October 18th, 2020
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “Moisés formación de un líder” [Parte II]
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín
Las reflexiones tituladas “Entre el Mar Rojo y la Tierra prometida” han sido dedicadas al análisis de la peregrinación del pueblo de Israel desde Egipto hasta la Tierra prometida. Cuando iniciamos estas reflexiones informamos que los propósitos que estas pretenden alcanzar estaban subdivididos entre propósitos de cuidado pastoral y propósitos bíblicos-teológicos.
En el primer grupo identificamos los siguientes:
En el segundo grupo, delineamos la siguiente estrategia:
Las reflexiones más recientes han sido dedicadas a esto último: las características del liderazgo necesario para el desarrollo de estas tareas. El análisis de las características del liderazgo necesario nos ha llevado a considerar la figura de Moisés. Esto lo hemos estado haciendo luego del proceso de analizar (de manera superficial) filosofías, teorías, modelos y estilos de liderato, conceptos que casi en su totalidad, han sido delineados en la posmodernidad.
En el caso del análisis de Moisés como líder, este análisis ha sido enfocado desde la trascendencia intergeneracional que ha tenido como líder, y de sus capacidades para sembrar en el corazón y en la memoria de una nación algunos elementos extremadamente valiosos. Por ejemplo, las características de la identidad de Israel como pueblo, el rechazo a externalizar o subcontratar su moralidad,[1] y la capacidad para hacer todo esto habiendo perdido todo aquello en que predicaba su existencia y su identidad según lo que dice la Biblia. Esto es, su tierra, sus hogares, su libertad, su templo, sus reyes, sus profetas y sus sacerdotes.
Esta es una de las razones que provoca que la figura de Moisés como líder sea analizada y estudiada por corporaciones seculares, universidades y organizaciones que se dedican a la preparación y capacitación de líderes para el mundo empresarial posmoderno. No se trata de que el pueblo que él dirigía pudo lograr internalizar estas cosas en el desierto. Se trata de que generaciones de Judíos, a lo largo de 3 milenios continúan abrazando su liderato y practicando y adaptando muchas de las estrategias que el desarrolló.
El mundo empresarial, académico y corporativo de la posmodernidad ha estudiado el modelo de Moisés procurando identificar filosofías, teorías, modelos y estilos de liderazgo que puedan ser replicados.
Hay algunas preguntas racionales que surgen de estas aseveraciones. Es obvio que la intervención de Dios en todos estos procesos es la pieza fundamental de toda esta historia. No obstante, necesitamos identificar esos modelos, esas estrategias, las teorías que le puedan aplicar, así como la filosofía de liderazgo que él siguió. ¿Cómo es que algo así se puede lograr, aún por encima de la realidad histórica de que ese pueblo fue desencarnado de su tierra y dejó de existir como nación por cera de 2 mil años. Reiteramos que la palabra profética que Dios le dio a esa nación es fundamental para que esto pudiera suceder. Sin embargo, no es menos cierto que el modelo social y el modelo religioso que Moisés estableció son herramientas fundamentales para todo este desarrollo.
Es importante desatacar que Moisés no era un súper hombre. Dios no se valió de un súper héroe para realizar esta tarea monumental. Moisés era un ser humano de carne y hueso, con características similares a las de cualquier otro ser humano. Es más, algunas de estas características le acompañaron durante toda la vida.
Un Rabino llamado David Baron ha hecho este ejercicio identificando estas. Moisés era:
La historia de Moisés es la historia de alguien que se quemó y se fatigó, y aun así fue capaz de convertirse en una herramienta clave en las manos de Dios liderar y moldear la formación y la identidad de una nación. Estos datos nos confirman algunas buenas noticias. Una de ellas es que Moisés no nació siendo un líder, sino que Dios lo transformó en uno. Otra noticia, es que Moisés no dejó de ser un ser humano en todos estos procesos.
