March 21st, 2021
Entre el Mar Rojo y la Tierra Prometida: “La autoridad y la inspiración de la Palabra de Dios”
Reflexión por el Pastor-Rector: Mizraim Esquilín-García
“
La reflexión anterior nos permitió presentar un resumen sencillo del libro del Deuteronomio; el libro de la segunda Ley o del repaso de la Ley. Vimos allí que los versos que aparecen en el epígrafe de esta reflexión forman parte del primer discurso que Moisés le ofrece al pueblo de Israel durante su segunda visita la frontera para entrar a la Tierra Prometida. Vimos también en esa reflexión que hay un período de cerca de 40 años (38 años, Det 2:14) entre una visita y la otra.
La primera generación de Israelitas que llegó a esa frontera conocía los testimonios de la liberación, pero no había sido educada acerca del precio de la libertad. Hemos estudiado en reflexiones anteriores que la libertad trae consigo unas responsabilidades muy grandes y que se requiere que se pague un precio muy alto por ella. Se necesita una educación muy especial para poder conseguir buenos resultados del uso que le damos a la libertad.
Este es un tema recurrente en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, las cartas apostólicas insisten en que los creyentes nos tenemos que mantener firmes en la libertada con la que el Señor nos hizo libres. (Gál 5:1). Esa firmeza (“stēkō”, G4739) implica paga un precio. El precio más grande, el de poder acceder y mantener las herramientas para poder hacer que esta sea permanente (“histēmi”, G2476).
La segunda generación de Israelitas que llegó a esta frontera necesitaba repasar su educación de modo que pudiera ser eficiente y victoriosa en la Tierra Prometida. Es aquí que se insertan las aseveraciones que encontramos en el epígrafe de esta reflexión.
Ahora bien, estas aseveraciones poseen unos conceptos que necesitan ser examinados. Lo primero que Moisés le dice al pueblo de Israel en estos versos es que él recibió un mandato divino para enseñar los estatutos (“chôq”, H2706) que el Señor le había revelado. Este concepto representa las reglas que poseen fuerza de ley, los elementos del contrato, del Pacto que ellos establecieron con Dios. Este concepto representa además un régimen jurídico que serviría como parte del ordenamiento eficaz del pueblo. Un buen ejemplo de todo lo antes dicho lo encontramos en el libro del Génesis, cuando José lo utiliza para describir que fue una ley lo que él estableció en Egipto (Gen 47:26). Este concepto es traducido en el libro del Éxodo como estatutos (Éxo 15:26) y como ordenanzas (Éxo 18:26).
La riqueza que posee este concepto es que hay mucho más detrás del mismo. Los ejemplos bíblicos son más que elocuentes para demostrar este punto. Por ejemplo, en algunas ocasiones este concepto es traducido como seno (Éxo 4:6-7; Pro 17:23) o lo que está a nuestro lado (Miq 7:5). En otras ocasiones es traducido como ración de comida (Gen 47:22; Prov 31:15), como aquello que es necesario (Prov 30:8), como base para la construcción (Ezeq 43:17) y como tarea (Éxo 5:14).
Es importante hacer un paréntesis aquí para explicar algunos aspectos del idioma hebreo. Para empezar, los conceptos hebreos no poseen vocales; son solo consonantes. Además, las traducciones de estos dependen de unas anotaciones (binyan: “familias”) que se colocan debajo de cada una de las palabras.[1] Cada una de las siete (7) “familias” posee su propio patrón y sus tipos de acción. O sea, que cada una de ellas posee pasado, presente y futuro, singular, plural masculino y femenino. Además, estas familias definen los posibles patrones vocales.[2] Las vocales identificadas a través de estos patrones son muy interesantes. Estas familias o tallos (stems) son qal, niphal, piel, pual, hitpael, hifil, y hofal.
Incluimos en esta reflexión una publicación que puede ayudar a algunos lectores que deseen estudiar este idioma[3].
El ejercicio de colocar estas anotaciones es uno reciente. Sabemos que los textos hebreos modernos han sido transcritos con estas anotaciones. Sin embargo, los textos originales no. Es por eso que podemos considerar todas las opciones de los conceptos, aunque para efectos formales nos mantengamos utilizando el consenso general que nos proveen los biblistas.
