August 30th, 2020
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “El uso de la libertad” Parte XII
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García
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Hemos estado analizando los textos bíblicos acerca de la peregrinación del pueblo de Israel desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Las primeras reflexiones fueron dedicadas al análisis de lo que significa ser el pueblo del Pacto: pueblo de Dios. Este análisis lo comparamos con lo que la Biblia dice acerca de la Iglesia; el nuevo Israel de Dios. El énfasis que realiza el Apóstol Pedro en una de sus cartas nos ha cautivado el corazón (1 Ped 2:9-10).
Es importante anotar que estas reflexiones no pretenden agotar las discusiones acerca de ese tema. Ahora nos toca involucrarnos en el análisis de otra vertiente que se desprende de las narrativas bíblica acerca de esa peregrinación. Se trata del uso de la libertad.
Ya hemos visto que el libro del Éxodo es mucho más que una colección de narrativas para explicar cómo se sale de Egipto para llegar a la Tierra Prometida. Compartimos en algunas de las reflexiones anteriores que Jonathan Sacks nos dice que el Éxodo es una narrativa de liberación y rescate expresado en términos religiosos.[1] Además, de que como dice Jürgen Moltmann, este libro también trata de la recuperación de la presencia gloriosa de Dios: de la “Shekinah.” Moltmann dice en uno de sus libros (“The Coming of God: Christian Eschatology”) que la presencia y la aparición de la “Shekinah” en la historia está amarrada a la historia de las liberaciones y de las redenciones de Dios y de Israel como comunidad especial de Dios.
Moltmann añade que hay narrativas bíblicas en las que encontramos que la “Shekinah” está lejos, mientras que en otras, ella desciende. Por ejemplo, la “Shekinah” estaba en el Jardín del Edén, pero se separó de los seres humanos cuando estos pecaron contra Dios. Esto es, cuando utilizaron su libre albedrío para convertirse en actores independientes de la voluntad de Dios. Esta es una de la definiciones del concepto que llamamos pecado.
Hemos visto que hay historias acerca de esa manifestación en todas las narrativas bíblicas desde Abraham hasta Moisés. La “Shekinah” salió de Egipto acompañando a Israel, abriendo el Mar Rojo. Luego, la vemos reposar sobre el Monte de Sin y sobre el Arca del Pacto. Moltmann concluye que cada evento de redención del pueblo de Dios es seguido por el regreso de ese pueblo a la “Tierra Prometida”, y por lo tanto del regreso de la “Shekinah” al santuario. [2]
“El Éxodo es entonces una narrativa histórica del desarrollo de la identidad del pueblo de Dios.
Es muy importante destacar que Dios no lleva a este pueblo a Canaán en las alas del águila (Éxo 19:4). Dios los obliga a confrontar y enfrentar a Faraón. Luego de esto, el Señor les permite enfrentar dificultades, marchas, desiertos, crisis, conflictos, luchas, sed, hambre, soledad, frío, temor. Es más, ese pueblo se ve obligado a depender de la fe para poder comer, poder beber, poder dormir, y hasta para poder derrotar al enemigo. Los textos del Pentateuco describen una jornada de 40 años pastoreando en el desierto….¿Cómo se pastorea en un desierto? Con mucho trabajo y muchas dificultades. ¿Por qué tanto tiempo? Es muy probable que el desarrollo de la identidad requiera procesos intergeneracionales.
El texto del libro del Éxodo describe un proceso de liberación que posee todos los contornos de un evento político; pero no es político. Michael Walzer destaca que uno de los errores más grandes de los teólogos de la posmodernidad es ver el libro del Éxodo como la mesa de trabajo para el desarrollo de una agenda política. Este libro no es un paradigma de teoría revolucionaria. Walzer añade que hace poco sentido construir una utilizando como base la narrativa bíblica.”[3]
El texto del epígrafe de esta reflexión establece los condicionales para el desarrollo de ese Pacto y de la relación de este pueblo con Dios: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto” (Éxo 19:5a). O sea, que este pueblo sería capaz de mantener su relación con Dios y alcanzar sus metas en la medida en que pudiera hacer buen uso de su libertad: de su libre albedrío.
En otra de las reflexiones analizamos las expresiones de un Rabino llamado Saadya ben Joseph (Saadya Gaon)[4]. Este decía que la liberación era diferente al poder y al libre albedrío. Esto es así, porque la liberación es un regalo producido por el poder de Dios, regalo que recibimos sin que se nos exija participación alguna. En cambio, la libertad es un regalo que nos conmina a tomar decisiones.
