Reflexiones de Esperanza: Efesios: la estructura de la primera oración en esta carta (Parte X)

“15 Por esto, como sé que ustedes tienen fe en el Señor Jesús y amor para con todo el pueblo santo, 16 no dejo de dar gracias a Dios por ustedes, recordándolos en mis oraciones. 17 Pido al Dios de nuestro Señor Jesucristo, al glorioso Padre, que les conceda el don espiritual de la sabiduría y se manifieste a ustedes, para que puedan conocerlo verdaderamente.”  (Efesios 1:15-23, Dios Habla Hoy)

Las primeras peticiones que Pablo presenta en el verso 17 del capítulo uno (1) de la Carta a Los Efesios tienen como propósito que el creyente crezca en el conocimiento del Señor. Ese verso bíblico dice lo siguiente:

“17 y le pido a Dios, el glorioso Padre de nuestro Señor Jesucristo, que les dé sabiduría espiritual y percepción, para que crezcan en el conocimiento de Dios.” (Efesios 1:17, NTV)
           
Esa es la oración que hace un padre espiritual responsable, que anhela que sus hijos conozcan más acerca del Señor. Ese padre ha podido permitir que su amor por esa Iglesia lo desenfoque y comenzar a pedir a Dios que le conceda a esa Iglesia cosas que Dios conocía y que ya había prometido (Mat 6:8). Pablo no se permite a sí mismo caer en esa trampa. Él sabe lo que esa Iglesia posee. Él conoce lo que esa Iglesia necesita: revelación del conocimiento de Dios. Es por esto que Pablo pide a Dios que esa Iglesia pudiera ser capaz de comprender el significado de los “tesoros de la gracia” que están disponibles para los creyentes en Cristo.

El conocimiento de Dios que Pablo pide trasciende la dimensión del conocimiento abstracto de Dios. Es más, trasciende el conocimiento de los hechos y los datos objetivos acerca de Dios. Lo sabemos porque el concepto que Pablo utiliza aquí es “epignōsis” (G1922). Es cierto que este concepto puede ser utilizado para describir el discernimiento, o el reconocimiento. No obstante, las fuentes académicas consultadas demuestran que el uso de este concepto describe conocimiento íntimo y personal. En este caso, conocimiento íntimo y personal de Dios. Algunos biblistas han concluido que se trata de una relación personal con la fuente de ese conocimiento. En este verso bíblico Pablo usa este concepto como un nombre, con una declinación en dativo femenino singular (“epignōsei”). En Efesios 4:13 él lo usa como un nombre, pero con una declinación en genitivo femenino singular (“epignōseōs”). Sabemos que toda esta información es muy técnica, pero creemos que es necesaria.
             
El caso dativo expresa la persona a la que se da u otorga algo[1]. O sea, que Pablo está diciendo que ese conocimiento se nos está otorgando a nosotros. El caso genitivo es un caso de los sustantivos que indica que un nombre es un complemento nominal de otro.[2] En el caso del verso 13 del capítulo cuatro de la Carta a Los Efesios se trata de un complemento nominal a Dios como sujeto.
 
El concepto “epignōsis” se utiliza para describir la acción de poseer información, del contenido de lo que se conoce, llegar a conocer (1 Ti 2:4) y/o llegar a comprender. [3]
            
Cristo utilizó este concepto para describir el conocimiento que Él tiene del Padre.

“27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” (Mateo 11:25)
             
Es importante destacar que no se trata de conocer para ser salvos. Hay que indicar que el conocimiento que la fe Cristiana enseña es considerado un don de gracia. La Biblia lo enseña así. La recepción de este no es considerada una posesión, sino una herramienta para el desarrollo de la comunidad de fe. Esto último, porque este regalo de Dios promueve el desarrollo de la obediencia y el anhelo de la reflexión. Su meta última no es el aprendizaje sino la edificación de la comunidad (Rom 15:14; 1 Cor 14:6; Fil 1:9).[4] Los exégetas bíblicos han concluido que este concepto, “epignōsis” se ha convertido en el término técnico para definir el verdadero conocimiento de Dios a través de la conversión a la fe Cristiana.[5]  Esto contrarresta el énfasis del gnosticismo, una filosofía griega que entre otras cosas postulaba que uno se salvaba por lo que conocía.
 
Estos datos son vitales toda vez que la posmodernidad cibernética ha ido creando esa idea. Cada vez más los seres humanos creen que el acceso a la información significa salvación. La realidad es que la salvación se recibe como un regalo de la gracia de Dios y esto, a través del sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario. El conocimiento de Dios también se recibe como una revelación a través de la Palabra, de la oración y de la manifestación del Espíritu Santo.
 
El prerrequisito para la salvación no es conocer: es oír (Rom 10:17). Esto explica por qué tenemos tantos creyentes en Cristo con evidencias de que poseen mucha información, pero con pocas evidencias de transformación. La fe que predica el Evangelio puede ser definida como hacer la voluntad de Dios y esa obediencia a Dios es entonces seguida por el conocimiento. Eso elementos no pueden ser invertidos.
  
