February 10th, 2022
“18 Pido que Dios les ilumine la mente, para que sepan cuál es la esperanza a la que han sido llamados, cuán gloriosa y rica es la herencia que Dios da al pueblo santo, 19 y cuán grande y sin límites es su poder, el cual actúa en nosotros los creyentes. Este poder es el mismo que Dios mostró con tanta fuerza y potencia 20 cuando resucitó a Cristo y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,” (Efesios 1:18-20, Dios Habla Hoy)
Hemos estado analizando las peticiones que el Apóstol Pablo levanta en sus oraciones a favor de la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso. Nos ha sobrecogido el hecho de que Pablo le pide a Dios que le conceda a esa Iglesia el don, el espíritu de sabiduría y de revelación. Estos regalos de gracia les harían capaces de conocer mejor a Jesucristo, nuestro Señor y Salvador.
Ya hemos visto que el conocimiento del Señor (“epignōsis”, G1922) al que Pablo hace referencia trasciende el evento y el proceso de la conversión a Cristo. Hay un momento de revelación, un apocalípsis en el proceso de nuestra conversión a Cristo, cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y nuestro Salvador. La Biblia dice que el Espíritu Santo es el que nos da esa revelación, el que nos convence de pecado, de justicia y de juicio (Jn 16:8-11). Lo que Pablo le está pidiendo a Dios en esta oración es que la Iglesia trascienda este conocimiento de Cristo, conocimiento que podemos llamar inicial, para ser sumergidos en una revelación constante de todo lo que Dios es.
Necesitamos destacar un punto muy importante antes de comenzar con la discusión de este tema. Todos los pasajes bíblicos que citaremos a continuación utilizan el concepto “epignōsis.”
La Biblia dice que esta dimensión del conocimiento de Dios es como un fruto del Espíritu y que hay conductas y actitudes que nos pueden ayudar a crecer en este conocimiento:
“5 Precisamente por eso, esfuércense por añadir a su fe, virtud; a su virtud, entendimiento; 6 al entendimiento, dominio propio; al dominio propio, constancia; a la constancia, devoción a Dios; 7 a la devoción a Dios, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos.” (2 Pedro 1:5-8, NVI)
Una vez más, vemos aquí áreas de nuestra conducta espiritual que nos ayudan a crecer en el conocimiento de Dios. Es muy importante destacar que Pedro dice aquí que este es un carril necesario para que nuestras vidas sean productivas, que no sean inútiles. No obstante, Pablo acude a una línea directa para satisfacer esta necesidad. Él acude a la oración; pedir a Dios que le revelara, le diera esa clase de conocimiento a la Iglesia.
¿Cuán importante es esto que Pablo está pidiendo? ¿Por qué es que el Apóstol insiste en esta clase de iluminación, de revelación? De entrada, ya sabemos que el énfasis de Pedro es que nuestras vidas puedan ser productivas. O sea, no tener que llegar al final de la carrera Cristiana lamentándonos de todo aquello que pudimos haber hecho y haber recibido de Dios. Sabemos que esta aseveración debe haber pegado con mucha fuerza los corazones de muchos de nuestros lectores.
Ahora bien, hay otras razones que inspiran a Pablo a hacer esta petición. El capítulo que hemos citado de la Segunda Carta de Pedro posee varias pistas al respecto:
“2 Que Dios les dé cada vez más gracia y paz a medida que crecen en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.” (2 Pedro 1:2, NTV)
O sea, que la gracia y la paz necesaria para la vida están ligadas al conocimiento de Dios y de Cristo Jesús nuestro Señor y nuestro Salvador. Estas aseveraciones añaden que este conocimiento es considerado un proceso de crecimiento constante. Ese verso dice “a medida que crecen en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor.”
Pero hay más: la Biblia dice que ese conocimiento nos facultó para recibir todo lo que necesitamos para ser capaces de llevar una vida recta, agradable, correcta delante de Dios.
“3 Mediante su divino poder, Dios nos ha dado todo lo que necesitamos para llevar una vida de rectitud. Todo esto lo recibimos al llegar a conocer a aquel que nos llamó por medio de su maravillosa gloria y excelencia;” (2 Pedro 1:3, NTV)
Desde esta perspectiva tenemos que concluir que la ausencia de paz, de confianza absoluta en la gracia y la incapacidad para vivir una vida agradable para Dios es sinónimo de ausencia del conocimiento del Señor.