Tocamos este tema en una de nuestras reflexiones escritas acerca del Salmo 23 (Octubre 29, 2020). A continuación una cita de lo que compartimos allí
“Hacemos un alto aquí para explicar algunas de las razones por las que realizamos esta clase de ejercicios. Samson Raphael Hirsch decía que el idioma Hebreo difiere dramáticamente de los otros idiomas porque históricamente no se ha desarrollado ni crecido tomando o absorbiendo palabras prestadas de otros lenguajes. Este es un idioma integral, con su propia estructura y gramática interna, su propia lógica y sus propios patrones, sus propios significados y matices[4]. Es por esto que el análisis etimológico es tan necesario en el estudio del texto hebreo. Además, decía este académico judío-alemán que existe una interdependencia entre las palabras en hebreo. Esto es, que los significados de las palabras (en hebreo) se derivan del análisis de conceptos hebreos que ya son conocidos.[5]”
Luego de este paréntesis, podemos concluir que el concepto que se traduce como estatutos en el libro de Deuteronomio representa mucho más que ordenanzas o leyes. Este concepto posee la carga de describir una ración alimentaria, describir una tarea, algo que está a nuestro lado, describir la base para una construcción y/o como algo que es necesario.
A base de esto tenemos que subrayar que el mandato que recibió Moisés implicaba enseñar mucho más que unas regulaciones reveladas por Dios. Podemos decir que lo que el Señor le ordenó a Moisés fue que se asegurara de que los estatutos y las ordenanzas estuvieran en el pecho del pueblo, en su seno, al lado del pueblo. Ese concepto describe que Dios le ordenó a Moisés que su enseñanzas tenían que convertirse en la base para la construcción de un pueblo santo, en la ración necesaria para la vida, en aquello que siempre tendría que estar al lado del pueblo; en una tarea diaria de la que obtendrían el pan celestial-diario para vivir.
Es por esto que Moisés les dice en el capítulo seis (6) del libro de Deuteronomio, en los versos 6 al10, que ellos, como pueblo y como individuos, tenían que comprometerse con esas enseñanzas (NTV), grabarlas en sus mentes (DHH), recordarlas (PDT) y enseñarlas continuamente a sus hijos. Además, que ellos tenían que hablar de ellas en las casas, andando por el camino, a la hora de acostarse y al levantarse. Moisés añadió a todo esto que esas enseñanzas tenían que ir amarradas en sus manos, en sus frentes y escritas en los postes y los portones de las casas y de la ciudad.
Nos preguntamos si este es el acercamiento que nosotros los Cristianos practicamos con la Palabra de Dios y si ese es el modelo y el objetivo pedagógico que procuramos alcanzar.
Recordamos un sermón del Rdo. Dr. Félix Castro Rodríguez, quien fue Pastor Rector de la Primera Iglesia Bautista de Carolina por más de 40 años. Esta era una mega Iglesia puertorriqueña ya para la década de los años 70; cuando nadie hablaba acerca de este tema.
En ese sermón, predicado al inicio de la década de los años 80, el Pastor Castro lloraba al contar lo que le sucedía en ocasiones en las que pasaba por los salones de Escuela Bíblica y veía a los maestros con el expositor en las manos. El expositor es el nombre con el que se identifican las revistas bíblicas que publican algunas organizaciones eclesiásticas para estructurar y facilitar la enseñanza de las escuelas bíblicas.
Esa escena le estremecía el corazón a este pastor porque el expositor, decía él en medio de su llanto, era para el uso en la casa. Las escuelas bíblicas había que ofrecerlas con la Biblia abierta. Hoy hay Iglesias que no tienen escuelas bíblicas ni estudios bíblicos.
La pandemia no puede ser utilizada como una excusa para esto. En el caso de nuestra Iglesia hemos digitalizado nuestras programaciones para trabajar con esta necesidad. Además de la digitalización de las Escuelas Bíblicas, procedimos a ofrecer dos (2) sesiones semanales de estudio bíblico escritas para la publicación en Facebook y grabadas en audio para varias plataformas cibernéticas. Esta tarea dio inicio en el mes de marzo del año anterior (2020).
Tenemos que agradecer a todos los equipos de trabajo que se han involucrado en esta magna y noble tarea. El cielo los va recompensar a ciento por uno.