Adelantamos que los datos provistos por David Baron necesitan ser analizados cuidadosamente.
El Dr. J. Robert Clinton, Profesor del programa de “Leadership and Extension” en la Escuela Mundial de Misiones del Seminario Teológico de Fuller, publicó hace algunos años un libro titulado “The Making of a Leader: recognizing the lessons and stages of leadership development.”[3] Es importante destacar que antes de que J. Robert Clinton decidiera abrazar el ministerio de la enseñanza y la investigación teológica, este hombre había sido oficial en la Infantería de Marina de los Estados Unidos, Ingeniero eléctrico en la Compañía Bell Telephone Labs, Asistente de Pastor y Misionero con uno de los equipos de Worldteam. O sea, que la experiencia de este profesor le capacita para presentar sus hallazgos utilizando lentes interdisciplinarios.
En ese libro, este distinguido profesor, decide presentarnos cinco (5) fases desarrollo en los procesos de desarrollo de liderazgo de Moisés. Estas son:
La primera fase es esencial para esta discusión. Los creyentes en Cristo creemos que es el Señor el que llama y el que capacita a aquellos que han sido llamados por Él. Es Dios el que llamó a Abram y lo capacitó para convertirlo en Abraham (Gn 17:1-22). En otros ejemplos encontramos que es Dios el que llamó a Jacob y decidió no dejarlo hasta que pudiera ser moldeado en Israel (Gn 28:13-17). Es Dios llamando a José en el desierto para utilizarlo en el palacio. Es Dios llamando a Josué, a David, a Elías, a Isaías, a Daniel, a Juan el Bautista, a Pedro y a Pablo. Es Dios llamando a Sara, a Rebeca, a Débora, a Ester y a Lidia. Es Dios llamando a Moisés, educado en un palacio para usarlo en un desierto.
Es interesante que estos ejemplos de llamados poseen algunas cosas en común. Una de estas es que los procesos de desarrollo como líderes de todos ellos son constantes e inagotables. Los procesos para moldear a Moisés no es una excepción.
El Profesor J. Robert Clinton señala que Dios, de manera providencial, trabaja y desarrolla puntos fundamentales en la vida de aquellos que Él llama para ser líderes. Las características personales, las experiencias de vida, buenas o malas, y el contexto del tiempo, siempre serán utilizados por el Señor.
Los ladrillos, los bloques de construcción están siempre allí, aunque la estructura que se tiene que construir en ocasiones no pueda verse con claridad. J. Robert Clinton señala que los rasgos del carácter están grabados, incrustados en la persona. Esos rasgos, de una forma madura, son adaptados y usados por Dios en los momentos precisos. En muchas ocasiones, dice J. Robert Clinton, son los rasgos de la personalidad los que más tarde aparecen correlacionados con lo que él llama la mezcla espiritual de dones (“spiritual git-mix”) que Dios les dio a cada uno de ellos.[4]
La testarudez de Jacob, la sabiduría de Daniel, la hipersensibilidad de Isaías, la propensión a la depresión de Elías, la impulsividad de Débora, la capacidad exegética de Saulo de Tarso, la personalidad sencilla de Simón Pedro y el espíritu dominante de Lidia, son solo algunos ejemplos de lo que acabamos de compartir.
Sin lugar a dudas que el punto de pivote de todos y cada uno de ellos es “su conversión;” todos ellos sufren una experiencia de conversión. Hay que señalar que nadie puede aspirar a ser llamado a liderar sin haber tenido una “experiencia de conversión” con y hacia aquello a lo que está siendo llamado. Este incluye las posiciones de liderazgo en los campos seculares.
En el plano personal tuve la experiencia de trabajar en la Industria Farmacéutica Norteamericana. Mis experiencias gerenciales y corporativas allí me ayudaron a confirmar este punto. Cada corporación es única en su clase y posee su propia cultura corporativa. Johnson and Johnson no es igual a Baxter Travenol, a Eli Lilly, a Warner Lambert o a Merck. Ford no es igual a GM ni a Honda. Cada una, por decirlo así, es un “animal” único y diferente en términos de su idiosincrasia, sus filosofías de trabajo, sus modelos de comunicación, etc.
