February 17th, 2021
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El escritor del Salmo 91 continúa su descripción de las bendiciones que se reciben cuando hemos decidido habitar al abrigo del Altísimo y bajo la sombra del Omnipotente. La bendición descrita en el verso 11 de este salmo es una de las más reconocidas. La popularidad de ese verso se produce a causa de que esta es una cita bíblica que el Enemigo (el diablo, el acusador, G1228) utiliza en una de las tres (3) tentaciones que Jesucristo experimentó en el desierto. Sabemos que el mensaje que nos comunica el Salmo 91 no tiene que ver con el tema de las tentaciones. No obstante, no podemos desaprovechar la oportunidad de mirar este tema aunque sea de manera superficial. A continuación los versos en cuestión en la versión que nos ofrece el Evangelio de Mateo:
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Hay que puntualizar que Cristo Jesús fue tentado para que todos los creyentes podamos saber que Él es el Conquistador. Cristo Jesús fue tentado para que nosotros podamos ser capaces de identificar las tácticas y las estrategias que utiliza el enemigo. Cristo Jesús fue tentado porque en su victoria nosotros somos más que vencedores.[1] Además, hay que subrayar que dos (2) de las tres (3) tentaciones que experimenta Jesús estaban dirigidas a su identidad como el Hijo de Dios: “Si eres Hijo de Dios” (Mateo 4:3, 6). Una de ellas, la tentación dirigida a utilizar sus dones para su propio beneficio; la tentación de convertir las piedras en pan. Otra tentación, la dirigida al desarrollo de un espectáculo para evitar así el camino del Calvario. Es en esta que encontramos la cita del verso 11 del Salmo 91.
La tentación restante que Cristo Jesús experimenta en el desierto estaba dirigida a su posición y a su llamamiento. Cristo Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29-31), tenía asignada una posición y un llamamiento santo desde antes de la eternidad:
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El enemigo intentó que Cristo Jesús abdicara esa posición y ese llamamiento cuando le ofreció al Señor que se postrara y le adorara (Mat 4:8-10).
Es interesante el dato de que el enemigo cite el verso 11 del Salmo 91 en la tentación que hemos mencionado. Esto nos hace saber que él conoce la Biblia. Es cierto que la cita bíblica que él utilizó con Jesús sigue de cerca la versión de la Septuaginta (la versión en griego del Antiguo Testamento). Además, es cierto que el enemigo omite una de sus cláusulas: “Que te guarden en todos tus caminos.” Una de las razones por las que esto sucedió así y aparece así en las Sagradas Escrituras es para que seamos capaces de entender que los textos bíblicos no pueden ser sacados de sus contextos y mucho menos de la totalidad del mensaje que nos ofrece la Biblia. Esto es sin duda alguna una de las fuentes más grandes de ataques, de confrontación y de tentación que puede sufrir un Cristiano. Los creyentes nos convertimos en presa fácil del enemigo cuando sucumbimos a la práctica de sacar los textos bíblicos de los contextos.
Jesucristo nos ofrece la respuesta para manejar esa clase de peligros en la respuesta que Él le da al enemigo en esta tentación. Cristo enfrenta al enemigo con la Palabra y al hacerlo utiliza una frase aleccionadora: “escrito está también” (Mat 4:7a). Esta es una gran lección para todos los creyentes. Los textos con sus contextos y en relación al mensaje general que comunican las Sagradas Escrituras evitan grandes dolores de cabeza y muchos conflictos doctrinales.
Es importante destacar que el enemigo no ha dejado de utilizar estas estrategias. Los seres humanos, incluyendo los creyentes, somos tentados por el diablo hasta para que cuestionemos la identidad que Dios nos ha dado.
