842 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 3 de abril 2022

La Carta a los Efesios: una carta para la Iglesia en el mundo post-Covid (pt. 7)
La Iglesia y el poder de la oración 842 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 3 de abirl 2022

 
“15 Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, 18 alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…”  (Efe 1:15-20, RV 1960)

            Esta oración que nos regala el Apóstol Pablo es sin duda un excelente modelo a seguir. Cada creyente en Cristo necesita estudiarla y conseguir que forme parte de su vida y de su estilo de dialogar con Dios.

Hemos dicho en nuestras reflexiones bisemanales más recientes que esta es una oración que usa la gratitud como expresión de alabanzas. Sí, Pablo le da gracias a Dios por el privilegio de caminar en la vida acompañados de creyentes cuya fe y amor poseen evidencias fehacientes. Aunque no parece muy evidente, es también una oración en la que se cancela todo efecto que pueda tener el temor inherente a nuestra humanidad. Esto se hace enfocando en la sabiduría, en la revelación de Dios y en la esperanza, aún en los momentos más difíciles por los que pueda estar atravesando el creyente.  Repetimos: Pablo no se enfoca en los problemas que esa Iglesia estaba enfrentando, ni en el liderato imperial y provincial que los estaba causando. Pablo se enfoca en la revelación, en la sabiduría de Dios y en las necesidades que él había diagnosticado en esa Iglesia. Esto es, esperanza, reconocer la herencia que nos espera en los cielos y la vida en el poder de la resurrección.

Pablo sabía que cuando nos enfocamos en la sabiduría, en la revelación de Dios y en la esperanza, podemos desarrollar la sensibilidad espiritual necesaria para conocer la voluntad divina. Esto es, reconocer en la revelación de Dios la dirección divina para los tiempos de crisis. A través de esa revelación podemos identificar lo que Dios desea que aprendamos de esos tiempos de inestabilidad y amenazas. Es obvio que si se puede aprender esto en tiempos difíciles, entonces se puede recibir esa dirección y el aprendizaje en tiempos de bonanza.
Esta oración paulina define la oración como una herramienta para llegar a hacer y para llegar a ser. Sí, llegar a hacer aquello para lo que él nos ha llamado; la esperanza del llamado recibido. Sí, llegar a ser aquello que él ha propuesto que seamos; la Plenitud de Aquél que todo lo llena en todo (Efe 1:22-23).

Como todo buen judío, Pablo fue educado en la disciplina de la oración utilizando el libro de Los Salmos. Decíamos en algunas de nuestras reflexiones publicadas en el 2008[1] que es un secreto a voces para todas las generaciones de creyentes que la Palabra de Dios es el mejor libro de texto para aprender a orar. El libro de Los Salmos se destaca sobre todos los demás libros de la Biblia para esta función.

 Compartimos allí que Juan Calvino llamaba el libro de Los Salmos “La anatomía de todas las partes del alma.” Calvino llegó a esa conclusión al observar que en ese libro, el de los Salmos, encontramos todas las clases de emociones que somos capaces de experimentar; temor, deseos de alabar, ansiedad, ira, amor, tristeza, desesperación, gratitud, angustia, duda, sufrimientos, gozo, deseos de venganza, arrepentimiento, y otros. Además, los Salmos nos ofrecen la oportunidad de decirle a Dios las cosas que le queremos decir con las palabras que queríamos usar y en la compañía de la percepción correcta de nuestra humanidad. Pablo conocía estas verdades.

 Los datos que hemos compartido hasta aquí nos ayudan a ampliar el entendimiento de lo que era la oración para la Iglesia del primer siglo.

 Quizás sea bueno mirar, aunque sea de manera superficial, cuál ha sido la percepción de la oración en otros momentos de nuestra historia como Iglesia Cristiana. Phillip Yancey escribió un libro muy bueno acerca de este tema, el de la oración.[2] Una de las grandes contribuciones de ese libro es el acercamiento histórico que él realiza para acercarse a este tema. Esto es, cuáles han sido las percepciones y las interpretaciones que se han desarrollado acerca de este tema. Adelantamos que el libro antes citado no es un libro académico. Aun así, el acercamiento laico que Yancey realiza a este tema es capaz de despertar los apetitos necesarios para continuar analizando la oración.
 