“17 El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo por mi propia cuenta.” (Juan 17:17, RV 1960)
              
Los griegos que vivían en Asia Menor, lugar en el que se encontraba la ciudad de Éfeso, estaban comenzando a ser bombardeados por esas corrientes gnósticas; “el conocimiento que salva.” Esta realidad era reconocida en el mundo en el que Pablo operaba. Un testimonio de esto era la biblioteca de la ciudad de Éfeso. Esta biblioteca era reconocida en todo el mundo conocido como un centro de discusión filosófica del más alto nivel.
 
Sabemos que la oración paulina que estamos examinando era un recurso espiritual para pedir la intervención del Espíritu Santo. Las aseveraciones anteriores nos proveen los datos necesarios para concluir que Pablo estaba pidiendo la intervención de Dios para ayudar a la Iglesia a lidiar con estos conflictos. Pablo le estaba pidiendo a Dios que saturara esa Iglesia con una manifestación celestial y la revelación de la sabiduría del cielo. Esa revelación y esa manifestación le harían saber a la Iglesia que su salvación no dependía del conocimiento secular, filosófico o religioso que ella pudiera alcanzar. Su salvación dependía de poder conocer mejor a Dios; conocerlo más cada día. Esto acercaría más a Dios todos los hijos de la fe que participaban de la vida de esa congregación.
 
Conocer a Dios en esa dimensión posee unas implicaciones escatológicas; para el final de los tiempos. El Apóstol Pablo dice en su Carta a Los Corintios que el ejercicio de recibir esa revelación concluirá cuando estemos ante la presencia de Dios allá en los cielos.
  
“12 Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara. Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido.” (1 Corintios 13:12)
  
O sea, que Pablo estaba pidiendo que Dios insertara a esta Iglesia en un proceso que termina cuando lleguemos a la presencia de Dios en el cielo.
 
Ahora bien, ¿por qué hace falta ese conocimiento, o más bien esa relación con la fuente de conocimiento celestial? La respuesta a esta pregunta emana de la misma carta. La respuesta emana de la información y las declaraciones doctrinales que Pablo le tenía que comunicar a esta Iglesia. Pablo le va a describir a la Iglesia en la ciudad de Éfeso algunos elementos doctrinales que no pueden ser manejados responsablemente sin la capacidad para conocer a Dios mediante la revelación del Espíritu. Por ejemplo, hemos visto en reflexiones anteriores que Pablo les va a explicar que la Iglesia recibió bendición de los lugares celestiales (Efe 1:3), que ese es el lugar en el que Cristo está sentado mediante el poder de la resurrección (1:20) y que la Iglesia está sentada allí junto a Cristo (2:6). Además, Pablo les va a decir que la Iglesia ha recibido poder para dar a conocer la multiforme sabiduría de Dios a los principados y a las potestades en los lugares celestiales (3:10), potestades con los que nosotros tenemos que batallar (6:12). ¿Cómo manejar y entender el alcance  de estas expresiones si la Iglesia no conoce profunda y personalmente a Dios?
 
Horacio Piccardo resume este escenario de la siguiente manera:
  
“La palabra nos eleva a la esfera en la que Cristo entró después de su resurrección, en la cual nosotros recibimos la bendición de Dios, donde compartimos la exaltación de Cristo y desde donde ganamos perspectiva sobre el rol de la iglesia tanto con respecto a cómo ella presenta la sabiduría de Dios a los poderes sobrehumanos y cómo en lo que hace a cómo presenta batalla a las fuerzas del mal en la misma esfera.”[6]
  
¿Cómo podemos manejar esta información cosas sin haber recibido la revelación que nos permite conocer lo profundo del corazón de Dios? Pablo reconoce este asunto y decide orar para que Dios intervenga.
              
Pablo también le dirá a esa Iglesia que ella fue seleccionada por Dios para manejar el misterio de la voluntad de Dios. Pablo menciona esto en esa carta en seis (6) ocasiones (1:9; 3:3, 9; 5:32; 6:19). Es obvio que no se puede conocer, entender ni manejar esto sin haber recibido la revelación de Dios. Pablo reconoce esta necesidad y decide orar por esa Iglesia para que Dios intervenga.

Pablo va añadir a todo esto unas metáforas acerca de la Iglesia que procuran describir su cultura y su funcionamiento. ¿Cómo es que la Iglesia puede operar como canal para que la multiforme sabiduría de Dios pueda ser dada a conocer si ella no conoce quién es ella? Pablo le va a decir a esta Iglesia que ella es cuerpo de Cristo (1:23), familia de Dios (2:19), edificio o templo para morada de Dios en el Espíritu (2:21), nueva humanidad (4:13), novia (5:27) y soldado (6:12). Todas estas metáforas son funcionales y operacionales. Esto es, sirven para describir funciones, operaciones; y la cultura de la Iglesia. ¿Cómo es que la Iglesia puede recibir, asimilar y ser capaz de poner en función los requisitos necesarios definido por Dios sin haber recibido revelación?
 
