February 28th, 2021
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida. “La Educación Cristiana que sana al pueblo: diferencias existentes entre el modelo educativo Judío y el modelo de Jesús”
Reflexión por el Pastor/Rector: Mizraim Esquilín- García
28 de febrero del 2021
28 de febrero del 2021
El análisis del modelo educativo que Dios le dio a Moisés ha ocupado nuestra atención por las pasadas semanas. El estudio de los elementos constitutivos de este modelo de educación fue sin duda alguna uno de los elementos claves para la transformación del pueblo de Israel. Esto es, la transformación de un arreglo tribal a la conversión en una nación y de ser un pueblo (Éxo 1:9, 20; 3:7), para ser el pueblo de Dios (Éxo 3:7; 19:5-6); un reino de sacerdotes y gente santa. Tenemos que afirmar que este modelo educativo es uno de excelencia. Prueba de esto son el carácter de su trascendencia, su capacidad para conseguir las metas establecidas y de su longevidad; más de 3 mil años en operación.
Decíamos en nuestra reflexión del 26 de julio del 2020 que el mundo ha intentado cancelar a Israel como nación y como cultura a través de los últimos 3000 años. Sabemos que esta nación ha sufrido embates y tragedias inenarrables aun desde antes de ser formados como una nación. Los cautiverios, las masacres, los exterminios, los destierros y las persecuciones han formado parte de esencial de su historia como pueblo. El mundo ha tratado de cancelar la cultura de ese pueblo y Dios no lo ha permitido. De hecho, Jesucristo dijo que eso jamás podría ser posible porque Dios le podía levantar hijos a Abraham aun desde las mismas piedras (Mt 3:9).
Pablo añadió a todo esto que en algún momento todo Israel va a ser salvo (Rom11:25-27). O sea, que Dios va a validar la identidad y la cultura de ese pueblo con el premio más grande: la salvación que Él ofrece quitándoles sus pecados. ¿Cómo y cuándo va a suceder esto? Eso es un problema que le compete a Dios. Nosotros no podemos cancelar lo que la Biblia dice. Sin embargo, no podemos obviar que existe un modelo educativo que trasciende y mejora el modelo del pueblo de Israel. Se trata del modelo de educativo desarrollado por Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Salvador. Este modelo es conocido como el modelo Cristiano, el modelo educativo del Evangelio, el Discipulado Cristiano o el modelo educativo de Jesús.
Existen muchas razones de peso para llegar a esta conclusión. Una de ellas es el proceso que establece el Evangelio para llamar a los discípulos que serán educados (ver Lcs 9:57-61). El modelo judío operaba desde las dimensiones de las herencias familiares. El modelo Cristiano no opera así. Para entender la importancia de esta aseveración se hace necesario señalar que en el Nuevo Testamento nunca se utiliza el concepto griego “akolouthesis” (discipulado). Lo que se usa en el Nuevo Testamento es el verbo “akoulethein” (G190), que significa la acción de “seguir.” Esto implica que los discípulos Cristianos no se pueden llamar a sí mismos ni pueden recibir la convocatoria para este modelo educativo por virtud de herencia o de relación familiar. La calificación para este discipulado es un don, un regalo que hace apto al discípulo (“euthetos estin”, G2111, Lcs 9:62) para el Reino de Dios.
La acción de ser apto, según se desprende del análisis del concepto griego que se utiliza aquí, significa que el discípulo ha sido muy bien colocado y que es apropiado para esta tarea. Esto solo se consigue a través de la sangre que Cristo derramó en la Cruz del Calvario. El modelo de Moisés no contaba con esto. Es sobre este dato que Karl Barth reflexiona cuando señala en uno de los volúmenes de su obra “Church Dogmatics” que cada uno de los seres humanos es “sui generis”: un original único en su clase.[1] Barth dice allí que la relación “Thou-I” (tú y yo, en relación a Dios) que se establece desde el Calvario entre el ser humano y Dios, convoca el alma del ser humano a ser ella misma. Esto es, para aquellos que viven por el Espíritu de Dios. Desde esta perspectiva podemos afirmar que el modelo educativo de Jesucristo posee elementos generales para todo aquél que cree, al mismo tiempo que posee y patrocina una relación individualizada con y entre el discípulo y el Maestro. El modelo de Moisés tampoco contaba con este beneficio.
