April 12th, 2023
(Análisis de Isaías 49:10: Pt. 2)
La reflexión anterior nos permitió ver que el verso diez (10) del capítulo 49 del Libro de Isaías nos comunica cinco (5) promesas extraordinarias. El resumen de estas promesas es el siguiente:
Sabemos, tal y como hemos formulado en nuestra reflexión anterior, que todas esas promesas tienen que ver con necesidades importantes para la vida. Estamos convencidos de que el cumplimiento final y absoluto de estas promesas se producirá en lo que la Biblia identifica como el milenio (Apo 20:1-7). Es allí que Cristo, el Mesías prometido, será el absoluto e indiscutible pacto del pueblo (Isa 42:6; 49:8; Jer 31:31-34). La profecía de Isaías dice que en esa época de nuestra historia hasta los valles serán cambiados (Isa 49:11). No obstante, vimos en la reflexión anterior la vigencia de estas promesas aquí y ahora.
Isaías dice que Dios ha prometido dirigirnos y conducirnos hasta que alcancemos esas promesas. Esas son expresiones que trascienden nuestras capacidades humanas. Lo sabemos porque la Biblia dice que Dios es tan misericordioso que ha prometido dirigirnos aún más allá de la muerte.
Nos preguntamos lo siguiente: ¿a dónde nos dirige y nos conduce el Señor? Es cierto que la satisfacción de las necesidades básicas que tenemos como seres humanos, necesidad de agua, de comida, aire, etc., parece copar la interpretación de estas promesas. Dios ha dicho que a sus pobres saciará de pan (Sal 132:15). Sin embargo, nuestra reflexión anterior nos invitó a considerar la espiritualización de estas necesidades. Dicho de otra manera, no es que las necesidades básicas que tenemos como seres humanos carezcan de importancia. Lo que sucede es que de lo que esto trata es que tenemos que atender estas promesas con los lentes que nos ha provisto Jesucristo nuestro Señor y nuestro Salvador.
El apóstol Pablo subraya esto cuando dice lo siguiente acerca de este tema:
Nos parece que la forma correcta de acercarnos a otras interpretaciones de lo que es el hambre, la sed y la aflicción producida por el calor, es viendo cómo es que la Biblia maneja estas. En otras palabras, que para obtener una interpretación seria de esto tenemos que acudir a lo que dice la Palabra de Dios.
Nuestra reflexión anterior nos sirvió como punta de lanza para comenzar a ver insertar las interpretaciones que hace el Evangelio acerca de lo que es la verdadera necesidad del pan y del agua. Los Evangelios nos presentan a Jesucristo como el agua que salta para vida eterna (Jn 4:13-14) y como el pan vivo que descendió del cielo (Jn 6:32-40).
Veamos algunas de las otras interpretaciones que la Biblia nos regala acerca de lo que es el pan como elemento para saciar el hambre y el agua para saciar la sed.
1. El pan como metáfora para explicar las experiencias que causan dolor y provocan lágrimas:
“5 Les diste a comer pan de lágrimas, Y a beber lágrimas en gran abundancia.” (Salmos 80:5)
“2 Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el sueño.” (Salmos 127:2)
2. El pan como ofrenda:
3. El pan como la comunión con el cuerpo de Cristo:
“5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5)
5. El agua como metáfora de la presencia del Espíritu Santo:
6. El agua como metáfora de la Palabra de Dios
“25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:25-27)
“10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:10-11)
Los creyentes en Cristo sabemos que es acerca de estas necesidades que profetizó Amós cuando dijo lo siguiente:
Comenzamos nuestro análisis presentando algunas perspectivas del significado del pan como una metáfora del dolor. Más de uno podría concluir que la promesa de Isaías que habla de no tener hambre debe implicar que Dios está prometiendo que no tendremos ni sufriremos más dolor. Esta conclusión no es correcta. Podemos afirmar esto categóricamente porque hasta Cristo es llamado varón de dolores y experimentado en quebranto (Isa 53:3). Además, Cristo mismo afirmó que tendremos aflicciones mientras estemos de este lado de la vida. Esto es, antes de ser convocados a vivir en la eternidad. La afirmación que hace Jesús subraya que lo que nos debe mover es la confianza en que Él ha vencido al mundo (Jn 16:33).
Debemos entender que los dolores que sufrió Jesús en la cruz del Calvario son los únicos dolores que salvan. Los dolores que nosotros sufrimos son pedagógicos y ejemplarizantes.
Ahora bien, no podemos continuar este análisis sin detenernos a reflexionar un poco acerca del sufrimiento y del dolor. Reconocemos que los planteamientos que formularemos aquí no pueden agotar la discusión de este tema. No obstante, los presentamos con humildad, convencidos de que estos pueden ayudar a ampliar las perspectivas que pueden tener muchas personas acerca del dolor.