El texto bíblico dice que la ausencia de estos modelos de enseñanza patrocina el desarrollo de desastres en el pueblo y en las familias que los componen:
“
Es por esto que encontramos en consejos como este la Biblia:
“
Me parece que el desfase que existe entre el compromiso con el modelo educativo del pueblo Judío y el de los Cristianos obedece a la incapacidad de un gran sector de la Iglesia para reconocer la autoridad y la vigencia que poseen los siguientes versos bíblicos:
“
La Iglesia de la posmodernidad presenta serios problemas con el reconocimiento de la autoridad y el lugar que le corresponde a la Palabra de Dios. La Biblia es la revelación de Dios al ser humano y es la regla de fe, de autoridad y de conducta para todo aquellos que creen en Cristo Jesús como el Señor y como su Salvador.
Tuve la oportunidad de plasmar mi interpretación de estos versos bíblicos de la Segunda Carta a Timoteo como parte de mi ensayo de integración para el grado de Maestría en Divinidad en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. Decía allí que antes de entrar al seminario aprendí de José Grau que la autoridad divina de la Escritura es una autoridad revelacional o reveladora. La esencia de su autoridad reside en la auto-revelación de Dios[6]
La autoridad de la Escritura y su inspiración están ligadas entre sí. La autoridad de las Escrituras puede ser definida como el poder que tiene ésta para darle forma a la revelación de Dios. La autoridad escritural puede ser explicada a base de respuestas ontológicas y/o éticas. Esto es, la Escritura como producto y norma de la comunidad de fe cristiana para definir lo que somos y lo hacemos.
Estamos convencidos de que para corroborar este axioma es suficiente considerar las maneras como el Espíritu "vivifica" comunidades a través de ella.
La autoridad escritural es la base para argumentar que la Biblia es la única fuente de revelación que habla a la experiencia y al intelecto, a la iglesia y al individuo[7]. Es allí que reside esa autoridad; no detrás de la Escritura sino en la revelación que ella provee.
Decíamos en ese ensayo que la base para esta declaración está en un postulado muy antiguo; la suficiencia, la certeza y calidad de lo autorizado.[8] Suficiencia porque su autoridad reside en la revelación de Dios que ella misma sustenta. O sea, que sostenemos que la Escritura es autosuficiente.
Creemos que la certeza de las Escrituras se basa en su contenido y no en su forma. La calidad de ella es definida aquí como compromiso y remisión con y de sus requisitos. Estos requisitos pueden ser confrontados con los retos de las ciencias, la historia y/o el análisis del contenido moral, aunque estos no tienen la intención científica e histórica como razón primigenia.
La autoridad escritural reside entonces en la autoridad de Dios mismo. Ella revela sus exigencias en relación a la santidad de la vida, los deberes con la práctica de la justicia social, el examen de nuestra ética y las sanciones a su perfecta ley del amor[9].
Conociendo esto, entonces hay que subrayar que esta autoridad se puede verificar de muchas maneras. Algunas ellas, en la revelación de la voz de Dios y su revelación al mundo. Otras, en la oportunidad para la verificación personal de este mensaje, en el mensaje mismo y en la constitución con ella de la iglesia. Además, en su capacidad única para iluminar y alcanzar los horizontes de Gracia, su capacidad para revelar las intenciones del corazón de Dios y la estructura que le da a nuestra predicación. Es lo dicho por el escritor del evangelio según Juan;
“Estas cosas han sido escritas para que creáis...” (Juan 20:31, RVA).
Compartimos en ese ensayo que la Inspiración escritural tiene un sentido más profundo y a la vez relevante, si la entendemos como función y modo de la autoridad. La Iglesia reclama que Cristo mismo ratifica la inspiración escritural cuando pide que las Escrituras sean estudiadas, ya que en ellas nos parece tener la vida eterna y que ellas dan testimonio de El (Juan 5:39).
Es por esto que la inspiración no solo vindica la fe del creyente sino que se centraliza en el testimonio bíblico; la revelación que Dios hace de Cristo Jesús[10]. Y tal como han expuesto algunos exégetas bíblicos, entre ellos Paul J. Achtemeier, no sabemos del testimonio interno del Espíritu, excepto por la aplicación específica de las Escrituras.[11] Esto es, la revelación de Dios en Cristo crece en la experiencia de los seres humanos a través del acercamiento de estos a las Escrituras. Por lo tanto el "locus" de esa inspiración no reside en la tradición eclesiástica de la inerrancia, sino en su infabilidad; cumplir el propósito para lo que fueron dispuestas (Bush, 398).