Nosotros, como seres humanos, tenemos identidad en Dios; la que Él nos ha asignado desde antes de la fundación del mundo. Por ejemplo, los seres humanos son formados en los vientres de sus madres con propósitos santos, asignados desde antes de la creación. De hecho, en los vientres, desde antes de nacer, ya sabemos si nacerá un varón o si nacerá una mujer. O sea, que uno no nace hombre ni nace mujer. Uno es hombre o mujer desde antes de nacer. Este axioma es tan absoluto que mantenemos esa identidad después que morimos. Esta verdad la conocen los antropólogos forenses que examinan los restos de los cuerpos de seres humanos que hallamos en medio de las investigaciones científicas y arqueológicas. Los huesos hallados, la identificación de los cabellos hallados, en fin, hasta el DNA hallado identifica si estamos ante la presencia del cuerpo o de los restos de un hombre o de una mujer. Las otras categorías, clasificaciones e “identidades” con las que lidiamos en la posmodernidad son el producto de nuestros gustos y deseos. Estas no estaban allí cuando fuimos formados ni pueden ser identificadas después que nos vamos de este mundo.
Un detalle singular es que encontramos a algunos proponentes bíblicos tratando de probar lo contrario. Lo que hace singular este asunto es que para realizar esta tarea tienen que abandonar o editar muchas de las cosas que dice la Biblia acerca de la identidad que Dios nos asignó desde antes de que naciéramos. Cristo Jesús nos dice lo siguiente acerca de esto:
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Tristemente hay que señalar que aquellos que realizan las ediciones de los textos bíblicos para intentar sustentar aquello que no se sostiene en la Palabra de Dios, no se parecen a Cristo en el manejo de los textos Sagrados.
Los creyentes en Cristo Jesús también tenemos una nueva identidad en Dios a través del sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. La Biblia dice que somos hechos hijos de Dios (Jn 1:11-12). Los creyentes en Cristo Jesús también tenemos una posición que el Padre nos ha obsequiado por Su gracia. He aquí algunos ejemplos de esto:
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Ahora bien, el mensaje que comunica el verso 11 del Salmo 91 presenta una de las fuentes de seguridad y de confianza más poderosas que encontramos en la Biblia. La presencia de los ángeles, los ministerios de estos, sus funciones y sus capacidades están implícitos en este verso. Es importante advertir que no podemos caer en la “trampa” de prestar demasiada atención a estos seres celestiales. Esto ha llevado a demasiados creyentes a caer en una práctica anticristiana. El Apóstol Pablo nos hace esa misma advertencia en una de sus cartas:
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Sabemos que los ángeles poseen ministerios específicos. La Biblia nos deja conocer que son seres celestiales muy poderosos (2 Rey 19:35). La Biblia también nos deja conocer que ellos poseen funciones aleatorias a nuestra existencia en este planeta. Sin embargo, ninguno de ellos debe ni merece ser adorado. Ninguno de ellos puede ocupar el lugar de Cristo, ni ser reverenciado como sólo el Señor merece serlo. De hecho, la Biblia nos regala instantes en que algunos siervos de Dios quisieron postrarse ante algún ángel y estos se lo impidieron.
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Habiendo dicho esto, hace falta subrayar que los ángeles (“malʼâk”, H4397) son mensajeros, embajadores, diputados que envía Dios y que salen de delante de Su presencia. El concepto utilizado aquí es usado en otros contextos que no tienen que ver con los ángeles y es traducido, como “profetas,” “maestros”, “embajadores” y/o “sacerdotes.”
Hay que subrayar que la Biblia dice que una de las funciones que poseen estos tiene que ver con la protección de los creyentes. Este es el caso de la narrativa de Agar, la sierva egipcia de Abraham y de Sara (Gn 16:6-16). La Biblia dice que esta joven estaba embarazada cuando decidió huir de la casa de este patriarca debido al maltrato que recibía de parte de Sara. La Biblia dice que Dios, que es rico en misericordia, envió su ángel para interceptarla en el camino y convencerla de no echar a perder la bendición que el cielo tenía preparada para ella.