 Decíamos en las reflexiones del 2008 que en algún momento, Yancey  incluye en ese libro que el tema de la oración en los primeros seres humanos no era definido como un ejercicio ni como un proceso litúrgico. Adán y Eva experimentaron que la oración era un estilo de vida para ellos. Hay que recordar que Adán y Eva conversaban con Dios como amigos. La Biblia dice que Dios era el que venía a provocar el diálogo consuetudinario con la corona de Su creación.

  “8 El hombre y su mujer escucharon que Dios el Señor andaba por el jardín a la hora en que sopla el viento de la tarde, y corrieron a esconderse de él entre los árboles del jardín. 9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le preguntó: —¿Dónde estás? 10 El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín y tuve miedo, porque estoy desnudo; por eso me escondí.”  (Gn 3:8-10, DHH)
  “8 Cuando el día comenzó a refrescar, el hombre y la mujer oyeron que Dios el Señor andaba recorriendo el jardín; entonces corrieron a esconderse entre los árboles, para que Dios no los viera. 9 Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: —¿Dónde estás? 10 El hombre contestó: —Escuché que andabas por el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo. Por eso me escondí.” (Gn 3:8-10, NVI)

  Los lectores se habrán percatado que estos versos enseñan que uno de los efectos inmediatos del pecado fue provocar que el ser humano se escondiera. Esa reacción tenía varios propósitos. Uno de estos, la interrupción de ese diálogo, de ese estilo de vida. O sea, interrumpir la oración. Interrumpir la capacidad de dialogar con Dios con libertad y en cualquier momento. Fue allí, desde ese momento, que el ser humano comenzó a dejar de ver la oración como un estilo de vida.

 Sabemos que en la teoría, la oración es un acto esencial de todos los seres humanos. No ha existido un ser humano que no haya orado. Esto no está limitado a la fe Cristiana. Todos los seres humanos lo practican de alguna manera. Yancey dice que es como si la oración fuera el punto de contacto   con la idea de Dios que tenemos; el Dios del Universo. El problema, insiste él, es que en la práctica la oración se ha ido llenando de tirantez, de frustración y de tensión. El mundo de las súper avenidas de comunicación contribuye a esto. Por ejemplo, las generaciones anteriores a las nuestras oraban para que lloviera o para que dejara de hacerlo. Ahora somos invitados a estudiar los informes científicos, de la meteorología y las lecturas de la presión barométrica. Esto provoca que se nos haga difícil re-insertar a Dios en nuestras ecuaciones: al Dios que hizo la lluvia. Esto a su vez, provoca escepticismo, reacción que malea la oración con duda.

 Las generaciones posmodernas chocan con otra vertiente de esa lucha; la necesidad de controlar todo. Esta necesidad no nos permite comprender que la búsqueda del control termina llenándonos de nosotros mismos. Por ende, como decía A.W. Tozer, nadie que esté lleno de sí mismo puede tener una hambre y una sed genuina de Dios.

 Yancey argumenta que la prosperidad provoca un efecto similar en la oración. Es muy difícil decir “danos el pan de cada día” cuando las despensas están repletas con varios meses de provisión. Esto ha ayudado a convertir la oración en lo que George Buttrick llamaba “un espasmo de palabras perdidas en una indiferencia cósmica.”[3]
 
Thomas Merton decía que la oración es una expresión de lo que somos como seres humanos. Un ser humano en pecado es un ser que pierde la capacidad del diálogo, porque el pecado provoca que tengamos que hablar desde el centro de una humanidad incompleta. Ese es uno de los resultados del pecado, del carácter provocado por el pecado.
 
 Es por esto que cuando Dios pone en marcha el plan de salvación lo hace encarnándose como Palabra. Dios como la Palabra viva, como el Verbo encarnado procura con esto la redención del ser humano así como el restablecimiento del diálogo con Sus criaturas. La Cruz restablece ese diálogo y nos hace saber que somos seres humanos incompletos cuando no tenemos la relación correcta con Dios. Sólo la Cruz de Cristo puede restablecer esa relación. Sólo Cristo es el camino, la verdad y la vida. Nadie puede ir al Padre Celestial si no es a través de Él (Jn 14:6)
 De las reflexiones del 2008 hemos extraído que la Cruz hace algo más. Ella nos concientiza de lo que decía Gerald C. May. En el centro del alma de cada ser humano existe un deseo vehemente, innato, por la presencia de Dios. May decía que este deseo es el anhelo más profundo, nuestro tesoro más preciado, independientemente de si tenemos o no tenemos una conciencia religiosa. Solo Cristo puede devolvernos ese tesoro y con su sacrificio, Él consigue que la oración nos coloque en el lugar en el que Dios y el ser humano se puedan encontrar a diario.

