Reflexiones de Esperanza: Efesios: la estructura de la primera oración en esta carta (Parte XV)

“18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia 20 cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,”  (Efesios 1:18-20, Dios Habla Hoy)

La estructura de la primera oración paulina que encontramos en la carta a Los Efesios (Efe 1:15-23) nos ha cautivado. El análisis de esta oración nos ha conducido al estudio de los conceptos que Pablo utiliza en ella. Sabemos que este Apóstol le pedía a Dios que bendijera la Iglesia que estaba localizada en la ciudad de Éfeso. Estas bendiciones eran específicas:

  • revelación.
  • espíritu de sabiduría.
  • conocimiento de Dios.
  • esperanza.
  • conocer el significado de la herencia que Dios da al pueblo santo.
  • conocer el poder de Dios.

En esta reflexión procuramos analizar el tema de la herencia: “las riquezas de la gloria de su
herencia en los santos,” (Efesios 1:18c, RV 1960).  

El texto bíblico nos dice que Pablo describe esa herencia como una que es gloriosa y rica. No obstante, necesitamos conocer el contexto del que el Apóstol Pablo extrae esta frase. Solo así seremos capaces de conocer qué es lo que él estaba comunicando al utilizar la misma. Este contexto es el que ofrece el Antiguo Testamento

De entrada tenemos que considerar la importancia que el pueblo de Israel le daba al concepto de la herencia (“nachălâh”, H5159). Por ejemplo, la Tierra Prometida fue ofrecida al pueblo de Israel como herencia para todas las generaciones.

“1 Cuando hayas entrado en la tierra que Jehová tu Dios te da por herencia, y tomes posesión de ella y la habites, 2 entonces tomarás de las primicias de todos los frutos que sacares de la tierra que Jehová tu Dios te da, y las pondrás en una canasta, e irás al lugar que Jehová tu Dios escogiere para hacer habitar allí su nombre.” (Deuteronomios 26:1-2, RV 1960)

“23 Tomó, pues, Josué toda la tierra, conforme a todo lo que Jehová había dicho a Moisés; y la entregó Josué a los israelitas por herencia conforme a su distribución según sus tribus; y la tierra descansó de la guerra.” (Josue 11:23)
 
Este concepto es tan importante en el Antiguo Testamento que se separaron varias porciones Escriturales para delinear las leyes y las normas de la herencia. Encontramos referencias sobre esto en los Libros de Levítico (25 y 27) y de Números (27, 33, 34, 36).

Ahora bien, este concepto trascendió el énfasis o el enfoque en las posesiones, el patrimonio, en la ocupación de algo, para ser utilizado como algo que describe la relación entre Dios y Su pueblo.[1]Esto es, el pueblo de Dios es descrito como una posesión especial del Señor; como su heredad.

“20 Pero a vosotros Jehová os tomó, y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto, para que seáis el pueblo de su heredad como en este día.” (Deuteronomios 4:20)

“25 Me postré, pues, delante de Jehová; cuarenta días y cuarenta noches estuve postrado, porque Jehová dijo que os había de destruir. 26 Y oré a Jehová, diciendo: Oh Señor Jehová, no destruyas a tu pueblo y a tu heredad que has redimido con tu grandeza, que sacaste de Egipto con mano poderosa.” (Deteronomios 9:25-26)

“8 Jehová es la fortaleza de su pueblo, Y el refugio salvador de su ungido. 9 Salva a tu pueblo, y bendice a tu heredad; Y pastoréales y susténtales para siempre.” (Salmos 28:8-9).
             
El pueblo de Israel fue desarrollado como coheredero de la promesa que Dios le había hecho a Abraham. De hecho, la Biblia dice que Isaac y Jacob también son coherederos de esa promesa (Heb 11:9). Además, este concepto trascendía ser propiedad, posesión de Dios, para describir los regalos que el Señor le concede a Su pueblo. Un ejemplo de esto lo encontramos en el Libro de Los Salmos.

