Reflexiones de Esperanza: La seguridad y las victorias que emanan de la presencia del Todopoderoso (Parte 24)

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13 Sobre el león y el áspid pisarás; Hollarás al cachorro del león y al dragón. (Salmo 91:13)

Nuestra reflexión anterior fue dedicada al análisis del verso 12 del Salmo 91: “12 En las manos te llevarán, Para que tu pie no tropiece en piedra.” (Salmo 91:12). Además esa reflexión nos permitió intentar encontrar alguna respuesta para una pregunta que puede ser considerada como existencial: ¿por qué hay personas que no experimentan el cuidado de los ángeles? Dentro de las posibilidades que consideramos encontramos por un lado el ejercicio de la soberanía de Dios y por el otro, el uso que le damos a la libertad que Dios nos ha regalado. Esto es, nosotros podemos rechazar los cuidados que ofrece Dios.

Reconocemos que existen muchas otras áreas para el análisis y la discusión del tema de los ángeles. Por ejemplo, la participación de estos en la Primera Venida de Cristo, la Navidad (Lucas 2: 8-15) y en la Segunda Venida de Cristo (Mateo 16:27). Existe otro pasaje muy interesante en el que se describe que son los ángeles los que recogen a todos los que practican el mal y a los que son la causa del pecado de otros (Mateo 13:41, DHH). Sin embargo, no se mencionan los ángeles en los pasajes bíblicos que describen el rapto de la Iglesia.

No obstante, es el verso 13 del Salmo 91 el que nos ocupa en esta reflexión. Ese verso describe la seguridad y el aplomo con el que Dios inviste, modo imperativo del verbo investir, a aquellos que habitan bajo el abrigo del Altísimo y moran bajo la sombra del Omnipotente. Basta leer este verso en otras versiones bíblicas para validar esta conclusión:

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“Podrás andar entre leones, entre monstruos y serpientes.” (DHH)
“andaremos entre leones y serpientes, ¡y los aplastaremos!” (TLA)
“Pisotearás leones y serpientes venenosas; triunfarás sobre cachorros de león y sobre monstruos.” (PDT)
“Aplastarás al león y a la víbora;¡hollarás fieras y serpientes!” (NVI)

Las lecturas de estas versiones bíblicas nos ayudan a entender el mensaje central que el escritor de este salmo está ofreciendo. Los creyentes en el Señor han recibido como una promesa del cielo que se levantarán triunfantes sobre toda clase de obstáculos y peligros. Por un lado, aquellos que se presentan en campo abierto, como amenazas y actos de violencia que son tangibles e identificables (los leones). Por el otro, las amenazas ocultas, traicioneras y secretas (las serpientes).

Hay que repetir que los versos 10 hasta el 13 son bendiciones que surgen como repuesta a la aseveración que encontramos en el verso nueve de este salmo: “9 Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación” (RV 1960). Estas son bendiciones que reciben aquellos que ponen, que se han comprometido (“śûm”, H7760) con el Altísimo, reconociéndole como su esperanza y su habitación.

Las historias acerca de la aplicabilidad de este salmo no se hacen esperar. Una de ellas narra la crisis que experimentaba el pueblo Ruso al principio del siglo 19 durante las campañas militares de Napoleón, el Emperador de Francia (Ago 15, 1769 - May 5, 1821). Este Emperador marchó contra Rusia en 1812, destruyendo a su paso todo lo que encontraba. Alejandro I (Dec 23, 1777- Nov 19, 1825) Emperador (Zar) de Rusia, había tenido que ordenar la destrucción de Moscú, la capital de su imperio.[1] El dolor que produjo esa decisión está documentado en los libros de historia. Las derrotas sufridas a mano de los franceses antes de que estos llegaran a Moscú le habían producido mucho sufrimiento tanto al pueblo  como a él.

Napoleón había invadido Rusia en Junio 24 de 1812 con un ejército de 600 mil soldados. La batalla sangrienta de Borodino le había concedido la oportunidad de ocupar la capital rusa. La historia dice que Napoleón entró a una ciudad desierta casi totalmente consumida por el fuego. El conquistador francés acampaba en una ciudad arruinada en la que no podía permanecer. Las biografías de Alejandro I señalan que este expresó que las llamas en Moscú habían iluminado su alma. Fue entonces que él decidió llamar a toda Europa para rescatar los pueblos que Napoleón había esclavizado con sus humos narcisistas y de grandiosidad.