Ellas pueden tener estructuras parecidas, pero cada una de ella posee su propia “religión,” porque hay aspectos que aparecen ser sacramentales en todas ellas. Aquellos que anhelan escalar posiciones de liderazgo en estas tienen que “convertirse” a la filosofía de la corporación en la que han elegido trabajar. Aquellos que no lo hacen tienen dos (2) opciones, ser infelices y sobrevivir allí o mudarse a otra empresa.
En el plano secular hasta se puede utilizar la metáfora de que uno se “ha casado” con esa corporación. Claro está, en ese contexto es uno el que tiene la obligación de estudiar la compatibilidad de esa corporación con las características y los rasgos académicos, profesionales, personales y de liderazgo que uno posee. Uno debe verse a sí mismo como parte del rompecabezas que forma y le da estructura a esa organización. Si uno no se puede ver a sí mismo así, hay que dirigir los barcos a otros puertos.
Las organizaciones religiosas no son una excepción. Hay estructuras religiosas y hay estructuras religiosas. Recuerdo que hace cerca de 25 años se me ofreció el privilegio de ocupar una posición ministerial a nivel nacional (EUA). El honor era inmensurable, porque el respeto y el testimonio de esa organización religiosa ha sido uno de los más hermosos a nivel mundial por varios siglos. Luego de las entrevistas consabidas, un buen amigo y mentor, el Rdo. Dr. José Norat, me invitó a cenar y en esa cena me ayudó a abrir los ojos acerca de la incompatibilidad de estilos y de filosofía de trabajo que existían entre esa organización y yo.
El Pastor Norat me sugirió que escribiera una carta declinando el nombramiento. Un año más tarde el Señor me llamó a servir como Pastor Rector en la Iglesia AMEC: Casa de Alabanza. Este era el llamado de Dios para mí, en una Iglesia local que el Señor quería desarrollar y no uno a nivel de todos los Estados Unidos.
Es Dios el que llama, pero son aquellos que son llamados los responsables de discernir esa voz. El llamado de Dios siempre considera esa compatibilidad. Son aquellos que son llamados los responsables de identificar si están escuchando correctamente. Hay que discernir si están prestando atención a Aquél que llama, o si están prestando atención a lo que les gusta, ya sea porque están preparados para desarrollar la tarea, o porque simplemente anhelan estar en ese lugar y en esa posición.
La mejor evidencia que puede tener un líder Cristiano de que Dios lo ha llamado a una tarea en particular es la convicción de que uno forma parte del rompecabezas de esa organización. Aunque esta no es una receta para la cancelación de problemas, hay que admitir que es una receta para minimizar los conflictos.
Dentro de la fase inicial de desarrollo, las bases o los fundamentos de la soberanía de Dios, J. Robert Clinton clasifica las siguientes narrativas y/o experiencias en la vida de Moisés:
Estas experiencias formativas, buenas y no tan buenas, son supervisadas por Dios y es el Todopoderoso el que escoge el momento preciso para revelársele. No obstante, es Moisés el que tiene que decidir algunas cosas. Por ejemplo, la lealtad a su pueblo. No se puede liderar aquello en lo que uno no puede guardar la debida fidelidad, ser fiel y veraz. Sabiendo que Moisés fue enseñado en toda la sabiduría egipcia, es él quien tiene que decidir renunciar a ese andamiaje social, político y religioso. ¿Usted puede imaginar a Moisés dialogando con el Señor acerca del libro de los muertos que poseen los egipcios? ¡Jamás!
