Reflexiones de Esperanza: Efesios - Cristo y la Iglesia (Parte IV)

“1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. 4 Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, 5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), 6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, 7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús. 8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.”  (Efesios 2:1-10)

Nuestra reflexión anterior nos condujo a la conclusión de que la Carta a los Efesios nos ofrece, al menos, tres (3) acercamientos al concepto de la Iglesia. Esto es a la eclesiología, a la teología acerca de la Iglesia[1]. Estos son:
  
  • descripciones operacionales de la Iglesia
    • Ej.: la Iglesia como Cuerpo de Cristo, como edificio de Dios, como familia de la fe, etc.
  • descripciones del carácter de la Iglesia
    • Ej.: la Iglesia como la plenitud de Cristo, compuesta por fieles, llamados por la fe, y  a la luz de la verdad, del conocimiento de Dios, etc.
  • una descripción de la composición de la Iglesia y de su tarea (Efesios 2:1-10).
             
Permítanos presentar un ejemplo de lo que es una descripción operacional de la Iglesia. Sabemos que Cristo es la Cabeza de la Iglesia (Efe 1:22). Una interpretación sencilla y directa de esta expresión es que Cristo es la fuente de vida de la Iglesia, su Soberano supremo; Aquel que está siempre presente y que es capaz de amarla como nadie más la puede amar. Esta es una de las razones por la que Pablo dice lo siguiente en los próximos capítulos de esta carta y en otras de ellas:
 
“15 sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo, 16 de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:15-16)
  
“23 porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador……..25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella……29 Porque nadie aborreció jamás a su propia carne, sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia,” (Efesios 5:23, 25, 29)
 
La Iglesia como Cuerpo de Cristo, con Él como la cabeza de ella, ha sido llamada a la unidad. Este es un tema recurrente en las cartas paulinas. Veamos algunos ejemplos:
 
“4 Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.”  (Romanos 12:4-5)
 
“26 De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. 27 Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1 Corintios 12:26-27)
 
Estas aseveraciones predican algunas de las características de la Iglesia. Entre estas encontramos  la unión íntima de la Iglesia con Cristo, la dependencia de la Iglesia de Cristo y la comunidad de vida que tenemos con Él. Cuando el Profesor Charles Hodge analizó estos versos bíblicos (Efe 1:21-23) concluyó que estos tratan con la descripción del desarrollo de la naturaleza de la Iglesia, de sus atributos y de sus prerrogativas.[2]  O sea, que la Iglesia de Cristo no puede tener otra naturaleza, no puede procurar otros atributos, ni abrazar otras prerrogativas, facultades, privilegios o exenciones que aquellas que Cristo le ha concedido como Su Cuerpo.
 
La expresión “lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia” (Efe 1:22) describe la esfera de la eficiencia de Cristo sobre la Iglesia. Ahora bien, no olvidemos que esta expresión bíblica indica que esto fue un regalo que Dios el Padre le dio a la Iglesia.[3]

Sabemos que más de uno debe estar preguntándose por qué hemos insertado este análisis aquí. Las razones no son muy complicadas. Una de ellas que estas expresiones nos conminan a evaluar la composición de la Iglesia que Pablo nos ofrece en el capítulo dos (2) de la Carta a los Efesios. Esto es, que si el Padre nos ha dado vida es porque Cristo es la cabeza de la Iglesia:

“5 aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)” (Efesios 2:5) 
           
Si nosotros vivimos bajo el poder de la resurrección que operó en Cristo es porque el Padre nos resucitó juntamente con Aquél que es la cabeza de la Iglesia. Además, si estamos sentados en lugares celestiales es porque somos el cuerpo de Cristo y separados de Él nada podemos hacer (Jn 15:5):

“6 y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,” (Efesios 2:6)

Añadimos a esto que la revelación de la Iglesia como Cuerpo de Cristo no se adquiere a través de los brazos o de los hombros de ella. Esa revelación se recibe a través de Cristo como cabeza de la Iglesia:

“7 para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.”  (Efesios 2:7).

Además, sabemos que somos una nueva creación (2 Cor 5:17) y vivimos como nuevas criaturas porque formamos parte del Cuerpo de Cristo y no porque lo hayamos ganado de alguna forma. Todo aquello que hemos sido llamados a hacer, aquello que puede agradar a Dios, pertenece a un plan insondable y eterno. En otras palabras, no se trata de nosotros como personas pre-seleccionadas, sino de unas tareas preseleccionadas de antemano y dirigidas por Aquél que es la cabeza de la Iglesia.
 
“8 Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; 9 no por obras, para que nadie se gloríe. 10 Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:8-10)
 
Ahora bien, consideremos el alcance de este análisis cuando insertamos en estas aseveraciones la siguiente expresión:

“23 la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:23)

Somos Su cuerpo (“sōma autou”) y somos la plenitud de Aquél (“to plērōma tou”) que todo lo llena en todos. O sea, que Cristo es quien lleva todas las cosas a su plenitud (DHH) y que Cristo es el que  llena la iglesia con su presencia (PDT). Dicho de otra forma, la Iglesia es la plenitud de Cristo porque ella está llena de Él.

