840 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 20 de marzo 2022

La Carta a los Efesios: una carta para la Iglesia en el mundo post-Covid (pt. 5)
La Iglesia y el poder de la oración 840 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 20 de marzo 2022

 
“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones,”  (Efe 1:15-16, RV 1960)

            Hemos estado analizando la carta que el Apóstol Pablo le escribió a la Iglesia que estaba en la ciudad de Éfeso. Esta ha sido clasificada por muchos teólogos como el Evangelio de la Iglesia. Esto es así porque esa carta se detiene a reflexionar acerca de qué es la Iglesia, cómo opera la Iglesia, hacia dónde peregrina y crece la Iglesia, cuáles son algunos de los ministerios esenciales de la Iglesia y cómo se alimenta y se defiende la Iglesia. Además, en esta carta Pablo se detiene a describir el canal o la avenida por la que la Iglesia transita para alcanzar estas cosas.

Las noticias bélicas, de los crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso, asesinando niños, mujeres y ancianos sin piedad alguna, amplía la necesidad de analizar esta carta. Esto es así porque la Carta a Los Efesios es sin duda una carta para el tiempo del fin. Es cierto que no encontramos en ella profecías, revelaciones ni explicaciones de estas. Pero no es menos cierto que esta carta describe como debe comportarse la Iglesia del último tiempo.

Ya hemos visto en reflexiones anteriores que la Iglesia es definida en esta carta como templo del Espíritu Santo (Efe 2:20-22), como la nueva humanidad creada en Cristo Jesús (Efe 2:10) y como miembros de la familia de Dios (Efe 2:19). La Iglesia es definida allí como un organismo vivo que opera como el Cuerpo de Cristo (Efe 4:1-7) y como posesión adquirida por Dios (Efe 1:14). La Iglesia es definida en esta carta como un cuerpo que peregrina hacia la meta de alcanzar la estatura del varón perfecto, del varón maduro (Efe 4:1-13) y algunos de sus ministerios esenciales son las misiones, la predicación, la evangelización, el cuidado pastoral y la enseñanza (Efe 4:11-12). Destacamos que estos no son los únicos ministerios de la Iglesia. Lo sabemos porque Pablo describe muchos más en otras de sus cartas.

Además, Pablo dice en la Carta a Los Efesios que la Iglesia se alimenta del Espíritu (Efe 5:18-20) de la Palabra (Efe 5:26; 6:17), que ella vive por su fe, y por su fidelidad en Cristo (Efe 1:15).
Pablo añade en esta carta que la Iglesia transita por la avenida de la Gracia:
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”  (Efe 2:8-10)

O sea, que la nueva humanidad que describe el Nuevo Testamento es creada mediante la Gracia que colocó a Cristo en el Calvario para que nosotros pudiéramos caminar por ese camino (Cristo, Jn 14:6) Este camino Dios lo había preparado desde antes de la fundación del mundo (1 Ped 1:20).

Ahora bien, en su deseo de satisfacer las necesidades aleatorias a la alimentación de la Iglesia, el Apóstol Pablo realiza en esta carta unos ejercicios repletos de gracia y de sabiduría. Estos ejercicios son ejercicios de oración. De hecho, esta es la única carta escrita por este Apóstol en la que él hace esto.
Los hemos llamado ejercicios porque el Apóstol no se limita en ellos a hablar acerca de la oración. El Apóstol recibe la inspiración del Espíritu Santo para escribir acerca de cómo es que él estaba orando por esa Iglesia. Por ende, como estaba orando por la Iglesia de todas las generaciones en la historia.

El año pasado (2021) compartimos algunos datos acerca de esto en nuestras columnas bisemanales; las que se publican en la página Facebook y en otras plataformas que utiliza nuestra Iglesia. Decíamos en la columna publicada el siete (7) de septiembre de ese año que encontramos dos (2) de esos ejercicios de oración en la Carta a los Efesios. El primero, es un ejercicio de oración para que la Iglesia pudiera conocer, saber y entender. En otras palabras, ser iluminada por Dios. Este ejercicio de oración lo encontramos en Efesios 1:15-23. El segundo ejercicio de oración es dedicado a interceder para que la Iglesia pudiera alcanzar ser. O sea, una oración que procura que la Iglesia pudiera ser capacitada y empoderada. Ese ejercicio lo encontramos en Efesios 3:13-21.

Es muy interesante el hecho de que el Apóstol no estaba orando por un grupo de no convertidos, de amigos de la Iglesia o de novatos en la práctica de la fe Cristiana. Pablo presenta estas dos (2) oraciones intercediendo por una de la Iglesias más poderosas que ha conocido la vida Cristiana en toda su historia. Lo que esto significa es que si Pablo se vio inspirado a orar así por una Iglesia con estos quilates, entonces nosotros no debemos tener duda alguna de que tenemos que apoderarnos de estas clases de oraciones. Nosotros tenemos que orar así.

