Reflexiones de Esperanza: Dios nos habla en medio de las crisis y de las tribulaciones (Pt VI) – El clamor del ser humano y las respuestas de Dios (Parte 31)

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15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. (Salmo 91:15)

Nuestra reflexión anterior nos permitió comenzar a buscar respuestas para algunas preguntas que surgen del análisis del verso que aparece en el epígrafe; el verso 15 del Salmo 91. Estas preguntas giran alrededor del manejo de la angustia. ¿Qué es la angustia? ¿Cómo la podemos manejar? ¿Qué dice la Biblia acerca de esta? ¿Cómo podemos orar cuando estamos sufriendo los embates de esta? ¿Cómo la podemos diferenciar del miedo y de la ansiedad?

En una de las reflexiones que publicamos al inicio de esta pandemia tuvimos la oportunidad de compartir lo siguiente acerca de la angustia y de las diferencias que existen entre ella y la ansiedad:

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¿Qué es la angustia? ¿Cómo la diferenciamos de la ansiedad y del miedo? Un blog originado en España parece resumir concretamente las respuestas a estas preguntas:[1]
El miedo se acompaña siempre de un contenido: la situación de peligro, el objeto amenazador. La ansiedad no se acompaña de ningún objeto concreto, siendo esta la diferencia fundamental.
La psicopatología tradicional ha distinguido, fenomenológicamente, la ansiedad de la angustia, una costumbre que actualmente está cada vez menos extendida entre los profesionales, aunque muchos pacientes siguen describiendo su malestar con la palabra angustia más que con la de ansiedad. Etimológicamente, tiene sentido la distinción, porque mientras ansiedad (ansietas) significa incomodidad, angustia (angor) significa estrechez o agostamiento, y desde un punto de vista clínico puede admitirse a la ansiedad como el componente psicológico de la emoción y la angustia el componente somático.
Ansiedad y angustia se pueden considerar matices de una misma expresión pero hay autores que le dan un significado distinto:

  1. a) En la angustia predominan los síntomas de carácter físico (localizados preferentemente en el corazón, región precordial y garganta) mientras que en la ansiedad predominan los síntomas psíquicos, sensación de catástrofe, sensación de peligro inminente, etc.
  2. b) En la angustia la reacción del organismo es de paralización, de sobrecogimiento, mientras que en la ansiedad, la reacción es de sobresalto, tratando de buscar una solución al peligro.
  3. c) En la angustia el grado de nitidez de captación del fenómeno se encuentra muy atenuado, mientras que en la ansiedad el fenómeno se percibe con la máxima nitidez.

¿Cómo podemos vencer este enemigo silencioso e invisible? El salmista nos dijo en el Salmo 143 que una de las cosas que él aprendió a hacer cuando no sabía lo que había que hacer era que tenía que admitir, aceptar el grado de angustia espiritual que estaba sufriendo:
4 Y mi espíritu se angustió dentro de mí; Está desolado mi corazón.  (Salmo 143:4, RV 1960)
4 He perdido el ánimo, mi corazón está desolado. (Palabra de Dios para Todos)
4 Ya no me queda aliento; dentro de mí siento paralizado el corazón. (Nueva Versión Internacional) [
2]

Ya sabemos que las expresiones de todos estos pasajes bíblicos confirman lo que ya conocemos por experiencia: los creyentes vamos a atravesar por situaciones que producen angustia, pero no estaremos solos. El Señor está con nosotros.

El consejo que ofrece el Salmo 32 fue intercalado al final de esa reflexión con el fin de proveer una receta de la sabiduría celestial para el manejo de las angustias:

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7 Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás. Selah 8 Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.  (Salmo 32:7-8)

Este salmo dice que la alabanza a Dios propicia y provoca la liberación de la angustia. Esa canción que nos rodea para liberarnos es inspirada por el Espíritu Santo. Es por eso que podemos interpolar que esa es una de las maneras en las que Dios se hace accesible, cómo Él está presente en medio de nuestros períodos de angustia: inspirando y provocando una canción. No olvidemos que no es un secreto lo que dice la Biblia: Dios habita en medio de las alabanzas de Su pueblo (Salmo 22:3b).