Una metáfora efectiva que puede ser aplicado aquí es una que me compartió el Pastor Administrador. El Rdo. Ernesto Vélez hijo gusta decir que los llamados son como un traje o un vestido que Dios tiene preparado para nosotros. Ese traje, es específico para las tareas que Dios quiere que desarrollemos. Ese traje es confeccionado por Dios, y luego de esto necesita ser entallado.
En el primer grupo identificamos los siguientes:
- Desarrollar conciencia acerca de lo que nos puede esperar en la travesía que sigue a la salida del período de cuarentena provocado por el COVID-19.
- Identificar las herramientas necesarias para manejar adecuadamente los procesos de transformación que experimentaremos en esa travesía.
- Aquilatar los encuentros que tendremos con el Señor y de sus invitaciones, para discernir las respuestas que Él espera de nosotros durante esta temporada.
- Crecer en nuestra relación con el Señor. Esto es, procurar alcanzar la madurez necesaria para poder entrar a los períodos de cumplimiento de las promesas que Él nos ha hecho.
- Establecer puntos de referencia entre nuestra travesía y la que vivió el pueblo de Israel en todos sus procesos.
En el segundo grupo, delineamos la siguiente estrategia:
- Analizar el significado de la libertad.
- Analizar que significa ser el pueblo del Pacto: pueblo de Dios (1 Ped 2:9-10).
- Analizar los efectos y las implicaciones de la madurez.
- Analizar las características del liderazgo necesario para el desarrollo de estas tareas.
Las reflexiones más recientes han sido dedicadas a esto último: las características del liderazgo necesario para el desarrollo de estas tareas. El análisis de las características del liderazgo necesario nos ha llevado a considerar la figura de Moisés. Esto lo hemos estado haciendo luego del proceso de analizar (de manera superficial) filosofías, teorías, modelos y estilos de liderato, conceptos que casi en su totalidad, han sido delineados en la posmodernidad.
En el caso del análisis de Moisés como líder, este análisis ha sido enfocado desde la trascendencia intergeneracional que ha tenido como líder, y de sus capacidades para sembrar en el corazón y en la memoria de una nación algunos elementos extremadamente valiosos. Por ejemplo, las características de la identidad de Israel como pueblo, el rechazo a externalizar o subcontratar su moralidad,[1] y la capacidad para hacer todo esto habiendo perdido todo aquello en que predicaba su existencia y su identidad según lo que dice la Biblia. Esto es, su tierra, sus hogares, su libertad, su templo, sus reyes, sus profetas y sus sacerdotes.
Esta es una de las razones que provoca que la figura de Moisés como líder sea analizada y estudiada por corporaciones seculares, universidades y organizaciones que se dedican a la preparación y capacitación de líderes para el mundo empresarial posmoderno. No se trata de que el pueblo que él dirigía pudo lograr internalizar estas cosas en el desierto. Se trata de que generaciones de Judíos, a lo largo de 3 milenios continúan abrazando su liderato y practicando y adaptando muchas de las estrategias que el desarrolló.
El mundo empresarial, académico y corporativo de la posmodernidad ha estudiado el modelo de Moisés procurando identificar filosofías, teorías, modelos y estilos de liderazgo que puedan ser replicados.
Hay algunas preguntas racionales que surgen de estas aseveraciones. Es obvio que la intervención de Dios en todos estos procesos es la pieza fundamental de toda esta historia. No obstante, necesitamos identificar esos modelos, esas estrategias, las teorías que le puedan aplicar, así como la filosofía de liderazgo que él siguió. ¿Cómo es que algo así se puede lograr, aún por encima de la realidad histórica de que ese pueblo fue desencarnado de su tierra y dejó de existir como nación por cera de 2 mil años. Reiteramos que la palabra profética que Dios le dio a esa nación es fundamental para que esto pudiera suceder. Sin embargo, no es menos cierto que el modelo social y el modelo religioso que Moisés estableció son herramientas fundamentales para todo este desarrollo.