Un segmento muy significativo de El Heraldo del 19 de noviembre de 2017[2] fue dedicado a trabajar con esta narrativa bíblica. A continuación compartimos parte de ese segmento:
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Hay que matizar estas aseveraciones señalando que lo que el ángel hace con Agar es devolverla al camino de la esperanza; la esperanza que viene del cielo. Compartimos en El Heraldo del 19 de febrero del 2017 que los griegos decían que la existencia humana está determinada por la capacidad para aceptar el presente, la capacidad de conmemorar (“remembrance”) el pasado y la expectación del futuro. Desde esta aseveración se estila una conclusión: los griegos afirmaban que el ser humano es el que determina lo que espera y lo que no. Esto es, las expectativas y las esperanzas del ser humano tan solo son las proyecciones que este desarrollará acerca del futuro. Los griegos añadían a esto que solo los dioses podían tener una esperanza infalible y certera.
Este acercamiento coloca la esperanza que definen los griegos como una que es fácil de ser engañada y muy peligrosa. Uno de los peligros más grandes, que la esperanza se convierta en una fuente neutral.
Este acercamiento cambia totalmente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Para comenzar, la Biblia diferencia las esperanzas de los seres humanos de la esperanza que ofrece Dios. Veamos un ejemplo de esto en el libro de Job:
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Veamos otro ejemplo en el libro de los Proverbios:
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En segundo lugar, la Biblia no nos permite un concepto neutral de la esperanza porque para poder tenerla tenemos que tener confianza en las promesas que Dios nos ha hecho. Hay que reconocer que existen algunas diferencias significativas entre el acercamiento que el Antiguo Testamento (AT) y el Nuevo Testamento (NT) le hacen a este concepto. La primera es que en el AT se espera al Mesías y en el NT se espera la segunda venida y la resurrección de los muertos. La segunda, que aunque no hay una diferencia estructural entre ambos acercamientos, en el NT se reafirma la situación del que espera (2 Cor 3:1-18); no escondemos la gloria revelada. La tercera diferencia es que en el NT la esperanza aparece sembrada dentro de nosotros en la persona de Cristo (Col 1:27) y asegurada por el derramamiento del amor de Dios en nuestros corazones, operación que desarrolla el Espíritu Santo (Rom 5:1-5).
Siendo esto así, entonces nuestra esperanza está fijada en Dios y en sus promesas y esta, al mismo tiempo, abraza la expectativa del futuro, la confianza en las promesas y la paciencia para esperar sus cumplimientos. Dicho de otro modo, no miramos al futuro con esperanza, sino que conocemos el futuro que tenemos en Dios y es por esto que vivimos el presente con esperanza. Esta conceptualización nos permite desarrollar un mejor entendimiento de lo que dice la Biblia acerca de la esperanza. Veamos un ejemplo:
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El ángel que visita a Agar provocó esto. Los ángeles que describe el escritor del Salmo 91 hacen esto y mucho más. En nuestra próxima reflexión analizaremos otras funciones de los ángeles, particularmente luego de la llegada del Espíritu Santo el día de Pentecostés (Hchos 2:1-36).
