January 24th, 2021
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “La Educación Cristiana que sana al pueblo” (Pt. II)
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín-García
“
Los versos bíblicos que encabezan esta reflexión forman parte del consejo que Jetro, suegro de Moisés, le dio a su yerno para que este pudiera salir airoso en la encomienda que había recibido de parte de Dios. Estos consejos forman parte de la agenda educativa que el Señor diseñó para que el pueblo de Israel se pudiera formar como una nación y como el Pueblo de Dios.
El consejo de Jetro, “enseña a ellos las ordenanzas”, (“zâhar”, H2094) significa literalmente iluminar, hacer destellar, enseñar, hacer brillar y amonestar al pueblo de Dios con los estatutos, ordenanzas (“chôq”, H2706) la Ley que Moisés recibiría (“tôrâh”, H8451). Podemos llegar a algunas conclusiones a base del análisis del concepto hebreo que se usa aquí para definir la enseñanza. Se desprende de este concepto que el modelo de educación de Dios para su pueblo procuraba que los estudiantes fueran iluminados con la materia enseñada y que fueran capaces de destellar en el desierto a causa de los efectos de esta. Ese modelo de educación de Dios para el pueblo en el desierto procuraba hacerlos brillar con los efectos de la Palabra revelada por el Eterno. Esta es una de las razones por las que la educación es considerada como un proceso de transformación y de formación.
Esta agenda educativa acompañó al pueblo de Israel durante toda su travesía como peregrinos en el desierto hasta la Tierra Prometida. Testimonio de esto son los señalamientos que Moisés les hizo cerca de 40 años más tarde. Esto trata acerca de sus palabras cuando él estaba a punto de mudarse a la eternidad:
“
Un dato sumamente interesante de este pasaje bíblico es que el verbo que se traduce en este pasaje del libro del Deuteronomio como “enseñar”, establece una dimensión de la educación que es diferente a la anterior. El concepto usado aquí, “yâdaʽ” (H3045) describe una gama de adquisición destrezas mucho más profundas. Por ejemplo, ese concepto se define como conocer de manera figurada y literal, por inferencia, por observación. Ese concepto incluye la capacidad para reconocer, instruir, designar, para responder, considerar y comprender. Además, la capacidad de discernir, descubrir, percibir, pronosticar y entender. Todas estas estas definiciones forman parte de la agenda educativa.
Este reclamo de parte de Dios ha seguido al pueblo de Israel durante toda su historia. De hecho, hay instantes en los que la Biblia describe los resultados que este pueblo obtuvo por alejarse de estos reclamos de parte de Dios.
“
Hay que destacar aquí que el cronista enfatiza que todos estos males acontecían debido a la ausencia de Dios y de la docencia. Esto es, ausencia de Dios y ausencia de alguien que pudiera enseñar.
Es muy importante destacar que los reclamos de Dios acerca de la formación de su pueblo es mucho más intensa en el Nuevo Testamento. La soberanía de Dios incluyó a través del Evangelio que el Verbo Encarnado, el Emanuel, Dios con nosotros, fuera llamado Maestro (Mat 8:19; 9:11; 12:38; 17:24; 19:16; 22:16; Mc 4:38; 5:35; 9:5; Jn 20:26, etc.) y que aquellos que le aceptan sean llamados sus discípulos. Estas características no aparecen descritas así en los modelos del Antiguo Testamento. Es más, la orden que Moisés recibió de parte de Dios era la de conseguir que el pueblo de Israel se convirtiera en un reino de reyes y sacerdotes (Éxo 19:5-6). Es cierto que la orden para formar la Iglesia incluye el mismo requisito, convertirnos en reyes y sacerdotes (“6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre;…”; Apoc 1:6a). Sin embargo, esta orden fue expandida para alcanzar la creación de un linaje escogido, del real sacerdocio, de una nación santa, de un pueblo adquirido por Dios (1 Ped 2:9), pero sobre todo, discípulos:
“
Este pasaje del Evangelio de Mateo dice que un discípulo de Cristo no nace; es hecho, es formado, es enseñado (Mat 28:19). La Biblia también dice que un discípulo es un creyente en Cristo (Jn 2:11).Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe permanecer en la Palabra del Señor (Jn 8:31).Un discípulo es un creyente en Cristo que lleva mucho fruto (Jn 15:8). Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe amar a su prójimo (Jn 13:35). Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe guardar la Palabra, que sabe poner en práctica las enseñanzas de Cristo que ha recibido (Mat 28:20b).
