Reflexiones de Esperanza: Enseñanzas en la cueva- Parte 14 – El valor de la oración

El Salmo 34 nos ha permitido entrar en el examen de las disciplinas espirituales básicas de nuestra fe como Cristianos. La recta final de este periodo de aislamiento provocado por el COVID-19 nos ha llevado a repasar cómo es que David internaliza el valor que tienen la adoración, la oración, y la comunión íntima con el Señor. Él recibió estas enseñanzas en la cueva de Adulam (1 Sam 22:1-3) y reiteramos que esto nos ha servido de guía en esta jornada.

Ya hemos visto el lugar preponderante que posee la adoración en la vida del dulce cantor de Israel. Este es el título con el que David era conocido en Israel:

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“1 Estas son las palabras postreras de David. Dijo David hijo de Isaí, Dijo aquel varón que fue levantado en alto, El ungido del Dios de Jacob, El dulce cantor de Israel:” (2 Sam 23:1)

El análisis de esa frase nos coloca ante un testimonio de la transformación que puede operar el Espíritu Santo en un ser humano que decide entregarse al Señor.  El concepto hebreo que se traduce como “cantor” es “zâmı̂yr” (H2158). Es cierto que este concepto puede ser traducido como cantor. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones aparece traducido como canción instrumental. O sea, que David es mucho más que un dulce cantor o un cantor placentero y deleitable. David fue trasformado en una canción para el Señor. Es por esto que él era un verdadero salmista.

Vemos en este salmo cómo es que se materializa en David lo que dijo Richard Foster acerca de la adoración: “adoration is the spontaneous yearning of the heart to worship, honor, magnify and bless God.”[1] (La adoración es el anhelo espontáneo del corazón de rendir culto, honrar, magnificar y bendecir a Dios- traducción libre). En la adoración demostramos nuestro amor por Dios, por lo que Él es, por el gozo radiante con el que Dios nos inunda.

En la reflexión anterior tuvimos la oportunidad de analizar elementos básicos acerca de la oración y de sus movimientos. Como ha dicho Phillips Brooke, el desconocimiento del valor de la oración produce que  muchos Cristianos se conformen con muletas en de pedir alas. En el campo de la oración, el futuro rey de Israel testifica en este salmo que su vida de oración fue transformada en la cueva de Adulam. Él testifica en este salmo que ya había comprobado que hay virtud en la vida de todo aquél que busca y que clama al Señor. Los siguientes versículos bíblicos definen para nosotros esos escenarios: Sal 34: 4, 6, 10, 15, 17.

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“4 Busqué a Jehová, y él me oyó, Y me libró de todos mis temores.”
“6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.”
“10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de  ningún bien.”
“15 Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos.”
“17 Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.”

Estos versos describen la oración desde las dimensiones de la búsqueda y de varios tipos de clamor. El primero, el verso cuatro (4), describe la oración que se origina en una búsqueda frecuente y constante, inquiriendo con diligencia, específicamente en la dimensión de la adoración. Esa es la definición del concepto hebreo “dârash” (H1875). El estudio de algunos pasajes bíblicos que usan este concepto nos ayudará a conocer esta dimensión de la oración.

Lo que esto significa es que esta dimensión de la oración trasciende la oración regular, ceremonial y litúrgica que podemos hacer como Cristianos. Buscar es un verbo transitivo que implica hacer lo necesario para hallar algo. Buscar es también definido como dirigirse a un lugar. Las personas buscan la felicidad; buscan una vida tranquila; buscan empleo; buscan la inspiración en el arte o en las ciencias. El salmista dice que él decidió buscar al Señor.

Los verbos transitivos son aquellos verbos que exigen la presencia de un objeto directo (llamado complemento directo) para tener un significado completo, ya que se refieren a acciones que transitan desde el actor al objeto.[2] O sea, que el salmista conoce que él está accionando en esa dimensión de la oración un proceso de transitar o peregrinar como actor hacia el objeto de su oración.