11 Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, Que te guarden en todos tus caminos. (Salmo 91:11)
El escritor del Salmo 91 continúa su descripción de las bendiciones que se reciben cuando hemos decidido habitar al abrigo del Altísimo y bajo la sombra del Omnipotente. La bendición descrita en el verso 11 de este salmo es una de las más reconocidas. La popularidad de ese verso se produce a causa de que esta es una cita bíblica que el Enemigo (el diablo, el acusador, G1228) utiliza en una de las tres (3) tentaciones que Jesucristo experimentó en el desierto. Sabemos que el mensaje que nos comunica el Salmo 91 no tiene que ver con el tema de las tentaciones. No obstante, no podemos desaprovechar la oportunidad de mirar este tema aunque sea de manera superficial. A continuación los versos en cuestión en la versión que nos ofrece el Evangelio de Mateo:
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5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo, 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra. (Mateo 4:5-6)
Hay que puntualizar que Cristo Jesús fue tentado para que todos los creyentes podamos saber que Él es el Conquistador. Cristo Jesús fue tentado para que nosotros podamos ser capaces de identificar las tácticas y las estrategias que utiliza el enemigo. Cristo Jesús fue tentado porque en su victoria nosotros somos más que vencedores.[1] Además, hay que subrayar que dos (2) de las tres (3) tentaciones que experimenta Jesús estaban dirigidas a su identidad como el Hijo de Dios: “Si eres Hijo de Dios” (Mateo 4:3, 6). Una de ellas, la tentación dirigida a utilizar sus dones para su propio beneficio; la tentación de convertir las piedras en pan. Otra tentación, la dirigida al desarrollo de un espectáculo para evitar así el camino del Calvario. Es en esta que encontramos la cita del verso 11 del Salmo 91.
La tentación restante que Cristo Jesús experimenta en el desierto estaba dirigida a su posición y a su llamamiento. Cristo Jesús, como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1:29-31), tenía asignada una posición y un llamamiento santo desde antes de la eternidad:
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10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre. (Fil 2:10-11).
El enemigo intentó que Cristo Jesús abdicara esa posición y ese llamamiento cuando le ofreció al Señor que se postrara y le adorara (Mat 4:8-10).
Es interesante el dato de que el enemigo cite el verso 11 del Salmo 91 en la tentación que hemos mencionado. Esto nos hace saber que él conoce la Biblia. Es cierto que la cita bíblica que él utilizó con Jesús sigue de cerca la versión de la Septuaginta (la versión en griego del Antiguo Testamento). Además, es cierto que el enemigo omite una de sus cláusulas: “Que te guarden en todos tus caminos.” Una de las razones por las que esto sucedió así y aparece así en las Sagradas Escrituras es para que seamos capaces de entender que los textos bíblicos no pueden ser sacados de sus contextos y mucho menos de la totalidad del mensaje que nos ofrece la Biblia. Esto es sin duda alguna una de las fuentes más grandes de ataques, de confrontación y de tentación que puede sufrir un Cristiano. Los creyentes nos convertimos en presa fácil del enemigo cuando sucumbimos a la práctica de sacar los textos bíblicos de los contextos.
Jesucristo nos ofrece la respuesta para manejar esa clase de peligros en la respuesta que Él le da al enemigo en esta tentación. Cristo enfrenta al enemigo con la Palabra y al hacerlo utiliza una frase aleccionadora: “escrito está también” (Mat 4:7a). Esta es una gran lección para todos los creyentes. Los textos con sus contextos y en relación al mensaje general que comunican las Sagradas Escrituras evitan grandes dolores de cabeza y muchos conflictos doctrinales.
Es importante destacar que el enemigo no ha dejado de utilizar estas estrategias. Los seres humanos, incluyendo los creyentes, somos tentados por el diablo hasta para que cuestionemos la identidad que Dios nos ha dado.
Nosotros, como seres humanos, tenemos identidad en Dios; la que Él nos ha asignado desde antes de la fundación del mundo. Por ejemplo, los seres humanos son formados en los vientres de sus madres con propósitos santos, asignados desde antes de la creación. De hecho, en los vientres, desde antes de nacer, ya sabemos si nacerá un varón o si nacerá una mujer. O sea, que uno no nace hombre ni nace mujer. Uno es hombre o mujer desde antes de nacer. Este axioma es tan absoluto que mantenemos esa identidad después que morimos. Esta verdad la conocen los antropólogos forenses que examinan los restos de los cuerpos de seres humanos que hallamos en medio de las investigaciones científicas y arqueológicas. Los huesos hallados, la identificación de los cabellos hallados, en fin, hasta el DNA hallado identifica si estamos ante la presencia del cuerpo o de los restos de un hombre o de una mujer. Las otras categorías, clasificaciones e “identidades” con las que lidiamos en la posmodernidad son el producto de nuestros gustos y deseos. Estas no estaban allí cuando fuimos formados ni pueden ser identificadas después que nos vamos de este mundo.