Adán y Eva fueron invitados por Dios a hacer buen uso de esa libertad. Ellos habían sido creados perfectos, para vivir en santidad y en comunión con Dios. El uso de su libre albedrío es explicado en los textos bíblicos. Dios les dice que la única condición para mantener esa relación de santidad y de comunión era obedecer:
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La desobediencia de Adán y de Eva, el mal uso de su libertad, les llevó a perder su santidad y su comunión con Dios. La misericordia de Dios es tan inmensurable que Dios decide enviar al segundo Adán, a Cristo su Hijo, a resolver el quebrantamiento o la ruptura de esas relaciones. Pablo dice que Jesucristo, el Hijo de Dios, es el segundo Adán (1 Cor 15:22-49) porque Jesucristo también nació santo y sin mancha, como Adán; en comunión con el Padre. Una de las diferencias entre Adán y Jesucristo es Jesucristo escogió no pecar.
Necesitamos ver estas aseveraciones con detenimiento. El plan de salvación gira alrededor de que un ser humano, semejante a todos nosotros, pudiera vivir sin mancha y sin pecado, como se esperaba que Adán lo hiciera. Ese ser humano sin pecado y sin mancha podría entonces ofrecerse como el sacrificio vicario necesario para nuestra redención (Heb 9:22). Utilizando una metáfora un tanto prosaica, no se trataba de ver a Dios ocupando un cuerpo, sino encarnándose. Tampoco se trataba de ver a Dios encarnado como un súper héroe, sino como un ser humano, como todos nosotros, que podía vivir en santidad y sin perder su comunión con Dios.
Es por esto que la Biblia es enfática en que Jesucristo fue hecho un poco menor que los ángeles (Heb 2:9), como nosotros (Sal 8:4-5). Es por esto que a Jesucristo le daba hambre, le daba sueño, sentía tristeza y hasta podía perder la vida.
La Biblia también dice que Jesucristo fue tentado en todo, pero que no se halló pecado en Él (Heb 4:15).
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Es más, la Biblia dice que Jesucristo padeció siendo tentado (Heb 2:18).
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Es por eso que nos podemos acercar a Jesucristo con libertad, porque Él se enfrentó a todo lo que nosotros nos enfrentamos y no se halló pecado en Él. Sabemos que se han desatado grandes discusiones alrededor de si Jesucristo podía pecar o si Él no podía pecar. Estas discusiones surgen porque Jesucristo, además de ser 100% hombre, también es 100% Dios.
Algunos han postulado que la naturaleza divina de Jesucristo le impedía ser tentado. El problema con esa postura es que raya en una de las vertientes del monofisismo. Esta doctrina, del siglo 4 de la era Cristiana, predicaba que Cristo tenía una sola naturaleza, y no la doble naturaleza humana y divina. Una de sus vertientes colocaba la naturaleza humana de Jesús supeditada a su naturaleza divina. El monofisismo fue refutado en el Concilio de Éfeso (431DC) y ha sido considerado herético desde el Concilio de Calcedonia (451 DC), que confirmó como ortodoxa la doctrina de las dos naturalezas, divina y humana. Jesucristo es 100% hombre y 100% Dios.
¿Por qué? Las respuestas a esta pregunta pueden ser muy extensas. Sin embargo, hay un argumento bíblico sólido que las sustentan. Es absolutamente cierto que Jesucristo es 100% Dios. No obstante, la Biblia dice que nadie puede ser tentado desde afuera; somos tentados desde nuestro interior (Stg 1:13-14). Ya hemos visto que la Biblia también dice que Jesús fue tentado en todo. O sea, que Jesucristo fue tentado de la misma manera en que nosotros. Él decidió no sucumbir a la tentación. ¿Conclusión? Jesucristo escogió no pecar.
Pablo dice que Jesucristo decidió sufrir “kenosis” (vaciarse, G2758) para tomar la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en esa condición, la de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2:7-8). ¿De qué se vació Jesucristo y para qué lo hizo? Su naturaleza humana no cancelaba su naturaleza divina; su naturaleza divina no cancelaba su naturaleza humana.