El llamado al Discipulado Cristiano es el producto de la autoridad de Aquél que llama: Jesucristo.
La revelación de Cristo que realiza el Espíritu Santo es la forma particular en la que Dios se revela, llama y santifica a los que son llamados al Discipulado Cristiano. Este llamado debe ser interpretado como un mandato de la Gracia para reconciliar al ser humano con Dios y de allí a la reconciliación del mundo con Dios. Hay que comprender que esa Gracia requiere que aquellos que han sido llamados hagan algo: seguir a Jesús. Es por esto que el llamado es un mandato; un mandato a seguir a Cristo. Un mandato en la autoridad del Hijo de Dios. El modelo educativo de Moisés no contaba con esta manifestación de la Gracia ni con la autoridad revelada de manera individual.
Otra diferencia con el modelo educativo que Dios le dio a Moisés es que este operaba en un contexto mono cultural. Esto es, se puso en función en el ambiente provisto por una sola cultura; la judía. En cambio, el modelo educativo de Jesucristo no solo es multicultural, aplicable relacionado a todas las culturas del planeta, sino que es transcultural. O sea, que se inserta en cualquier cultura y de hecho, puede afectarlas provocando y produciendo cambios que son aceptados en estas. Sobre este tema existen muchas contribuciones literarias de renombre. La más importante de todas ella, una obra magistral escrita en 1951 por H. Richard Niebuhr: “Christ and Culture” (New York, Harper and Brothers,). Hemos resumido esta obra en otras reflexiones.
En esa obra literaria, Niebuhr formula varias opciones acerca de la relación que existe entre Cristo y la Cultura. Esto es, qué relación existe y cómo actúa el mensaje del Evangelio en relación a la cultura. Una de las posibles reacciones es Cristo contra la cultura. Otra reacción posible es Cristo en la cultura (o de la cultura). Otras reacciones Cristo sobre la cultura y/o Cristo y la cultura en paradoja. La última reacción que Niebuhr analiza es la de Cristo el transformador de la cultura. Hacemos un paréntesis para apuntar que estas dimensiones de influencia provocan que la Iglesia del Señor se exponga constantemente a amenazas similares a las que ha experimentado y sufrido el pueblo de Israel. ¿Qué nos puede hacer pensar que la Iglesia, que es el nuevo Israel, correrá por carriles distintos y diferentes al que ha transitado el pueblo de Israel? Así como el mundo ha tratado de eliminar al pueblo Judío, así también el mundo ha tratado de cancelar y destruir la Iglesia desde que Dios la formó en el Calvario y la empoderó el día de Pentecostés. Esos intentos han sido manejados por la Iglesia de muchas maneras. Algunas de las repuestas de la Iglesia han sido cónsonas con la fe y otras no. Es de esto que trata en gran parte la contribución que realiza Niebuhr.
Decíamos en el mes de julio del 2020 que al final de todo esto descubriremos que no podemos permitir que la cultura de la Iglesia se asimile a las culturas de la época en que vivimos. Tampoco es una buena respuesta que la Iglesia intente vivir sobre las culturas imperantes en sus tiempos, porque esto sería un acto de soberbia y de arrogancia. Debe existir un balance cristocéntrico.
La oración de Cristo sintetiza esto de una forma magistral:
Decíamos en nuestra reflexión del 26 de julio del 2020 que el mundo ha intentado cancelar a Israel como nación y como cultura a través de los últimos 3000 años. Sabemos que esta nación ha sufrido embates y tragedias inenarrables aun desde antes de ser formados como una nación. Los cautiverios, las masacres, los exterminios, los destierros y las persecuciones han formado parte de esencial de su historia como pueblo. El mundo ha tratado de cancelar la cultura de ese pueblo y Dios no lo ha permitido. De hecho, Jesucristo dijo que eso jamás podría ser posible porque Dios le podía levantar hijos a Abraham aun desde las mismas piedras (Mt 3:9).