El profeta Isaías utiliza este concepto relacionándolo con unas promesas mesiánicas y parece describirlo con unos límites de tiempo. Veamos:

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“9 Sacaré descendencia de Jacob, y de Judá heredero de mis montes; y mis escogidos poseerán por heredad la tierra, y mis siervos habitarán allí. 10 Y será Sarón para habitación de ovejas, y el valle de Acor para majada de vacas, para mi pueblo que me buscó.” (Isa 65:10, RV1960)
“6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. 7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Isa 55:6, RV1960)

El profeta Oseas mantiene la misma premisa. Veamos:

“12 Sembrad para vosotros en justicia, segad para vosotros en misericordia; haced para vosotros barbecho; porque es el tiempo de buscar a Jehová, hasta que venga y os enseñe justicia. 13 Habéis arado impiedad, y segasteis iniquidad; comeréis fruto de mentira, porque confiaste en tu camino y en la multitud de tus valientes.” (Oseas 10:12-13)

El profeta Amós lo ata a la oportunidad de hallar la vida abundante que Dios ofrece. Veamos:

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“4 Pero así dice Jehová a la casa de Israel: Buscadme, y viviréis;……14 Buscad lo bueno, y no lo malo, para que viváis; porque así Jehová Dios de los ejércitos estará vcon vosotros, como decís. 15 Aborreced el mal, y amad el bien, y estableced la justicia en juicio; quizá Jehová Dios de los ejércitos tendrá piedad del remanente de José.” (Amós 5:4, 14-15).

El escritor del libro de Lamentaciones lo utiliza combinándolo con la capacidad para esperar con paciencia y confianza a que llegue el tiempo propicio para recibir la respuesta.  Veamos:

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“24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré. 25 Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.  26 Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.”      (Lam 3:24-26)

David dice en el Salmo 34 que él aprendió en la cueva que uno de los mejores beneficios que ofrece esta dimensión de la oración es la libertad de todos los temores. Esto es, de todas aquellas ideas y pensamientos de que algo peligroso, perjudicial o negativo pueda ocurrir o que haya ocurrido. Esas sospechas de que algo es malo o que puede conllevar un efecto perjudicial o negativo, deciden irse a vivir en nuestro cerebro. Algunos de los resultados que estas pueden producir pueden ser el escape, el miedo, las conductas evitativas, el rechazo de personas, de actividades, de patrones normales de conducta, etc.

El concepto que David utiliza aquí para hablar del temor (“megûrâh”, H4035) es a veces utilizado para describir un granero:

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“19 No está aún la simiente en el granero? Ni la vid, ni la higuera, ni el granado, ni el árbol de olivo ha florecido todavía; mas desde este día os bendeciré.”  (Hageo 2:19)

Lo que esto significa es que las ideas que nos producen temor pueden aglomerarse en nuestros pensamientos. Al hacerlo, comienzan a ocupar el espacio que ha debido ser ocupado por ideas y pensamientos productivos, positivos y reales. Hay mucho más en ese concepto: los temores se pueden asociar en ese granero.

La buena noticia es que el Salmo 34 dice que la oración que entra en la dimensión de la búsqueda del Señor nos liberta de todos los temores. La oración que entra en la dimensión de esa búsqueda frecuente y constante del Señor, “dârash”, que inquiere con diligencia su presencia, que lo hace sabiendo que está adorando a Dios: esa oración vacía los graneros.

Esa dimensión de la oración, también opera en los escenarios de nuestras necesidades básicas. El salmista dice lo siguiente  en el verso 10 del Salmo 34:

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“10 Los leoncillos necesitan, y tienen hambre; Pero los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien.”

Esta es sin duda alguna una reafirmación de lo que dice el Salmo 23:

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“ 1 Jehová es mi pastor; nada me faltará.”

El verso seis (6) predica otra dimensión de la oración. En esta ocasión se trata del clamor o del significado del concepto hebreo “qârâʼ” (H7121). Este concepto es definido alrededor de la idea de abordar a alguien, llamándolo por su nombre: o sea, que uno lo conoce. Es definido como un proceso en el que uno intenta hacer que esa persona pueda ver, o pueda uno invitarlo a que lo pueda hacer.

