June 14th, 2022
“10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10)
La tesis bíblica de una nueva humanidad es considerada por muchos exégetas bíblicos como una propuesta ética; la creación de la ética del reino de los cielos requirió la creación de una nueva humanidad.[1] En otras palabras, las responsabilidades que están adscritas a ese reino solo pueden ser cumplidas por una nueva criatura (2Cor 5:17) creada en Cristo Jesús. Sólo así se puede ser capaz de caminar por las obras que Dios preparó de antemano.
Hay que señalar que los creyentes en Cristo no somos salvos por las cosas que hacemos. Pablo hace énfasis en esto en los versos ocho y nueve (8-9) del capítulo dos (2) de la Carta a los Efesios.
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9)
La razón que sustenta esta declaración es que el ser humano jamás podrá alcanzar los niveles de reconciliación, de justificación y de santidad requeridos por Dios para que Él pueda aceptar aquello que hacemos. Por lo tanto, nuestras obras, por más perfectas y excelsas que sean, no nos pueden salvar. Esto no significa que nuestro buen proceder no sea necesario. El cielo espera que seamos capaces de hacer lo que es correcto. Sin embargo, la conclusión es una sola:
“20 Pues nadie llegará jamás a ser justo ante Dios por hacer lo que la ley manda. La ley sencillamente nos muestra lo pecadores que somos.” (Romanos 3:20, NTV)
Pablo añade allí que si Abraham, el padre de la fe, hubiera sido jsutificado por las cosas buenas que hizo, entonces tendría de qué jactarse y de argumentos que operarían a su favor. Esto es así porque esas buenas obras serían documentadas como salario, o como una deuda que Dios tendría con el patriarca y con cualquier otro que hiciera lo bueno. En cambio, la Biblia dice que Dios no nos salva porque tiene una deuda con nosotros. Dios nos salva por Su gracia.
“2 Si Abraham llegó a ser aprobado por Dios por lo que hizo, entonces podía presumir de algo, pero no delante de Dios. 3 Pues esto es lo que dice la Escritura: «Abraham creyó a Dios, quien tomó en cuenta la fe de Abraham y lo aprobó». 4 Cuando alguien trabaja, el pago que recibe no es un regalo, sino algo que se ha ganado. 5 Pero Dios aprueba al que cree en él sin que se gane eso con obras, Dios le toma en cuenta la fe y lo aprueba. Hasta el pecador es aprobado por Dios.” (Romanos 4:2-5, PDT)
El profeta Isaías había destacado esto último cerca de 700 años antes de que Cristo naciera.
“6 Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” (Isaias 64:6)
En otras palabras, Dios es tan santo que no existe cosa alguna que nosotros podamos hacer que sea aceptable ante Su presencia. Esto es así porque lo que hacemos siempre estará mancillado por nuestra naturaleza pecaminosa. Es por esto que la salvación que Cristo nos ofrece tiene que ser un regalo de Dios; porque nadie la puede merecer ni alcanzar por sus propios esfuerzos.
También hay que señalar que en la mayoría de las ocasiones que se visita este tema, los creyentes en Cristo privilegiamos las cosas que no debemos hacer en vez de aquellas que debemos hacer. Una de las razones que sustenta esta inclinación es el énfasis constante que se realiza en el “dejar de hacer.”(Gál 5:13, 19-21; 1 Tes 4:3-7; 2 Tim 2:14-15). Que no quede duda: la nueva humanidad en Cristo no es compatible con la práctica de conductas que vayan en contra de lo que señalan estos pasajes bíblicos y otros similares.
No obstante, el énfasis paulino en el verso diez (10) del capítulo dos (2) de la Carta a los Efesios no es en las cosas que tenemos que dejar de hacer y de las conductas que tenemos que dejar de practicar. Este verso enfatiza las cosas que tenemos que hacer. No solo esto, si no que este verso destaca que las cosas que debemos hacer no son aquellas que surgen de nuestras mejores conclusiones como creyentes en Cristo. Este verso dice que Dios en Su arcano ha dispuesto una batería de obras (“ergois”, G2041) para que caminemos en estas. Ese verso añade que estas obras fueron preparadas de antemano por Dios. Además, la forma en que este verso está escrito subraya que se trata de un ejercicio constante y frecuente.
“10 Nosotros somos obra de Dios, creados en Jesucristo para realizar las buenas obras que Dios ya planeó de antemano para que nos ocupáramos de ellas.” (Efesios 2:10, PDT)
Dicho de otra manera, este verso dice que la nueva humanidad ha sido creada en Cristo Jesús para caminar sobre la agenda de Dios. Esta es otra de las razones por las que no nos podemos gloriar en lo que hacemos; porque lo que se nos ha ordenado hacer ya fue predeterminado por Dios: “no por obras, para que nadie se gloríe” (v. 9).
Estas aseveraciones apuntan a que esta nueva humanidad fue creada en Cristo Jesús con un propósito definido. Un dato singular es que esa frase apunta al amor de Dios. Sí, esta frase apunta a ese amor porque destaca que Dios preparó de antemano un catálogo de acciones para una nueva humanidad que aún no había sido creada. Esa nueva humanidad fue creada del amor del Padre, mediante el sacrificio del Hijo y con la intervención del Espíritu Santo.
Esta aseveración también subraya que las obras no nos justifican, pero que aquellos que hemos sido justificados obramos.
Cristo lo había adelantado cuando le dijo lo siguiente a sus discípulos:
“16 No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé. 17 Esto os mando: Que os améis unos a otros.” (Juan 15:16-17, RV 1960)
Pablo hace énfasis en este axioma bíblico en varias ocasiones en sus cartas. Un ejemplo de esto lo tenemos en sus cartas a su discípulo Timoteo.