Pablo añadió a todo esto que en algún momento todo Israel va a ser salvo (Rom11:25-27). O sea, que Dios va a validar la identidad y la cultura de ese pueblo con el premio más grande: la salvación que Él ofrece quitándoles sus pecados. ¿Cómo y cuándo va a suceder esto? Eso es un problema que le compete a Dios. Nosotros no podemos cancelar lo que la Biblia dice. Sin embargo, no podemos obviar que existe un modelo educativo que trasciende y mejora el modelo del pueblo de Israel. Se trata del modelo de educativo desarrollado por Jesucristo, nuestro Señor y nuestro Salvador. Este modelo es conocido como el modelo Cristiano, el modelo educativo del Evangelio, el Discipulado Cristiano o el modelo educativo de Jesús.
Existen muchas razones de peso para llegar a esta conclusión. Una de ellas es el proceso que establece el Evangelio para llamar a los discípulos que serán educados (ver Lcs 9:57-61). El modelo judío operaba desde las dimensiones de las herencias familiares. El modelo Cristiano no opera así. Para entender la importancia de esta aseveración se hace necesario señalar que en el Nuevo Testamento nunca se utiliza el concepto griego “akolouthesis” (discipulado). Lo que se usa en el Nuevo Testamento es el verbo “akoulethein” (G190), que significa la acción de “seguir.” Esto implica que los discípulos Cristianos no se pueden llamar a sí mismos ni pueden recibir la convocatoria para este modelo educativo por virtud de herencia o de relación familiar. La calificación para este discipulado es un don, un regalo que hace apto al discípulo (“euthetos estin”, G2111, Lcs 9:62) para el Reino de Dios.
La acción de ser apto, según se desprende del análisis del concepto griego que se utiliza aquí, significa que el discípulo ha sido muy bien colocado y que es apropiado para esta tarea. Esto solo se consigue a través de la sangre que Cristo derramó en la Cruz del Calvario. El modelo de Moisés no contaba con esto. Es sobre este dato que Karl Barth reflexiona cuando señala en uno de los volúmenes de su obra “Church Dogmatics” que cada uno de los seres humanos es “sui generis”: un original único en su clase.[1] Barth dice allí que la relación “Thou-I” (tú y yo, en relación a Dios) que se establece desde el Calvario entre el ser humano y Dios, convoca el alma del ser humano a ser ella misma. Esto es, para aquellos que viven por el Espíritu de Dios. Desde esta perspectiva podemos afirmar que el modelo educativo de Jesucristo posee elementos generales para todo aquél que cree, al mismo tiempo que posee y patrocina una relación individualizada con y entre el discípulo y el Maestro. El modelo de Moisés tampoco contaba con este beneficio.
El llamado al Discipulado Cristiano es el producto de la autoridad de Aquél que llama: Jesucristo.
La revelación de Cristo que realiza el Espíritu Santo es la forma particular en la que Dios se revela, llama y santifica a los que son llamados al Discipulado Cristiano. Este llamado debe ser interpretado como un mandato de la Gracia para reconciliar al ser humano con Dios y de allí a la reconciliación del mundo con Dios. Hay que comprender que esa Gracia requiere que aquellos que han sido llamados hagan algo: seguir a Jesús. Es por esto que el llamado es un mandato; un mandato a seguir a Cristo. Un mandato en la autoridad del Hijo de Dios. El modelo educativo de Moisés no contaba con esta manifestación de la Gracia ni con la autoridad revelada de manera individual.
Otra diferencia con el modelo educativo que Dios le dio a Moisés es que este operaba en un contexto mono cultural. Esto es, se puso en función en el ambiente provisto por una sola cultura; la judía. En cambio, el modelo educativo de Jesucristo no solo es multicultural, aplicable relacionado a todas las culturas del planeta, sino que es transcultural. O sea, que se inserta en cualquier cultura y de hecho, puede afectarlas provocando y produciendo cambios que son aceptados en estas. Sobre este tema existen muchas contribuciones literarias de renombre. La más importante de todas ella, una obra magistral escrita en 1951 por H. Richard Niebuhr: “Christ and Culture” (New York, Harper and Brothers,). Hemos resumido esta obra en otras reflexiones.