Permítame ampliar estas aseveraciones un poco más. Los párrafos anteriores no han incluido las discusiones paulinas acerca de la naturaleza del ministerio de la Iglesia. Estos tampoco han considerado las aseveraciones paulinas acerca de los creyentes como “hechura” (Efe 2:10, “poiēma”, G4161), como poema de Dios. Estos párrafos no han considerado los elementos teológicos de la salvación, la reconciliación y la estructuración de la Iglesia que él plasma en esta carta.[7]
 
Los planteamientos plasmados hasta aquí son tan solo la superficie de la estructura teológica de lo que muchos exégetas han llamado el documento eclesiológico más excelso que encontramos en el Nuevo Testamento. Esta es una de las razones por la que muchos especialistas han dicho que la Carta a Los Efesios es el Evangelio de la Iglesia.
 
Es muy importante señalar que todo lo que hemos compartido aquí forma parte de la historia de la Iglesia. Nos hemos cuidado de no presentar en estos análisis elementos novedosos, “vanguardistas” o teóricos. La información vertida aquí forma parte de las aseveraciones teológicas que la Iglesia Cristiana ha hecho de la Carta a Los Efesios por casi dos mil años.
 
Sabiendo esto, tenemos que señalar que el análisis que hemos compartido en los párrafos anteriores nos conduce a formular algunas preguntas acerca de la Iglesia Cristiana de la posmodernidad. ¿Podemos afirmar que la Iglesia del siglo 21 ha entendido estas verdades bíblicas? ¿Podemos afirmar que la Iglesia posmoderna opera con pleno conocimiento de esta doctrinas de que han acompañado a la Iglesia Cristiana por casi dos milenios?¿Cuáles son las necesidades reales de la Iglesia de la posmodernidad? ¿Cómo compara la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso con la Iglesia del siglo 21?
 
Las respuestas para estas preguntas pueden ser el objeto de varias tesis doctorales de eclesiología. La Iglesia en Éfeso era reconocida por su conocimiento de la fe y su capacidad para delinear las estructuras de esta. Ella sabía en Quién creía, qué creía, por qué creía y para qué creía (Efe 1:3-14). ¿Podemos afirmar que la Iglesia de la posmodernidad posee esta clase de fe? La Iglesia en Éfeso vivía para servir (Efe 1:15). ¿Es esta la realidad de la Iglesia del siglo 21?    
 
La Iglesia de la posmodernidad puede haber caído en la trampa de que lo más importante es conocernos a nosotros mismos, conocer nuestra huella digital, conocer el propósito para el que Dios puso “esa congregación” en ese lugar. La Carta a Los Efesios afirma que después de haber alcanzado la salvación, lo más importante es conocer a Dios a través de Cristo. Es ese conocimiento de Dios el que nos permite entender lo que significa estar sentado en los lugares celestiales mucho más allá de la autoridad conferida a la Iglesia. El conocimiento de Dios es “desde donde ganamos perspectiva sobre el rol de la iglesia tanto con respecto a cómo ella presenta la sabiduría de Dios a los poderes sobrehumanos y cómo en lo que hace, a cómo presenta batalla a las fuerzas del mal en la misma esfera.” (Piccardo)
 
El conocimiento de Dios es el que nos permite trabajar con el significado de la voluntad de Dios. Es ese conocimiento el que nos permite definir y describir funciones, operaciones, cónsonos con el propósito de Dios. Esto es, una definición correcta de los que es la cultura de la Iglesia. El conocimiento de Dios nos permite insertarnos en las metáforas operacionales de la Iglesia y disfrutar los beneficios de ser cuerpo de Cristo, familia de Dios, edificio o templo para morada de Dios en el Espíritu, nueva humanidad, novia de Cristo y soldados del Señor.
Referencias  

[1] https://www.uv.es/arete/temas/genitivo_y_dativo_griegos.PDF
   
[2] http://www.objetos.unam.mx/etimologias/nocionesDeclinacion/index.html.
   
[3] Swanson, J. (1997). In Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software.

4] Bultmann, R. (1964–). γινώσκω, γνῶσις, ἐπιγινώσκω, ἐπίγνωσις, καταγινώσκω, ἀκατάγνωστος, προγινώσκω, πρόγνωσις, συγγνώμη, γνώμη, γνωρίζω, γνωστός. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, p. 708). Eerdmans.)
   
[5] Ibid.
   
[6] Piccardo, H. R. (2006). Introducción al cuerpo epistolar del Nuevo Testamento: Tomo 2 (pp. 76–80). Ediciones del centro.
   
[7] Carrez, M., Dornier, P., Dumais, M. Y Trimaille, M.: Cartas de Pablo y Cartas Católicas, Madrid, Ed. Cristiandad, 1985, pp. 219-221.

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