“21 Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra, santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. 22 Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor.” (2 Timoteo 2:21-22)
Repetimos que todo esto enfatiza que no se trata de dejar de hacer, sino de hacer la voluntad de Dios; cumplir con el propósito divino. Estas aseveraciones bíblicas también predican que tenemos que haber sido re-creados en Cristo Jesús para que nuestras obras puedan ser vistas como correctas.
Las acciones y las obras que son vistas como correctas son calificadas en la Biblia con un nombre: fruto del Espíritu (Gál 5:22-25). O sea, que lo que hacemos es considerado en el cielo como el producto de esa transformación, de esa nueva creación. Esta es una de las definiciones del concepto santidad; haber sido separados para Dios para hacer aquello que Él nos llamó a hacer. Esta es la interpretación del mensaje paulino que encontramos en la Carta a los Romanos cuando se nos exhorta a andar en vida nueva.
“4 Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romanos 6:4)
Dicho de otra manera; no somos justificados por las obras sino que somos justificados para hacer buenas obras. [2] Nuestras buenas obras son el resultado de nuestra fe puesta en Cristo y por ende, el fruto que se obtiene en el Espíritu debido a esa nueva relación con Dios.
Existen varias maneras de acercarse a la definición de estas buenas obras. Como hemos visto, algunos han decidido describirlas haciendo énfasis en el propósito divino. ¿Cómo podríamos resumir ese propósito? La respuesta teológica es sólida e inconfundible;
- parecernos a Cristo: alcanzar la estatura de Cristo (Efe 4:13)
- ser siervos obedientes para expresar en acciones el amor que hemos recibido de Dios (Jn 14:15).
- vivir en santidad para expresar en acciones la fe que hemos recibido de Dios.
- honrar la justicia de Dios para expresar con acciones de gratitud la justificación que hemos recibido de Dios.
Otros, como F.F. Bruce, han comentado que los capítulos cuatro, cinco y seis de la Carta a los
Efesios describen lo que son esas buenas obras.[3] Otros, como John R. Stott, son mucho más enfáticos y destacan que si bien es cierto que la salvación no se alcanza por las obras, las buenas obras son el testimonio de que somos salvos. En otras palabras, las obras son indispensables como demostraciones, como consecuencias de la salvación. No somos salvos por las buenas obras, pero somos salvos para buenas obras.[4]
Reiteramos que toda esta estrucutura está ensamblada sobre las bases de que hay una creación de obras y la creación de estas presupone la existencia y la participación activa de un Creador. Por lo tanto, el Creador de la nueva humanidad no se limitó a crear esta sino que también creó la ruta de peregrinación constante por la que esta tiene que andar.
Ahora bien, la cita que incluimos aquí sintetiza muchas de las aseveraciones que hemos
compartido en esta reflexión:
“No es por obras que uno se salva, sino para hacer buenas obras que uno es salvo. En primer lugar, señala que somos hechura de Dios, creados en Cristo Jesús. Hechura (póiema 4161) significa “cosa que es hecha” o sea obra de las manos, en este caso de Dios. Como tal, hemos sido creados en Cristo Jesús o sea hechos en él. El alma salva es de creación divina. Pablo describe esta idea en otra epístola más ampliamente cuando dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2 Cor. 5:17). El propósito divino es hacer del hombre pecador una nueva criatura completamente de su agrado y que hace las obras que a él le agradan. Que Dios nos ha hecho lo que somos depende de una nueva relación en Cristo con un propósito más elevado. Este propósito se define como las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas en lugar de las malas obras de Satanás mencionadas en los vv. 1–3.” [5]
Está demás decir que estas obras incluyen lo siguiente:
- Cumplir con la Gran Comisión:
“18 Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. 19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mateo 28:18-20).
2. El servicio en la Iglesia:
“5 Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, 6 los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje. 7 Porque ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles. 8 Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.” (3 Juan 1:5-8)
3. Las obras de caridad:
“35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? 40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.” (Mateo 25:35-40)
Concluimos diciendo que las buenas obras no producen salvación, pero son el producto de la salvación. Es por esto que Jesús nuestro Señor dijo lo siguiente:
“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.” (Mateo 5:16).
Referencias
[1] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (p. 81). Logos Bible Software.
[2] Sproul, R. C. (1994). The Purpose of God: Ephesians (p. 56). Christian Focus Publications.
[3] Bruce, F.F.. The Epistle to the Ephesians: A Verse by Verse Exposition by One of the Great Bible Scholars of Our Age . Robert Frederick. Kindle Edition
[4] Stott, John. The Message of Ephesians (The Bible Speaks Today Series) (pp. 84-86). InterVarsity Press. Kindle Edition.
[5] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . (1993–). Comentario bı́blico mundo hispano Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y Filemón (1. ed., p. 138). Editorial Mundo Hispano.
[1] Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (p. 81). Logos Bible Software.
[2] Sproul, R. C. (1994). The Purpose of God: Ephesians (p. 56). Christian Focus Publications.
[3] Bruce, F.F.. The Epistle to the Ephesians: A Verse by Verse Exposition by One of the Great Bible Scholars of Our Age . Robert Frederick. Kindle Edition
[4] Stott, John. The Message of Ephesians (The Bible Speaks Today Series) (pp. 84-86). InterVarsity Press. Kindle Edition.
[5] Carro, D., Poe, J. T., Zorzoli, R. O., & Editorial Mundo Hispano (El Paso, T. . (1993–). Comentario bı́blico mundo hispano Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y Filemón (1. ed., p. 138). Editorial Mundo Hispano.
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