Sabemos que esto es así porque conocemos que la acción de ser rodeados por esos cánticos es la traducción de un verbo hebreo muy interesante. Este verbo (“sâbab”, H5437) entre otras cosas puede ser traducido como revolver, rodear, caminar alrededor, cambiarnos, estar a cada lado y recogernos. O sea, que esa alabanza que nos rodea, camina al lado nuestro, se coloca a cada lado de nosotros, nos cambia y hasta nos recoge.

¿Qué realmente es la angustia? ¿Qué dice la Biblia acerca de ella? ¿Cómo podemos enfrentarla? ¿Dice la Biblia cómo debemos orar cuando estamos sufriendo los embates de esta? Esta son algunas de las preguntas que comenzamos a considerar en la reflexión anterior.

Continuamos la discusión de este tema añadiendo que la Biblia dice que podemos pedir al Señor que sea nuestra fortaleza en tiempo de angustia (Salmo 37:39). Esta es una petición muy interesante porque asume que la angustia es real y que esta va a cesar en algún momento; que lo que realmente necesitamos es ser fortalecidos por el Señor para no rendirnos en el proceso. Es el próximo verso de ese salmo en el que el salmista pide la liberación de los efectos que ha causado esa aflicción (v. 40).

La Biblia señala que la clave para poder conseguir todo esto está en buscar al Señor incesantemente (Salmo 77:2); de día y de noche. Hay que llamar a Dios cuando estamos angustiados (Salmo 86:7). La Biblia dice que Él va a responder. Dios va a enviar Su Palabra y nos sanará (Salmo 107:19-20).

Hay un dato muy interesante acerca de las angustias que encontramos en el libro de Job. Este patriarca realiza unas expresiones acerca de cómo él decidió manejar sus tribulaciones. Me parece que estas son expresiones magistrales de una persona que todos sabemos era un experimentado manejador de angustias.

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11 Por tanto, no refrenaré mi boca; Hablaré en la angustia de mi espíritu, Y me quejaré con la amargura de mi alma.   (Job 7:1)

Estas aseveraciones implican que Job decidió no guardar silencio; no quedarse callado. La versión bíblica Nueva Traducción Viviente lo recoge de una manera más explícita:

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No puedo evitar hablar; debo expresar mi angustia. Mi alma llena de amargura debe quejarse.

Este es quizás el talón de Aquiles de muchas personas que sufren angustia. Muchos de ellos prefieren guardarse sus dolores. Job nos dice que él no hizo eso. Él decidió hablar.  Casi al final del libro, leemos unas expresiones que subrayan lo que Dios hace con nosotros en medio de las angustias. Encontramos estas expresiones antes de toparnos con el encuentro que Job tuvo con el Señor. Estas expresiones aparecen en los labios de Eliú, el más joven de los cuatro (4) interlocutores de Job y el único de ellos a quien Dios no reprende:

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16 Asimismo te apartará de la boca de la angustia A lugar espacioso, libre de todo apuro, Y te preparará mesa llena de grosura. (Job 36:16)

Eliú le está diciendo a Job que la angustia se puede tragar a uno, pero que la fidelidad de Dios rescata al creyente de allí.

Hay que entender que las reacciones de Job no son reprendidas por Dios. Dios no amonesta a Job por quejarse. Dios amonesta a Job, entre otras cosas, por su incapacidad para reconocer la soberanía del Eterno.

Los himnólogos nos han ayudado a entender esto. O sea, la necesidad que tenemos de ventilar nuestras angustias delante del Señor. Uno de los himnos escritos por el Rdo. Elisha Hoffman comprueba esta verdad:

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“Diré a Cristo todas mis pruebas.           Diré a Cristo toda mi angustia.
Solo yo no las puedo llevar                      ¡Cuán bondadoso Amigo y tan fiel!
En mis angustias Cristo me ayuda           Me librará si yo se lo pido.
Él de los suyos sabe cuidar                        Disipará mis angustias Él
Coro
Diré a Cristo, diré a Cristo. No puedo yo mi carga llevar.
Diré a Cristo, diré a Cristo, pues él tan solo puede ayudar.”