Muchas personas ignoran que gran parte del rechazo a esta realidad bíblica, que Jesucristo escogió no pecar, gira alrededor del uso de la libertad: del libre albedrío. Un sector del calvinismo radical ha intentado cancelar esa libertad. Para ese sector, los que se van a salvar fueron señalados desde antes de la fundación del mundo. Por lo tanto, el libre albedrío no puede formar parte de sus posturas teológicas. Este es un punto que otros calvinistas han estado mirando con mucho detenimiento porque esa postura implica que el sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario entonces no era necesario.
Hay que admitir que este es un tema que escapa a nuestras capacidades mentales como seres humanos. Se requiere la mente de Dios para poder entender todas sus vertientes y sus posibilidades. Los argumentos bíblicos son sólidos: Jesucristo utilizó su libre albedrío para no pecar y así poder ofrecerse por nosotros en la Cruz del Calvario. El ejercicio de esa libertad la que le ofrecieron a Adán y a Eva, es la que nos ofrecen a todos nosotros, y también la que estaba sobre la mesa de trabajo del pueblo de Israel. Israel tenía que hacer buen uso de su libertad y escoger decidir servir al Señor. ¿Recuerdan la palabras de Josué a Israel?: “escogeos hoy a quién sirváis” (Jos 24:15b). La liberación de Egipto fue un regalo del cielo para el pueblo de Israel. En cambio, su relación con Dios sería el producto del uso de su libertad.
Ya hemos visto que la Biblia nos dice que el Evangelio establece parámetros similares para la Iglesia. Veamos una vez lo que dice el Evangelio de Juan acerca de esto:
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La Biblia dice que la liberación del yugo del pecado y la salvación del alma son regalos que recibimos como un milagro de Dios a través del sacrificio de Cristo. Este pasaje dice que la vida discipular se desarrolla permaneciendo en la palabra de Cristo. Esa vida se desarrolla conociendo a Cristo que es la verdad (Jn 14:6). Esa vida se desarrolla decidiendo que cambiaremos nuestras conductas pecaminosas para no permanecer en la casa de la esclavitud. Para esto, nos han dado poder del Espíritu Santo y libre albedrío que tenemos que utilizar con sabiduría para cooperar con esta oferta de gracia.
Esto se trata de decidir; se trata del uso correcto de nuestra libertad. La imagen de las águilas que se utiliza en Éxo 19:4 es muy significativa y adecuada para los fines de esta discusión. Las águilas enseñan a volar a sus aguiluchos, pero no pueden decidir por ellos hacia dónde es que ellos volarán.
Israel comenzó a vivir una experiencia similar en la peregrinación desde Egipto hasta la Tierra prometida. Dios les estaba haciendo saber que Su propuesta para que fueran pueblo del Pacto requería que ellos escogieran hacia donde querían volar.
Una de las maneras más sencillas de comprobar esta aseveración es analizando las muchas formas de libertad que se incluyen en el Pacto que Dios les propuso, así como el alcance de las definiciones de estas. Algunos ejemplos de esto son conceptos tales como el “derôr” (H1865), la libertad pura con la que se viste el Jubileo que aparece en el Pacto (Lv 25:10) y que utiliza el Profeta Isaías en su profecía acerca de la libertad que predica el Mesías (Isa 61:1). También, el concepto “chophshı̂y” (H2670), libertad de servidumbre, como una exención en el Pacto (Éxo 21:2, 5, 26, 27; Dt 15:12,13,18) y que utiliza Isaías en el capítulo 58 de su profecía (Isa 58:6). Además, el concepto “shâlach” (H7971), libertad en términos de espacio, y/o de lugar a dónde ir que también aparece en el Pacto (Dt 21:14). Estos son solo algunos de los conceptos que podemos encontrar en el Antiguo Testamento que se traducen como libertad.
Algo similar sucede con este concepto en el Nuevo Testamento. El análisis y la discusión de los conceptos griegos será desarrollada en la próxima reflexión. Así nos garantizaremos de poder analizar las aplicaciones que tiene la libertad en la vida y la conducta de la Iglesia y de los creyentes que la componemos.