 Yancey decía que si la oración puede hacer esto, entonces tenemos que aprender a orar.
 Yancey ha dicho, haciendo referencia a otro contexto, que la oración nos permite ser conscientes de unas perspectivas que tendemos a olvidar. Hablar con Dios es hablar con el Creador de todo lo que existe. Veamos un ejemplo sencillo de todo esto: si nuestra Galaxia fuera del grande de Norte América, nuestro sistema solar sería del grande de una taza de café. [4] El salmista nos hace saber esto en el Salmo 8:
  “3 Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, 4 Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (Sal 8:3-4, RV 1960).
              La oración paulina que encontramos en el primer capítulo de la Carta a los Efesios nos hace saber que la oración nos ayuda a corregir la miopía espiritual. En ella, Pablo no se circunscribe a presentar la oración como un expresión de lo que somos en Cristo (“posesión adquirida”), sino que se adentra en la necesidad de recibir la revelación de quién es Dios.
 Cuando recibimos esa revelación descubrimos que es entonces que somos capaces de responder una de las preguntas más importantes que encontramos en la Biblia: “¿quién es este?” (Lcs 8:25). Esto es así porque quedamos insertados en los que Pablo describe en la Carta a los Efesios cómo la manifestación del poder que resucitó a Cristo de entre los muertos:
  “19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, 20 la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…” (Efe 1:19-20, RV 1960)

  Hemos analizado los conceptos que Pablo utiliza aquí en nuestras reflexiones bisemanales de la última parte del mes que acaba de concluir: marzo 2022.  Estos son: “dunamis” (G1411), “energeia” (G1753), “kratos” (G2904) e “ischus” (G2479).
 
Cerramos esta reflexión con una cita directa de la reflexión publicada el 29 de marzo del año en curso:
  “Nos preguntamos, ¿cómo se relacionan estos conceptos de poder entre sí? Es obvio que todos ellos están intrínsecamente relacionados unos con otros y hay traslapo (“overlaping”) entre ellos. El profesor Harold W. Hoehner, que dicho sea de paso, es el escritor de uno de los libros de exégesis más intensos acerca de la Carta a Los Efesios[5], utiliza algunas ilustraciones para demostrar la relación entre estos conceptos. Una de estas, la del tractor “bulldozer.” Hoehner señala que este tractor posee el potencial la habilidad, la capacidad (“dunamis”) para echar árboles al suelo. Cuando lo miramos y estudiamos sus capacidades podemos sentir e internalizar la fuerza inherente (“ischus”) que este posee. Sin embargo, su poder dominante (“kratos”) se hace obvio cuando lo encienden y escuchamos su motor y este comienza a moverse. Ahora bien, este conocimiento se transforma en algo completamente distinto cuando lo vemos derribar un árbol y pasarle por encima con facilidad. Es allí que conocemos su poder (“enérgeia”).[6]
 
 Calvino, utilizando la metáfora de un árbol, decía que “ischus” eran sus raíces, “kratos” su tronco y sus ramas y que “enérgeia” es el fruto de ese árbol.[7]

 Con esto, Pablo está diciendo en esta carta que el poder de Dios no es uno pasivo; es activo.
 Estos conceptos se dominan mucho mejor desde la óptica de la física cuántica. ¿Qué es la física cuántica? Debemos explicar que el mundo visible se rige por las reglas que desarrolló Isaac Newton; las reglas de newton. Estas reglas son buenas para el mundo que vemos a diario, pero no sirven en el mundo sub atómico. Los escenarios en los que operan los átomos se rigen por las reglas de la física cuántica.[8],[9]  

 Por ejemplo, en el mundo visible nadie puede estar en dos (2) lugares al mismo tiempo. En cambio, en ese mundo un objeto sí puede estar en dos (2) lugares al mismo tiempo.[10], [11]Además, en el mundo sub atómico uno encuentra objetos que pueden poseer más de una naturaleza al mismo tiempo. En el mundo visible no.
 
