844 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 17 de abirl 2022

La resurrección de Cristo; poder de Dios para restaurar el diálogo con el Eterno 844 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 17 de abirl 2022
 
“34 Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros. 35 Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36 Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.  38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.”  (Rom 8:34-39)

El mensaje de la cruz es Dios hablando a los seres humanos acerca de Su gracia y de Su
misericordia. Así lo señaló Karl Barth. Este teólogo Suizo afirmaba que el Evangelio presenta a un Dios completamente distinto de los hombres; que la salvación viene a los seres humanos de Él porque nosotros somos incapaces de conocerle. Barth señalaba que este principio bíblico requiere reconocer que la Biblia, como Palabra de Dios, habla por sí sola[1]. El Evangelio, decía Barth, no es una cosa en medio de otras cosas, para ser aprendida y comprendida. El Evangelio es la Palabra del Origen Primigenio de todas las cosas. El Evangelio no es un evento, decía Barth, ni una experiencia, o una emoción. En otras palabras, es la percepción clara y objetiva de lo que ojo no vio ni oído escuchó. Se trata de la revelación que Dios le da al ojo de la fe de algo que pertenece al eterno misterio de Su Ser Eterno[2]. 
 El Evangelio solo se puede recibir por fe, y este crea eso que presume;[3] la fe, porque la fe no es el producto del trabajo del ser humano; es la obra de Dios (Efe 2:6-8).
             
El Evangelio es el mensaje de las buenas nuevas de lo que Cristo hizo por nosotros en la cruz del Calvario. ¿Qué consiguió Cristo en la Cruz del Calvario? Tenemos que señalar que Cristo consiguió mucho más que completar a la perfección la obra de redención. El sacrificio de Cristo en la cruz del Calvario juzgó al pecado. Ese juicio, el de la cruz, sentenció al pecado.  
  “6 Sabemos que lo que antes éramos fue crucificado con Cristo, para que el poder de nuestra naturaleza pecadora quedara destruido y ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado. 7 Porque, cuando uno muere, queda libre del pecado.”  (Rom 6:6-7, DHH)
  
 Además, nuestro Señor fue a la cruz para derrotar a Satanás.
  
 “13 Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados, 14 anulando el acta de los decretos que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, 15 y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz.” (Col 2:13-15)
   Como si esto fuera poco, la Biblia dice que el sacrificio en la cruz del Calvario también sirvió
 para que Dios reconciliara al mundo consigo mismo.
“18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. 21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”  (2 Cor 5:18-21)
  Todo esto requirió el uso de un poder sobrenatural para poder lograrlo. La buena noticia es que en Cristo Jesús podemos encontrar varias fuentes de ese poder sobrenatural, el poder de Dios. De entrada, la Biblia dice que el mensaje del Evangelio es potencia de Dios:
  “16 Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Rom 1:16)
  Para poder entender el alcance y las dimensiones de ese poder hay que entender que el mensaje bíblico subraya que el mensaje del Evangelio desata todo el poder de Dios sobre aquellos que lo reciben y permanecen en Cristo. Ese mensaje dice que todo lo que Dios ha revelado, propuesto, dispuesto y establecido para los creyentes sucede en Cristo; ocurre en Cristo. Por ejemplo, la Biblia dice que nosotros alcanzamos el perdón de pecados por la sangre de Cristo, pero que somos perdonados  en Cristo:
  “32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo” (Efe 4:32)

  Hay que estar en Cristo para mantener ese perdón. La Biblia dice que ese perdón facilitó la creación de una nueva humanidad en Cristo.

  “10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efe 2:10)

  La Biblia dice que el propósito eterno de Dios para la humanidad está hecho, completado en
 Cristo.
 
“10 para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales, 11 conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor,” (Efe 3:10-11).
  
  La Biblia dice que nuestro llamamiento, que es supremo, es en Cristo (Fil 3:14). La Biblia dice
 que nuestra vida es, se obtiene en Cristo (2 Tim 1:1). La Biblia dice que la gracia de la que recibimos la salvación, el favor no merecido de Dios, es en Cristo (2 Tim 1:9; 2:1). La Biblia dice que la salvación es en Cristo (2 Tim 2:10). La Biblia dice que nuestro amor es en Cristo (2 Tim 1:13). Ella dice que nada nos podrá separar de ese amor que es de Dios Cristo Jesús; se encuentra en Cristo Jesús nuestro Señor.
  “38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom 8:38-39)

  La Biblia dice que nuestra fe es en Cristo (Gál 3:26), que la salvación es por la fe en Cristo (2
 Tim 3:15). La Biblia dice que la bendición de Abraham nos alcanza en Cristo (Gál 3:14). La Biblia dice que nosotros escogemos vivir piadosamente en Cristo (2 Tim 3:12).  La Biblia dice que la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guarda nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús (Fil 4:7). La Biblia dice que nuestro Dios suplirá todo lo que nos falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4:19). La Biblia dice que todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Fil 4:13).