Hacemos un paréntesis para subrayar que creemos en la inerrancia del autógrafo de las Escrituras. Esto es, la inerrancia de su original y no la de sus traducciones. Subrayamos que es la infabilidad de las Sagradas Escrituras la que la lleva a cumplir el propósito para lo que fueron dispuestas por el Espíritu Santo.
En este sentido, los seres humanos, como causa-instrumental eficiente, como escritores, no podían ver cancelado su potencial. Por el contrario, Dios lo elevó usando sus lenguajes, sus idiosincrasias y multitudes de estilos literarios, para dejar documentada su revelación.
Subrayé en ese ensayo lo mismo que subrayamos hoy: la Biblia es la Palabra de Dios.
Repetimos: la Biblia no contiene la Palabra de Dios. La Biblia es la Palabra de Dios. Ella es útil para el cumplimiento del propósito de Dios en la humanidad. Hay que destacar que la Biblia declara en muchas ocasiones que ella es la Palabra de Dios y que tiene que permanecer en nosotros (1 Jn 2:14). Y esto no solo describe el Nuevo Testamento. Cristo reconoció las Escrituras como proveniente de Dios y que esta no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). De hecho, nuestro Señor señaló que la palabra de Dios, la palabra escrita, es verdad (Juan 17:17).
Como cristianos tenemos que me reafirmarnos en que el carácter concluyente y normativo de esa revelación lo es Cristo Jesús. Como dice la carta a Los Hebreos;
“
Un creyente que reconoce la autoridad, la inspiración, la infabilidad y la inerrancia de la Sagradas Escrituras, que sabe que ella es la Palabra de Dios, no duda en vivir estudiando y aprendiendo de ella. Esta es una forma inequívoca de demostrar amor por escuchar la voz de Dios a través del mensaje que está escrito en sus páginas. Como dice la Biblia, “pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.” (1 Jn 2:5, RV 1960)
Este análisis continuará en la próxima edición de El Heraldo.
5 Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. 6 Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta.
"7 Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos?” (Det 4:5-7)
La reflexión anterior nos permitió presentar un resumen sencillo del libro del Deuteronomio; el libro de la segunda Ley o del repaso de la Ley. Vimos allí que los versos que aparecen en el epígrafe de esta reflexión forman parte del primer discurso que Moisés le ofrece al pueblo de Israel durante su segunda visita la frontera para entrar a la Tierra Prometida. Vimos también en esa reflexión que hay un período de cerca de 40 años (38 años, Det 2:14) entre una visita y la otra.
La primera generación de Israelitas que llegó a esa frontera conocía los testimonios de la liberación, pero no había sido educada acerca del precio de la libertad. Hemos estudiado en reflexiones anteriores que la libertad trae consigo unas responsabilidades muy grandes y que se requiere que se pague un precio muy alto por ella. Se necesita una educación muy especial para poder conseguir buenos resultados del uso que le damos a la libertad.
Este es un tema recurrente en el Nuevo Testamento. Por ejemplo, las cartas apostólicas insisten en que los creyentes nos tenemos que mantener firmes en la libertada con la que el Señor nos hizo libres. (Gál 5:1). Esa firmeza (“stēkō”, G4739) implica paga un precio. El precio más grande, el de poder acceder y mantener las herramientas para poder hacer que esta sea permanente (“histēmi”, G2476).
La segunda generación de Israelitas que llegó a esta frontera necesitaba repasar su educación de modo que pudiera ser eficiente y victoriosa en la Tierra Prometida. Es aquí que se insertan las aseveraciones que encontramos en el epígrafe de esta reflexión.
Ahora bien, estas aseveraciones poseen unos conceptos que necesitan ser examinados. Lo primero que Moisés le dice al pueblo de Israel en estos versos es que él recibió un mandato divino para enseñar los estatutos (“chôq”, H2706) que el Señor le había revelado. Este concepto representa las reglas que poseen fuerza de ley, los elementos del contrato, del Pacto que ellos establecieron con Dios. Este concepto representa además un régimen jurídico que serviría como parte del ordenamiento eficaz del pueblo. Un buen ejemplo de todo lo antes dicho lo encontramos en el libro del Génesis, cuando José lo utiliza para describir que fue una ley lo que él estableció en Egipto (Gen 47:26). Este concepto es traducido en el libro del Éxodo como estatutos (Éxo 15:26) y como ordenanzas (Éxo 18:26).