“3 He aquí, herencia de Jehová son los hijos; Cosa de estima el fruto del vientre.”  (Salmos 127:3)
           
O sea, que en el Antiguo Testamento este concepto definía las posesiones, el patrimonio  recibido y/u ocupado, los regalos recibidos de parte de Dios (ej. la familia) y al pueblo santo como herencia, como posesión de Dios. Este, de manera general, es el contexto del que parte el Apóstol Pablo.
           
La Iglesia del Nuevo Testamento comenzó a utilizar este concepto traducido al griego (“klēronomia”, G2817). Una forma sencilla de manejar este concepto es diciendo que “klēros” (G2819) significa lote, porción, adquisición, patrimonio, mientras que “nomos” (G3551) significa regulación, norma, ley o principio. O sea, que “klēronomia” puede ser definido como el patrimonio que está sujeto a regulación, a una norma, o a una ley. Hasta aquí, este sería el énfasis notarial de este concepto. Es así que se usa en algunos pasajes bíblicos del Nuevo Testamento (Mcs 12:7; Gál 4:1)

Lo que hace interesante su uso en el Nuevo Testamento es el sentido religioso que se le otorga a este. [2] Este es el énfasis más importante. Veamos algunos ejemplos de ello.

“26 Todos ustedes son hijos de Dios mediante la fe en Cristo Jesús, 27 porque todos los que han sido bautizados en Cristo se han revestido de Cristo. 28 Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús. 29 Y, si ustedes pertenecen a Cristo, son la descendencia de Abraham y herederos según la promesa.”  (Gálatas 3:26-29, NVI)
           
El énfasis de este pasaje es que los creyentes en Cristo hemos sido incluidos en la lista de herederos legítimos junto al pueblo de Israel. El sacrificio de Cristo consiguió esto para nosotros. Esta afirmación paulina se repite en esta misma carta para hacer énfasis en la libertad adscrita a esa herencia.

“7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.” (Gálatas 4:7, RV 1960)
           
Otro pasaje muy interesante es el que encontramos en la Carta a Los Romanos.

“16 El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. 17 Y si hijos,
también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. 18 Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”  (Rom 8:16-18)
     
Este pasaje hace énfasis en nuestra relación filial con Dios por medio del sacrificio de Cristo en la Cruz: somos hijos de Dios. Esto nos convierte en herederos de Dios y en herederos que compartiremos la herencia que Cristo posee como nuestro hermano en Dios y porque estamos dispuestos a sufrir como Él sufrió. Esta versión bíblica parece explicar esto de una manera más sencilla:

“17 Y puesto que somos sus hijos, también tendremos parte en la herencia que Dios nos ha prometido, la cual compartiremos con Cristo, puesto que sufrimos con él para estar también con él en su gloria.”  (Romanos 8:17, DHH)
 
O sea, que desde este punto de vista la herencia prometida está relacionada a nuestra capacidad y disposición para experimentar la persecución y el sufrimiento con Cristo nuestro Señor y Salvador. Les invitamos a observar el énfasis que se hace de que esa herencia se recibirá en la gloria.

Además, la Biblia enfatiza que Cristo, como Hijo de Dios, es heredero de todo. El próximo pasaje que veremos dice que el Padre lo constituyó así, para luego informar que Cristo fue el que hizo el universo.

“1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;” (Hebreos 1:1-2, RV 1960)

Ahora bien, la Biblia también dice que los creyentes en Cristo recibimos el derecho a esa herencia sin hacer énfasis directo en la herencia de nuestro Salvador. La Biblia dice que somos:

  • Herederos por la fe y no por la Ley de Moisés (Rom 4:13-14).
  • Herederos por la justificación por la gracia (Tito 3:7).
  • Herederos de la promesa (Heb 6:17).
  • Herederos de la justicia (Heb 11:7).
  • Herederos del reino que Dios ha prometido (Stg 2:5)
  • La vida en Cristo como herencia (1 Ped 3:7)

Es importante destacar que este último pasaje dice que no hay diferencias entre los hombres y las mujeres que aceptan a Cristo como Señor y Salvador. Ambos reciben la misma herencia.