 La Biblia dice que nuestra resurrección, la que ocurrirá en el rapto de la Iglesia, ocurrirá si estamos en Cristo:

“16 Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.” (1 Tes 4:16)
             
La Biblia expande estas aseveraciones cuando señala que esa resurrección, la de los muertos en Cristo, ocurrirá así porque hemos vivido en Cristo. Dicho de otra forma, porque hemos decidido aspirar a ser uno con Él.
  “8 Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo,  9 y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; 10 a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, 11 si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Fil 3:8-11)
  Estos son solo algunos ejemplos de todo lo que abarca la frase “en Cristo.”
 Hemos dejado en el tintero aseveraciones que señalan que recibimos bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo (Efe 1:3) y que hemos sido escogidos en Él (v. 4). Es más, es a esos seres humanos que han decidido estar en Cristo que Dios le concede tener revelaciones de cosas inefables:
  “2 Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo.” (2 Cor 12:2 RV 1960)
             
El Evangelio es claro: todo en este se desarrolla porque estamos en Cristo. Es aquí que la máxima Cristiana cobra otro significado; se reafirma:
  “5 Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. 6 El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. 7 Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. 8 En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. 9 Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. 11 Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” (Jn 15:5-11)

  ¡Separados de Cristo, nada podemos hacer! La salvación se produce porque estamos en Él. El fruto del Espíritu se produce porque estamos en Él. La vida del Resucitado se manifiesta en nosotros porque estamos en Él. La transformación de cada pecador se produce por el poder del Evangelio; en aquellos que creen y están en Él. Así mismo, la resurrección para vida eterna se efectuará en nosotros porque estamos en Él. O sea, que el poder viene de Él, de Cristo el Señor.

 Ese mensaje estaría hueco, carente de poder sin el sacrificio de Cristo en la cruz. El Evangelio
 opera desde el poder manifestado en la misma cruz del Calvario. La Biblia dice que el poder de Dios desatado en la cruz el Calvario derrotó los principados y las potestades de las tinieblas en esa cruz (Col 2:13-15). Todo esto puede ser resumido diciendo que el poder del mensaje del Evangelio, el mensaje de las buenas nuevas de salvación a través de la cruz de Cristo, es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree (Rom 1:16). Es Dios mostrando su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (Rom 5:8).

Es aquí que se encienden los reflectores de la resurrección de Jesucristo. Esa resurrección es otra revelación del poder de Dios que nos invita como creyentes a decidir morir en la cruz a nuestra vieja manera de vivir para que el Señor nos regale una vida nueva.

 Sabemos que la Biblia dice que la resurrección de Jesucristo hizo disponible el poder de Dios para cada creyente (Efe 1:19-20). El poder desatado allí es inimaginable. Ese poder desatado nos lleva a aceptar negarnos a nosotros mismos y llevar nuestra cruz cada día (Lcs 9:23). Ese poder desatado nos lleva a aceptar con alegría que las cosas viejas pasaron y que todas tienen que ser hechas nueva (2 Cor 5:17). Ese poder desatado en la resurrección nos hace aceptar con gozo que vamos a caminar en una novedad de vida invisible, dando la gloria a Dios y cerrando cada vez más el espacio del pecado cada día que pasa.

 Esa vida nueva es una vida desarrollada por la fe y viviendo por el Espíritu Santo; viviendo de fe
 y viviendo del Espíritu Santo. Es necesario señalar que el Espíritu Santo es regalado por fe en Cristo Jesús y en su sacrificio. También es necesario señalar que la Biblia dice que el justo vive por la fe (Rom 1:17).

 Todo esto significa que esa nueva criatura ha aceptado vivir por la muerte de Jesucristo una vida que solo es posible bajo el poder de la resurrección del Señor. Vivir esa vida bajo el poder de la resurrección trae consigo la seguridad de una nueva ciudadanía en los cielos (Fil 3:20), la vitalidad de una vida escondida con Cristo en Dios (Col 3:3) y un punto de observación, de relación y diálogo que es invisible; “Porque en él vivimos, y nos movemos, y somos;” (Hch 17:28a).

 Barth decía que esa nueva vida incluye la capacidad de creer y caminar más allá de donde se
 acaba la visibilidad, de donde se acaban las fuerzas y de donde se acaba lo finito y lo concreto de los eventos de nuestras vidas.[4] Esa vida nueva desatada por la sangre de Jesucristo y el poder de su resurrección, define que nuestro ego murió y que Jesucristo es el nuevo Ego de la creación (“Sepultados juntamente con Él en el  bautismo….” Rom 6:4).