En esa obra literaria, Niebuhr formula varias opciones acerca de la relación que existe entre Cristo y la Cultura. Esto es, qué relación existe y cómo actúa el mensaje del Evangelio en relación a la cultura. Una de las posibles reacciones es Cristo contra la cultura. Otra reacción posible es Cristo en la cultura (o de la cultura). Otras reacciones Cristo sobre la cultura y/o Cristo y la cultura en paradoja. La última reacción que Niebuhr analiza es la de Cristo el transformador de la cultura. Hacemos un paréntesis para apuntar que estas dimensiones de influencia provocan que la Iglesia del Señor se exponga constantemente a amenazas similares a las que ha experimentado y sufrido el pueblo de Israel. ¿Qué nos puede hacer pensar que la Iglesia, que es el nuevo Israel, correrá por carriles distintos y diferentes al que ha transitado el pueblo de Israel? Así como el mundo ha tratado de eliminar al pueblo Judío, así también el mundo ha tratado de cancelar y destruir la Iglesia desde que Dios la formó en el Calvario y la empoderó el día de Pentecostés. Esos intentos han sido manejados por la Iglesia de muchas maneras. Algunas de las repuestas de la Iglesia han sido cónsonas con la fe y otras no. Es de esto que trata en gran parte la contribución que realiza Niebuhr.
Decíamos en el mes de julio del 2020 que al final de todo esto descubriremos que no podemos permitir que la cultura de la Iglesia se asimile a las culturas de la época en que vivimos. Tampoco es una buena respuesta que la Iglesia intente vivir sobre las culturas imperantes en sus tiempos, porque esto sería un acto de soberbia y de arrogancia. Debe existir un balance cristocéntrico.
La oración de Cristo sintetiza esto de una forma magistral:
“
14 Les he dado tu enseñanza. El mundo los odia porque no son del mundo, así como yo no soy del mundo. 15 No te estoy pidiendo que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno. 16 Ellos no son del mundo, como yo tampoco pertenezco al mundo. 17 Apártalos con la verdad para servirte sólo a ti; tu enseñanza es la verdad. 18 Los he mandado al mundo como tú me enviaste al mundo. 19 Me estoy preparando para servirte. Lo hago por ellos, para que ellos también estén preparados para servirte.” (Jn 17:14-19, Palabra de Dios para Todos)
Cristo dijo que el mundo nos iba a odiar porque no somos del mundo. Estamos en el mundo, pero nuestra cultura es diferente, distinta a la del mundo. Su oración al Padre no incluía una separación del mundo. Cristo no le pidió al Padre que nos sacara de mundo. Cristo le pidió al Padre que nos guardara del mal. Es entonces que aparece en esta oración una de esas aseveraciones que definen a la Iglesia:
El distintivo de los discípulos de Cristo es que han sido apartados, separados para servir solo al Señor. La metodología que Cristo le define al Padre es el uso de la Santa Palabra que es la verdad. Es así que brillamos para transformar al mundo: viviendo la verdad, la Palabra de Dios. Esta declaración de Jesucristo establece otro elemento que distingue el modelo educativo de Jesucristo del modelo educativo de Moisés. Se trata de la disponibilidad, del uso y de los efectos producidos por la Santa Palabra de Dios.
Ahora bien, los próximos versos de la oración que hace Jesús en el huerto son inquietantes. Cristo dice en esta oración que Él nos envió a servir a Dios en medio del mundo y que murió por nosotros para que pudiéramos estar preparados para hacerlo. No podemos refutar el hecho de que el mundo siempre estará procurando cancelar la Iglesia como nación santa. Esta es una verdad irrefutable. Esto implica que esa amenaza será constante. La oración de Cristo nos conmina a confiar en que el Padre nos guardará en todo momento. El secreto para esto es mantenernos en la misión que nos ha sido conferida. Eso es sinónimo de la santidad derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios en nuestras vidas. Sabemos que ambos llamados, tanto el de Israel como el de la Iglesia, revelan el carácter de la santidad de aquellos que han sido llamados. Como decíamos en las reflexiones anteriores citando a Jonathan Sacks, santidad del espacio, santidad del tiempo y del reconocimiento de la soberanía de Dios para ser pueblo, ser nación, ser sacerdotes y reyes.