¿Por qué se utiliza la metáfora del águila para subrayar el tema de la libertad de Israel? Cuando estudiamos las narrativas bíblicas acerca de Israel encontramos que se realizan muchas comparaciones entre las águilas y este pueblo. En el caso del libro del Éxodo, para describir el proceso de liberación de Egipto (Éxo 19:4). En el caso del libro del Deuteronomio, para destacar la madurez necesaria (Dt. 32:11–12). En el caso del profeta Isaías, como una referencia a la liberación del cautiverio en Babilonia (Isa 40:31). En el caso del libro de Apocalípsis, para describir la liberación de ese pueblo del tiempo de prueba (Apoc 12:13-14) que sufrirán como pueblo y que está descrito en los capítulos 6 al 19 de ese libro.[5]
Hemos dicho que el Dr. Warren W. Wiersbe ha destacado que el pueblo de Israel es comparado con el águila en muchas ocasiones ha sido propuesto que Israel experimentó tres (3) clases de libertades en los procesos ocurridos entre el Mar Rojo y el Río Jordán. El Profesor Wiersbe señala además:
La primera clase de libertad que Israel experimenta, libertad de o fuera del nido, tiene que ver con su redención. La segunda clase de libertad, libertad en o sintiendo que están en casa mientras vuelan, tiene que ver con el desarrollo de su madurez como pueblo. La tercera clase de libertad, libertad para, tiene que ver con la oportunidad para cumplir su propósito en la vida.
Es un secreto a voces que el pueblo de Israel en ocasiones vio su salida de Egipto como si hubieran abandonado un nido. Egipto era un lugar difícil, pero ellos decían que al menos allí tenían sustento, refugio y seguridad (Éxo 16:1-3; Nm 11:1-9). Desde ese punto de vista, es Dios el que rompe ese nido para que ellos pudieran aprender a volar y que pudieran madurar en el proceso.
Hay una metáfora que puede explicar esto. Para que un bebé nazca necesita que se rompa su nido; el vientre materno. El ser humano estará experimentando situaciones como estas desde su nacimiento hasta su muerte. El mundo que un bebé enfrenta al nacer está lleno de demandas y de cambios constantes que exigen que crezca y que madure. Es una verdad irrefutable que ese bebé morirá si no lo hace.
La vida Cristiana es similar. Cristo Jesús nos redimió con su sangre preciosa y en ese proceso se rompió el primero de nuestros nidos. En el camino nos obligan a aprender a volar. Se trata de nuevas responsabilidades, puntos de inflexión y de crecimiento. Wiersbe insiste en que en cada uno de esos puntos hay cosas que perdemos y otras que ganamos. Nosotros decidimos si aceptamos esto no; si aceptamos correr la carrera y pelear la buena batalla con los ojos puestos en Jesús. Lo opuesto es la insensatez (Efe 5:17).
La tercera clase de libertad que Israel experimenta es la de que se obtiene cumpliendo el propósito para el Dios los escogió como pueblo. George Herbert Morrison (1866-1928), un excelente predicador nacido en Glasgow, Escocia, decía que a Dios le tomó una noche para sacar a Israel de Egipto y 40 años para sacar a Egipto de Israel.
Los creyentes en Cristo experimentamos lo mismo. Dios nos ha propuesto que no nos detengamos hasta que todos alcancemos la estatura de Cristo (Efe 4:). Cumplir con ese propósito es la tarea de todos aquellos que amamos a nuestro Salvador y le reconocemos como nuestro Señor. Así mismo sucede con los propósitos individuales y específicos que Dios ha diseñado para nosotros. Encontraremos en muchas ocasiones, que las batallas más grandes giran alrededor de sacar a Egipto de nuestros corazones.
Nada produce mayor satisfacción y felicidad que poder alcanzar los propósitos de Dios para nosotros. La clave para todo esto está en utilizar nuestro libre albedrío con sabiduría y decidir que ese será nuestro norte. Israel obtuvo grandes victorias y testimonios poderosos en todas las ocasiones que decidió que esa sería su decisión. Los creyentes en Cristo tenemos ante nosotros el mismo reto. Tenemos que decidir que volaremos en dirección del propósito que el Señor tiene para cada uno de nosotros.
4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí. 5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra. 6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.” (Éxo 19:4-6)
Hemos estado analizando los textos bíblicos acerca de la peregrinación del pueblo de Israel desde Egipto hasta la Tierra Prometida. Las primeras reflexiones fueron dedicadas al análisis de lo que significa ser el pueblo del Pacto: pueblo de Dios. Este análisis lo comparamos con lo que la Biblia dice acerca de la Iglesia; el nuevo Israel de Dios. El énfasis que realiza el Apóstol Pedro en una de sus cartas nos ha cautivado el corazón (1 Ped 2:9-10).