“7 De igual manera, ustedes esposos, sean comprensivos en su vida conyugal, tratando cada uno a su esposa con respeto, ya que como mujer es más delicada, y ambos son herederos del grato don de la vida. Así nada estorbará las oraciones de ustedes.” (1 Pedro 3:7, NVI)

La Biblia dice que recibiremos la tierra como herencia (Mat 5:7)
 
“5 Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad.” (Mateo 5:7)

La Biblia dice que vamos a heredar la vida eterna (Mat 19:29; Mcs 10:17; Lcs 10:25; Lcs 18:18)

“29 Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por mi nombre, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna.” (Mateo 19:29, RV 1960)

“17 Cuando Jesús estaba ya para irse, un hombre llegó corriendo y se postró delante de él. Maestro bueno —le preguntó—, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?” (Marcos 10:17, NVI)
           
Es muy interesante el hecho de que Jesucristo insistiera que había unos requisitos para recibir esa herencia. Algunos de esos requisitos están relacionados al servicio Cristiano.

“34 Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. 35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 25:34-40, RV 1960) 

Otros requisitos están amarrados a la vida de santidad del creyente.

“9 ¿No saben que los malvados no heredarán el reino de Dios? ¡No se dejen engañar! Ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los sodomitas, ni los pervertidos sexuales, 10 ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los calumniadores, ni los estafadores heredarán el reino de Dios. 11 Y eso eran algunos de ustedes. Pero ya han sido lavados, ya han sido santificados, ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y por el Espíritu de nuestro Dios.”  (1 Corintios 6:9-11, NVI)

Aunque sabemos que estos versos pueden parecer legalismo de antaño, tenemos que afirmar que esto es lo que dice la Palabra de Dios. Aquellos que practican estas cosas no heredarán el reino de Dios.

“19 Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia,
20 idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías,
21 envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21, RV 1960)
             
De hecho, el reclamo bíblico para recibir la herencia prometida se extiende a nuestro comportamiento y hasta el vocabulario y la forma en la que hablamos.

“8 Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; 9 no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. 10 Porque: El que quiere amar la vida Y ver días buenos, Refrene su lengua de mal, Y sus labios no hablen engaño; 11 Apártese del mal, y haga el bien; Busque la paz, y sígala.”  (1 Pedro 3:8-11)
           
Este reclamo está también amarrado a la paciencia, a la disposición para renunciar a la pereza y al entusiasmo que genera la certeza de nuestra esperanza.

“11 Pero deseamos que cada uno de ustedes siga mostrando hasta el fin ese mismo entusiasmo, para que se realice completamente su esperanza. 12 No queremos que se vuelvan perezosos, sino que sigan el ejemplo de quienes por medio de la fe y la constancia están recibiendo la herencia que Dios les ha prometido.”  (Hebreos 6:11-12, DHH)   

Hay que añadir que la Biblia dice que la salvación es vista como una herencia. La recibimos como herencia tras la muerte del testador llamado Cristo.

“13 Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14 No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?” (Hebreos 1:13-14, RV 1960)
           
Por último, la Biblia hace énfasis en que esta herencia no se recibe aquí en la tierra. Esta herencia se recibirá en los cielos.
 
“7 El que venciere heredará todas las cosas, y yo seré su Dios, y él será mi hijo.” (Apocalipsis 21:7)

Conociendo estos datos tenemos que concluir que cuando el Apóstol Pablo hace referencia a la herencia del pueblo santo, no puede estar haciendo referencia a las riquezas aquí en la tierra.

La buena noticia es que Pablo nos instruye a orar para que el Señor nos ilumine y nos permita recibir la definición correcta de lo que es la herencia de los santos. Además, que debemos orar para que el Señor nos permita alcanzarla.
Referencias  

[1] Gesenius, W., & Tregelles, S. P. (2003). In Gesenius’ Hebrew and Chaldee lexicon to the Old Testament Scriptures (pp. 543–544). Logos Bible Software.

[2] Foerster, W., & Herrmann, J. (1964–). κλῆρος, κληρόω, προσκληρόω, ἁλόκληρος, ὁλοκληρία, κληρονόμος, συγκληρονόμος, κληρονομέω, κατακληρονομέω, κληρονομία. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 3, pp. 781–785). Eerdmans.

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