Ese concepto, discípulo, sólo aparece en cinco ocasiones en el Antiguo Testamento (“limmûd”, H3928). En todas las ocasiones que esto sucede son los profetas los que lo utilizan. Así aparece en Isa 8:16; 50:4 (“sabios”), 54:13 (“enseñados”); Jer 2:24 (“acostumbrada”); 13:23 (“habituados”).
Es novedoso el hecho de que es Moisés el que establece un sistema de educación bíblica, en este caso acerca de la Ley de Dios y de sus ordenanzas, que está basado en tres niveles de enseñanza. El primero de ellos es el nivel formal, que es institucional, estructurado e institucionalizado. El segundo es el no-formal, los adiestramientos a grupos especializados para afinar su desempeño. El tercero, el informal, aquel que se adquiere y se repasa en las interacciones sociales. El pueblo de Israel fue instruido a desarrollar el tercer nivel de educación, el informal, el que se desarrolla en medio de las relaciones sociales, mediante la institucionalización de una cultura de vida religiosa. Esto es, casi todo lo que formaba parte de su quehacer cotidiano fue catalogado como parte de su cultura religiosa. Este es uno de los escenarios más ricos y productivos para desarrollar la educación; en ese caso la educación Cristiana.
Hay muchas publicaciones disponibles acerca de esta discusión, pero esta vez aplicadas a la Iglesia Cristiana. Algunas de las contribuciones más extraordinarias respecto a estos niveles y sus implicaciones teológicas las encontramos en el libro “A Theology for Christian Education”, escrito por los Doctores Michael Anthony, James R, Estep, y Greg Allison.[1]
Decíamos en los párrafos anteriores que ese proceso de formación del discípulo es uno intencional. Un discípulo de Cristo tiene que ser formado, hecho, enseñado. Este es entonces un proceso que requiere el establecimiento de objetivos y de metas con bases bíblicas y de la definición de una filosofía educativa Cristiana que sea sólida.
Acerca de la filosofía educativa que debemos seguir tenemos que señalar que su base tiene que ser bíblica y Cristo-céntrica. Habiendo dicho hay que puntualizar algo que el Dr. Robert Pazmiño destaca esto en sus publicaciones acerca de la Educación Cristiana Pazmiño ha dicho, citando a Norman DeJong. De Jong, el autor de “Teaching for a Change: A Transformational Approach to Education (P&R, 2001)”,
ha dicho que la evaluación de una filosofía educativa requiere que se exploren las dimensiones específicas de la tarea educativa que tenemos por delante, en este caso como Iglesia.
De Jong ha sugerido para esta evaluación algo que él ha llamado “una escalera filosófica.” La misma puede ser ensamblada buscando las respuestas a las siguientes preguntas:
¿Cuál es la importancia de la filosofía de la educación? A continuación una cita directa de un educador Cristiano Hispano:
“
Desde esta perspectiva la filosofía de la educación se preocupa de los fines últimos de la educación en todos sus ámbitos posibles.
¿Qué es Filosofía de la Educación Cristiana?
La filosofía de la educación cristiana, realiza el mismo análisis anterior pero fundamentado en una visión de mundo cristiana que se basa en los principios y postulados entregados por la revelación bíblica.