Es importante anotar que estas reflexiones no pretenden agotar las discusiones acerca de ese tema. Ahora nos toca involucrarnos en el análisis de otra vertiente que se desprende de las narrativas bíblica acerca de esa peregrinación. Se trata del uso de la libertad.
Ya hemos visto que el libro del Éxodo es mucho más que una colección de narrativas para explicar cómo se sale de Egipto para llegar a la Tierra Prometida. Compartimos en algunas de las reflexiones anteriores que Jonathan Sacks nos dice que el Éxodo es una narrativa de liberación y rescate expresado en términos religiosos.[1] Además, de que como dice Jürgen Moltmann, este libro también trata de la recuperación de la presencia gloriosa de Dios: de la “Shekinah.” Moltmann dice en uno de sus libros (“The Coming of God: Christian Eschatology”) que la presencia y la aparición de la “Shekinah” en la historia está amarrada a la historia de las liberaciones y de las redenciones de Dios y de Israel como comunidad especial de Dios.
Moltmann añade que hay narrativas bíblicas en las que encontramos que la “Shekinah” está lejos, mientras que en otras, ella desciende. Por ejemplo, la “Shekinah” estaba en el Jardín del Edén, pero se separó de los seres humanos cuando estos pecaron contra Dios. Esto es, cuando utilizaron su libre albedrío para convertirse en actores independientes de la voluntad de Dios. Esta es una de la definiciones del concepto que llamamos pecado.
Hemos visto que hay historias acerca de esa manifestación en todas las narrativas bíblicas desde Abraham hasta Moisés. La “Shekinah” salió de Egipto acompañando a Israel, abriendo el Mar Rojo. Luego, la vemos reposar sobre el Monte de Sin y sobre el Arca del Pacto. Moltmann concluye que cada evento de redención del pueblo de Dios es seguido por el regreso de ese pueblo a la “Tierra Prometida”, y por lo tanto del regreso de la “Shekinah” al santuario. [2]
“El Éxodo es entonces una narrativa histórica del desarrollo de la identidad del pueblo de Dios.
Es muy importante destacar que Dios no lleva a este pueblo a Canaán en las alas del águila (Éxo 19:4). Dios los obliga a confrontar y enfrentar a Faraón. Luego de esto, el Señor les permite enfrentar dificultades, marchas, desiertos, crisis, conflictos, luchas, sed, hambre, soledad, frío, temor. Es más, ese pueblo se ve obligado a depender de la fe para poder comer, poder beber, poder dormir, y hasta para poder derrotar al enemigo. Los textos del Pentateuco describen una jornada de 40 años pastoreando en el desierto….¿Cómo se pastorea en un desierto? Con mucho trabajo y muchas dificultades. ¿Por qué tanto tiempo? Es muy probable que el desarrollo de la identidad requiera procesos intergeneracionales.
El texto del libro del Éxodo describe un proceso de liberación que posee todos los contornos de un evento político; pero no es político. Michael Walzer destaca que uno de los errores más grandes de los teólogos de la posmodernidad es ver el libro del Éxodo como la mesa de trabajo para el desarrollo de una agenda política. Este libro no es un paradigma de teoría revolucionaria. Walzer añade que hace poco sentido construir una utilizando como base la narrativa bíblica.”[3]
El texto del epígrafe de esta reflexión establece los condicionales para el desarrollo de ese Pacto y de la relación de este pueblo con Dios: “si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto” (Éxo 19:5a). O sea, que este pueblo sería capaz de mantener su relación con Dios y alcanzar sus metas en la medida en que pudiera hacer buen uso de su libertad: de su libre albedrío.
En otra de las reflexiones analizamos las expresiones de un Rabino llamado Saadya ben Joseph (Saadya Gaon)[4]. Este decía que la liberación era diferente al poder y al libre albedrío. Esto es así, porque la liberación es un regalo producido por el poder de Dios, regalo que recibimos sin que se nos exija participación alguna. En cambio, la libertad es un regalo que nos conmina a tomar decisiones.