Esto siempre nos lleva más allá de nuestra propia historia, de nuestro tiempo, de nuestros deseos y de nuestra voluntad. Esto incluye todo lo que somos, poseemos, aspiramos a tener, todos los lugares que conquistamos o a los que aspiramos llegar. La santidad requerida en este tercer nivel implica que hemos aceptado que la soberanía de Dios está por encima de todo esto. En otras reflexiones acerca de este tema nos hemos visto en la necesidad de formular algunas preguntas que necesitan ser contestadas. Por ejemplo: ¿Qué implicaciones bíblicas y teológicas posee todo esto que hemos planteado acerca del Discipulado Cristiano y su injerencia en las culturas? ¿Qué otro significado puede tener la aseveración “gente santa”? ¿Hay definiciones bíblicas acerca de los resultados que se esperan de la “gente santa”? Hemos visto en otras reflexiones que una de las exigencias bíblicas que Dios le estableció a Israel para mantener esa identidad, esa cultura como nación, era la de guardar los estatutos y las ordenanzas. Los resultados de no hacerlo incluían ser vomitados por la tierra prometida (Lv 20:22-24, 26).
Es irrefutable lo que dice ese pasaje del libro de Levítico: la santidad nos conduce a poseer las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros. Ese pasaje dice que la santidad es un estilo de vida, que nos distingue como propiedad de Dios. Ese pasaje dice que hemos sido separados para conseguir que las otras naciones sepan y reconozcan a Quién le pertenecemos. O sea, que no se trata de exhibirnos a nosotros sino de testificar acerca del gobierno de Dios, de Su santidad y de Su majestad. A través de los siglos se han establecido muchas avenidas para definir los elementos básicos del Discipulado Cristiano. El análisis y la discusión del Sermón del Monte (Mat 5-7) es una piedra angular para casi todos los análisis filosóficos y teológicos del mismo. Otros acercamientos, operacionales y funcionales, se basan en la condensación de modelos paulinos, juaninos y petrinos. Entiéndase, de las cartas escritas por Pablo, por Juan y por Pedro.
El propósito central de cualquier modelo de Discipulado Cristiano responsable y serio tiene que conducir al discípulo a poder desarrollar su propio acercamiento a la fe. Esto, no por virtud de que el discípulo sea eficiente, sino porque el discípulo haya logrado parecerse cada vez más a Cristo Jesús. Esto ocurre tal y como ha dicho el Dr. Michael J.Wilkins en una de sus publicaciones: “The Concept of Disciple in Matthews’s Gospel: as reflected in the use of the term ‘mathētēs.’[G3101]”[2] El Dr. Wilkins es Decano de la Facultad de Talbot School of Theology en la Universidad de Biola, en La Mirada, California.
Hay que desatacar que Wilkins es especialista en Teología del Nuevo Testamento, en Cristología y en Discipulado.
Este académico ha señalado que los estudiantes del Nuevo Testamento son como los estudiantes de música clásica. Por años, el estudiante tiene el privilegio de escuchar las interpretaciones que han hecho varios expertos de algún maestro en la composición clásica. Cada interpretación difiere de las otras, pero al mismo tiempo, cada una es capaz de capturar aspectos importantes que los otros intérpretes no fueron capaces de expresar. Wilkins dice que algunos expertos se enfocan en áreas técnicas mientras que otros pueden ser hasta esotéricos. Él dice que algunos expertos que el estudiante ha escuchado durante su vida han podido ser creativamente contemporáneos, mientras que otros han podido ser cautelosamente conservadores. Pero tiene que llegar el día, añade Wilkins, en el que el estudiante tiene que presentar su propia disertación de ese maestro clásico. Eso mismo le sucede a los discípulos en la fe Cristiana y a los acercamientos que se realizan al modelo educativo del Evangelios.