La riqueza que posee este concepto es que hay mucho más detrás del mismo. Los ejemplos bíblicos son más que elocuentes para demostrar este punto. Por ejemplo, en algunas ocasiones este concepto es traducido como seno (Éxo 4:6-7; Pro 17:23) o lo que está a nuestro lado (Miq 7:5). En otras ocasiones es traducido como ración de comida (Gen 47:22; Prov 31:15), como aquello que es necesario (Prov 30:8), como base para la construcción (Ezeq 43:17) y como tarea (Éxo 5:14).
Es importante hacer un paréntesis aquí para explicar algunos aspectos del idioma hebreo. Para empezar, los conceptos hebreos no poseen vocales; son solo consonantes. Además, las traducciones de estos dependen de unas anotaciones (binyan: “familias”) que se colocan debajo de cada una de las palabras.[1] Cada una de las siete (7) “familias” posee su propio patrón y sus tipos de acción. O sea, que cada una de ellas posee pasado, presente y futuro, singular, plural masculino y femenino. Además, estas familias definen los posibles patrones vocales.[2] Las vocales identificadas a través de estos patrones son muy interesantes. Estas familias o tallos (stems) son qal, niphal, piel, pual, hitpael, hifil, y hofal.
Incluimos en esta reflexión una publicación que puede ayudar a algunos lectores que deseen estudiar este idioma[3].
El ejercicio de colocar estas anotaciones es uno reciente. Sabemos que los textos hebreos modernos han sido transcritos con estas anotaciones. Sin embargo, los textos originales no. Es por eso que podemos considerar todas las opciones de los conceptos, aunque para efectos formales nos mantengamos utilizando el consenso general que nos proveen los biblistas.
Tocamos este tema en una de nuestras reflexiones escritas acerca del Salmo 23 (Octubre 29, 2020). A continuación una cita de lo que compartimos allí
“Hacemos un alto aquí para explicar algunas de las razones por las que realizamos esta clase de ejercicios. Samson Raphael Hirsch decía que el idioma Hebreo difiere dramáticamente de los otros idiomas porque históricamente no se ha desarrollado ni crecido tomando o absorbiendo palabras prestadas de otros lenguajes. Este es un idioma integral, con su propia estructura y gramática interna, su propia lógica y sus propios patrones, sus propios significados y matices[4]. Es por esto que el análisis etimológico es tan necesario en el estudio del texto hebreo. Además, decía este académico judío-alemán que existe una interdependencia entre las palabras en hebreo. Esto es, que los significados de las palabras (en hebreo) se derivan del análisis de conceptos hebreos que ya son conocidos.[5]”
Luego de este paréntesis, podemos concluir que el concepto que se traduce como estatutos en el libro de Deuteronomio representa mucho más que ordenanzas o leyes. Este concepto posee la carga de describir una ración alimentaria, describir una tarea, algo que está a nuestro lado, describir la base para una construcción y/o como algo que es necesario.
A base de esto tenemos que subrayar que el mandato que recibió Moisés implicaba enseñar mucho más que unas regulaciones reveladas por Dios. Podemos decir que lo que el Señor le ordenó a Moisés fue que se asegurara de que los estatutos y las ordenanzas estuvieran en el pecho del pueblo, en su seno, al lado del pueblo. Ese concepto describe que Dios le ordenó a Moisés que su enseñanzas tenían que convertirse en la base para la construcción de un pueblo santo, en la ración necesaria para la vida, en aquello que siempre tendría que estar al lado del pueblo; en una tarea diaria de la que obtendrían el pan celestial-diario para vivir.
Es por esto que Moisés les dice en el capítulo seis (6) del libro de Deuteronomio, en los versos 6 al10, que ellos, como pueblo y como individuos, tenían que comprometerse con esas enseñanzas (NTV), grabarlas en sus mentes (DHH), recordarlas (PDT) y enseñarlas continuamente a sus hijos. Además, que ellos tenían que hablar de ellas en las casas, andando por el camino, a la hora de acostarse y al levantarse. Moisés añadió a todo esto que esas enseñanzas tenían que ir amarradas en sus manos, en sus frentes y escritas en los postes y los portones de las casas y de la ciudad.