Algunas personas pueden objetar el uso de la expresión “filosofía” para referirlo a la educación cristiana. Sin embargo, la palabra no está usada en el sentido habitual técnico, sino más bien intentando mostrar que en la perspectiva cristiana hay una reflexión seria, pensada y meditada. No es una cuestión intuitiva. Obedece a un análisis profundo de lo que debe ser la educación cristiana en el marco de una cosmovisión de la realidad que no admite conceptos esbozados por las filosofías no cristianas. Una gran necesidad hoy, en el contexto de tantas ideas entremezcladas, es rescatar la verdadera esencia del evangelio y aplicarla de manera adecuada a la misión de la educación cristiana.”[3]
Las metas y objetivos de la Educación Cristiana de nuestra Iglesia no son novedosas. Estas han sido plasmadas a la luz de los materiales de Educación Cristiana y de Teología Cristiana que hemos analizado a través de los años.
Hay una meta central que este proceso persigue: la transformación total de las personas que aceptan a Jesús como Señor y Salvador hasta que se parezcan a Cristo Jesús. De esta meta central se estilan cinco (5) metas educativas que nuestros procesos procuran para conseguir la formación de discípulos maduros en el Señor. Estas son las siguientes:
Los objetivos de nuestros programas de Educación Cristiana serán compartidos en nuestras
próximas reflexiones. Así mismo, próximamente compartiremos una bibliografía sucinta acerca de este tema. Mientras tanto, se hace necesario enfatizar la esperanza bíblica a la que hemos sido llamados como discípulos del Señor. En esa tarea educativa encontramos matices proféticos y escatológicos:
Esa tarea educativa tiene identificada la fuente de autoridad y la meta que esta fuente procura alcanzar:
“
Esa tarea educativa es incesante:
“
Esa esperanza bíblica incluye la admonición:
“
19 Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios. 20 Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.” (Éxo 18:19-20)
Los versos bíblicos que encabezan esta reflexión forman parte del consejo que Jetro, suegro de Moisés, le dio a su yerno para que este pudiera salir airoso en la encomienda que había recibido de parte de Dios. Estos consejos forman parte de la agenda educativa que el Señor diseñó para que el pueblo de Israel se pudiera formar como una nación y como el Pueblo de Dios.
El consejo de Jetro, “enseña a ellos las ordenanzas”, (“zâhar”, H2094) significa literalmente iluminar, hacer destellar, enseñar, hacer brillar y amonestar al pueblo de Dios con los estatutos, ordenanzas (“chôq”, H2706) la Ley que Moisés recibiría (“tôrâh”, H8451). Podemos llegar a algunas conclusiones a base del análisis del concepto hebreo que se usa aquí para definir la enseñanza. Se desprende de este concepto que el modelo de educación de Dios para su pueblo procuraba que los estudiantes fueran iluminados con la materia enseñada y que fueran capaces de destellar en el desierto a causa de los efectos de esta. Ese modelo de educación de Dios para el pueblo en el desierto procuraba hacerlos brillar con los efectos de la Palabra revelada por el Eterno. Esta es una de las razones por las que la educación es considerada como un proceso de transformación y de formación.
Esta agenda educativa acompañó al pueblo de Israel durante toda su travesía como peregrinos en el desierto hasta la Tierra Prometida. Testimonio de esto son los señalamientos que Moisés les hizo cerca de 40 años más tarde. Esto trata acerca de sus palabras cuando él estaba a punto de mudarse a la eternidad:
“
8 Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? 9 Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos.” (Det 4:8)
Un dato sumamente interesante de este pasaje bíblico es que el verbo que se traduce en este pasaje del libro del Deuteronomio como “enseñar”, establece una dimensión de la educación que es diferente a la anterior. El concepto usado aquí, “yâdaʽ” (H3045) describe una gama de adquisición destrezas mucho más profundas. Por ejemplo, ese concepto se define como conocer de manera figurada y literal, por inferencia, por observación. Ese concepto incluye la capacidad para reconocer, instruir, designar, para responder, considerar y comprender. Además, la capacidad de discernir, descubrir, percibir, pronosticar y entender. Todas estas estas definiciones forman parte de la agenda educativa.
