April 8th, 2022
“19 También pido en oración que entiendan la increíble grandeza del poder de Dios para nosotros, los que creemos en él. Es el mismo gran poder 20 que levantó a Cristo de los muertos y lo sentó en el lugar de honor, a la derecha de Dios, en los lugares celestiales. 21 Ahora Cristo está muy por encima de todo, sean gobernantes o autoridades o poderes o dominios o cualquier otra cosa, no solo en este mundo sino también en el mundo que vendrá. 22 Dios ha puesto todo bajo la autoridad de Cristo, a quien hizo cabeza de todas las cosas para beneficio de la iglesia. 23 Y la iglesia es el cuerpo de Cristo; él la completa y la llena, y también es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia.” (Efesios 1:19-23, NTV)
El mensaje paulino que hemos estado estudiando nos permite atisbar en el corazón de Dios. Allí encontramos que el propósito del Eterno es formar una Iglesia santa, compuesta por seres humanos que hayan sido redimidos, reconciliados y restaurados. Se trata de una comunidad de creyentes a quienes la gracia les ha permitido recuperar aquello que Adán y Eva perdieron en el Edén; la comunión absoluta con Dios.
El plan de salvación nos presenta el sacrificio de Cristo Jesús en la Cruz del Calvario como la herramienta para pagar el precio necesario para conseguir todo esto. La Biblia establece esto con claridad meridiana:
“8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:8)
Al mismo tiempo, la resurrección de Cristo se presenta, entre otras cosas, como la herramienta divina para cancelar la sentencia de muerte que pesaba sobre nosotros y para empoderar la vida nueva que Él nos ha prometido. Encontramos las siguientes afirmaciones en la Biblia sobre estas dos (2) declaraciones de fe:
“23 Porque la paga del pecado es muerte, más la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23)
“4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romanos 6:4)
“4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romanos 6:4)
Sabemos que el bautismo del Espíritu Santo es la herramienta divina para empoderar la comunidad de creyentes. La Iglesia recibió ese soplo celestial el día de pentecostés (Hch 2:1-12). ¡Glorias sean dadas al Señor por ese plan perfecto! Los dones, los carismas del Espíritu y los procesos de regeneración –santificación se hicieron accesibles desde ese momento. No obstante, a todo esto hay que añadir la tesis neo-testamentaria de que la vida en la plenitud de Dios, es la vida en la plenitud que Cristo le da a la Iglesia. La Biblia dice que Cristo hace plena a la Iglesia:
“23 Pues la iglesia es el cuerpo de Cristo, de quien ella recibe su plenitud, ya que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud.” (Efesios 1:23, DHH)
Esta plenitud surge como resultado de la capacidad que se nos ha concedido para vivir bajo el poder de la resurrección. El orden de estos eventos no es muy complicado:
- El poder de Dios levanta a Jesucristo de entre los muertos (Efe 1:20).
- Ese poder lo sienta a la derecha del Padre (v.20).
- Recordemos que este es un sitial de honor en el cielo; para poder interceder por nosotros en su calidad de Sumo sacerdote (Hch 7:55-56).
- Ese poder le coloca sobre todas las cosas en el mundo actual y en el venidero (v. 21).
- Ese poder coloca a Jesucristo como cabeza de la Iglesia para beneficiarla (v. 22).
- La Iglesia, como cuerpo de Cristo, recibe ese poder de Aquél que es la cabeza.
- La Iglesia es definida como la plenitud de Cristo porque Él es quien da plenitud a todas las cosas en todas partes con su presencia. (v.23)
Subrayamos que este orden responde a la posición de Jesucristo como Sumo Sacerdote; según el orden de Melquisedec (Heb 5:8-10). Es en ese rol que estos pasajes describen la función del Verbo Encarnado. Cristo posee unas funciones como Dios y como Señor, pero no olvidemos que Cristo posee unas funciones como hombre, como ser humano encarnado.[1] Él, como el segundo Adán (1 Cor 15:22, 45-49), tenía que recuperar lo que el primer Adán perdió, incluyendo el sitial de honor que teníamos los seres humanos como corona de la creación del Todopoderoso.
Permítanos ampliar estas expresiones. La Biblia dice que los seres humanos fuimos creados como la corona de la creación. Los salmos describen esto último.