Es importante desatacar que Moisés no era un súper hombre. Dios no se valió de un súper héroe para realizar esta tarea monumental. Moisés era un ser humano de carne y hueso, con características similares a las de cualquier otro ser humano. Es más, algunas de estas características le acompañaron durante toda la vida.
Un Rabino llamado David Baron ha hecho este ejercicio identificando estas. Moisés era:
- reacio a liderar.
- tenía problemas con el idioma o con la capacidad para hablar en público.
- era distante.
- era propenso a pasar a noche en vela sobre una montaña.
- era un hombre temperamental, al punto de hacer pedazos el documento corporativo que contenía la misión de esa organización.
- era propenso a atacar en vez de hablar.
- era propenso a arreglar controversias empleando la violencia, a través de métodos violentos.
- nunca pudo alcanzar el objetivo final de su misión; la Tierra Prometida.[2]
La historia de Moisés es la historia de alguien que se quemó y se fatigó, y aun así fue capaz de convertirse en una herramienta clave en las manos de Dios liderar y moldear la formación y la identidad de una nación. Estos datos nos confirman algunas buenas noticias. Una de ellas es que Moisés no nació siendo un líder, sino que Dios lo transformó en uno. Otra noticia, es que Moisés no dejó de ser un ser humano en todos estos procesos.
Adelantamos que los datos provistos por David Baron necesitan ser analizados cuidadosamente.
El Dr. J. Robert Clinton, Profesor del programa de “Leadership and Extension” en la Escuela Mundial de Misiones del Seminario Teológico de Fuller, publicó hace algunos años un libro titulado “The Making of a Leader: recognizing the lessons and stages of leadership development.”[3] Es importante destacar que antes de que J. Robert Clinton decidiera abrazar el ministerio de la enseñanza y la investigación teológica, este hombre había sido oficial en la Infantería de Marina de los Estados Unidos, Ingeniero eléctrico en la Compañía Bell Telephone Labs, Asistente de Pastor y Misionero con uno de los equipos de Worldteam. O sea, que la experiencia de este profesor le capacita para presentar sus hallazgos utilizando lentes interdisciplinarios.
En ese libro, este distinguido profesor, decide presentarnos cinco (5) fases desarrollo en los procesos de desarrollo de liderazgo de Moisés. Estas son:
- Bases o fundamentos de la Soberanía (“Sovereign Foundations”).
- Crecimiento de la vida interior.
- Madurez en el ministerio.
- Madurez en la vi.
La primera fase es esencial para esta discusión. Los creyentes en Cristo creemos que es el Señor el que llama y el que capacita a aquellos que han sido llamados por Él. Es Dios el que llamó a Abram y lo capacitó para convertirlo en Abraham (Gn 17:1-22). En otros ejemplos encontramos que es Dios el que llamó a Jacob y decidió no dejarlo hasta que pudiera ser moldeado en Israel (Gn 28:13-17). Es Dios llamando a José en el desierto para utilizarlo en el palacio. Es Dios llamando a Josué, a David, a Elías, a Isaías, a Daniel, a Juan el Bautista, a Pedro y a Pablo. Es Dios llamando a Sara, a Rebeca, a Débora, a Ester y a Lidia. Es Dios llamando a Moisés, educado en un palacio para usarlo en un desierto.
Es interesante que estos ejemplos de llamados poseen algunas cosas en común. Una de estas es que los procesos de desarrollo como líderes de todos ellos son constantes e inagotables. Los procesos para moldear a Moisés no es una excepción.
El Profesor J. Robert Clinton señala que Dios, de manera providencial, trabaja y desarrolla puntos fundamentales en la vida de aquellos que Él llama para ser líderes. Las características personales, las experiencias de vida, buenas o malas, y el contexto del tiempo, siempre serán utilizados por el Señor.