Al mismo tiempo, el verso 15 del Salmo 91 valida una verdad que encontramos contantemente en las Escrituras, particularmente en el salterio (el libro de Los Salmos). Se trata de la seguridad, la confianza que tenemos de que Dios responde al clamor de aquellos que están en angustia.

He aquí un valor insustituible de las Sagradas Escrituras. Ellas nos sirven como una herramienta única para manejar los tiempos de angustia.

Por ejemplo, el salmista dice lo siguiente en el Salmo 116:

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3 Me rodearon ligaduras de muerte, Me encontraron las angustias del Seol; Angustia y dolor había yo hallado. 4 Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo: Oh Jehová, libra ahora mi alma. (Salmo 116: 3-4).

Estos versos son toda una escuela para el manejo de las angustias. El salmista describe aquí la naturaleza de sus angustias y las reacciones que estas le habían producido. Este escritor describe que todo esto le condujo a invocar al Señor. Y no solo esto, sino que él acompaña sus aseveraciones con la oración que decidió elevar al Señor.

Otro ejemplo extraordinario lo encontramos en el Salmo 118:

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5 Desde la angustia invoqué a JAH, Y me respondió JAH, poniéndome en lugar espacioso.  (Salmo 118:5)

Este verso nos permite apuntalar una necesidad básica que tienen casi todos aquellos que sufren de lo que el Salmo 91 “tsârâh” (H6869); angustia. La dinámica de sentir que la angustia los aprisiona, les hace sentir el “pecho apretado” requiere que Dios lo coloque en un lugar espacioso. O sea, que Dios le quiete la presión de encima aun antes de resolver aquello que lo está angustiando.

El Salmo 138 nos ofrece otro ejemplo muy poderoso. En esta ocasión, para plantearnos la necesidad de reconocer que los procesos que producen angustia pueden hacernos sentir que la vida se nos está escapando.

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7 Si anduviere yo en medio de la angustia, tú me vivificarás; Contra la ira de mis enemigos extenderás tu mano, Y me salvará tu diestra. 8 Jehová cumplirá su propósito en mí; Tu misericordia, oh Jehová, es para siempre; No desampares la obra de tus manos.  (Salmo 138:7-8)

Una vez más, las Sagradas Escrituras nos ofrecen herramientas y recursos para aprender a manejar las angustias de una manera saludable. El salmista reconoce en el Salmo138 que los procesos que producen angustia le pueden drenar la vida a cualquiera. Él le dice a Dios que está confiado en que Dios lo visitará cuando lleguen las angustias. Esa visitación producirá algo que él llama vivificar. Para esto él utiliza un concepto que muy bien puede ser traducido como revivir, reparar, alimentar, reanimar, restaurar a la vida y salvar (“châyâh”, H2421). Esta es de por sí una admisión de lo que le sucede a aquellas personas que sufren angustias. Él dice que las angustias lo pueden dejar en una situación tan caótica que necesitaría se revivido, reparado, alimentado, reanimado, restaurado a la vida y salvado. La buena noticia es que el salmista dice aquí que él sabe que Dios hará todo esto cuando lleguen las angustias.

Reiteramos que hay que acudir a la Biblia para encontrar herramientas insustituibles e irremplazables que nos ayudarán a manejar las angustias. Las promesas que Dios nos ha hecho están documentadas allí. El verso 15 del Salmo 91 presenta una de ellas.

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15 Me invocará, y yo le responderé; Con él estaré yo en la angustia; Lo libraré y le glorificaré. (Salmo 91:15)
Referencias

[1] http://www.dictea.es/blog/diferencias-entre-ansiedad-angustia-y-miedo
[2] El Heraldo, 29 de marzo del 2020 • Parte V • Volumen XV • No. 737.

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