El análisis de estas oraciones no es y nunca será un ejercicio simple. De entrada, basta saber que fueron escritas rompiendo con muchas de las reglas gramaticales y de redacción. Por ejemplo la primera de estas fue redactada en una sola oración: Efe 1:15-23. La segunda fue escrita utilizando dos (2)  oraciones: Efe 3:14-19; 3:20-21.

El primer ejercicio de oración es el que nos ocupa en esta ocasión. Ya hemos dicho que se trata de un ruego, una intercesión, un clamor para que la Iglesia pudiera ser capaz de conocer, de saber, de entender, de ser iluminada por Dios.

Esta oración fue colocada en esta carta después del himno que el Apóstol Pablo comparte y en el que describe los temas de la elección, la redención, el perdón de pecados y los propósitos de Dios para esa posesión adquirida que el Señor ha llamado Su Iglesia. Es aquí que el Apóstol comienza a orar para que el Señor alumbrara los ojos del entendimiento de la Iglesia de modo que ella pudiera ser capaz de entender, de conocer, de internalizar y de poder hablar correctamente acerca de los siguientes temas:

  1. el carácter y las obras de Dios (Efe 1:16b-18a)
  2. nuestra esperanza (18b)
  3. que somos herencia de Dios (18c)
  4. el poder de la resurrección (19-23)
  5. el poder de Dios resucitó a Jesucristo (20a)
  6. el señorío de Cristo sobre todo
  7. el poder de Dios le exaltó y sometió a él todas las cosas (20b–22a)
  8. que Cristo es la Cabeza de la Iglesia
  9. El poder de Dios le puso como cabeza de la iglesia (22b–23)
  10. que la iglesia es complementaria de Cristo (23b)[1]

  Hay que puntualizar aquí que el deseo paulino al orar así no estaba dirigido al desarrollo de una Iglesia racional, capaz de explicar y de entender todas estas cosas. De hecho, hay muchas áreas del conocimiento de los siete (7) escenarios que hemos mencionado aquí que siempre serán un misterio para el creyente.

 Un colega académico en el área de las ciencias puras lo expresó con una precisión quirúrgica. Él decía que nunca seremos capaces de desarrollar un ejercicio de abstracción que sea suficientemente adecuado para entender los misterios de Dios. Una pregunta sencilla puede ayudarnos en el proceso de  validación de esta aseveración: ¿Cómo organiza Dios los ésteres que producen los olores de las flores y que estos nunca se confundan? ¿Cómo arregla Dios las cetonas, los aldehídos, los alcoholes y los terpenoides  para sus sabores? Sabemos bastante acerca de cómo funcionan los receptores que nos permiten reconocer si el alimento que consumimos es dulce, amargo, agrio, salado, frío o caliente. Sabemos que el olfato está íntimamente ligado a estas operaciones. Sin embargo, quedan muchas preguntas sin respuestas absolutas en esto que damos por sentado. Tenemos que aceptar que tenemos problemas para poder entender todo esto, esto que pertenece a lo rutinario, a lo del día a día de la creación de Dios. Por lo tanto, no nos debe sorprender que no tengamos la capacidad necesaria para entender la eternidad, la majestad, la santidad, el amor y el poder de Dios.

  El primer ejercicio paulino de oración que encontramos en esta carta procura destacar otra cosa. Esto es, la necesidad de establecer un diálogo permanente con Dios. Ese diálogo permanente abre las puertas para una relación personal mucho más estrecha con el Espíritu Santo que ilumina, que alumbra y que nos enseña a glorificar a Cristo (Jn 16:13-15).
 Oswald Chambers fue uno de los mejores exponentes de esta gran verdad. Encontramos datos acerca de esto en su libro “En pos de lo supremo (My Utmost for His Highest)”; especialmente en su reflexión para el 29 de abril: “Gracious Uncertainty” (La gracia de la incertidumbre).

  “Cuando nos convertimos en simples promotores o defensores de una doctrina, algo se muere dentro de nosotros. No le creemos a Dios, sólo creemos en nuestras opiniones acerca de Él. Jesús dijo: ...«Sino os volvéis... como niños» (Mateo 18:3). La vida espiritual es la vida de un niño. No nos falta seguridad con respecto a Dios, sino a lo que Él va a hacer después. Si sólo estamos seguros de nuestras creencias, nos damos el honor a nosotros mismos y somos inflexibles; además, asumimos la prohibición de modificar nuestros puntos de vista. Pero cuando nos relacionamos de una manera correcta con Dios, la vida está llena de espontáneas y alegres incertidumbres y expectativas. Jesús dijo: "Creed también en mí", Juan 14:1, y no: "Creed ciertas cosas acerca de mí". Déjaselo todo a Él y será gloriosamente incierto el modo en que Él se va a manifestar. Pero puedes estar seguro de que lo hará. Permanece fiel a Él.”

  Dentro de las muchas cosas relevantes que Chambers dice aquí encontramos la aseveración de que la vida espiritual del creyente en Cristo es la vida de un niño: totalmente dependiente de Dios. Además, que esa vida adquiere otras dimensiones cuando nos relacionamos correctamente con Dios  como nuestro Padre Celestial.