Un detalle singular es que encontramos a algunos proponentes bíblicos tratando de probar lo contrario. Lo que hace singular este asunto es que para realizar esta tarea tienen que abandonar o editar muchas de las cosas que dice la Biblia acerca de la identidad que Dios nos asignó desde antes de que naciéramos. Cristo Jesús nos dice lo siguiente acerca de esto:
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4 Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? (Mateo 19:4-5, RV 1960)
Tristemente hay que señalar que aquellos que realizan las ediciones de los textos bíblicos para intentar sustentar aquello que no se sostiene en la Palabra de Dios, no se parecen a Cristo en el manejo de los textos Sagrados.
Los creyentes en Cristo Jesús también tenemos una nueva identidad en Dios a través del sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario. La Biblia dice que somos hechos hijos de Dios (Jn 1:11-12). Los creyentes en Cristo Jesús también tenemos una posición que el Padre nos ha obsequiado por Su gracia. He aquí algunos ejemplos de esto:
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“6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas. (Efesios 2:6-10)
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5 y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, 6 y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén. (Apocalipsis 1:5-6).
Ahora bien, el mensaje que comunica el verso 11 del Salmo 91 presenta una de las fuentes de seguridad y de confianza más poderosas que encontramos en la Biblia. La presencia de los ángeles, los ministerios de estos, sus funciones y sus capacidades están implícitos en este verso. Es importante advertir que no podemos caer en la “trampa” de prestar demasiada atención a estos seres celestiales. Esto ha llevado a demasiados creyentes a caer en una práctica anticristiana. El Apóstol Pablo nos hace esa misma advertencia en una de sus cartas:
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18 Hay gente que aparenta tener humildad, adora a los ángeles, siempre habla de las visiones que ha tenido y quiere que todos la imiten. No les hagan caso ni dejen que decidan lo que ustedes deben hacer. Ellos presumen de lo que no han visto y se guían sólo por ideas humanas. 19 No están bajo el mando de Cristo, quien es la cabeza y de quien depende todo el cuerpo. Cristo es quien hace posible que todas las partes del cuerpo estén unidas y se ayuden mutuamente, fortaleciendo y manteniendo unido al cuerpo para que crezca como Dios quiere. (Colosenses 2:18-19, Palabra de Dios para Todos)
Sabemos que los ángeles poseen ministerios específicos. La Biblia nos deja conocer que son seres celestiales muy poderosos (2 Rey 19:35). La Biblia también nos deja conocer que ellos poseen funciones aleatorias a nuestra existencia en este planeta. Sin embargo, ninguno de ellos debe ni merece ser adorado. Ninguno de ellos puede ocupar el lugar de Cristo, ni ser reverenciado como sólo el Señor merece serlo. De hecho, la Biblia nos regala instantes en que algunos siervos de Dios quisieron postrarse ante algún ángel y estos se lo impidieron.
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9 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. 10 Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. (Apocalipsis 19:9-10)
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8 Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9 Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. (Apocalipsis 22:8-9)
Habiendo dicho esto, hace falta subrayar que los ángeles (“malʼâk”, H4397) son mensajeros, embajadores, diputados que envía Dios y que salen de delante de Su presencia. El concepto utilizado aquí es usado en otros contextos que no tienen que ver con los ángeles y es traducido, como “profetas,” “maestros”, “embajadores” y/o “sacerdotes.”
