Reflexiones de Esperanza: Efesios - Cristo y la Iglesia (Parte X) - Aplicaciones prácticas

“19 Por eso, ustedes ya no son extranjeros, ya no están fuera de su tierra, sino que ahora comparten con el pueblo santo los mismos derechos, y son miembros de la familia de Dios.”  (Efesios 2:19, RV 1960)

La carta que el Apóstol Pablo le escribió a la Iglesia de Dios en la ciudad de Éfeso no vacila en echar mano de algunas metáforas operacionales para describir la Iglesia de Cristo. Una de estas metáforas es la Iglesia como la familia de Dios. En el capítulo tres (3) de esa carta Pablo extiende esa metáfora para decir que es el Padre Celestial el responsable del nombre (“onoma”, G3686) de cada una de las familias de la tierra. O sea, que la identidad, el carácter de cada familia que existe en la creación proviene de Dios.

“14 Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, 15 de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, 16 para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; 17 para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, 18 seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, 19 y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.”  (Efesios 3:14-18, RV 1960)

O sea, que la metáfora de la familia para ofrecer descripciones operacionales trasciende la Iglesia.

Una de las aseveraciones medulares que compartimos en la reflexión anterior exponía que la Iglesia como familia sirve para describir el centro, el “locus”, en el que se desarrolla la formación espiritual. Es de todos conocido que el desarrollo de la espiritualidad de los seres humanos posee un centro básico y primigenio: la familia. Esto es así porque este proceso de formación ocurre primariamente en el contexto de la comunidad y la familia es la comunidad más próxima y cercana que tenemos. Decíamos allí que se trata del desarrollo de la fe desde el contexto que ofrece el “nosotros” y no desde el contexto que ofrece el individualismo que predica la sociedad posmoderna. Esto es así porque la fe que se desarrolla desde el “yo” y no desde el “nosotros” contraviene los principios bíblicos, incluyendo el de la oración. El ejemplo de la oración del “Padre nuestro” nos sirvió como azimut para validar esta aseveración.

Nuestra reflexión anterior nos permitió examinar algunas de las implicaciones que posee esta metáfora: la Iglesia como la familia de Dios. De hecho, ese análisis nos condujo a formularnos algunas preguntas. Una de estas tiene que ver con la cantidad de jóvenes que abandonan la familia de la fe, especialmente cuando comienzan sus estudios pos-secundarios. Otra tiene que ver con la frecuencia con la que observamos la itinerancia entre los miembros de la familia de la fe.

En el caso de la pregunta acerca de la juventud, muchos han tratado de encontrar respuestas a esta pregunta echando mano de los análisis científicos que describen los problemas entre la fe y la razón. Más que problemas, estos son inquietudes que surgen con frecuencia en esa etapa de la vida. Tenemos que señalar que estos acercamientos son adecuados. Sin embargo, no son capaces de ofrecer respuestas contundentes que permitan identificar la causa real de estas crisis de fe.

¿Por qué llegamos a esta conclusión? Porque la mayoría de los jóvenes que abandonan la Iglesia no abandonan sus familias. Las relaciones familiares suelen ser más fuertes que sus diferencias religiosas.

Esto apunta a que debe existir alguna condición relacional dentro de la familia de la fe que deja a un sector significativo de la juventud despojado de ese sentido de pertenencia, ese sentido relacional de familia. Y con este desfase aparecen las incapacidades para identificar y abrazar valores reales, cónsonos con la fe y con la vida.

Ahora bien, ¿será que ellos se ven a sí mismos como personas que han sido reducidas por la Iglesia a ser un número más dentro de la multitud? ¿Será que la Iglesia no ha sido capaz de proveerles una reflexión teológica adecuada de lo que significa ser Iglesia de cara a las dinámicas socio-culturales que ellos enfrentan? ¿Será que hemos convertido la familia de la fe en una cultura de mercantilización en la que la Iglesia es vista como un proveedor de servicios para el mejoramiento espiritual y social individual; una narrativa del Evangelio reducida al enfoque individual del mensaje?  Estas preguntas requieren que convirtamos este tema en otro foro de discusión.