“3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites? 5 Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. 6 Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies:” (Salmos 8:3-6, RV 1960)
La Biblia señala que el pecado nos hizo perder esa posición de prestigio y que la muerte y la resurrección de Cristo lograron restaurarlo:
“9 Sin embargo, vemos a Jesús, que fue hecho un poco inferior a los ángeles, coronado de gloria y honra por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos. 10 En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos. 11 Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12 cuando dice: «Proclamaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré»[2]. 13 En otra parte dice: «Yo confiaré en él».[3] Y añade: «Aquí me tienen, con los hijos que Dios me ha dado».[4] 14 Por tanto, ya que ellos son de carne y hueso, él también compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte —es decir, al diablo—, 15 y librar a todos los que por temor a la muerte estaban sometidos a esclavitud durante toda la vida.” (Hebreos 2:9-15, NVI)
¡Aleluya! Cristo Jesús recuperó ese sitial de honor para todos los que creen en Él. Lo hizo a través de su muerte y de su resurrección. Es por esto que los que vencen en Cristo serán sentados en el trono en el que nuestro Señor se ha sentado con el Padre (Apoc 3:22).
No podemos obviar que esto forma parte del mensaje del Evangelio que Jesucristo nos predica. Cristo es el Verbo de Dios porque Dios nos habla a través de Él.
“1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 5 Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? 6 Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios.” (Hebreos 1:1-6, RV 1960)
Este pasaje bíblico dice que el Padre nos había hablado a través de los profetas. Ese pasaje dice que ahora el Padre nos habla a través de Cristo. ¿Cómo nos habla el Padre a través de Cristo? El Padre nos habla con el mensaje de Cristo, el mensaje de las buenas nuevas de salvación. El Padre nos habla con el sacrificio de Cristo en la Cruz; el poder desatado sobre la Cruz del Calvario. El Padre nos habla a través de la resurrección del Hijo; a través del poder de la resurrección.
La Biblia dice que el mensaje del Evangelio es potencia de Dios:
“16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:16)
La Biblia dice que el poder de Dios derrotó los principados y las potestades de las tinieblas en la Cruz del Calvario:
“13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Colosensese 2:13-15)
Sabemos que la Biblia dice que la resurrección de Jesucristo hizo disponible el poder de Dios para cada creyente:
“19 Verán también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder 20 con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su derecha en el cielo.” (Efesios 1:19-20, PDT)
Estos versos bíblicos son una de las razones por las que hemos planteado que la Carta del Apóstol Pablo a los Efesios predica el mensaje del Evangelio de la resurrección. Hemos visto que Pablo, inspirado por el Espíritu de Dios, realiza un esfuerzo mega extraordinario para hablarnos acerca del poder de Dios. Hemos visto que Pablo destruyó todos los esquemas de los hombres para describir este poder. Para esto solo necesitó utilizar cuatro (4) conceptos que describen al Todopoderoso: “dunamis” (G1411), “enérgeia” (G1753), “kratos” (G2904) e “ischus” (G2479).
Ese mensaje, el del poder de la resurrección nos permite vivir vidas nuevas, empoderadas, vidas llenas de una esperanza viva. El Apóstol Pedro también lo consiga así en el capítulo inicial de una de sus cartas.
“1 Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia, 2 elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas. 3 Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4 para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5 que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero. 6 En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7 para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, 8 a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso; 9 obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas.” (1 Pedro 1:1-9)
El boletín de El Heraldo publicado el 28 de enero de 2007 fue dedicado al análisis de este pasaje bíblico. Decíamos allí que este pasaje de la Carta del Apóstol Pedro nos ofrece varias “recetas” que nos capacitan para enfrentar el sufrimiento.
“La segunda receta es la siguiente: tenemos una esperanza viva. Dios nos hizo renacer para una esperanza viva (vs3). ¡Aleluya! Nuestra esperanza no es cualquier clase de esperanza; es una esperanza viva. O sea, que por duro que parezca el camino, y aun cuando las situaciones que enfrentemos parezcan ser el capítulo final, este verso garantiza que solo Dios puede escribir ese capítulo; dice que lo hará en los cielos cuando estemos frente a su presencia. El Dr. Billy Graham señalaba algo parecido el viernes 14 de septiembre de 2001 cuando hablaba a la nación y al mundo desde la Catedral Nacional en Washington, D.C.:
“Esta tragedia nos ha unido como nación, nos ha devuelto a los templos a orar. Está sacando lo mejor de nosotros. Ha unido el Planeta a reflexionar y a buscar a Dios. Nos obliga a mirar de cerca las prioridades reales que siempre han estado ahí: la brevedad de la vida, la necesidad que tenemos unos de los otros, la necesidad de reflejarnos en el sufrimiento de Cristo en la Cruz. Ese sufrimiento no fue el capítulo final; solo penúltimo. La resurrección es el capítulo glorioso que sigue al sufrimiento de CristoEs esa resurrección la que nos garantiza una esperanza viva. Y la resurrección de Jesús será seguida de su retorno en Gloria.”
