Es normal querer buscar soluciones para atender los problemas que enfrentamos. Es algo que todos practicamos a diario. El problema central es cuando no buscamos la verdadera raíz causa, aquello que ocasionó el problema en un principio. Entonces las soluciones que queremos implementar se convertirán en paliativos temporeros que no evitarán los males recurrentes ni mitigarán nuestro dolor.
Frente a la tragedia de Uvalde en Texas he visto una reacción distinta de parte de los medios, los políticos y el publico en general. “Ya es suficiente”, “Es hora de actuar”, “No quiero acostumbrarme a esto” son frases que se pueden escuchar en todas partes. Cuando vemos un evento tan desgarrador y pensamos en las víctimas y sus familiares definitivamente tenemos que ser movidos a un cambio a nivel social. Pero cuando pensamos en las posibilidades de que esto se pueda repetir y que entonces seamos nosotros los recipientes de semejante dolor, entonces tenemos que comenzar a evaluarnos a nosotros mismos. Lo que estamos haciendo; ¿realmente va a poder solucionar nuestro problema de violencia?
Ciertamente la violencia de este nivel puede ser mitigada con mayores controles, a través de reformas legislativas que han estado en estado inercia por mucho tiempo, producto de intereses políticos y económicos. Pero si indagamos más a fondo, ese estado de violencia no es la raíz causa de nuestro problema, sino un síntoma. ¿Qué es lo que causa semejante violencia en un principio? La respuesta a esa pregunta está en la Palabra.
La Biblia dice “El que sembrare iniquidad, iniquidad segará” (Proverbios 22:8). De una forma bien sencilla, lo que esto quiere decir es que si sembramos violencia vamos a cosechar violencia. Si sembramos violencia en nuestras interacciones, vamos a cosechar violencia en nuestras relaciones. Si sembramos violencia en nuestros medios, vamos a cosechar violencia en nuestra sociedad. Si sembramos violencia en nuestro corazón, vamos a cosechar violencia en nuestros actos.
La semilla de la violencia se puede sembrar de muchas formas y en muchas instancias en el corazón del ser humano. Ciertamente el joven de 18 años que perpetró este acto en la escuela elemental Robb en Uvalde Texas tuvo un acceso a adquirir armas de fuego que nunca debió tener. Pero la intención de su corazón y su estado mental, conductual y espiritual no se gestaron en un vacío ni de forma instantánea. De alguna forma esa semilla de violencia fue sembrada, y luego germinó. Entonces, la pregunta real para formular sería: ¿Cómo podemos atender la raíz causa de nuestro problema social de violencia? La respuesta comienza con cada uno de nosotros.
Esto no es un asunto de terceros, sino un asunto de cada uno, pues cada uno de nosotros tiene la oportunidad de decidir qué va a sembrar en su corazón a diario. Nunca nos pensamos a nosotros mismos como capaces de realizar actos como el de Uvalde Texas. Pero sí somo capaces de generar y promover mucha violencia, violencia que puede resultar en mayor violencia a nivel exponencial. Sin embargo, si a diario le pedimos a Dios que nos ayude a sembrar correctamente, en nuestros corazones, en nuestros hogares y en los que están a nuestro alrededor, entonces podemos comenzar a gestar un cambio.
Pienso que si dedicáramos más tiempo a orar, no de forma reactiva, sino de forma proactiva, podríamos ser mejores. Lo que quiero decir con esto no es algo puramente religioso, sino práctico. Cada día es necesario orar por nuestros corazones para que podamos sembrar de forma correcta, con nuestros actos y con nuestras decisiones. Cada día es necesario orar por nuestros hijos, para que Dios guarde su corazón y que les proteja de aquello que les pueda influenciar a la maldad. Cada día es necesario orar por los que están a nuestro alrededor, nuestros vecinos, nuestros familiares, nuestros compañeros de trabajo. No sabemos las situaciones por las cuales están pasando y de qué manera algún evento de sus vidas les pueda mover a tomar decisiones que tengan consecuencias nefastas para otros. Cada día es necesario orar para que Dios nos ayude a decidir mejor, para ver lo que es correcto, escuchar lo que es correcto, promover lo que es correcto de modo que dejemos de sembrar para la violencia. Si hay algo de lo cual estamos convencidos hoy es que necesitamos un cambio. Pero para que ese cambio ocurra, necesitamos comenzar a mirarnos por dentro.