Esta es sin duda una receta extraordinaria para este tiempo. La temporada pos-pandemia va a sorprender a muchos creyentes preguntándose muchas cosas. ¿Por qué perdíamos la paz con tanta frecuencia? ¿Por qué chocamos con tantos eventos en los que se nos hacía tan difícil confiar en la gracia de Dios, en Sus promesas, en Su Palabra? ¿Por qué experimentamos que hay áreas de nuestras vidas que se resquebrajaron hasta convertirse en áreas no agradables a Dios? ¿Por qué experimentamos un descenso en la productividad de nuestros ministerios, del fruto del Espíritu? Estos pasajes bíblicos señalan que hay una respuesta para estas preguntas y para otras similares: falta de conocimiento del Señor.
Estos pasajes dicen que podemos crecer en ese conocimiento pidiendo al Señor que nos permita experimentar una transformación de nuestras conductas. Esto es, siendo capaces de añadir a nuestras vidas lo que Pedro describe en su carta.
“Como ya tienen esas promesas, esfuércense ahora por mejorar su vida así: a la fe, añádanle un carácter digno de admiración; al carácter digno de admiración, añádanle conocimiento. 6 Al conocimiento, añádanle dominio propio; al dominio propio, añádanle constancia; a la constancia, añádanle servicio a Dios; 7 al servicio a Dios, añádanle afecto a sus hermanos en Cristo y a ese afecto, añádanle amor.” (2 Pedro 1:5-7, PDT)
Otra forma paralela para poder crecer en ese conocimiento es la oración. Hay que destacar que estas formas no son mutuamente excluyentes. O sea, que una no sustituye a la otra y que hay que manejarlas simultáneamente.
Pablo sabía esto y es por eso que insistía en la oración ante el Señor para que se le revelara a la Iglesia y que les diera ese conocimiento. Nosotros tenemos que seguir estas enseñanzas y considerarlas como instrucciones que Dios nos regala a través de estas cartas apostólicas.
Existen otros datos que hacen aún más relevantes estas instrucciones bíblicas. Por ejemplo, la Biblia señala que hay personas que se pasan la vida aprendiendo acerca de la fe y que nunca llegan al conocimiento (“epignōsis”, G1922) de la verdad.
“7 están siempre aprendiendo pero jamás llegan a comprender la verdad” (2 Timoteo 3:7, DHH)
Es cierto que esa aseveración fue hecha como parte de una llamada a la atención provocada por unos actos de indisciplina de algunas hermanas en esa congregación. Sin embargo, no es menos cierto que esa aseveración describe a hombres y a mujeres. Recordemos que el concepto “epignōsis” puede ser traducido como conocimiento de la fuente de la información que recibimos. O sea, que trasciende conocer los datos y la información porque conocemos al Dador de la información, a Aquél que revela la verdad. En este caso, la verdad divina, la “alētheia” (G225) de Dios. Esto es, a Cristo (Jn 14:6). En una nota editorial, el concepto “alētheia” es considerado como la revelación de aquello que está detrás, aquello en lo que nada está oculto.[1] Esta es una de las razones por las que el velo del templo se rasga en dos (2) cuando Cristo muere en la Cruz (Mat 27:51; Mcs 15:38; Lcs 23:45). Cristo es el camino, la verdad y la vida y nadie va al Padre si no es por Él (Jn 14:6).
Hay que puntualizar que la Biblia señala que Dios no hace acepción de personas (Hch 10:34; Rom 2:11; Gál 2:6; Efe 6:9; Col 3:25; 1 Ped 1:7). Tampoco hay acepción de personas para recibir esta clase de revelación del conocimiento del Señor. Es por esto que insistimos en que todos los seres humanos poseen la misma oportunidad para venir a los pies de Cristo, recibir el regalo de la salvación y la revelación del conocimiento del Señor.
“3 Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, 4 el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. 5 Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, 6 el cual se dio a sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.” (1 Timoteo 2:3-6, RV 1960)
Pero hay mucho más detrás de esto que Pablo pide para la Iglesia: iluminación para conocer mejor al Señor. La Biblia dice que esto está íntimamente ligado al proceso de renovación que forma parte de la vida Cristiana.
“10 Vístanse con la nueva naturaleza y se renovarán a medida que aprendan a conocer a su Creador y se parezcan más a él. 11 En esta vida nueva no importa si uno es judío o gentil, si está o no circuncidado, si es inculto, incivilizado, esclavo o libre. Cristo es lo único que importa, y él vive en todos nosotros.” (Colosenses 3:10-11, NTV)
Además, la Biblia también describe que crecer en el conocimiento de Dios es uno de los requisitos para “andar como es digno del Señor.”
“9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios;” (Colosenses 1:9-10, RV 1960)
Por si esto no fuera suficiente, la Biblia dice que Pablo oró por la Iglesia que estaba en la ciudad de Filipos de la misma manera que oró por la que estaba en la ciudad de Éfeso.