Lo que sí podemos concluir es que en algún lugar de la vida de la Iglesia existe una fragmentación en esas relaciones. La Biblia nos conmina a ser solícitos en guardar la unidad del Espíritu y hacerlo con amor y con paciencia (Efe 4:2-3). Es obvio que un parte muy importante de la familia de la fe no lo ha podido conseguir.

Veamos algunos datos empíricos que sustentan estas aseveraciones. Por ejemplo, el Grupo de Investigación Barna[1] publicó en el 2016 los resultados de sus investigaciones acerca de los ministerios de la juventud en las Iglesias Cristianas de los Estados Unidos.[2] Esta publicación dedicó un segmento para el análisis de las perspectivas que se estilaban en el futuro de esos ministerios a raíz de lo que habían encontrado en sus investigaciones. Las páginas 83 a la 88 de ese informe fueron utilizadas para afirmar que la rapidez de los cambios culturales que estábamos comenzando a experimentar en esa época pondría en riesgo la estabilidad de esos ministerios. El panorama de la juventud, decían ellos, es tan acelerado, diverso y complejo que “la vida social y espiritual de los adolescentes está siendo reinventada ante nuestros ojos.”[3] Los retos que los ministerios de la juventud enfrentarían en el futuro los obligó a plantear la necesidad de que la Iglesia se moviera de su posición de querer o procurar mantener la salud de esos ministerios para crear un nuevo futuro para estos. Lo primero se conoce como teología de mantenimiento. Lo segundo es atemperar, actualizar, hacer re-ingeniería de esos ministerios en medio de los tiempos. El profeta Habacuc habló acerca de esto como parte de su profecía (Hab 3:2).
 
A continuación algunos de los retos identificados en el 2016 y las preguntas realizadas por los investigadores del Grupo Barna:[4]

  • Aumento en el escepticismo acerca de la Biblia.
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes equipar a estos para que ellos desarrollen mayor confianza en la autoridad de la Biblia?
  • Sentimiento de soledad en aumento.
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes invertir (hacer que den marcha atrás) las tendencias de sentimientos de soledad y aislamiento dentro y fuera de la iglesia, incluyendo la vida digital de los jóvenes, de modo que ellos decidan  involucrarse en relaciones profundas que transforman vidas?
  • Pornografía generalizada o dominante.[5]
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes adquirir un conjunto de herramientas más robusto para trabajar con la crisis de la pornografía, enfocándose en el desarrollo de almas más robustas y de comunidades llenas de la gracia?
  • Confusión respecto a la sexualidad humana.
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes fomentar un acercamiento de gracia y verdad (bíblico) acerca de la sexualidad humana?
  • Moralidad del “yo primero”(“Me-first morality”; un código de moral que coloca el “yo” en el centro)
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes confrontar el espíritu “yo-primero” de la época, tornando hacia afuera los corazones de los jóvenes (y de sus padres) de modo que se encuentren en Jesús?
  • Identidad Cristiana presurizada (no atreverse a hablar por temor a dar la impresión de que son estúpidos; esto, unido a las presiones que ejercen sus pares).
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes desarrollarlos como discípulos en una “babilonia digital”?
  • Una era definida por los logros (los pastores de jóvenes están en una lucha constante con los itinerarios complicados de nuestros jóvenes. El estudio demostró que la mayoría de los padres aprueba esa hiperactividad, entre otras cosas, porque la ven como un recurso para mantener a sus hijos ocupados)
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes promover un marco bíblico de fama, influencia y de logros entre los jóvenes y los padres de estos, que explique que Dios utiliza la ambición, pero sólo cuando esta se extiende para servir a Sus propósitos?
  • Discípulos retados por la conversación (los jóvenes Cristianos de la posmodernidad encuentran que es difícil sostener conversaciones con personas que son diferentes a ellos. No encuentran que son capaces de cumplir con lo que dice Col 4:5-6).
    • ¿Cómo pueden los ministerios de jóvenes adiestrar a la juventud para que se conviertan en los mejores conversadores en el planeta, para los propósitos de Cristo y de su gloria?

Unos de los elementos más relevantes de este resumen no es lo preciso que es en sus hallazgos y en sus reacciones. Uno de esos elementos es que hace seis (6) años que recibimos estos datos y muchas congregaciones, continuaron con la teología de mantenimiento para la juventud y/o desarrollando programas de entretenimiento para estos.
 