Los ladrillos, los bloques de construcción están siempre allí, aunque la estructura que se tiene que construir en ocasiones no pueda verse con claridad. J. Robert Clinton señala que los rasgos del carácter están grabados, incrustados en la persona. Esos rasgos, de una forma madura, son adaptados y usados por Dios en los momentos precisos. En muchas ocasiones, dice J. Robert Clinton, son los rasgos de la personalidad los que más tarde aparecen correlacionados con lo que él llama la mezcla espiritual de dones (“spiritual git-mix”) que Dios les dio a cada uno de ellos.[4]
La testarudez de Jacob, la sabiduría de Daniel, la hipersensibilidad de Isaías, la propensión a la depresión de Elías, la impulsividad de Débora, la capacidad exegética de Saulo de Tarso, la personalidad sencilla de Simón Pedro y el espíritu dominante de Lidia, son solo algunos ejemplos de lo que acabamos de compartir.
Sin lugar a dudas que el punto de pivote de todos y cada uno de ellos es “su conversión;” todos ellos sufren una experiencia de conversión. Hay que señalar que nadie puede aspirar a ser llamado a liderar sin haber tenido una “experiencia de conversión” con y hacia aquello a lo que está siendo llamado. Este incluye las posiciones de liderazgo en los campos seculares.
En el plano personal tuve la experiencia de trabajar en la Industria Farmacéutica Norteamericana. Mis experiencias gerenciales y corporativas allí me ayudaron a confirmar este punto. Cada corporación es única en su clase y posee su propia cultura corporativa. Johnson and Johnson no es igual a Baxter Travenol, a Eli Lilly, a Warner Lambert o a Merck. Ford no es igual a GM ni a Honda. Cada una, por decirlo así, es un “animal” único y diferente en términos de su idiosincrasia, sus filosofías de trabajo, sus modelos de comunicación, etc.
Ellas pueden tener estructuras parecidas, pero cada una de ella posee su propia “religión,” porque hay aspectos que aparecen ser sacramentales en todas ellas. Aquellos que anhelan escalar posiciones de liderazgo en estas tienen que “convertirse” a la filosofía de la corporación en la que han elegido trabajar. Aquellos que no lo hacen tienen dos (2) opciones, ser infelices y sobrevivir allí o mudarse a otra empresa.
En el plano secular hasta se puede utilizar la metáfora de que uno se “ha casado” con esa corporación. Claro está, en ese contexto es uno el que tiene la obligación de estudiar la compatibilidad de esa corporación con las características y los rasgos académicos, profesionales, personales y de liderazgo que uno posee. Uno debe verse a sí mismo como parte del rompecabezas que forma y le da estructura a esa organización. Si uno no se puede ver a sí mismo así, hay que dirigir los barcos a otros puertos.
Las organizaciones religiosas no son una excepción. Hay estructuras religiosas y hay estructuras religiosas. Recuerdo que hace cerca de 25 años se me ofreció el privilegio de ocupar una posición ministerial a nivel nacional (EUA). El honor era inmensurable, porque el respeto y el testimonio de esa organización religiosa ha sido uno de los más hermosos a nivel mundial por varios siglos. Luego de las entrevistas consabidas, un buen amigo y mentor, el Rdo. Dr. José Norat, me invitó a cenar y en esa cena me ayudó a abrir los ojos acerca de la incompatibilidad de estilos y de filosofía de trabajo que existían entre esa organización y yo.
El Pastor Norat me sugirió que escribiera una carta declinando el nombramiento. Un año más tarde el Señor me llamó a servir como Pastor Rector en la Iglesia AMEC: Casa de Alabanza. Este era el llamado de Dios para mí, en una Iglesia local que el Señor quería desarrollar y no uno a nivel de todos los Estados Unidos.
Es Dios el que llama, pero son aquellos que son llamados los responsables de discernir esa voz. El llamado de Dios siempre considera esa compatibilidad. Son aquellos que son llamados los responsables de identificar si están escuchando correctamente. Hay que discernir si están prestando atención a Aquél que llama, o si están prestando atención a lo que les gusta, ya sea porque están preparados para desarrollar la tarea, o porque simplemente anhelan estar en ese lugar y en esa posición.