“9 Le pido a Dios que el amor de ustedes desborde cada vez más y que sigan creciendo en conocimiento y entendimiento. 10 Quiero que entiendan lo que realmente importa, a fin de que lleven una vida pura e intachable hasta el día que Cristo vuelva. 11 Que estén siempre llenos del fruto de la salvación—es decir, el carácter justo que Jesucristo produce en su vida— porque esto traerá mucha gloria y alabanza a Dios.” (Filipenses 1:9-11, NTV)
Destacamos aquí que esa oración define el conocimiento del Señor, la “epignōsis” de Cristo, como algo que produce en nosotros la capacidad de establecer prioridades, escoger aquello que realmente es importante. Además, que esto genera la capacidad de llevar una vida pura, intachable, de estar llenos de aquello que Pablo describe como “el carácter justo que Jesucristo produce” en nuestra vidas.
¿Habrá alguien, algún creyente que no anhele esto para su vida? Sabemos que el deseo de todos aquellos que amamos al Señor es poder vivir para Él de tal manera que Él pueda hallar contentamiento en nuestras vidas. O sea, que Dios se sienta alegre, contento con lo que ve en nosotros. Sin embargo, la realidad es que en muchas ocasiones tropezamos con situaciones, con ambientes, con procesos de toma de decisiones, con temores, y con otras clases de emociones que procuran sabotear ese anhelo. Se trata de esa lucha constante con nuestra naturaleza, naturaleza que procura torpedear aquello que Dios espera de nosotros. Las luchas del creyente con esta realidad son ancestrales. Muchos creyentes han caído exhaustos en el camino lidiando, batallando con estas circunstancias.
La buena noticia es que estos pasajes bíblicos nos ofrecen la receta celestial para salir airosos de esos conflictos. Aún más, esos pasajes nos dicen que la victoria sobre todas estas cosas no se alcanza pelando contra todos estos “saboteadores”. La victoria se alcanza pidiendo a Dios en oración que nos permita conocer más y más de Cristo, cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo de nuestras vidas. Conocer más y más al Señor despertará en nosotros un apetito voraz por la santidad de Dios, por recibir la revelación de la majestad del Eterno, por conocer más de Su amor, por ser sumergidos en Su Presencia.
La iglesia de las generaciones anteriores entendió esto muy bien. Es por esto que encontramos en su coros y en su himnos cánticos como “Yo quiero más y más de Cristo,” “Cuando andemos con Dios, escuchando Su voz”,[2] “Cristo es mi dulce Salvador,” y “Oh yo quiero andar con Cristo”[3], entre muchos otros.
La Biblia añade algunas “destrezas” que ayudan en el crecimiento de ese conocimiento, de esa “epignōsis”. Sabemos que son instrucciones, pero las hemos clasificado como destrezas porque forman parte del aprendizaje, del cambio en conducta del creyente. Una de estas es aprender a adquirir y a desarrollar este conocimiento en comunidad. Esto es, en comunión y en colaboración con otros miembros del cuerpo de Cristo. Pablo dice lo siguiente a este respecto:
“13 hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; 14 para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, 15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo,” (Efesios 4:13-15, RV 1960)
La lectura de estos versos nos permite llegar a la conclusión de que el crecimiento corporativo en el conocimiento del Señor forma parte de la receta celestial para combatir los errores doctrinales. Este es también parte de la receta para combatir la inmadurez espiritual. Este es además parte de la receta para alcanzar ser como Cristo.
Estamos convencidos de que el tiempo pos-pandemia será uno glorioso e inigualable. Esta convicción surge de la impartición que hemos recibido del Espíritu Santo. El anhelo del Espíritu de Dios es dar a conocer a Cristo a la Iglesia del Señor como nunca antes ha sido conocido. Invitamos a los lectores a hacer suya la oración paulina y que pidamos juntos al Señor que nos de revelación y espíritu de sabiduría para adquirir hambre y sed por esa “epignōsis”, por la ampliación del conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesús.
Esta intervención del Espíritu Santo va a provocar un avivamiento sin precedentes dentro y fuera de la Iglesia.
Referencias
[1] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 232–251). Eerdmans.
[2] Himno #103 del Himnario de Gloria.
[3] Himno #173 del Himnario de Vida Cristiana.
[1] Quell, G., Kittel, G., & Bultmann, R. (1964–). ἀλήθεια, ἀληθής, ἀληθινός, ἀληθεύω. In G. Kittel, G. W. Bromiley, & G. Friedrich (Eds.), Theological dictionary of the New Testament (electronic ed., Vol. 1, pp. 232–251). Eerdmans.
[2] Himno #103 del Himnario de Gloria.
[3] Himno #173 del Himnario de Vida Cristiana.
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