Lo que pocas personas conocen es que la historia destaca que Alejandro I fue “despertado”, sacudido de los dolores provocados por las derrotas anteriores con una lectura que le puso en la mano una mujer.[2] Esta mujer era una Condesa, con toda probabilidad, Condesa Mariya Tolstaya, madre del insigne escritor Leo Tolstoy, uno de los escritores más grandes de todos los tiempos. Sus obras “War and Peace” (1869),  y “Anna Kerenina” (1878) son un testimonio indiscutible de su brillantez y de su genio literario.

La historia dice que Alejandro I recibió de las manos de esa Condesa un papel en el que ella había escrito el Salmo 91. Alejandro I se levantó esa noche y al otro día derrotó a Napoleón Bonaparte, el terrible destructor de gran parte de Europa.

La vida está llena de obstáculos, de amenazas y de peligros constantes. Se trata de situaciones, eventos y procesos que le hacen violencia a todo lo que somos y a todo aquello que amamos. La promesa que este salmo nos regala en este verso es que los creyentes no vivimos escondiéndonos y protegiéndonos de estas cosas. El verso 13 del Salmo 91 nos dice que podemos caminar entre estos escenarios que producen dolor y hacerlo con con seguridad y con confianza. Esa seguridad y esa confianza vienen como un regalo de Dios. Esas amenazas pueden tener nombre, como en el caso de Napoleón Bonaparte, o sus fuentes pueden estar vedadas para nosotros. El salmista dice que caminaremos sobre ellas hasta llegar a la meta que Dios ha trazado para cada uno de nosotros.

El estudio de la historia también nos regala la oportunidad de conocer a un Cardenal llamado Carlo Borromeo di Arona, Arzobispo de Milán (Oct 2, 1538- Nov 3, 1584)[3]. Este hombre era el Arzobispo de Milan cuando esta región de Italia fue atacada por la plaga de la peste bubónica (1576-78). Cerca de 17 mil personas perecieron en esa ciudad y unas 7 mil adicionales en los alrededores de este centro económico y cultural Italiano.[4] La historia dice que Borromeo decidió hacerle frente a la epidemia y a la hambruna que esta provocó haciendo varias cosas. En vez de escapar de esa región, como lo hizo el gobernador y los ricos que vivían en Lombardía, Borromeo se dio a la tarea de organizar la ciudad. Se establecieron centros y refugios para ayudar a los necesitados. Oficiales identificados por sus uniformes escarlatas estaban encargados de remover los cuerpos de las víctimas y de transportar lo enfermos. Estos oficiales llevaban campanas anunciando su paso. Además, quemaban las vestimentas, las ropas de cama y  hasta los vendajes de los fallecidos.

Borromeo vendió todo el oro y la plata de la Iglesia en Milán para dar de comer a los pobres. Otra cosa que Borromeo hizo fue ordenar que se identificaran con la marca de una cruz cada uno de los edificios y de los hogares en los que había cuerpos de las víctimas de esta plaga. Esto ayudaría a mantener el distanciamiento físico de las personas sanas de algunos de los focos de infección.

La historia dice que Borromeo estableció unas guías prudentes para el manejo de esta crisis. En ellas se encontraba que el pueblo no podía reunirse en grandes grupos y que tenían que  evitar el contacto con los otros. Él sabía que no podía cancelar las misas, porque los fieles necesitan acudir a celebrar su fe en medio de cualquier situación. Es por esto que decidió celebrarlas al aire libre. Así mismo los eventos diarios de oración y los programas de discipulado (catecismo). Además, Borromeo estableció 19 columnas que fueron edificadas y diseminadas en diferentes lugares de la ciudad. Esas columnas tenían grabadas la insignia de la Cruz (todavía se pueden observar algunas de ellas en Milán). La población acudía a cada uno de estos lugares, por turnos y en la mañana. Esas columnas ayudaban a mantener el distanciamiento. Además, había oración convocada con sonido de campanas siete (7) veces al día.

Los magistrados de la ciudad se opusieron a todas estas cosas. Según muchos de ellos, el pueblo no podía celebrar ninguna de estas actividades.

Sin embargo, Borromeo decía que las miradas silenciosas de los enfermos eran como acusaciones por no haber hecho todo lo que se tenía que hacer; por algo que él catalogó como pereza. Uno de sus frases más conocidas dice lo siguiente: “Tenemos una sola vida y tenemos que gastarla por Jesucristo y las almas, no como deseamos, sino en el tiempo y la manera que Dios decide que lo hagamos.” [5] Además, Borromeo insistía en que sus consiervos no escatimaran en utilizar remedios, medicinas, y medidas preventivas para atajar e impedir la infección.