Nos preguntamos si este es el acercamiento que nosotros los Cristianos practicamos con la Palabra de Dios y si ese es el modelo y el objetivo pedagógico que procuramos alcanzar.
Recordamos un sermón del Rdo. Dr. Félix Castro Rodríguez, quien fue Pastor Rector de la Primera Iglesia Bautista de Carolina por más de 40 años. Esta era una mega Iglesia puertorriqueña ya para la década de los años 70; cuando nadie hablaba acerca de este tema.
En ese sermón, predicado al inicio de la década de los años 80, el Pastor Castro lloraba al contar lo que le sucedía en ocasiones en las que pasaba por los salones de Escuela Bíblica y veía a los maestros con el expositor en las manos. El expositor es el nombre con el que se identifican las revistas bíblicas que publican algunas organizaciones eclesiásticas para estructurar y facilitar la enseñanza de las escuelas bíblicas.
Esa escena le estremecía el corazón a este pastor porque el expositor, decía él en medio de su llanto, era para el uso en la casa. Las escuelas bíblicas había que ofrecerlas con la Biblia abierta. Hoy hay Iglesias que no tienen escuelas bíblicas ni estudios bíblicos.
La pandemia no puede ser utilizada como una excusa para esto. En el caso de nuestra Iglesia hemos digitalizado nuestras programaciones para trabajar con esta necesidad. Además de la digitalización de las Escuelas Bíblicas, procedimos a ofrecer dos (2) sesiones semanales de estudio bíblico escritas para la publicación en Facebook y grabadas en audio para varias plataformas cibernéticas. Esta tarea dio inicio en el mes de marzo del año anterior (2020).
Tenemos que agradecer a todos los equipos de trabajo que se han involucrado en esta magna y noble tarea. El cielo los va recompensar a ciento por uno.
El texto bíblico dice que la ausencia de estos modelos de enseñanza patrocina el desarrollo de desastres en el pueblo y en las familias que los componen:
“
4 Así ha dicho Jehová: Por tres pecados de Judá, y por el cuarto, no revocaré su castigo; porque menospreciaron la ley de Jehová, y no guardaron sus ordenanzas, y les hicieron errar sus mentiras, en pos de las cuales anduvieron sus padres” (Amos 2:4)
Es por esto que encontramos en consejos como este la Biblia:
“
13 Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura, la exhortación y la enseñanza. 14 No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. 15 Ocúpate en estas cosas; permanece en ellas, para que tu aprovechamiento sea manifiesto a todos.”(1 Tim 2:13-15)
Me parece que el desfase que existe entre el compromiso con el modelo educativo del pueblo Judío y el de los Cristianos obedece a la incapacidad de un gran sector de la Iglesia para reconocer la autoridad y la vigencia que poseen los siguientes versos bíblicos:
“
16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Tim 3:16-17)
La Iglesia de la posmodernidad presenta serios problemas con el reconocimiento de la autoridad y el lugar que le corresponde a la Palabra de Dios. La Biblia es la revelación de Dios al ser humano y es la regla de fe, de autoridad y de conducta para todo aquellos que creen en Cristo Jesús como el Señor y como su Salvador.
Tuve la oportunidad de plasmar mi interpretación de estos versos bíblicos de la Segunda Carta a Timoteo como parte de mi ensayo de integración para el grado de Maestría en Divinidad en el Seminario Evangélico de Puerto Rico. Decía allí que antes de entrar al seminario aprendí de José Grau que la autoridad divina de la Escritura es una autoridad revelacional o reveladora. La esencia de su autoridad reside en la auto-revelación de Dios[6]
La autoridad de la Escritura y su inspiración están ligadas entre sí. La autoridad de las Escrituras puede ser definida como el poder que tiene ésta para darle forma a la revelación de Dios. La autoridad escritural puede ser explicada a base de respuestas ontológicas y/o éticas. Esto es, la Escritura como producto y norma de la comunidad de fe cristiana para definir lo que somos y lo hacemos.
Estamos convencidos de que para corroborar este axioma es suficiente considerar las maneras como el Espíritu "vivifica" comunidades a través de ella.