Adán y Eva fueron invitados por Dios a hacer buen uso de esa libertad. Ellos habían sido creados perfectos, para vivir en santidad y en comunión con Dios. El uso de su libre albedrío es explicado en los textos bíblicos. Dios les dice que la única condición para mantener esa relación de santidad y de comunión era obedecer:
“
16 Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; 17 más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Gn 2:16-17)
Necesitamos ver estas aseveraciones con detenimiento. El plan de salvación gira alrededor de que un ser humano, semejante a todos nosotros, pudiera vivir sin mancha y sin pecado, como se esperaba que Adán lo hiciera. Ese ser humano sin pecado y sin mancha podría entonces ofrecerse como el sacrificio vicario necesario para nuestra redención (Heb 9:22). Utilizando una metáfora un tanto prosaica, no se trataba de ver a Dios ocupando un cuerpo, sino encarnándose. Tampoco se trataba de ver a Dios encarnado como un súper héroe, sino como un ser humano, como todos nosotros, que podía vivir en santidad y sin perder su comunión con Dios.
Es por esto que la Biblia es enfática en que Jesucristo fue hecho un poco menor que los ángeles (Heb 2:9), como nosotros (Sal 8:4-5). Es por esto que a Jesucristo le daba hambre, le daba sueño, sentía tristeza y hasta podía perder la vida.
La Biblia también dice que Jesucristo fue tentado en todo, pero que no se halló pecado en Él (Heb 4:15).
“
15 Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.”
Es más, la Biblia dice que Jesucristo padeció siendo tentado (Heb 2:18).
“
18 Jesús mismo sufrió y fue tentado, por eso puede ayudar a aquellos que son tentados.” (PDT)
Es por eso que nos podemos acercar a Jesucristo con libertad, porque Él se enfrentó a todo lo que nosotros nos enfrentamos y no se halló pecado en Él. Sabemos que se han desatado grandes discusiones alrededor de si Jesucristo podía pecar o si Él no podía pecar. Estas discusiones surgen porque Jesucristo, además de ser 100% hombre, también es 100% Dios.
Algunos han postulado que la naturaleza divina de Jesucristo le impedía ser tentado. El problema con esa postura es que raya en una de las vertientes del monofisismo. Esta doctrina, del siglo 4 de la era Cristiana, predicaba que Cristo tenía una sola naturaleza, y no la doble naturaleza humana y divina. Una de sus vertientes colocaba la naturaleza humana de Jesús supeditada a su naturaleza divina. El monofisismo fue refutado en el Concilio de Éfeso (431DC) y ha sido considerado herético desde el Concilio de Calcedonia (451 DC), que confirmó como ortodoxa la doctrina de las dos naturalezas, divina y humana. Jesucristo es 100% hombre y 100% Dios.
¿Por qué? Las respuestas a esta pregunta pueden ser muy extensas. Sin embargo, hay un argumento bíblico sólido que las sustentan. Es absolutamente cierto que Jesucristo es 100% Dios. No obstante, la Biblia dice que nadie puede ser tentado desde afuera; somos tentados desde nuestro interior (Stg 1:13-14). Ya hemos visto que la Biblia también dice que Jesús fue tentado en todo. O sea, que Jesucristo fue tentado de la misma manera en que nosotros. Él decidió no sucumbir a la tentación. ¿Conclusión? Jesucristo escogió no pecar.
Pablo dice que Jesucristo decidió sufrir “kenosis” (vaciarse, G2758) para tomar la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y estando en esa condición, la de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Fil 2:7-8). ¿De qué se vació Jesucristo y para qué lo hizo? Su naturaleza humana no cancelaba su naturaleza divina; su naturaleza divina no cancelaba su naturaleza humana.
Muchas personas ignoran que gran parte del rechazo a esta realidad bíblica, que Jesucristo escogió no pecar, gira alrededor del uso de la libertad: del libre albedrío. Un sector del calvinismo radical ha intentado cancelar esa libertad. Para ese sector, los que se van a salvar fueron señalados desde antes de la fundación del mundo. Por lo tanto, el libre albedrío no puede formar parte de sus posturas teológicas. Este es un punto que otros calvinistas han estado mirando con mucho detenimiento porque esa postura implica que el sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario entonces no era necesario.
Hay que admitir que este es un tema que escapa a nuestras capacidades mentales como seres humanos. Se requiere la mente de Dios para poder entender todas sus vertientes y sus posibilidades. Los argumentos bíblicos son sólidos: Jesucristo utilizó su libre albedrío para no pecar y así poder ofrecerse por nosotros en la Cruz del Calvario. El ejercicio de esa libertad la que le ofrecieron a Adán y a Eva, es la que nos ofrecen a todos nosotros, y también la que estaba sobre la mesa de trabajo del pueblo de Israel. Israel tenía que hacer buen uso de su libertad y escoger decidir servir al Señor. ¿Recuerdan la palabras de Josué a Israel?: “escogeos hoy a quién sirváis” (Jos 24:15b). La liberación de Egipto fue un regalo del cielo para el pueblo de Israel. En cambio, su relación con Dios sería el producto del uso de su libertad.