La aseveración de que la Iglesia está llena del Espíritu de Cristo puede ser relacionada cona unas expresiones maravillosas que encontramos en el Antiguo Testamento; la gloria de Dios llenando el templo:

“11 Y los sacerdotes no pudieron permanecer para ministrar por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Jehová.” (1 Reyes 8:11)

“13 cuando sonaban, pues, las trompetas, y cantaban todos a una, para alabar y dar gracias a Jehová, y a medida que alzaban la voz con trompetas y címbalos y otros instrumentos de música, y alababan a Jehová, diciendo: Porque él es bueno, porque su misericordia es para siempre; entonces la casa se llenó de una nube, la casa de Jehová. 14 Y no podían los sacerdotes estar allí para ministrar, por causa de la nube; porque la gloria de Jehová había llenado la casa de Dios.” (2 Crónicas 5:13-14)

Tenemos que añadir a estos versos bíblicos una expresión que encontramos en el Nuevo Testamento. Esa expresión identifica a Cristo como el resplandor de la gloria de la gloria de Dios: “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Heb 1:3) La Iglesia como templo del Espíritu de Dios (Efe 2:21), está llena de plenitud de Cristo, del Espíritu de Cristo; está llena de la gloria de Dios. Cristo completa la Iglesia haciendo esto. O sea, que la Iglesia está completa en Cristo.

“9 Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad, 10 y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Colosenses 2:9-10)
     
El concepto griego traducido como “completos” (“plēroō”, G4137) significa que es Él, Cristo, el que causa que las cosas ocurran, con la implicación de cumplir con un propósito.[4] Además, esta expresión también es utilizada en la Biblia para comunicar lo siguiente:

  • significa estar llenos (Hch 13:52), ser capaces de llegar al final (Hch 7:30, “pasados”),
  • capaces de completar las tareas encomendadas (Hch 13:25), tener el mayor grado (Hch 13:52);
  • llenar, hacer que algo esté lleno (Mt 13:48; Hch 2:2); completar, llegar a la totalidad (Rom 8:4; Apo 6:11);
  • acabar, completar una actividad (Hch 12:25); proveer plenamente, proveer de todo lo necesario (Fil 4:18);
  • proclamar en forma completa, decir todo (Rom 15:19);
  • dar el verdadero significado (Mat 5:17; Gál 5:14); hacer que ocurra, cuando implica cumplimiento de algo (Mt 1:22);
  • hacer pensar (Hch 5:3)[5]
 
Los resultados que encontramos cuando aplicamos estas traducciones a la frase que describe la Iglesia como la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo son simplemente extraordinarios. Cuando decimos que la Iglesia es la plenitud de Cristo estamos declarando que esto significa que es Cristo el que causa que las cosas ocurran. Estamos diciendo que Cristo lo hace con la implicación de que cumplamos con los propósitos establecidos de antemano (Efe 2:10). Es importante señalar que no se trata de que nosotros  podamos o intentemos cumplirlos. Nosotros hemos sido llamados a hacerlo porque la plenitud de Cristo garantiza el éxito.
 
Esta expresión bíblica, ser la plenitud de Cristo, ciertamente indica que estamos llenos de Él y que se nos ha dado la capacidad de llegar hasta el final. O sea, que aquellos que se rinden en el camino no tienen excusas. Esta expresión también significa que somos capaces de completar las tareas encomendadas y de alcanzar el mayor grado de gozo y de la llenura del Espíritu Santo. Esta expresión predica que hemos sido llamados a completar las tareas encomendadas. Esta expresión también dice que lo podemos hacer porque Aquel que lo llena todo nos provee plenamente de todo lo necesario para realizarlo. Esta expresión también describe nuestra predicación; una predicación completa, sin que le falte cosa alguna.
 
Esta expresión entonces afirma que es Cristo el que le da significado a la Iglesia y quien hace que ella piense correctamente.
 
Estas son algunas de las características operacionales que se deprenden de la descripción de la Iglesia como Cuerpo de Cristo y la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo. Cabe aquí una pregunta: ¿de qué estamos llenos?¿De qué está llena la Iglesia del Señor?
       
Concluimos esta reflexión señalando que estas solo son algunas de las características que distinguen a los miembros de la Iglesia descritos en el capítulo dos (2) de la Carta a los Efesios. Estos son sin duda algunos de los beneficios se extienden a todos aquellos que hemos sido llamados a estar cerca, dentro del Pacto Eterno en el que solo figuraba el pueblo Judío (Efe 2:11-13).
 
Nuestra próxima reflexión será dedicada al análisis de estas aseveraciones bíblicas.
Referencias
   
[1] https://tallerdelmaestro.files.wordpress.com/2010/10/12-eclesiologia-maestro.pdf
   
[2]  Hodge, C. (1858). A commentary on the Epistle to the Ephesians (pp. 81–92). Robert Carter and Brothers.

[3]  Lange, J. P., Schaff, P., Braune, K., & Riddle, M. B. (2008). A commentary on the Holy Scriptures (p. 63). Logos Bible Software.

[4] Louw, J. P., & Nida, E. A. (1996). In Greek-English lexicon of the New Testament: based on semantic domains (electronic ed. of the 2nd edition., Vol. 1, p. 160). United Bible Societies.

[5] Swanson, J. (1997). In Diccionario de idiomas bı́blicos: Griego (Nuevo testamento) (Edición electrónica.). Logos Bible Software

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