 Tomemos como ejemplo a los electrones. Sabemos que estos son partículas. En 1906 Joseph J. Thomson se ganó un premio nobel de física por descubrir esto.[12]  Lo que hace esta discusión interesante y relevante es que años más tarde, en 1929, Louis-Victor Pierre Raymond de Broglieo se ganó el mismo premio por descubrir que los electrones son ondas[13]. Lo que hizo grande este descubrimiento es que los electrones son esas dos cosas al mismo tiempo. O sea, que un objeto puede poseer dos naturalezas, dos descripciones, distintas al mismo tiempo.
 Por otro lado, en la física cuántica encontramos que el tiempo se puede detener; una descripción elemental de la operación fuera del tiempo.

 Aclaramos que ninguna de estas reglas le aplican a Dios. Dios creó estas reglas, pero Él no puede ser dominado por ninguna de estas. No obstante, estas reglas de la física cuántica nos conducen a formular algunas preguntas. ¿Un objeto creado puede estar en varios lugares al mismo tiempo y Aquél que lo creó no puede ser Omnipresente; estar en todas partes al mismo tiempo? ¿Un objeto creado puede existir en un tiempo que se detiene, que está fuera de las reglas del tiempo y Dios no puede ser eterno? ¿Un objeto creado puede ser partícula y onda al mismo tiempo y Dios no puede ser Padre, Hijo y Espíritu Santo siendo un solo Dios?”
 
  Es la revelación de ese poder la que Pablo le pide a Dios que le conceda a la Iglesia.
 Pablo comienza dando gracias y luego de esto le pide al Padre que le concediera a la Iglesia sabiduría espiritual (espíritu de sabiduría) y percepción, para que crecieran en el conocimiento de Dios. A esto, Pablo le añade que estaba pidiendo que Dios les inundara el corazón de luz, para que pudieran entender la esperanza segura que Dios ha dado a los que llamó, a su pueblo santo; aquellos a quienes Él ha convertido en su herencia rica y gloriosa. Estos son los conceptos y la sintaxis que utiliza la Nueva Traducción Viviente cuando nos ofrece los versos 17 y 18 del primer capítulo de la carta.

 ¿Cómo es que se alcanza poder orar así? Aún más: ¿cómo se puede orar así cuando uno está preso y sabe que le queda poco tiempo en este lado del río? Esto se alcanza cuando uno ha sido poseído y transformado por el poder de la resurrección. Es allí que comenzamos a vivir vidas resucitadas. Es allí que comenzamos a entender la necesidad que tenemos de morir al yo para que Cristo viva en nosotros (Gál 2:20). Es allí que comienza a hacer sentido que vivimos aquí para Cristo (Fil 1:21).
 
   [1] El Heraldo, Boletín Institucional, Enero 28, 2008.
   [2]  Yancey, Philip. 2006. “Prayer: Does it make any difference?” Grand Rapids: Zondervan.
   [3] Ibid. pp. 13-15.
   [4] Ibid. pp. 17-22.
   [5] Su obra literaria posee 1272 páginas de análisis sobre esta carta.
   [6] Hoehner, Harold W.. Ephesians Baker Publishing Group. Kindle Edition, p. 271.
   [7] Calvin, [Jean]. The Epistles of Paul the Apostle to the Galatians, Ephesians, Philippians and Colossians, p 165. Translated by T. H. L. Parker. Calvin’s Commentaries, ed. David W. Torrance and Thomas F. Torrance. Grand Rapids: Eerdmans; Edinburgh: Oliver & Boyd, 1965, 121– 224 [121– 23] [1st published in 1548].
  [8] https://arxiv.org/abs/quan ph/0405069#:~:text=We propose six principles%
20as,indestructibility and increatiblity of particles.
   [9]  http://chadorzel.com/principles/2010/01/20/seven-essential-elements-of-qu/
   [10] https://www.askamathematician.com/2009/12/q-can-things-really-be-in-two-places-at-the-same-time/
   [11] https://www.livescience.com/2000-atoms-in-two-places-at-once.html.
   [12] https://www.britannica.com/science/atom/Discovery-of-radioactivity.
   [13] https://www.nobelprize.org/prizes/physics/1929/broglie/facts/.

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