Este reclamo de parte de Dios ha seguido al pueblo de Israel durante toda su historia. De hecho, hay instantes en los que la Biblia describe los resultados que este pueblo obtuvo por alejarse de estos reclamos de parte de Dios.
“
1 Vino el Espíritu de Dios sobre Azarías hijo de Obed, 2 y salió al encuentro de Asa, y le dijo: Oídme, Asa y todo Judá y Benjamín: Jehová estará con vosotros, si vosotros estuviereis con él; y si le buscareis, será hallado de vosotros; más si le dejareis, él también os dejará. 3 Muchos días ha estado Israel sin verdadero Dios y sin sacerdote que enseñara, y sin ley; 4 pero cuando en su tribulación se convirtieron a Jehová Dios de Israel, y le buscaron, él fue hallado de ellos.” (2 Cró 15:1-4)
Hay que destacar aquí que el cronista enfatiza que todos estos males acontecían debido a la ausencia de Dios y de la docencia. Esto es, ausencia de Dios y ausencia de alguien que pudiera enseñar.
Es muy importante destacar que los reclamos de Dios acerca de la formación de su pueblo es mucho más intensa en el Nuevo Testamento. La soberanía de Dios incluyó a través del Evangelio que el Verbo Encarnado, el Emanuel, Dios con nosotros, fuera llamado Maestro (Mat 8:19; 9:11; 12:38; 17:24; 19:16; 22:16; Mc 4:38; 5:35; 9:5; Jn 20:26, etc.) y que aquellos que le aceptan sean llamados sus discípulos. Estas características no aparecen descritas así en los modelos del Antiguo Testamento. Es más, la orden que Moisés recibió de parte de Dios era la de conseguir que el pueblo de Israel se convirtiera en un reino de reyes y sacerdotes (Éxo 19:5-6). Es cierto que la orden para formar la Iglesia incluye el mismo requisito, convertirnos en reyes y sacerdotes (“6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre;…”; Apoc 1:6a). Sin embargo, esta orden fue expandida para alcanzar la creación de un linaje escogido, del real sacerdocio, de una nación santa, de un pueblo adquirido por Dios (1 Ped 2:9), pero sobre todo, discípulos:
“
19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (Mat 28:19-20)
Este pasaje del Evangelio de Mateo dice que un discípulo de Cristo no nace; es hecho, es formado, es enseñado (Mat 28:19). La Biblia también dice que un discípulo es un creyente en Cristo (Jn 2:11).Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe permanecer en la Palabra del Señor (Jn 8:31).Un discípulo es un creyente en Cristo que lleva mucho fruto (Jn 15:8). Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe amar a su prójimo (Jn 13:35). Un discípulo es un creyente en Cristo que sabe guardar la Palabra, que sabe poner en práctica las enseñanzas de Cristo que ha recibido (Mat 28:20b).
Ese concepto, discípulo, sólo aparece en cinco ocasiones en el Antiguo Testamento (“limmûd”, H3928). En todas las ocasiones que esto sucede son los profetas los que lo utilizan. Así aparece en Isa 8:16; 50:4 (“sabios”), 54:13 (“enseñados”); Jer 2:24 (“acostumbrada”); 13:23 (“habituados”).
Es novedoso el hecho de que es Moisés el que establece un sistema de educación bíblica, en este caso acerca de la Ley de Dios y de sus ordenanzas, que está basado en tres niveles de enseñanza. El primero de ellos es el nivel formal, que es institucional, estructurado e institucionalizado. El segundo es el no-formal, los adiestramientos a grupos especializados para afinar su desempeño. El tercero, el informal, aquel que se adquiere y se repasa en las interacciones sociales. El pueblo de Israel fue instruido a desarrollar el tercer nivel de educación, el informal, el que se desarrolla en medio de las relaciones sociales, mediante la institucionalización de una cultura de vida religiosa. Esto es, casi todo lo que formaba parte de su quehacer cotidiano fue catalogado como parte de su cultura religiosa. Este es uno de los escenarios más ricos y productivos para desarrollar la educación; en ese caso la educación Cristiana.