David utiliza este concepto para explicar qué fue lo que él hizo con sus angustias. A base de lo antes expuesto, podemos concluir que él podía llamar al Señor por su nombre porque le conocía. Además, podemos  concluir que este siervo del Señor utilizó esa necesidad imperiosa, la angustia, para invitar al Todopoderoso  a ver en el interior de su siervo lo que le estaba aconteciendo.

Este análisis nos lleva a concluir que Dios puede usar nuestras angustias para que nosotros podamos realizar, con la ayuda de Dios, un inventario de nuestro ser interior. Además, el Señor puede usar las angustias para que corroboremos cuánto conocemos acerca de Dios.

La tercera dimensión de la oración David define en el Salmo 34 es un clamor libre (“shavʽâh”, H7775), que se expresa a viva voz, que posee llanto. Es cierto que esta dimensión de la oración parece estar asociada a la catarsis. Sin embargo su uso en las Sagradas Escrituras nos permite desarrollar otra perspectiva de este. Veamos algunos ejemplos:

Los hijos de Israel lo utilizan debido a la opresión causada por la esclavitud:

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“23 Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre.” (Éxo 2:23)

David lo utiliza para presentar la angustia provocada por la cercanía de la muerte:

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“6 Ligaduras del Seol me roderaron; Tendieron sobre mí lazos de muerte. 7 En mi angustia invoqué  a Jehová, Y clamé a mi Dios; Él oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó a sus oídos.”    (2 Sam 22:6-7; Sal 18:5-6)

David lo utiliza para describir las reacciones provocadas por el pozo de la desesperación:

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“1 Pacientemente esperé a Jehová, Y se inclinó a mí, y oyó mi clamor. 2 Y me hizo sacar del pozo de  la desesperación, del lodo cenagoso; Puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.” (Sal 40:1-2)

El profeta Jeremías lo utiliza para describir la reacción ante el dolor y el quebrantamiento:

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“19 He aquí voz del clamor de la hija de mi pueblo, que viene de la tierra lejana: ¿No está Jehová  en Sion? ¿No está en ella su Rey? ¿Por qué me hicieron airar con sus imágenes de talla, con vanidades ajenas? 20 Pasó la siega, terminó el verano, y nosotros no hemos sido salvos.  21 Quebrantado estoy por el quebrantamiento de la hija de mi pueblo; entenebrecido estoy, espanto  me ha arrebatado.”     (Jer 8:19-21)

Es obvio que esta dimensión de la oración entre otras cosas, está asociada a cautiverios, a la cercanía de la pérdida de la vida, a la opresión  y al quebrantamiento.

La buena noticia es que David nos dice en el Salmo 34:15 que los ojos y los oídos del Señor están atentos a ese clamor. ¿Por qué David puede expresar esto? David puede expresarse así porque él había experimentado que el Señor ve y escucha el clamor de aquellos que creen y confían en Él.

Hay experiencias que se convierten en cautiverios, que esclavizan a los seres humanos. Estas experiencias pueden ser propias o de aquellos que amamos. Hay experiencias que provocan terrores de muerte. En algunos casos se trata de la posibilidad de la muerte de los nuestros. En otros casos pueden estar relacionadas a la posibilidad de que seamos nosotros los que podemos partir a la eternidad sabiendo que todavía existen muchos cabos sueltos que no hemos podido resolver. Sabemos que la vida trae consigo experiencias que nos oprimen, nos mueven el suelo y no nos permiten operar en un terreno firme. Hay experiencias que nos quebrantan y nos producen dolores muy grandes. El verso 15 del Salmo 34 dice que Dios ve y escucha el clamor que levantamos en estas situaciones. Además, el Salmo 34 enfatiza que podemos testificar acerca de esto estando en nuestras cuevas.