A continuación un resumen de unos de esos acercamientos funcionales. Este resumen está basado en otra de las publicaciones del Dr. Wilkins: “Following the Master: A Biblical Theology of Discipleship.”[3]
Wilkins, Michael J. Following the Master (p. 117). Zondervan. Kindle Edition.
- “17 Apártalos con la verdad para servirte sólo a ti; tu enseñanza es la verdad.” (PDT)
- “17 Hazlos santos con tu verdad; enséñales tu palabra, la cual es verdad.” (NTV)
- “17 Conságralos a ti mismo por medio de la verdad; tu palabra es la verdad.” (DHH)
- “17 Tu mensaje es la verdad; haz que al escucharlo, ellos se entreguen totalmente a ti.” (TLA)
- “17 Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.” (RV, 1960)
El distintivo de los discípulos de Cristo es que han sido apartados, separados para servir solo al Señor. La metodología que Cristo le define al Padre es el uso de la Santa Palabra que es la verdad. Es así que brillamos para transformar al mundo: viviendo la verdad, la Palabra de Dios. Esta declaración de Jesucristo establece otro elemento que distingue el modelo educativo de Jesucristo del modelo educativo de Moisés. Se trata de la disponibilidad, del uso y de los efectos producidos por la Santa Palabra de Dios.
Ahora bien, los próximos versos de la oración que hace Jesús en el huerto son inquietantes. Cristo dice en esta oración que Él nos envió a servir a Dios en medio del mundo y que murió por nosotros para que pudiéramos estar preparados para hacerlo. No podemos refutar el hecho de que el mundo siempre estará procurando cancelar la Iglesia como nación santa. Esta es una verdad irrefutable. Esto implica que esa amenaza será constante. La oración de Cristo nos conmina a confiar en que el Padre nos guardará en todo momento. El secreto para esto es mantenernos en la misión que nos ha sido conferida. Eso es sinónimo de la santidad derivada del reconocimiento de la soberanía de Dios en nuestras vidas. Sabemos que ambos llamados, tanto el de Israel como el de la Iglesia, revelan el carácter de la santidad de aquellos que han sido llamados. Como decíamos en las reflexiones anteriores citando a Jonathan Sacks, santidad del espacio, santidad del tiempo y del reconocimiento de la soberanía de Dios para ser pueblo, ser nación, ser sacerdotes y reyes.
Esto siempre nos lleva más allá de nuestra propia historia, de nuestro tiempo, de nuestros deseos y de nuestra voluntad. Esto incluye todo lo que somos, poseemos, aspiramos a tener, todos los lugares que conquistamos o a los que aspiramos llegar. La santidad requerida en este tercer nivel implica que hemos aceptado que la soberanía de Dios está por encima de todo esto. En otras reflexiones acerca de este tema nos hemos visto en la necesidad de formular algunas preguntas que necesitan ser contestadas. Por ejemplo: ¿Qué implicaciones bíblicas y teológicas posee todo esto que hemos planteado acerca del Discipulado Cristiano y su injerencia en las culturas? ¿Qué otro significado puede tener la aseveración “gente santa”? ¿Hay definiciones bíblicas acerca de los resultados que se esperan de la “gente santa”? Hemos visto en otras reflexiones que una de las exigencias bíblicas que Dios le estableció a Israel para mantener esa identidad, esa cultura como nación, era la de guardar los estatutos y las ordenanzas. Los resultados de no hacerlo incluían ser vomitados por la tierra prometida (Lv 20:22-24, 26).