Hay muchas publicaciones disponibles acerca de esta discusión, pero esta vez aplicadas a la Iglesia Cristiana. Algunas de las contribuciones más extraordinarias respecto a estos niveles y sus implicaciones teológicas las encontramos en el libro “A Theology for Christian Education”, escrito por los Doctores Michael Anthony, James R, Estep, y Greg Allison.[1]
Decíamos en los párrafos anteriores que ese proceso de formación del discípulo es uno intencional. Un discípulo de Cristo tiene que ser formado, hecho, enseñado. Este es entonces un proceso que requiere el establecimiento de objetivos y de metas con bases bíblicas y de la definición de una filosofía educativa Cristiana que sea sólida.
Acerca de la filosofía educativa que debemos seguir tenemos que señalar que su base tiene que ser bíblica y Cristo-céntrica. Habiendo dicho hay que puntualizar algo que el Dr. Robert Pazmiño destaca esto en sus publicaciones acerca de la Educación Cristiana Pazmiño ha dicho, citando a Norman DeJong. De Jong, el autor de “Teaching for a Change: A Transformational Approach to Education (P&R, 2001)”,
ha dicho que la evaluación de una filosofía educativa requiere que se exploren las dimensiones específicas de la tarea educativa que tenemos por delante, en este caso como Iglesia.
De Jong ha sugerido para esta evaluación algo que él ha llamado “una escalera filosófica.” La misma puede ser ensamblada buscando las respuestas a las siguientes preguntas:
- Bases o autoridad del modelo educativo.
- La naturaleza de las personas que educaremos.
- Los propósitos y las metas que se pretenden alcanzar e la educación de estos.
- La estructura organizacional con la que se cuenta para esta tarea.
- En qué estructuras y con qué agentes se alcanzarán estos propósitos y estas metas.
- Implementación.
- Con qué recursos, herramientas y métodos se implementarán los propósitos y las metas de la educación que se procura establecer.
- Evaluación.
- Cómo sabemos que estamos alcanzando las metas establecidas y cuán efectiva es la tarea
¿Cuál es la importancia de la filosofía de la educación? A continuación una cita directa de un educador Cristiano Hispano:
“
La filosofía de la educación pretende descubrir cuál sea la naturaleza, verdad y valor de la educación. Es un análisis antropológico, metafísico, epistemológico y axiológico del acto educativo, no de una escuela en especial sino de la educación en general. Desde este punto de vista la filosofía de la educación persigue:
- Ayudar al educador a comprender los problemas básicos de la educación.
- Capacitar para evaluar las variadas sugerencias propuestas como solución para estos problemas.
- Tener un pensamiento claro acerca de las metas de la vida humana y de la educación.
- Guiar en el desarrollo de un punto de vista consistente y un programa realista para el contexto
Desde esta perspectiva la filosofía de la educación se preocupa de los fines últimos de la educación en todos sus ámbitos posibles.
¿Qué es Filosofía de la Educación Cristiana?
La filosofía de la educación cristiana, realiza el mismo análisis anterior pero fundamentado en una visión de mundo cristiana que se basa en los principios y postulados entregados por la revelación bíblica.
Algunas personas pueden objetar el uso de la expresión “filosofía” para referirlo a la educación cristiana. Sin embargo, la palabra no está usada en el sentido habitual técnico, sino más bien intentando mostrar que en la perspectiva cristiana hay una reflexión seria, pensada y meditada. No es una cuestión intuitiva. Obedece a un análisis profundo de lo que debe ser la educación cristiana en el marco de una cosmovisión de la realidad que no admite conceptos esbozados por las filosofías no cristianas. Una gran necesidad hoy, en el contexto de tantas ideas entremezcladas, es rescatar la verdadera esencia del evangelio y aplicarla de manera adecuada a la misión de la educación cristiana.”[3]
Las metas y objetivos de la Educación Cristiana de nuestra Iglesia no son novedosas. Estas han sido plasmadas a la luz de los materiales de Educación Cristiana y de Teología Cristiana que hemos analizado a través de los años.