 Es en esa relación y desde esa relación que el Señor nos ilumina para que podamos trascender del mero conocimiento de Dios a la internalización del significado de Su presencia. Es en esa clase de relación que podemos adentrarnos en lo que representan el carácter y las obras del Eterno: en Cristo Jesús nuestro Salvador. Al mismo tiempo, esto le concede otros “colores” a la esperanza que tenemos en Cristo y le ofrece un significado profundo a todo lo que somos como herencia de Dios. Es en esa relación que el poder de la resurrección adquiere otro significado; así también el señorío de nuestro Salvador y el aspecto complementario de la Iglesia.[2]
 
 Examinemos esto desde otro punto de vista: los resultados netos del poder de la resurrección en Cristo Jesús. Pablo utiliza la siguiente frase para explicarlo:
  “según la operación del poder de su fuerza,” (Efe 1:19b, RV 1960)
  “accordingG2596  to the workingG1753 of his mightyG2479 powerG2904,” (KJV w Strong Dictionary ID ) Veámoslo una vez más bajo el lente de un comentario bíblico muy conservador:[3] MIGHT, “ischus”, is the state or simple efficiency of this attribute in God; POWER, “kratos”, is this might or efficiency in action; ENERGY (working), “energeia”, is the quantum of force, momentum, or velocity, with which the power is applied.

  Dios tiene toda la fuerza (“ischus”, G2479). Él no tiene que ir a ningún lugar para conseguirla o para ser más fuerte. Esa fuerza puesta en acción se llama poder (“kratos”). Dios es el Todopoderoso. La porción o la cantidad de ese poder en acción se llama operación (“energeia”).
 Esta frase implica que el poder desatado para operar esa resurrección operó “…según la eficiencia o la porción (“energeia” G1753) de la manifestación de poder (“kratos”, G2904) de la fuerza (“ischus”, G2479) de Dios…” O sea, que el poder necesario para resucitar a Jesucristo fue sólo una porción (“energeia”) del poder de Dios (“ischus”) puesto en acción (“kratos”).

 Sabemos que puede ser complicado, pero recordemos que estamos tratando de entender un poco el significado del poder de Dios y esto no es una tarea sencilla. Nos comprometemos a que haremos el espacio para regresar a este análisis en otras reflexiones.
 Sin duda alguna Pablo está presentando una declaración muy importante. En primer lugar porque establece un condicional para la operación del poder de Dios. Lo vemos “según” esa operación se manifiesta. Esto es, de acuerdo a la cantidad del poder de Dios que esté en acción. En segundo lugar, porque no podemos perder de vista que Pablo comienza diciendo que está orando para que la Iglesia pueda entender y permitir que esto la alumbre y la arrope (Efe 1:15-18). En tercer lugar, porque Pablo explica que esta operación fue vital en Jesucristo, al punto de que es ella la responsable de que Jesucristo alcanzar los siguientes peldaños (“benchmarks”) (Efe 1:20-22):
  •  Resucitándole de los muertos                                        
  •  Sentándolo a la diestra del Padre
  •  Dándole autoridad sobre principado y autoridad y poder y señorío
  •  Dándole autoridad sobre todo figura y personaje de renombre en todos los siglos
  •  Sometiendo todas las cosas bajo sus pies
  •  Poniéndole como Cabeza de la Iglesia

  Ya que este concepto es tan importante para Jesús, entonces tiene que ser muy importante para todos aquellos que creemos en Cristo Jesús como nuestro Señor y Salvador.
 No olvidemos que es mediante esa relación con Dios en Cristo Jesús que aprendemos que el entendimiento más preciado que podemos alcanzar es espiritual, que nuestra esperanza está ligada al llamado y que hay unas clases riquezas muy particulares en esa herencia celestial que nos han prometido. Es allí, desde esa relación personal con Dios que se desarrolla a través de la oración, que podemos internalizar que el poder de la resurrección también opera aquí y ahora, en todas las áreas de nuestra vida.

 Aprendemos que la vida adquiere otro significado cuando recibimos revelación de nuestro lugar en el cuerpo de Cristo, como parte de lo que Pablo llama la “plenitud de Aquel que todo lo llena en todo”
 (Efe 1:23). Ese poder, él que operó en Cristo resucitándole de los muertos nos lleva a vivir la vida en el Espíritu, la vida del Resucitado.
 
   [1]  Orth, S. (1997). Estudios Bı́blicos ELA: La unidad puede ser una realidad (Efesios) (pp. 23–30). Puebla, Pue., México: Ediciones Las Américas, A. C.
   [2]  Wiersbe, W. W. 1997, c1992. Wiersbe's expository outlines on the New Testament . Victor Books: Wheaton, Ill..
   [3]  Adam Clarke’s Commentary on the New Testament. Electronic Edition STEP Files Copyright © 1999, Parsons Technology, Inc., all rights reserved.
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