Hay que subrayar que la Biblia dice que una de las funciones que poseen estos tiene que ver con la protección de los creyentes. Este es el caso de la narrativa de Agar, la sierva egipcia de Abraham y de Sara (Gn 16:6-16). La Biblia dice que esta joven estaba embarazada cuando decidió huir de la casa de este patriarca debido al maltrato que recibía de parte de Sara. La Biblia dice que Dios, que es rico en misericordia, envió su ángel para interceptarla en el camino y convencerla de no echar a perder la bendición que el cielo tenía preparada para ella.
Un segmento muy significativo de El Heraldo del 19 de noviembre de 2017[2] fue dedicado a trabajar con esta narrativa bíblica. A continuación compartimos parte de ese segmento:
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“Tomemos como primer ejemplo la historia que nos regala Gn 16:6-16, la historia de Agar, o como la bautizó el Rdo. Isaías Narváez, “la cenicienta del Pentateuco.” Esta es la historia de una mujer que no pidió estar en el lugar al que la llevaron y sometida a vejaciones e injusticias que nunca debieron ocurrir. Esta es la historia de una mujer obligada a llevar en su seno un hijo por un capricho de la esposa del hombre que la embarazó. Este capricho fue revestido de ideas divinas acerca de cómo es que Dios podía contestar una oración y cumplir una palabra profética.
Esta es la historia de una mujer que huye porque su dueña la afligía. Esta es la historia de una mujer sola, en el desierto, lejos de su tierra y embarazada sin haberlo pedido ni deseado. Esta es la historia de una mujer sin esperanza y sin futuro. La Biblia dice que el ángel de Jehová la halló al lado de unas fuentes de aguas: un pozo (Gn 16:14). Esta historia entonces tiene que ser identificada con los lugares en los que Dios sale a encontrarnos, los pozos en los que Dios sale a nuestro encuentro y nos halla. Los pozos de la Biblia son lugares para cantar porque son lugares de encuentro, particularmente encuentros con el Señor.
Agar necesita encontrarse con el Señor y Dios no vacila en salir a encontrarla. Además, Agar también tiene que encontrarse consigo misma y con su historia. Es por esto que el ángel del Señor le pregunta de dónde viene y hacia dónde va. Ella puede contestar la primera pregunta, porque los dolores y los azotes que había recibido no podían ser borrados de su alma. Agar sabe de dónde viene, sin embargo no puede contestar la segunda pregunta porque ella no sabe para dónde va. Los pozos en la Biblia son entonces lugares en los que Dios nos invita a examinar si sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Los pozos son lugares en los que nos enteramos que los dolores que hemos experimentado pueden haber afectado nuestro sentido de dirección.
Los pozos no son lugares para estacionarse permanentemente en ellos. Ellos son lugares de transición. Son lugares en los que recibimos revelación de lo que hay que hacer y para dónde debemos ir. Creo que hay multitudes de seres humanos sufriendo los mismos dolores y las mismas experiencias de Agar. No podemos olvidar que Agar es egipcia y por lo tanto no debe saber mucho acerca del Dios de Abraham. Agar no conocía al Dios de Abraham, pero el Dios de Abraham de Isaac y de Jacob conocía a Agar. El pozo es el lugar de esa bendita revelación de la gracia divina. Es en el pozo que Dios le da dirección y esperanzas a esta adulto soltera que no sabe que estaba embarazada. En el pozo Dios le dice lo que ella tiene que hacer, y en ese mismo pozo Dios le deja conocer la palabra profética con la que se habría de diseñar su vida y la de toda su descendencia. Es Dios el que le pone nombre al hijo que ella llevaba en sus entrañas; Ismael. Sin duda alguna, esas promesas regresarían a su pensamiento todas las veces que viera a su hijo o que lo llamara por su nombre. Ver a Ismael o llamarlo era obligarla a ver y a pronunciar la promesa de Dios: “Dios oye la aflicción.”