 Barth planteaba que el primer Adán vio caer su ego y el Segundo Adán, Cristo, nos propone
 aceptar el suyo.[5]  Como dice el Apóstol Pablo:
  20 Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.  (Gal 2:20)

  Esta manifestación del poder y de la misericordia de Dios re-establece el diálogo entre Dios y los hombres. Ese diálogo se había perdido en el Jardín del Edén.
  “1 Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto? 2 Y la mujer respondió a la serpiente: Del fruto de los árboles del huerto podemos comer; 3 pero del fruto del árbol que está en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de él, ni le tocaréis, para que no muráis. 4 Entonces la serpiente dijo a la mujer: No moriréis; 5 sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal. 6 Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto, y comió; y dio también a su marido, el cual comió así como ella. 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales.” (Gén 3:1-7)
  
 Cristo restablece ese diálogo. Él lo puede hacer porque es el Verbo encarnado, porque es el Vencedor de la cruz y el Señor de la resurrección. Él es la voz y el mensaje de gracia; el único camino para poder llegar al Padre celestial.
  “1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4 hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.”
 (Heb 1:1-4)


  El poder del Resucitado está sobre nosotros para capacitarnos y vencer cualquier clase de
 enemigo u obstáculo que enfrentemos (Efe 1:18-20). Esto incluye vencer nuestra incapacidad para restablecer el diálogo con Dios. Sabemos que el amor de Dios es el que provoca que el Resucitado se ocupe de que tengamos herramientas para lidiar en la vida y hacerlo con la garantía de que no seremos derrotados. Esto es parte de lo que está incluido en la capacidad de operar en el poder de la resurrección de Jesús (Fil 3:10).

 Concluimos diciendo que es curioso que la Biblia identifique que es una mujer la primera persona que habla con el Resucitado y que también lo hace en un jardín; en el de la resurrección. Este dato es muy interesante porque vimos que el primer libro de la Biblia, el Génesis, nos presenta a una mujer en un jardín (el del Edén) respondiendo a unas preguntas que le formuló el Engañador y el Destructor de nuestra relación con el Padre Celestial.
 El Cristo de la resurrección comienza la fase de la revelación de este prodigio formulándole una pregunta a otra mujer. Sabemos que las preguntas del Engañador trajeron el pecado, la muerte, la separación de la comunión con el Padre y la incapacidad de los seres humanos para enfrentar la vida de forma adecuada:
  “¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Gén 3:1b)
  La mujer que estaba en el huerto del Edén decidió responder a esa pregunta y sus respuestas la condujeron a la vida en las tinieblas del pecado y de la separación de Dios. El Cristo resucitado le formuló una pregunta y la mujer que estaba en ese huerto también decidió responder:
  “Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré.” (Jn 20:15b)

  El relato del Jardín que describe el libro del Génesis predica que las respuestas que la mujer
 escuchó de la serpiente la condujeron a la muerte. El relato juanino predica que la respuesta que la mujer escuchó del Resucitado la condujo a la vida eterna. El relato del Génesis coloca a la mujer en el jardín como una más, sin nombre, sin personalidad propia. Así nos ve el Engañador. El relato juanino predica una historia distinta.

 ¿Qué hizo el Resucitado? El Resucitado llamó a la mujer por su nombre y lo hizo con el poder de la resurrección. El relato del Jardín del Edén coloca a la mujer y a su esposo tratando de esconderse de Dios; temerosos. El relato juanino coloca a la mujer al aire libre, anunciando, declarando, predicando, exponiéndose: sin temor. Esto es el producto inmediato de cualquier diálogo con el Resucitado.

 Nos preguntamos: ¿qué respuesta aspiramos a escuchar? El poder de la resurrección cambió el curso de la historia de esta mujer y el de toda la humanidad. ¿Quieres que cambien el suyo? Le invitamos restablecer o el diálogo con el Resucitado.

 Este es un diálogo de fe, en fe y para fe. La fe en el Resucitado es fe en su resurrección. Es asombro constante ante Su Presencia. Esa fe es entonces la afirmación de su resurrección.
 La vida en Cristo Jesús es entonces una invitación a vivir constantemente bajo el poder de Dios manifestado de varias maneras, Algunas de estas son: el poder de la sangre del Cordero de Dios que quita el pecado del Mundo, el poder de la resurrección de nuestro Salvador y Dios, el poder del Evangelio y el poder del Espíritu Santo de Dios (Hch 1:8).
 
[1]   http://www.scielo.org.za/pdf/stj/v5n3/13.pdf
[2]   http://files1.wts.edu/uploads/images/files/WTJ/Machen Theology of Crisis.pdf
[3] Karl Barth. (1968). The Epistle to the Romans. London: Oxford Press (6th re-print of the book written in 1933), pp. 28-34.
[4]  Se recomienda leer el Libro “Living the resurrection,” escrito por Eugene H. Peterson (NavPress: Colorado Springs, 2006)
[5]  Karl Barth. (1968). The Epistle to the Romans. p189

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