Ya hemos visto que la Biblia nos dice que el Evangelio establece parámetros similares para la Iglesia. Veamos una vez lo que dice el Evangelio de Juan acerca de esto:
“
31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? 34 Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado. 35 Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. 36 Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.” (Jn 8:31:-36)
La Biblia dice que la liberación del yugo del pecado y la salvación del alma son regalos que recibimos como un milagro de Dios a través del sacrificio de Cristo. Este pasaje dice que la vida discipular se desarrolla permaneciendo en la palabra de Cristo. Esa vida se desarrolla conociendo a Cristo que es la verdad (Jn 14:6). Esa vida se desarrolla decidiendo que cambiaremos nuestras conductas pecaminosas para no permanecer en la casa de la esclavitud. Para esto, nos han dado poder del Espíritu Santo y libre albedrío que tenemos que utilizar con sabiduría para cooperar con esta oferta de gracia.
Esto se trata de decidir; se trata del uso correcto de nuestra libertad. La imagen de las águilas que se utiliza en Éxo 19:4 es muy significativa y adecuada para los fines de esta discusión. Las águilas enseñan a volar a sus aguiluchos, pero no pueden decidir por ellos hacia dónde es que ellos volarán.
Israel comenzó a vivir una experiencia similar en la peregrinación desde Egipto hasta la Tierra prometida. Dios les estaba haciendo saber que Su propuesta para que fueran pueblo del Pacto requería que ellos escogieran hacia donde querían volar.
Una de las maneras más sencillas de comprobar esta aseveración es analizando las muchas formas de libertad que se incluyen en el Pacto que Dios les propuso, así como el alcance de las definiciones de estas. Algunos ejemplos de esto son conceptos tales como el “derôr” (H1865), la libertad pura con la que se viste el Jubileo que aparece en el Pacto (Lv 25:10) y que utiliza el Profeta Isaías en su profecía acerca de la libertad que predica el Mesías (Isa 61:1). También, el concepto “chophshı̂y” (H2670), libertad de servidumbre, como una exención en el Pacto (Éxo 21:2, 5, 26, 27; Dt 15:12,13,18) y que utiliza Isaías en el capítulo 58 de su profecía (Isa 58:6). Además, el concepto “shâlach” (H7971), libertad en términos de espacio, y/o de lugar a dónde ir que también aparece en el Pacto (Dt 21:14). Estos son solo algunos de los conceptos que podemos encontrar en el Antiguo Testamento que se traducen como libertad.
Algo similar sucede con este concepto en el Nuevo Testamento. El análisis y la discusión de los conceptos griegos será desarrollada en la próxima reflexión. Así nos garantizaremos de poder analizar las aplicaciones que tiene la libertad en la vida y la conducta de la Iglesia y de los creyentes que la componemos.
¿Por qué se utiliza la metáfora del águila para subrayar el tema de la libertad de Israel? Cuando estudiamos las narrativas bíblicas acerca de Israel encontramos que se realizan muchas comparaciones entre las águilas y este pueblo. En el caso del libro del Éxodo, para describir el proceso de liberación de Egipto (Éxo 19:4). En el caso del libro del Deuteronomio, para destacar la madurez necesaria (Dt. 32:11–12). En el caso del profeta Isaías, como una referencia a la liberación del cautiverio en Babilonia (Isa 40:31). En el caso del libro de Apocalípsis, para describir la liberación de ese pueblo del tiempo de prueba (Apoc 12:13-14) que sufrirán como pueblo y que está descrito en los capítulos 6 al 19 de ese libro.[5]
Hemos dicho que el Dr. Warren W. Wiersbe ha destacado que el pueblo de Israel es comparado con el águila en muchas ocasiones ha sido propuesto que Israel experimentó tres (3) clases de libertades en los procesos ocurridos entre el Mar Rojo y el Río Jordán. El Profesor Wiersbe señala además:
- Libertad de (fuera del nido)
- Libertad en (sintiéndose en casa mientras están volando)
- Libertad para (cumplir su propósito en la vida)[6]
La primera clase de libertad que Israel experimenta, libertad de o fuera del nido, tiene que ver con su redención. La segunda clase de libertad, libertad en o sintiendo que están en casa mientras vuelan, tiene que ver con el desarrollo de su madurez como pueblo. La tercera clase de libertad, libertad para, tiene que ver con la oportunidad para cumplir su propósito en la vida.