Esta es la historia de una mujer que huye porque su dueña la afligía. Esta es la historia de una mujer sola, en el desierto, lejos de su tierra y embarazada sin haberlo pedido ni deseado. Esta es la historia de una mujer sin esperanza y sin futuro. La Biblia dice que el ángel de Jehová la halló al lado de unas fuentes de aguas: un pozo (Gn 16:14). Esta historia entonces tiene que ser identificada con los lugares en los que Dios sale a encontrarnos, los pozos en los que Dios sale a nuestro encuentro y nos halla. Los pozos de la Biblia son lugares para cantar porque son lugares de encuentro, particularmente encuentros con el Señor.
Agar necesita encontrarse con el Señor y Dios no vacila en salir a encontrarla. Además, Agar también tiene que encontrarse consigo misma y con su historia. Es por esto que el ángel del Señor le pregunta de dónde viene y hacia dónde va. Ella puede contestar la primera pregunta, porque los dolores y los azotes que había recibido no podían ser borrados de su alma. Agar sabe de dónde viene, sin embargo no puede contestar la segunda pregunta porque ella no sabe para dónde va. Los pozos en la Biblia son entonces lugares en los que Dios nos invita a examinar si sabemos de dónde venimos y hacia dónde vamos. Los pozos son lugares en los que nos enteramos que los dolores que hemos experimentado pueden haber afectado nuestro sentido de dirección.
Los pozos no son lugares para estacionarse permanentemente en ellos. Ellos son lugares de transición. Son lugares en los que recibimos revelación de lo que hay que hacer y para dónde debemos ir. Creo que hay multitudes de seres humanos sufriendo los mismos dolores y las mismas experiencias de Agar. No podemos olvidar que Agar es egipcia y por lo tanto no debe saber mucho acerca del Dios de Abraham. Agar no conocía al Dios de Abraham, pero el Dios de Abraham de Isaac y de Jacob conocía a Agar. El pozo es el lugar de esa bendita revelación de la gracia divina. Es en el pozo que Dios le da dirección y esperanzas a esta adulto soltera que no sabe que estaba embarazada. En el pozo Dios le dice lo que ella tiene que hacer, y en ese mismo pozo Dios le deja conocer la palabra profética con la que se habría de diseñar su vida y la de toda su descendencia. Es Dios el que le pone nombre al hijo que ella llevaba en sus entrañas; Ismael. Sin duda alguna, esas promesas regresarían a su pensamiento todas las veces que viera a su hijo o que lo llamara por su nombre. Ver a Ismael o llamarlo era obligarla a ver y a pronunciar la promesa de Dios: “Dios oye la aflicción.”
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Esta historia termina con Agar bautizando el pozo con un nombre muy singular: pozo del “Viviente que me ve.” Desde entonces los pozos son lugares en los que Dios nos ve y nos escucha. Desde entonces los pozos son lugares en los que podemos ver la manifestación de las misericordias de Dios. Hay muchos otros pozos en la memoria histórica de Israel. Por ejemplo, ellos sabían que su historia estaba atada a un pozo en el que encontraron a Rebeca (Gn 24: 1-27). Ellos también sabían que cuando Isaac recibió a Rebeca venía del mismo pozo en el que Dios halló a Agar (Gn 24:62-67). Ellos también sabían que fue en un pozo que Jacob encontró a Raquel (Gn 29:1-11) y que Moisés se encontró con Séfora (Ex 2:16-25). Llegar al pozo es entonces llegar al lugar en el que celebramos que Dios es Señor de nuestra historia. Llegar al pozo es llegar al lugar en el que repasamos que las cosas no suceden por casualidad y sí porque Dios está en control de nuestras vidas.”
Hay que matizar estas aseveraciones señalando que lo que el ángel hace con Agar es devolverla al camino de la esperanza; la esperanza que viene del cielo. Compartimos en El Heraldo del 19 de febrero del 2017 que los griegos decían que la existencia humana está determinada por la capacidad para aceptar el presente, la capacidad de conmemorar (“remembrance”) el pasado y la expectación del futuro. Desde esta aseveración se estila una conclusión: los griegos afirmaban que el ser humano es el que determina lo que espera y lo que no. Esto es, las expectativas y las esperanzas del ser humano tan solo son las proyecciones que este desarrollará acerca del futuro. Los griegos añadían a esto que solo los dioses podían tener una esperanza infalible y certera.