El otro elemento es que el cuadro encontrado en el 2016 no incluye a las Iglesias Caribeñas ni Latinoamericanas. Y como si esto fuera poco, del 2016 hacia acá hemos enfrentado huracanes devastadores, terremotos, una pandemia, una guerra en Europa y una de las crisis económicas más grandes en los últimos 40 años.
 
Una de las buenas noticias es que el Grupo Barna, al igual que otros grupos de investigación, está a punto de publicar un nuevo estudio acerca de la juventud.[6] En esta ocasión, se han cuidado de que sea uno global. Esto es, incluye datos de los Estados Unidos, Canadá, Méjico, Brazil, Colombia, Honduras, Reino Unido, Irlanda, España, Alemania, Francia, Holanda, Polonia, Rusia, Australia, Nueva Zelanda, Indonesia, Corea, Malasia, Taiwán, India, Filipinas, Egipto, Kenia, Nigeria y Sur África. El título de esta publicación ha sido anunciado como “The Open Generation.”
 
Las noticias iniciales que comunica esta publicación que está por salir es que los resultados no son muy alentadores. Tomemos como ejemplo los resultados obtenidos en el escenario de la perspectiva que los jóvenes tienen acerca de Cristo. Solo el 61 por ciento de los jóvenes Cristianos en el planeta cree que Cristo fue crucificado. Esto no está necesariamente muy lejos de lo que creen los jóvenes en general (Cristianos y no Cristianos; 47 por ciento). Sólo la mitad de ellos (50 por ciento) cree que Cristo se levantó de entre los muertos. Por último, solo el 32 por ciento de los jóvenes Cristianos cree que Cristo está activo en el mundo del día de hoy. Estos datos apuntan a una crisis de fe y revelan la incapacidad de la familia de la fe para ayudarles a desarrollar convicción en las Sagradas Escrituras.
 
La buena noticia es que este este estudio revela que jóvenes de diferentes creencias y religiones en el mundo creen que Jesucristo encarna cualidades que ellos aspiran a tener; una percepción positiva acerca de nuestro Salvador. El problema con este dato es que la percepción no nos salva. Nos salva la entrega y la aceptación de que Cristo es nuestro Señor y nuestro Salvador.
 
La Iglesia como familia de la fe no ha hecho provisión para atajar estos retos. Ahora bien, reconocemos que existen otros factores que promueven esta desconexión de la familia de la fe. El mundo posmoderno no solo es cibernético, sino que procura aislar a los seres humanos. Jóvenes aislados son presa fácil del enemigo y sobre todo, de las agendas que promueven las enfermedades mentales y la desconexión de la fe. Otras fuentes consultadas citan que las razones esgrimidas en el 2019 no eran muy diferentes a las que vemos hoy. El 96 por ciento de los jóvenes que abandonaban la Iglesia en ese año,  decían que lo habían hecho por que habían surgido cambios mayores en sus vidas. Un 73 por ciento atribuyó el abandono a problemas con las figuras pastorales. El 70 por ciento alegó que dejó la congregación por diferencias religiosas, éticas o políticas. Un 63 por ciento alegó razones estudiantiles y/o del ministerio de la juventud.[7]
 
Estudios anteriores revelaban que las razones eran otras. Un estudio del año 2011 apuntaba a la sobreprotección de la Iglesia, a la superficialidad de la Iglesia, al antagonismo entre la ciencia y la fe. Otras razones incluyeron la simpleza o el tono crítico con la que la Iglesia trata el tema de la sexualidad y sus luchas con la naturaleza exclusiva que tiene y predica la Iglesia. Otras razones, el ambiente hostil o poco amistoso en la Iglesia. [8]
 
Por último, el equipo de LifeWay Research informó los resultados de un estudio acerca de este tema en el 2019.[9] He aquí los resultados encontrados para explicar por qué es que muchos jóvenes abandonan la Iglesia:
 
  • relocalización a la vida universitaria (34%)
  • no sentirse conectados con la gente en la Iglesia (29 %)
  • desacuerdos con las posturas políticas y sociales en algunos asuntos (25%)
  • responsabilidades con el trabajo (24%)
  • nunca se pudieron conectar con otros estudiantes en el ministerio de estudiantes (23%)
  • querían un espacio fuera de la Iglesia (23%)
  • sólo iban a la Iglesia para complacer a otros (22%)
 
Los factores pueden ser muchos, y todos diferentes, pero es obvio la ausencia de una relación sustantiva con la Iglesia como la familia de la fe.
 