Es un secreto a voces que el pueblo de Israel en ocasiones vio su salida de Egipto como si hubieran abandonado un nido. Egipto era un lugar difícil, pero ellos decían que al menos allí tenían sustento, refugio y seguridad (Éxo 16:1-3; Nm 11:1-9). Desde ese punto de vista, es Dios el que rompe ese nido para que ellos pudieran aprender a volar y que pudieran madurar en el proceso.
Hay una metáfora que puede explicar esto. Para que un bebé nazca necesita que se rompa su nido; el vientre materno. El ser humano estará experimentando situaciones como estas desde su nacimiento hasta su muerte. El mundo que un bebé enfrenta al nacer está lleno de demandas y de cambios constantes que exigen que crezca y que madure. Es una verdad irrefutable que ese bebé morirá si no lo hace.
La vida Cristiana es similar. Cristo Jesús nos redimió con su sangre preciosa y en ese proceso se rompió el primero de nuestros nidos. En el camino nos obligan a aprender a volar. Se trata de nuevas responsabilidades, puntos de inflexión y de crecimiento. Wiersbe insiste en que en cada uno de esos puntos hay cosas que perdemos y otras que ganamos. Nosotros decidimos si aceptamos esto no; si aceptamos correr la carrera y pelear la buena batalla con los ojos puestos en Jesús. Lo opuesto es la insensatez (Efe 5:17).
La tercera clase de libertad que Israel experimenta es la de que se obtiene cumpliendo el propósito para el Dios los escogió como pueblo. George Herbert Morrison (1866-1928), un excelente predicador nacido en Glasgow, Escocia, decía que a Dios le tomó una noche para sacar a Israel de Egipto y 40 años para sacar a Egipto de Israel.
Los creyentes en Cristo experimentamos lo mismo. Dios nos ha propuesto que no nos detengamos hasta que todos alcancemos la estatura de Cristo (Efe 4:). Cumplir con ese propósito es la tarea de todos aquellos que amamos a nuestro Salvador y le reconocemos como nuestro Señor. Así mismo sucede con los propósitos individuales y específicos que Dios ha diseñado para nosotros. Encontraremos en muchas ocasiones, que las batallas más grandes giran alrededor de sacar a Egipto de nuestros corazones.
Nada produce mayor satisfacción y felicidad que poder alcanzar los propósitos de Dios para nosotros. La clave para todo esto está en utilizar nuestro libre albedrío con sabiduría y decidir que ese será nuestro norte. Israel obtuvo grandes victorias y testimonios poderosos en todas las ocasiones que decidió que esa sería su decisión. Los creyentes en Cristo tenemos ante nosotros el mismo reto. Tenemos que decidir que volaremos en dirección del propósito que el Señor tiene para cada uno de nosotros.
Referencias:
[1] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (p. 9). Kindle Edition.
[2] Moltmann, Jürgen. 1996. The Coming of God: Christian Eschatology Ltd St Albans Place, London: SCM Press, (1996) (p.304).
[3] El Heraldo, 14 de junio del 2020 • Volumen XV • No. 748.
[4] El Heraldo, 7 de Junio 2020 • Vol. XV • No. 747.
[5] Wiersbe, Warren W.. Be Delivered (Exodus): Finding Freedom by Following God (The BE Series Commentary) (p. 207). David C Cook. Kindle Edition.
[6] Ibid. Wiersbe, Warren W. (p. 120).
[1] Sacks, Jonathan. Exodus: The Book of Redemption (Covenant & Conversation 2) (p. 9). Kindle Edition.
[2] Moltmann, Jürgen. 1996. The Coming of God: Christian Eschatology Ltd St Albans Place, London: SCM Press, (1996) (p.304).
[3] El Heraldo, 14 de junio del 2020 • Volumen XV • No. 748.
[4] El Heraldo, 7 de Junio 2020 • Vol. XV • No. 747.
[5] Wiersbe, Warren W.. Be Delivered (Exodus): Finding Freedom by Following God (The BE Series Commentary) (p. 207). David C Cook. Kindle Edition.
[6] Ibid. Wiersbe, Warren W. (p. 120).
Colaboradores:
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Dra. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 30 de agosto de 2020.
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Dra. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 30 de agosto de 2020.
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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