La mejor evidencia que puede tener un líder Cristiano de que Dios lo ha llamado a una tarea en particular es la convicción de que uno forma parte del rompecabezas de esa organización. Aunque esta no es una receta para la cancelación de problemas, hay que admitir que es una receta para minimizar los conflictos.
Dentro de la fase inicial de desarrollo, las bases o los fundamentos de la soberanía de Dios, J. Robert Clinton clasifica las siguientes narrativas y/o experiencias en la vida de Moisés:
- Un levita, hijo varón de Amram y Jocabed (Ex. 2:1-4; 6:20; Hch 7:20; Heb 11:23)
- Cuarta generación de levitas en Egipto[5]
- Fue ocultado en una cesta (arquilla) (Ex 2:3)
- Descubierto y adoptado por la hija del Faraón (Ex 2:5-10)
- Enseñado en toda la sabiduría de Egipto (Hch 7:22)
- Leal a su raza (Heb 11:24-26)
- Le quita la vida a un capataz egipcio, huye de Egipto; encuentra refugio entre los madianitas (Ex 2:11-22; Hch 7:24-29)
- Se une a Jetro, sacerdote de Madián; se casa con Séfora; tiene a un hijo, Gersón (Ex 2:15-22)
- Es pastor de las ovejas de Jetro en de desierto de Horeb (Ex 3:1)
- Tiene la visión de la zarza que arde sin consumirse (Ex 3:2-6)
Estas experiencias formativas, buenas y no tan buenas, son supervisadas por Dios y es el Todopoderoso el que escoge el momento preciso para revelársele. No obstante, es Moisés el que tiene que decidir algunas cosas. Por ejemplo, la lealtad a su pueblo. No se puede liderar aquello en lo que uno no puede guardar la debida fidelidad, ser fiel y veraz. Sabiendo que Moisés fue enseñado en toda la sabiduría egipcia, es él quien tiene que decidir renunciar a ese andamiaje social, político y religioso. ¿Usted puede imaginar a Moisés dialogando con el Señor acerca del libro de los muertos que poseen los egipcios? ¡Jamás!
Una metáfora efectiva que puede ser aplicado aquí es una que me compartió el Pastor Administrador. El Rdo. Ernesto Vélez hijo gusta decir que los llamados son como un traje o un vestido que Dios tiene preparado para nosotros. Ese traje, es específico para las tareas que Dios quiere que desarrollemos. Ese traje es confeccionado por Dios, y luego de esto necesita ser entallado.
Referencias:
[1] Hay un análisis de esta expresión basada en los estudios de Sir Jonathan Sacks en El Heraldo del 11 de octubre de 2020 • Volumen XV • No. 765.
[2] Baron, David y Lynette Padwa. “Moses on Management; 50 leadership lessons from the greatest manager of all time.” New York: Pocket Books, 1999.
[3] J. Robert Clinton, The Making of a Leader: recognizing the lessons and stages of leadership development, Colorado Springs: NavPress, 1988, 2012.
[4] Ibid. pp. 30-31
[5] Característica añadida por el escritor de esta reflexión.
[1] Hay un análisis de esta expresión basada en los estudios de Sir Jonathan Sacks en El Heraldo del 11 de octubre de 2020 • Volumen XV • No. 765.
[2] Baron, David y Lynette Padwa. “Moses on Management; 50 leadership lessons from the greatest manager of all time.” New York: Pocket Books, 1999.
[3] J. Robert Clinton, The Making of a Leader: recognizing the lessons and stages of leadership development, Colorado Springs: NavPress, 1988, 2012.
[4] Ibid. pp. 30-31
[5] Característica añadida por el escritor de esta reflexión.
Colaboradores:
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 18 de octubre del 2020.
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media : Hna. Frances González / Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 18 de octubre del 2020.
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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February
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March
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April
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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