Es irrefutable lo que dice ese pasaje del libro de Levítico: la santidad nos conduce a poseer las bendiciones que Dios ha preparado para nosotros. Ese pasaje dice que la santidad es un estilo de vida, que nos distingue como propiedad de Dios. Ese pasaje dice que hemos sido separados para conseguir que las otras naciones sepan y reconozcan a Quién le pertenecemos. O sea, que no se trata de exhibirnos a nosotros sino de testificar acerca del gobierno de Dios, de Su santidad y de Su majestad. A través de los siglos se han establecido muchas avenidas para definir los elementos básicos del Discipulado Cristiano. El análisis y la discusión del Sermón del Monte (Mat 5-7) es una piedra angular para casi todos los análisis filosóficos y teológicos del mismo. Otros acercamientos, operacionales y funcionales, se basan en la condensación de modelos paulinos, juaninos y petrinos. Entiéndase, de las cartas escritas por Pablo, por Juan y por Pedro.
El propósito central de cualquier modelo de Discipulado Cristiano responsable y serio tiene que conducir al discípulo a poder desarrollar su propio acercamiento a la fe. Esto, no por virtud de que el discípulo sea eficiente, sino porque el discípulo haya logrado parecerse cada vez más a Cristo Jesús. Esto ocurre tal y como ha dicho el Dr. Michael J.Wilkins en una de sus publicaciones: “The Concept of Disciple in Matthews’s Gospel: as reflected in the use of the term ‘mathētēs.’[G3101]”[2] El Dr. Wilkins es Decano de la Facultad de Talbot School of Theology en la Universidad de Biola, en La Mirada, California.
Hay que desatacar que Wilkins es especialista en Teología del Nuevo Testamento, en Cristología y en Discipulado.
Este académico ha señalado que los estudiantes del Nuevo Testamento son como los estudiantes de música clásica. Por años, el estudiante tiene el privilegio de escuchar las interpretaciones que han hecho varios expertos de algún maestro en la composición clásica. Cada interpretación difiere de las otras, pero al mismo tiempo, cada una es capaz de capturar aspectos importantes que los otros intérpretes no fueron capaces de expresar. Wilkins dice que algunos expertos se enfocan en áreas técnicas mientras que otros pueden ser hasta esotéricos. Él dice que algunos expertos que el estudiante ha escuchado durante su vida han podido ser creativamente contemporáneos, mientras que otros han podido ser cautelosamente conservadores. Pero tiene que llegar el día, añade Wilkins, en el que el estudiante tiene que presentar su propia disertación de ese maestro clásico. Eso mismo le sucede a los discípulos en la fe Cristiana y a los acercamientos que se realizan al modelo educativo del Evangelios.
A continuación un resumen de unos de esos acercamientos funcionales. Este resumen está basado en otra de las publicaciones del Dr. Wilkins: “Following the Master: A Biblical Theology of Discipleship.”[3]
Wilkins, Michael J. Following the Master (p. 117). Zondervan. Kindle Edition.
- El Discipulado Cristiano se trata de Relaciones
- La relación inmerecida que establecemos con Cristo es el corazón de este modelo.
- El Discipulado Cristiano es habilitado y empoderado por la operación del Espíritu Santo.
- El Espíritu Santo había estado con los discípulos (par’humin) durante el ministerio de Cristo y que luego estaría en los discípulos (en humin) (Jn 14:17)[4]
- Esto convierte al Discípulo Cristiano en uno que ha venido a Jesús para alcanzar salvación y que ha decidido seguirle empoderado por el Espíritu Santo (Efe 5:18), guiado a toda verdad (Jn 16:13) y hecho capaz de dar frutos (Gal 5:22-23); confirmando así que es hijo de Dios (Rom 8:16) hasta conformarlo a la imagen de Cristo.
- El Discipulado Cristiano está basado y guiado por la Palabra de Dios.
- La Palabra es regla de fe, de autoridad y de conducta para todo en la vida del Discípulo Cristiano (John 8:31-32).
- El Discipulado Cristiano es nutrido y desarrollado en comunidad.
- Este es un componente vital del crecimiento espiritual (Salmo 1; Juan 15)
- El Discipulado Cristiano es un proceso continuo de transformación que ocurre de adentro hacia afuera.