Si conocemos a Jesús podemos reír aún en medio de las lágrimas. Podemos hacerlo al saber que éstas serán temporales mientras que la esperanza que no avergüenza es eternal y está garantizada por la resurrección de Jesús. Esa esperanza viva también cubre las promesas que Dios nos ha hecho para aquí y ahora; promesas que aún no se han cumplido en nosotros. Él es fiel para cumplir sus promesas y sus propósitos en nosotros.”
Por último, el poder de la resurrección también se manifiesta a través de los efectos que este causa. Los efectos de la resurrección de Jesús son insondables. Entre los miles de resultados que pueden ser esgrimidos, hemos decidido subrayar 20 de los más importantes. Estos son:
- Afirma todo lo que Jesús dijo: el mensaje de Jesús y sus enseñanzas dependían de que pudiera cumplir su promesa y así lo hizo (Mc 8:31).
- Confirma quién es Jesús: Jesús declaró que él es Dios y que resucitó para probarlo.
- Vindica los sufrimientos y la muerte de Cristo: Su pasión y su muerte no fueron en vano. Su muerte se produce con la intención de pagar por nuestra salvación y su resurrección para vencer la sentencia que originó el pecado.
- Conquista la muerte: Jesús dijo que él es la resurrección y la vida. Dijo además que porque él vive nosotros también viviremos (Jn 14:19). Es por esto que Pablo nos amplía que podemos vivir unidos a Cristo en el poder de la resurrección (Rom 6:5).
- Manifiesta la justicia de Dios: En 2 Corintios 5:21 se nos enseña que Jesús fue convertido en la esencia del pecado para que nosotros pudiéramos ser convertidos en justicia de Dios en él. Así mismo se nos dice que la resurrección y la ascensión de Jesús garantiza su regreso en gloria para la victoria final (Apoc 19:11-13).
- Nos liberta del pecado porque nos justifica. Pablo escribe esto en Romanos 4:25. O sea, que prueba que el sacrificio de Cristo fue aceptado por el Padre.
- Nos transforma como una acción superlativa de la gracia de Dios. La resurrección de Jesús garantiza que aquellos que están en Cristo son nuevas criaturas (2 Cor 5:17).
- Nos empodera. La misión y el mensaje del Apóstol Pablo incluye predicar la vida en el poder de la resurrección (Fil 3:8-11). La resurrección le asigna un poder especial a la vida del creyente (Efe 1:19-20).
- Derrota a Satanás.
- Proclama la supremacía de Cristo.
- Demuestra el poder de Dios.
- Le concede autoridad al Evangelio.
- Demuestra el carácter único del Cristianismo
- Apuntala el nacimiento de un Nuevo Pacto.
- Provee las bases para la construcción del Reino.
- Da inicio a los últimos tiempos.
- Cambia el curso de la historia.
- Revela un Nuevo Camino para vivir una humanidad completa.
- Estimula nuestro servicio.
- Nos llena de esperanza.
“19 Si en esta vida solamente esperamos en Cristo, somos los más dignos de conmiseración de todos los hombres. 20 Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. 21 Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. 22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.” (1 Corintios 15:19-22, RV 1960)
Referencias
[1] Se recomienda leer el libro “Incarnation: the Person and Life of Christ,” escrito por Thomas F. Torrance, editado por Robert T. Walker (2008). Downers Grove, IL: IVP Academic.
[2] Sal 22:22.
[3] Isa 8:17.
[4] Isa 8:18.
[1] Se recomienda leer el libro “Incarnation: the Person and Life of Christ,” escrito por Thomas F. Torrance, editado por Robert T. Walker (2008). Downers Grove, IL: IVP Academic.
[2] Sal 22:22.
[3] Isa 8:17.
[4] Isa 8:18.
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