No obstante, Carlo Borromeo iba todos los días a ofrecer los sacramentos al refugio en el que se encontraban los leprosos, bautizaba niños y consolaba los enfermos en sus hogares e hizo procesiones generales de oración los días 3, 5 y 6 de octubre[6]. Borromeo fue al frente de esas procesiones descalzo. Su primer sermón fue basado en el primer lamento del profeta Jeremías, en el que este afirmó que el pecado del pueblo había provocado la indignación de Dios. En su segundo sermón, en la procesión hacia la Basílica de San Lorenzo, aplicó el sueño de Nabucodonosor que el profeta Daniel utiliza para decirle al rey de Babilonia que tiene que reconocer que el cielo gobierna (Dan 4:26). El tercer sermón, predicado en la procesión hacia la Basílica de Santa María de Celso, trataba acerca del pecado de Jerusalén y culminaba con el verso ocho (8) del primer capítulo del libro de Jeremías: “8 No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice Jehová.”  [7]  

Un monje capuchino que trabajaba en el refugio de los leprosos en Milán decía que era imposible atemorizarlo: “No le teme a nada; una gracia especial de Dios lo ha cubierto.”

En Venecia, una ciudad más pequeña que Milán, esa misma plaga cegó la vida de 40 mil personas. Cuando interrogaron a Borromeo acerca de esa diferencia tan grande en víctimas su respuesta se hizo lapidaria:

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No se trata de nuestra prudencia, puesto que esta plaga nos sorprendió mientras dormíamos. Tampoco se trata de la ciencia de los doctores que no podían descubrir la fuente del contagio ni la cura. No se trata del cuidado de aquellos que están en posiciones de autoridad. No, mis hijos amados, se trata de la misericordia de Dios.

Algunos hermanos católicos que han estudiado esta historia nos han dejado saber que la crisis de fe es obvia en medio de la pandemia. En un tiempo de tanta necesidad como el nuestro, encontramos Cristianos que viven como huérfanos espirituales. En el caso de los hermanos católicos, sin misas, sin confesiones, sin extremaunción, sin hombres como Carlo Borromeo. Las Iglesias Evangélicas no escapan a esta realidad. Todavía tenemos Iglesias que no se reúnen; Iglesias que necesitan de hombres y mujeres como Carlo Borromeo.

Cuando la pandemia causada por el COVID-19 comenzó tuvimos la oportunidad de leer un ensayo escrito por John Horvat[8]. Él decía acerca de esto que los virus son apolíticos pero que sus consecuencias son políticas. Hay verdades que hemos descubierto mientras la corona-fobia se disemina por todo el planeta. Una de ellas es que esta refleja una sociedad que le ha dado la espalda a Dios. Hemos decidido enfrentar esta crisis confiando solo en nosotros mismos y en nuestros dispositivos. Dios no parece tener significado o función alguna dentro de los esfuerzos que realizamos para erradicar este virus. Horvat dice que “el brazo poderoso de la ciencia” procura vacunas y remedios que no consiguen calmar a una sociedad acostumbrada a remedios instantáneos.

Horvat dice que los virus también son “areligiosos”; no tienen religión. Sin embargo, esto no previene o evita que posean una dimensión religiosa. El coronavirus, dice él, llegó en una época de la historia en que la sociedad no necesita a Dios. Dios ha sido remplazado por el pan y por los circos. Los placeres modernos apuntan a que no necesitamos el cielo. No obstante, señala Horvat, este virus posee la capacidad asombrosa de transformar nuestros paraísos terrenales en infiernos. Los Barcos cruceros, símbolos de placeres terrenales se convirtieron en prisiones infectadas para los pasajeros. Aquellos que habían convertido los deportes en sus dioses, ahora encuentran torneos cancelados y estadios vacíos.  Aquellos que adoran la educación, ven las escuelas y las universidades vacías. Hasta los lugares que se visitaban para conseguir milagros han sido cerrados. Una forma de decir que el virus ha procurado cancelar que se produzcan milagros. El mundo que adoramos se desploma y aquellas cosas en las que nos gloriamos se encuentran en ruina. Un monstruo invisible ha hecho caer los ídolos de la tierra, tal y como le sucedió a la estatua que soñó Nabucodonosor cuando la piedra le pegó.

Tal y como decía Borromeo, la plaga del pecado, la del alma, es la peor epidemia que ha atacado a la humanidad.