La cuarta dimensión de la oración que David describe en este salmo se parece mucho a la anterior. Algunas de sus variantes incluyen que promueve que se desarrolle de manera grupal o que representa necesidades que son comunitarias. Esta dimensión de la oración la encontramos en el verso 17 del salmo que nos ocupa:

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“17 Claman los justos, y Jehová oye, Y los libra de todas sus angustias.”  (Sal 34:17)

Este concepto (“tsâʽaq,” H6817) lo utiliza el escritor del libro de Éxodo para describir las reacciones del pueblo egipcio ante el hambre provocada por los siete (7) años de vacas flacas (Gn 41:55). El mismo concepto es utilizado por Moisés cuando clama a Dios para que el Señor resuelva el problema que tiene el pueblo ante las aguas amargas en Mara (Éxo 15:25). Moisés lo vuelve a utilizar en Refidim, en Horeb, en el lugar en el que el Señor hizo sacar agua de la roca (Éxo 17:4). Este concepto lo utiliza Samuel para convocar al pueblo de Israel a Mizpa cuando estos pidieron tener un rey (1 Sam 10:17). En ese lugar Samuel decide realizar un repaso de la historia de ese pueblo, la historia de salvación y de las intervenciones del Señor.

Este concepto es también utilizado para describir el clamor del pueblo de Judá cuando se encontraron emboscados por Jeroboam en una batalla (2 Cró 13:14-17).  Otro ejemplo de este clamor grupal lo encontramos en los versos seis (6) y 28 del Salmo 107.

Ahora bien, este concepto en ocasiones es utilizado de manera singular. Por ejemplo, lo utiliza para manifestar su agravio (Job 19:7). Es interesante saber que Eliú le responde a Job diciendo que Dios no puede escuchar este tipo de clamor cuando hay soberbia en el corazón (Job 35:12-13).

Este concepto es utilizado de manera individual cuando el salmista expresa que se encuentra batallando con los síntomas de una depresión profunda y crónica (Sal 77:1). También en el caso de la depresión descrita en el Salmo 88.

Una de las buenas noticias que David nos comunica en el Salmo 34 es que el Señor escucha el clamor de los justos y el Señor escucha y los libra de esas angustias. Otra buena noticia es que el salmista puede decir esto estando en la cueva de Adulam. O sea, que no hay que esperar a salir de la cueva para tener esta experiencia de liberación.

La otra buena noticia se desprende de la anterior. David nos está comunicando que la cueva de Adulam ya no era considerada por él como un escenario que provocaba angustias.

La respuesta de Dios para estas angustias, la liberación (“nâtsal”, H5337) que David describe en este salmo, es una respuesta multi-fásica. Cuando David expresa en este salmo que el Señor nos libra de la angustia, cuando Él decide liberarnos o hacer “nâtsal” con ellas, está diciendo que el Señor puede poner en función más de una alternativa. Por ejemplo, el Señor nos puede arrancar de esa fuente de angustia. El Señor nos puede defender de lo que nos provoca la angustia. El Señor nos puede abrir las puertas para que salgamos del ambiente que nos está provocando la angustia y hacerlo preservando nuestra victoria. El Señor nos puede preservar y proteger en medio de eso que nos angustia. El Señor nos puede despojar de aquello que nos angustia. El Señor nos puede rescatar de aquello que nos produce angustia.

Hay otras opciones dentro de las definiciones de este concepto hebreo. La idea que este comunica es que es Dios el que decide cuál es el método que Él utilizará para librarnos de aquello que nos produce angustias.

Hemos visto hasta aquí cuatro (4) dimensiones de la oración que David presenta en el Salmo 34. Estas dimensiones trascienden a la cueva de Adulam. Es cierto que David expresa que el Señor le permitió recibir respuestas a estas oraciones antes de salir de esa cueva. No es menos cierto que David continuó utilizando estas dimensiones de la oración durante el resto de sus días.

¿Cuántas dimensiones de la oración has podido experimentar tú? Es nuestra oración que el Señor eleve tu vid de oración a unos niveles nunca antes visto por ti o por los tuyos.
Referencias

[1] Richard Foster. Prayer: Finding the Heart’s True Home. San Francisco: Harper, 1992, p.81.
[2] https://elpopular.pe/series/escolar/2013-11-21-el-verbo-transitivo-e-intransitivo

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