección, para encaminarnos y llevarnos por la senda correcta.

En octavo lugar, hemos aprendido que no es ilógico que podamos sentirnos solos aunque estemos rodeados de los nuestros. En noveno lugar, hemos aprendido porqué nos sentimos así. En décimo lugar hemos aprendido que podemos sentir deseos de escapar, pero que sabemos que tenemos a dónde ir. En décimo primer lugar, hemos aprendido que tenemos en la oración, en el clamor, una herramienta poderosa que resuelve todo esto. ¡Dios es nuestro refugio!

En nuestra próxima reflexión daremos un salto cualitativo al próximo salmo que se escribe en la cueva de Adulam; el Salmo 57.

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