Una publicación Italiana especializada dedicó parte de uno de sus volúmenes al análisis de la epidemia que atacó a Milán. Parte de ella analiza las ejecutorias de Borromeo y explica el lugar que ocuparon la música litúrgica y los salmos en toda esta historia. Se trata de la revista académica Intersections, (Vol 59): “Domestic Devotions in Early Modern Italy”[9]. Ese capítulo fue escrito por Rei Chiu y titulado “Singing on the Street and in the Home in Times of Pestilence: Lessons from the 1576–78.” En ese capítulo, entre otras cosas, podemos encontrar partituras de la música litúrgica que se cantaba y los salmos a los que los fieles acudieron durante toda esa crisis.

Podemos afirmar que Borromeo decidió hacer suyas las palabras del Salmo 91. No se trataba de un acto de valentía, aunque sabemos que su conducta requirió mucho valor. Se trataba de un acto de fe, de confianza en las promesas del Señor. El Salmo 91 dice que podemos caminar en medio de todas esas amenazas; que podemos vencerlas con la ayuda de Dios. Ese salmo dice que podemos andar entre leones, entre monstruos y serpientes (DHH). Ese salmo dice que los aplastaremos (TLA). Ese salmo dice que pisotearemos leones y serpientes venenosas; que triunfaremos sobre cachorros de león y sobre monstruos. (PDT)

Estamos de acuerdo con la tesis de Horvat de que la solución a todo esto es una fe revitalizadora. Esto requiere que la Iglesia haga lo que tiene que hacer. Además de atender a los necesitados y de ayudar a los familiares de los caídos, la Iglesia tiene que evitar que la crisis del coronavirus se convierta en una inhumana y aplastante. La Iglesia tiene que ver esta crisis como una oportunidad que provee el cielo para que nuestras sociedades se tornen a Dios. Tornarse a Dios, como dice Horvat, presupone unas enmiendas a nuestras maneras y formas de vivir la vida. Esto presupone destronar los dioses que hemos encumbrado aun en los altares Cristianos. Esto presupone el abandono de la comodidad, de la Teología Cristiana de las riquezas para aprender a andar entre los necesitados. Esto presupone andar descalzados de nuestras pretensiones, de nuestras comodidades, de nuestra inclinación a limitarnos a la oración y no comprometernos con el servicio que nos cuesta.

Después de todo, los Salmos nos dicen que podemos caminar en medio de todos esos peligros, de esos valles de sombra de muerte sin temer mal alguno porque el Señor está con nosotros (Salmo 23:4). En ellos nos dicen que podemos estar confiados aunque un ejército se levante contra nosotros (Salmo 27:3).

Los profetas nos dicen lo siguiente:

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Aunque tengas graves problemas, yo siempre estaré contigo; cruzarás ríos y no te ahogarás, caminarás en el fuego y no te quemarás 3-4 porque yo soy tu Dios y te pondré a salvo. Yo soy el Dios santo de Israel. Israel, yo te amo; tú vales mucho para mí. Para salvarte la vida y para que fueras mi pueblo, tuve que pagar un alto precio. Para poder llamarte mi pueblo, entregué a naciones enteras, como Sabá, Etiopía y Egipto.  (Isaías 43:2-4, TLA)

El escritor del Salmo 91 nos dice que no debemos temer porque aquellos que han puesto al Señor como su esperanza y al Altísimo como su habitación podrán andar entre leones, entre monstruos y serpientes sabiendo que el Señor está con nosotros. (Salmo 91:13, DHH).
Referencias

[1] https://www.britannica.com/biography/Alexander-I-emperor-of-Russia/Early-foreign-policy.
[2]  Lange, J. P., Schaff, P., Moll, C. B., Briggs, C. A., Forsyth, J., Hammond, J. B., … Conant, T. J. (2008). A commentary on the Holy Scriptures: Psalms (p. 494). Bellingham, WA: Logos Bible Software.
[3]  https://www.britannica.com/biography/Saint-Charles-Borromeo.
[4]  https://erenow.net/biographies/caravaggio-a-passionate-life/3.php.
[5]  https://www.sancarloborromeo.ch/index.php/en/the-saint/the-plague.
[6]  http://www.robertodemattei.it/en/2020/03/17/how-st-charles-borromeo-braved-the-epidemic-of-his-time/.
[7] Ibid.
[8] https://tfpstudentaction.org/blog/the-coronavirus-is-a-call-to-return-to-god.
[9] Corry, Maya Marco Faini, y Alessia Meneghin, editores. Intersections, Vol. 59. “ Domestic Devotions in Early Modern Italy”. Leiden| Boston: Brill. 1984.

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