La autoridad escritural es la base para argumentar que la Biblia es la única fuente de revelación que habla a la experiencia y al intelecto, a la iglesia y al individuo[7]. Es allí que reside esa autoridad; no detrás de la Escritura sino en la revelación que ella provee.
Decíamos en ese ensayo que la base para esta declaración está en un postulado muy antiguo; la suficiencia, la certeza y calidad de lo autorizado.[8] Suficiencia porque su autoridad reside en la revelación de Dios que ella misma sustenta. O sea, que sostenemos que la Escritura es autosuficiente.
Creemos que la certeza de las Escrituras se basa en su contenido y no en su forma. La calidad de ella es definida aquí como compromiso y remisión con y de sus requisitos. Estos requisitos pueden ser confrontados con los retos de las ciencias, la historia y/o el análisis del contenido moral, aunque estos no tienen la intención científica e histórica como razón primigenia.
La autoridad escritural reside entonces en la autoridad de Dios mismo. Ella revela sus exigencias en relación a la santidad de la vida, los deberes con la práctica de la justicia social, el examen de nuestra ética y las sanciones a su perfecta ley del amor[9].
Conociendo esto, entonces hay que subrayar que esta autoridad se puede verificar de muchas maneras. Algunas ellas, en la revelación de la voz de Dios y su revelación al mundo. Otras, en la oportunidad para la verificación personal de este mensaje, en el mensaje mismo y en la constitución con ella de la iglesia. Además, en su capacidad única para iluminar y alcanzar los horizontes de Gracia, su capacidad para revelar las intenciones del corazón de Dios y la estructura que le da a nuestra predicación. Es lo dicho por el escritor del evangelio según Juan;
“Estas cosas han sido escritas para que creáis...” (Juan 20:31, RVA).
Compartimos en ese ensayo que la Inspiración escritural tiene un sentido más profundo y a la vez relevante, si la entendemos como función y modo de la autoridad. La Iglesia reclama que Cristo mismo ratifica la inspiración escritural cuando pide que las Escrituras sean estudiadas, ya que en ellas nos parece tener la vida eterna y que ellas dan testimonio de El (Juan 5:39).
Es por esto que la inspiración no solo vindica la fe del creyente sino que se centraliza en el testimonio bíblico; la revelación que Dios hace de Cristo Jesús[10]. Y tal como han expuesto algunos exégetas bíblicos, entre ellos Paul J. Achtemeier, no sabemos del testimonio interno del Espíritu, excepto por la aplicación específica de las Escrituras.[11] Esto es, la revelación de Dios en Cristo crece en la experiencia de los seres humanos a través del acercamiento de estos a las Escrituras. Por lo tanto el "locus" de esa inspiración no reside en la tradición eclesiástica de la inerrancia, sino en su infabilidad; cumplir el propósito para lo que fueron dispuestas (Bush, 398).
Hacemos un paréntesis para subrayar que creemos en la inerrancia del autógrafo de las Escrituras. Esto es, la inerrancia de su original y no la de sus traducciones. Subrayamos que es la infabilidad de las Sagradas Escrituras la que la lleva a cumplir el propósito para lo que fueron dispuestas por el Espíritu Santo.
En este sentido, los seres humanos, como causa-instrumental eficiente, como escritores, no podían ver cancelado su potencial. Por el contrario, Dios lo elevó usando sus lenguajes, sus idiosincrasias y multitudes de estilos literarios, para dejar documentada su revelación.
Subrayé en ese ensayo lo mismo que subrayamos hoy: la Biblia es la Palabra de Dios.
Repetimos: la Biblia no contiene la Palabra de Dios. La Biblia es la Palabra de Dios. Ella es útil para el cumplimiento del propósito de Dios en la humanidad. Hay que destacar que la Biblia declara en muchas ocasiones que ella es la Palabra de Dios y que tiene que permanecer en nosotros (1 Jn 2:14). Y esto no solo describe el Nuevo Testamento. Cristo reconoció las Escrituras como proveniente de Dios y que esta no puede ser quebrantada” (Juan 10:35). De hecho, nuestro Señor señaló que la palabra de Dios, la palabra escrita, es verdad (Juan 17:17).