Hay una meta central que este proceso persigue: la transformación total de las personas que aceptan a Jesús como Señor y Salvador hasta que se parezcan a Cristo Jesús. De esta meta central se estilan cinco (5) metas educativas que nuestros procesos procuran para conseguir la formación de discípulos maduros en el Señor. Estas son las siguientes:
- Un discípulo que conoce las Sagradas Escrituras.
- Este es un discípulo capaz de desarrollar un marco de referencia bíblico saludable para la vida y está comprometido a seguir a Jesucristo en todas la áreas de su vida.
- Un discípulo que ora.
- Este es un discípulo que ha aprendido a escuchar la voz de Dios, que sabe rendirse a los propósitos de nuestro Señor y Salvador, y que vive el modelo de Cristo Jesús
- Un discípulo que adora.
- Este es un discípulo que ha aprendido a vivir para adorar al Señor, responder a la presencia de Dios en Cristo Jesús, sometiendo sus agendas al propósito de Dios.
- Un discípulo que sirve.
- Este es un discípulo que ha aprendido a demostrar su amor por el prójimo colocando las necesidades de este por encima de las suyas, que vive las enseñanzas del Evangelio.
- Un discípulo que se reproduce.
- Este es un discípulo que se convierte en hacedor de discípulos dirigiendo a otros a
Los objetivos de nuestros programas de Educación Cristiana serán compartidos en nuestras
próximas reflexiones. Así mismo, próximamente compartiremos una bibliografía sucinta acerca de este tema. Mientras tanto, se hace necesario enfatizar la esperanza bíblica a la que hemos sido llamados como discípulos del Señor. En esa tarea educativa encontramos matices proféticos y escatológicos:
Esa tarea educativa tiene identificada la fuente de autoridad y la meta que esta fuente procura alcanzar:
“
16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:16-17)
Esa tarea educativa es incesante:
“
42 Y todos los días, en el templo y por las casas, no cesaban de enseñar y predicar a Jesucristo.”
(Hch 5:41)
(Hch 5:41)
Esa esperanza bíblica incluye la admonición:
“
3 Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, 4 está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas, 5 disputas necias de hombres corruptos de entendimiento y privados de la verdad, que toman la piedad como fuente de ganancia; apártate de los tales.” (1 Tim 6:3-5)
Referencias:
[1] Anthony, Michael; Estep, James R.; Allison, Greg. A Theology for Christian Education. B&H Publishing. Kindle Edition.
[2] Pazmiño, Robert W. Foundational Issues in Christian Education. Baker Publishing Group. Kindle Edition
[3] Núñez, Miguel Ángel. Educar es redimir: Bases para una filosofía de la educación cristiana (Spanish Edition) (pp. 14-15). Fortaleza Ediciones. Kindle Edition
[1] Anthony, Michael; Estep, James R.; Allison, Greg. A Theology for Christian Education. B&H Publishing. Kindle Edition.
[2] Pazmiño, Robert W. Foundational Issues in Christian Education. Baker Publishing Group. Kindle Edition
[3] Núñez, Miguel Ángel. Educar es redimir: Bases para una filosofía de la educación cristiana (Spanish Edition) (pp. 14-15). Fortaleza Ediciones. Kindle Edition
Colaboradores
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media- Curadora: Hna. Frances González / Adalian Rodríguez. • Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 24 de enero del 2021.
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media- Curadora: Hna. Frances González / Adalian Rodríguez. • Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Nong Vang / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 24 de enero del 2021.
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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