Por otro lado, es muy relevante comprender la importancia que poseen estos datos, particularmente para las iglesias Norteamericanas. Los estudios del 2017 identificaron que el 66 por ciento de los jóvenes que asistían a la Iglesia en los estados de la nación (18-30 años de edad) dejaron de hacerlo de forma regular. La mayoría de estos un año después de haber cumplido 18 años. Entienda esto bien: se trata de casi 7 de cada 10 de los jóvenes de la Iglesia. Cerca del 70 por ciento de estos esgrimían los problemas con los postulados de fe como la razón de mayor peso para hacerlo.[10]
 
En todos y cada uno de estos estudios encontramos unos denominadores comunes que apuntan a la desconexión con la familia de la fe. La falta de lazos relacionales fuertes con la Iglesia como la familia de Dios es evidente en estos resultados. Hace falta una Iglesia que establezca lazos relacionales-familiares que sean fuertes. O sea, la Iglesia como la familia de la fe. Aceptamos que esto no va a evitar las diferencias, ni eliminará las críticas que nuestros jóvenes presentan. No obstante, esto nos ayudará a promover que aquello que nos une es mucho más grande que aquello que nos diferencia. Además, nos ofrecerá un espacio de tiempo adecuado para comenzar a ofrecer alternativas concretas y correctas a la juventud que adora con nosotros.
 
La Iglesia de todas las generaciones anteriores a la nuestra enfrentó retos sustantivos con la juventud de sus respectivas épocas. Por lo general, las soluciones que encontraron en la Palabra del Señor y en Su santa presencia fueron capaces de mantener la mayoría de ellos participando y formando parte de la vida de la Iglesia.
 
Sharon Galgay Ketcham, ha dicho que la juventud Cristiana de la posmodernidad Norteamericana ha decidido desarrollar un capital social fuera de la Iglesia, aun cuando siguen creyendo en algo o en alguien.[11] La Iglesia de las generaciones anteriores decidió que sus respuestas a estos retos no podían estar basadas en el temor o en la ansiedad. Las respuestas de esas épocas, al igual que las de las nuestras tienen que estar basadas en un amor que ayude a la juventud a desarrollar su fe en Cristo, y a encontrar su lugar en el seno de la Iglesia como familia de Dios. Esto último predica la necesidad de un proceso de reconciliación de nosotros con ellos, para que ellos puedan encontrar que las avenidas que les propondremos les ayudarán a reconciliar su fe y su razón con Dios y con la familia de la fe.
Referencias  

[1] https://www.barna.com/
   
[2] https://www.barna.com/product/state-youth-ministry/
   
[3] Ibid. p. 84
   
[4] Ibid. pp. 84-87.
   
[5] Este informe revela que para el 2016 la pornografía ya no era vista por la juventud Cristiana como algo perverso, dañino ni inmoral. Hay muchos materiales responsables publicados a cerca de eta crisis. El libro de Josh McDowell, “The Porn Phenomenon,” y “Your Brain on Porn: Internet Pornography and the Emerging Science of Addiction” de Gary Wilson, son impactantes.
   
[6] https://www.barna.com/research/introducing-open-generation/
   
[7] https://www.tennessean.com/story/news/religion/2019/01/15/lifeway-research-survey-says-young-adults-dropping-out-church/2550997002/
   
[8] https://www.barna.com/research/six-reasons-young-christians-leave-church/
   
[9] https://research.lifeway.com/2019/01/23/8-reasons-young-adults-leave-your-church-and-8-reasons-they-stay/
   
[10] https://www.christianitytoday.com/news/2019/january/church-drop-out-college-young-adults-hiatus-lifeway-survey.html

[11] https://www.samford.edu/arts-and-sciences/news/2019/Theology-ofMutuality-Can-Rebuild-Declining-Church-
Ketcham-Says

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