Como cristianos tenemos que me reafirmarnos en que el carácter concluyente y normativo de esa revelación lo es Cristo Jesús. Como dice la carta a Los Hebreos;
“
En tiempos antiguos Dios habló a nuestros antepasados muchas veces y de muchas maneras por medio de los profetas. Ahora, en estos tiempos últimos nos ha hablado por su Hijo......” (Heb 1:1-2a, DHH)
Un creyente que reconoce la autoridad, la inspiración, la infabilidad y la inerrancia de la Sagradas Escrituras, que sabe que ella es la Palabra de Dios, no duda en vivir estudiando y aprendiendo de ella. Esta es una forma inequívoca de demostrar amor por escuchar la voz de Dios a través del mensaje que está escrito en sus páginas. Como dice la Biblia, “pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él.” (1 Jn 2:5, RV 1960)
Este análisis continuará en la próxima edición de El Heraldo.
Referencias:
[1] https://conjugador.reverso.net/hebreo-binyanim.html
[2] http://hebrew.billmounce.com/BasicsBiblicalHebrew-12.pdf
[3] Basics of Biblical Hebrew Grammar, Gary D. Pratico, Miles V. Van Pelt, Zondervan Academic, 2019.
[4] “Etymological Dictionary of Biblical Hebrew: based on the Commentaries of Rabbi Samson Raphael Hirsch.” Compilado por Matityahu Clark, Feldheim Publishers, Jerusalem, NY, 1999. pp. ix-xv.
[5] Ibid. p. 293
[6] Grau, José. 1973. Curso de formación teológica Evangélica: Introducción a la Teología. Tarrasa, Barcelona: CLIE, p.180
[7] Brackney, William. 1988. The Baptist. West Port. Connecticut: Greenwood Press, Inc. p. 36.
[8] Mullins E.Y.. 1925. Baptist Beliefs. Philadelphia: Judson Press. p.10.
[9] Grau, Ibid, p.167
[10] Bartlett, David L. 1983. The Shape of Scriptural Authority. Philadelphia: Fortress Press, p. 33.
[11] Achtemeier, Paul J. 1980. The Inspiration of The Scripture. Philadelphia: The Westminster Press, p. 140.
[1] https://conjugador.reverso.net/hebreo-binyanim.html
[2] http://hebrew.billmounce.com/BasicsBiblicalHebrew-12.pdf
[3] Basics of Biblical Hebrew Grammar, Gary D. Pratico, Miles V. Van Pelt, Zondervan Academic, 2019.
[4] “Etymological Dictionary of Biblical Hebrew: based on the Commentaries of Rabbi Samson Raphael Hirsch.” Compilado por Matityahu Clark, Feldheim Publishers, Jerusalem, NY, 1999. pp. ix-xv.
[5] Ibid. p. 293
[6] Grau, José. 1973. Curso de formación teológica Evangélica: Introducción a la Teología. Tarrasa, Barcelona: CLIE, p.180
[7] Brackney, William. 1988. The Baptist. West Port. Connecticut: Greenwood Press, Inc. p. 36.
[8] Mullins E.Y.. 1925. Baptist Beliefs. Philadelphia: Judson Press. p.10.
[9] Grau, Ibid, p.167
[10] Bartlett, David L. 1983. The Shape of Scriptural Authority. Philadelphia: Fortress Press, p. 33.
[11] Achtemeier, Paul J. 1980. The Inspiration of The Scripture. Philadelphia: The Westminster Press, p. 140.
Colaboradores:
Reflexión pastoral: Rev. Mizraim Esquilín-García, PhD. / Pastor de Comunicaciones: Mizraim Esquilín-Carrero, Jr. / Webmaster: Hno. Abner García / Social-Media- Curadora: Hna. Frances González • Montaje Reflexión - web/curadora Heraldo Digital Institucional-WordPress: Hna. Eunice Esquilín-voluntaria / Diseñadora-curadora El Heraldo Institucional Edición impresa interactiva en InDesign CC: Dra. Eunice Esquilín-voluntaria / Fotografías gratuitas: Recuperadas de Unsplash.com por: Janko Felic / Rod Long / David Boca / Diego PH / Ben White/Priscilla Du Preez /Mathew-Schwartz /Monika Grabkowska/ Annie Spratt/ Jon Tyson/ Fuu J. / Imagen foto-editada en Photoshop CC: Dra. Eunice Esquilín López – voluntaria 21 de marzo del 2021.
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Posted in AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA, SERIE: ENTRE EL MAR Y LA TIERRA PROMETIDA, Volumen XVI
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