Este acercamiento coloca la esperanza que definen los griegos como una que es fácil de ser engañada y muy peligrosa. Uno de los peligros más grandes, que la esperanza se convierta en una fuente neutral.
Este acercamiento cambia totalmente tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Para comenzar, la Biblia diferencia las esperanzas de los seres humanos de la esperanza que ofrece Dios. Veamos un ejemplo de esto en el libro de Job:
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11 ¿Crece el junco sin lodo? ¿Crece el prado sin agua? 12 Aun en su verdor, y sin haber sido cortado, Con todo, se seca primero que toda hierba. 13 Tales son los caminos de todos los que olvidan a Dios; Y la esperanza del impío perecerá; 14 Porque su esperanza será cortada, Y su confianza es tela de araña. 15 Se apoyará él en su casa, mas no permanecerá ella en pie; Se asirá de ella, mas no resistirá. (Job 8:11-15)
Veamos otro ejemplo en el libro de los Proverbios:
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28 La esperanza de los justos es alegría; Mas la esperanza de los impíos perecerá. (Proverbios 10:28)
En segundo lugar, la Biblia no nos permite un concepto neutral de la esperanza porque para poder tenerla tenemos que tener confianza en las promesas que Dios nos ha hecho. Hay que reconocer que existen algunas diferencias significativas entre el acercamiento que el Antiguo Testamento (AT) y el Nuevo Testamento (NT) le hacen a este concepto. La primera es que en el AT se espera al Mesías y en el NT se espera la segunda venida y la resurrección de los muertos. La segunda, que aunque no hay una diferencia estructural entre ambos acercamientos, en el NT se reafirma la situación del que espera (2 Cor 3:1-18); no escondemos la gloria revelada. La tercera diferencia es que en el NT la esperanza aparece sembrada dentro de nosotros en la persona de Cristo (Col 1:27) y asegurada por el derramamiento del amor de Dios en nuestros corazones, operación que desarrolla el Espíritu Santo (Rom 5:1-5).
Siendo esto así, entonces nuestra esperanza está fijada en Dios y en sus promesas y esta, al mismo tiempo, abraza la expectativa del futuro, la confianza en las promesas y la paciencia para esperar sus cumplimientos. Dicho de otro modo, no miramos al futuro con esperanza, sino que conocemos el futuro que tenemos en Dios y es por esto que vivimos el presente con esperanza. Esta conceptualización nos permite desarrollar un mejor entendimiento de lo que dice la Biblia acerca de la esperanza. Veamos un ejemplo:
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12 Y otra vez dice Isaías: Estará la raíz de Isaí, Y el que se levantará a regir los gentiles; Los gentiles esperarán en él. 13 Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:12-13)
El ángel que visita a Agar provocó esto. Los ángeles que describe el escritor del Salmo 91 hacen esto y mucho más. En nuestra próxima reflexión analizaremos otras funciones de los ángeles, particularmente luego de la llegada del Espíritu Santo el día de Pentecostés (Hchos 2:1-36).
Referencias
[1] Wiersbe, Warren W.. Be Loyal (Matthew): Following the King of Kings (The BE Series Commentary) (pp. 39-40). David C Cook. Kindle Edition.
[2] El Heraldo. Volumen XII. No, 614, 19 de noviembre de 2017.
[1] Wiersbe, Warren W.. Be Loyal (Matthew): Following the King of Kings (The BE Series Commentary) (pp. 39-40). David C Cook. Kindle Edition.
[2] El Heraldo. Volumen XII. No, 614, 19 de noviembre de 2017.
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2023
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March
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