Frente a la tragedia de Uvalde en Texas he visto una reacción distinta de parte de los medios, los políticos y el publico en general. “Ya es suficiente”, “Es hora de actuar”, “No quiero acostumbrarme a esto” son frases que se pueden escuchar en todas partes. Cuando vemos un evento tan desgarrador y pensamos en las víctimas y sus familiares definitivamente tenemos que ser movidos a un cambio a nivel social. Pero cuando pensamos en las posibilidades de que esto se pueda repetir y que entonces seamos nosotros los recipientes de semejante dolor, entonces tenemos que comenzar a evaluarnos a nosotros mismos. Lo que estamos haciendo; ¿realmente va a poder solucionar nuestro problema de violencia?
Ciertamente la violencia de este nivel puede ser mitigada con mayores controles, a través de reformas legislativas que han estado en estado inercia por mucho tiempo, producto de intereses políticos y económicos. Pero si indagamos más a fondo, ese estado de violencia no es la raíz causa de nuestro problema, sino un síntoma. ¿Qué es lo que causa semejante violencia en un principio? La respuesta a esa pregunta está en la Palabra.
La Biblia dice “El que sembrare iniquidad, iniquidad segará” (Proverbios 22:8). De una forma bien sencilla, lo que esto quiere decir es que si sembramos violencia vamos a cosechar violencia. Si sembramos violencia en nuestras interacciones, vamos a cosechar violencia en nuestras relaciones. Si sembramos violencia en nuestros medios, vamos a cosechar violencia en nuestra sociedad. Si sembramos violencia en nuestro corazón, vamos a cosechar violencia en nuestros actos.
La semilla de la violencia se puede sembrar de muchas formas y en muchas instancias en el corazón del ser humano. Ciertamente el joven de 18 años que perpetró este acto en la escuela elemental Robb en Uvalde Texas tuvo un acceso a adquirir armas de fuego que nunca debió tener. Pero la intención de su corazón y su estado mental, conductual y espiritual no se gestaron en un vacío ni de forma instantánea. De alguna forma esa semilla de violencia fue sembrada, y luego germinó. Entonces, la pregunta real para formular sería: ¿Cómo podemos atender la raíz causa de nuestro problema social de violencia? La respuesta comienza con cada uno de nosotros.
Esto no es un asunto de terceros, sino un asunto de cada uno, pues cada uno de nosotros tiene la oportunidad de decidir qué va a sembrar en su corazón a diario. Nunca nos pensamos a nosotros mismos como capaces de realizar actos como el de Uvalde Texas. Pero sí somo capaces de generar y promover mucha violencia, violencia que puede resultar en mayor violencia a nivel exponencial. Sin embargo, si a diario le pedimos a Dios que nos ayude a sembrar correctamente, en nuestros corazones, en nuestros hogares y en los que están a nuestro alrededor, entonces podemos comenzar a gestar un cambio.
Pienso que si dedicáramos más tiempo a orar, no de forma reactiva, sino de forma proactiva, podríamos ser mejores. Lo que quiero decir con esto no es algo puramente religioso, sino práctico. Cada día es necesario orar por nuestros corazones para que podamos sembrar de forma correcta, con nuestros actos y con nuestras decisiones. Cada día es necesario orar por nuestros hijos, para que Dios guarde su corazón y que les proteja de aquello que les pueda influenciar a la maldad. Cada día es necesario orar por los que están a nuestro alrededor, nuestros vecinos, nuestros familiares, nuestros compañeros de trabajo. No sabemos las situaciones por las cuales están pasando y de qué manera algún evento de sus vidas les pueda mover a tomar decisiones que tengan consecuencias nefastas para otros. Cada día es necesario orar para que Dios nos ayude a decidir mejor, para ver lo que es correcto, escuchar lo que es correcto, promover lo que es correcto de modo que dejemos de sembrar para la violencia. Si hay algo de lo cual estamos convencidos hoy es que necesitamos un cambio. Pero para que ese cambio ocurra, necesitamos comenzar a mirarnos por dentro.
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AUTOR: MIZRAIM ESQUILIN GARCIA
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