- La meta final del discípulo Cristiano es ser hecho conforme a la imagen de Cristo (Rom 8:29)
- Esto radicaliza el comportamiento de ese discípulo según ha sido definido en el Sermón del Monte. Esta radicalización no es el producto neto de una convicción racional sino de una transformación del corazón que alumbra y convierte la razón
- El Discipulado Cristiano produce frutos espirituales.
- Las características de Dios se hacen evidentes en el discípulo Cristiano.
- El Discipulado Cristiano provoca que el discípulo que está en ese proceso de transformación de adentro hacia afuera, ceda al llamado del Espíritu para el servicio y la misión.
- Este servicio se desarrolla desde un corazón transformado que anhela servir con humildad y amor mientras proclama el mensaje de salvación.
- El Discipulado Cristiano invita a compartir en la comunión de los sufrimientos de Cristo.
- Los efectos y los resultados de vivir en un mundo de pecado patrocina la presencia de tribulaciones. El discípulo Cristiano reconoce que ninguna de ellas es comparable con la gloria venidera que ha sido prometida (2 Cor 4:17).
- El Discipulado Cristiano tiene que considerar el costo que posee la decisión de seguir a Cristo. [5]
- El precio de negarse a uno mismo (la entrega de la voluntad, Lcs 9:23) viene acompañada del costo de la lealtad a Cristo (Lcs 14:26).
- El Discipulado Cristiano es un proceso en peregrinación que dura toda la vida.
- La buena noticia es que el discípulo Cristiano no peregrina solo; el Señor siempre está con nosotros (Mat 28:19-20)
Referencias:
[1] Barth, Karl. Church Dogmatics Vol. III.4, p. 386.
[2] Esta fue la tesis doctoral que Wilkins presentó en el Seminario Teológico Fuller y que luego fue publicada en 1988 como parte de la serie Novum Testamentum (E.J. Brill: Leiden, New York)
[3] Wilkins, Michael J., Following the Master: A Biblical Theology of Discipleship (Grand Rapids: Zondervan, 1992).
[4] Wilkins, Michael J. Ibid. (p. 117). Zondervan. Kindle Edition.
[5] Wilkins, Michael J. Ibid. (pp. 223-225). Zondervan. Kindle Edition.
[1] Barth, Karl. Church Dogmatics Vol. III.4, p. 386.
[2] Esta fue la tesis doctoral que Wilkins presentó en el Seminario Teológico Fuller y que luego fue publicada en 1988 como parte de la serie Novum Testamentum (E.J. Brill: Leiden, New York)
[3] Wilkins, Michael J., Following the Master: A Biblical Theology of Discipleship (Grand Rapids: Zondervan, 1992).
[4] Wilkins, Michael J. Ibid. (p. 117). Zondervan. Kindle Edition.
[5] Wilkins, Michael J. Ibid. (pp. 223-225). Zondervan. Kindle Edition.
Colaboradores:
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media- Curadora: Hna. Frances González • Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora-Curadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Dra. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Janko Felic / Rod Long / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska/ Annie Spratt / "education: Niños" recuperada de google. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 28 de febrero del 2021.
Iglesia AMEC Casa de Alabanza, Canóvanas Puerto Rico • 28 de febrero del 2021 • Somos una Iglesia de Presencia Internacional • Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “La Educación Cristiana que Sana al Pueblo: Diferencias existentes entre el modelo educativo judío y el modelo de Jesús • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVI • 785
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media- Curadora: Hna. Frances González • Montaje reflexión-web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora-Curadora El Heraldo Institucional Edición Impresa Interactiva en InDesign CC: Dra. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Janko Felic / Rod Long / David Boca / Diego PH / Benwhite/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska/ Annie Spratt / "education: Niños" recuperada de google. Imagen editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 28 de febrero del 2021.
Iglesia AMEC Casa de Alabanza, Canóvanas Puerto Rico • 28 de febrero del 2021 • Somos una Iglesia de Presencia Internacional • Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “La Educación Cristiana que Sana al Pueblo: Diferencias existentes entre el modelo educativo judío y el modelo de Jesús • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVI • 785
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Posted in SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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2023
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March
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