Hemos compartido muchas reflexiones acerca de este tema a través de los años. En una de esas ocasiones lo trabajamos durante varios meses en las reflexiones que se publican en El Heraldo. Esto es, las reflexiones publicadas desde el 3 de junio hasta el 7 de octubre del 2018.
Hace algunos años tuve la oportunidad de leer un libro escrito por Albion Roy King; “The Problem of Evil: Christian Concepts and the Book of Job,” publicado por Ronald Press en 1952. Me parece que muchos de los planteamientos que King hace allí siguen teniendo vigencia, particularmente para el análisis del tema que estamos trabajando.
King destaca que uno de los aspectos importantes acerca del sufrimiento es que hablar de ello requiere que hablemos de la naturaleza de este. El sufrimiento, dice él es una experiencia personal y cada persona es una unidad orgánica, compleja y única. O sea, que podemos hablar de reacciones distintas ante las mismas experiencias. Por lo tanto, las aflicciones, los dolores y el sufrimiento no pueden ser separados como entidades aparte de las experiencias que los causan.
En segundo lugar, dice AlbionKing, debemos distinguir entre la posibilidad y la actualidad del sufrimiento y del dolor. Sería mucho más fácil hacer este ejercicio con los casos en los que se cometen y se admiten errores, pecados y/o inmoralidad. Por ejemplo, la admisión de un pecado facilita el análisis de la experiencia y facilita encaminarse hacia el desarrollo del carácter. Por otro lado, la posibilidad de un dolor facilita el desarrollo de la disciplina de los hábitos. Sabemos que esto se hace difícil de manejar porque todos tenemos la inclinación, la propensión de querer evitar el dolor. Sin embargo, todos sabemos que no debemos meter las manos en el fuego o tocar una hornilla que ha estado encendida porque esto nos producirá dolor. Pero no hay una escuela más efectiva para recordar esto que haber sufrido el dolor de esa experiencia. La posibilidad de que esto nos pueda suceder, que nos pueda producir dolor, nos ayuda a disciplinarnos.
Hacemos un paréntesis para subrayar que tenemos que establecer la diferencia que existe entre los dolores físicos y los dolores mentales. El dolor mental es generalmente mucho más agudo que el físico y no puede ser sustituido. Un ejemplo de esto lo tenemos en el manejo del temor. El temor puede convertirse en una fuente intensa de sufrimiento, pero en ocasiones puede convertirse en algo inoperante. No así el dolor. Por ejemplo, el dolor provocado por un cálculo renal nos recuerda constantemente que tenemos que ser buenos mayordomos de nuestros cuerpos. Al mismo tiempo, la posibilidad de sufrir mentalmente puede y debe ser usada para ayudarnos a madurar en la dimensión de la salud mental y psicológica.
La Biblia presenta algunos argumentos poderosos acerca de esto último en el libro de Job. En una de las reflexiones antes citadas (5 de agosto de 2018), compartimos algo que valida esta conclusión. A continuación una cita de esa reflexión:
Conociendo estos datos, entonces podemos estilar que no tener hambre del pan de lágrimas, ni del pan de dolores no significa que seremos eximidos de las aflicciones o de aquello que nos puede producir dolor. No tener hambre de ese pan puede significar que ya hemos sido saciados de esas experiencias, porque hemos aprendido a trabajar con estas utilizando la óptica bíblica-espiritual y emocional correcta. No tener hambre de ese pan puede tener el significado de que estamos saciados porque hemos aprendido lo que teníamos que aprender en medio del dolor y Dios puede entonces utilizar otras “escuelas” para discipularnos. No tener hambre del pan de lágrimas puede tener el significado de que estamos saciados, no por el dolor y las lágrimas, sino por las grosuras que nos han prometido en esos versos del libro de Job.
Estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los lectores debe haber llegado a la conclusión de que vamos a tener que esperar a llegar a las mansiones celestiales para ser plenamente capaces de entender todo esto. La Biblia dice que allí no habrá lágrimas, muerte, llanto, ni clamor, ni dolor (Apoc 21:4).
Continuaremos este análisis en nuestra próxima reflexión.
“10 No tendrán hambre ni sed, ni el calor ni el sol los afligirá; porque el que tiene de ellos misericordia los guiará, y los conducirá a manantiales de aguas.” (Isaías 49:10)
La reflexión anterior nos permitió ver que el verso diez (10) del capítulo 49 del Libro de Isaías nos comunica cinco (5) promesas extraordinarias. El resumen de estas promesas es el siguiente:
- no tendremos hambre.
- no tendremos sed.
- no seremos afligidos por el calor.
- Él nos guiará por su misericordia.
- Él nos conducirá a manantiales de aguas.
Sabemos, tal y como hemos formulado en nuestra reflexión anterior, que todas esas promesas tienen que ver con necesidades importantes para la vida. Estamos convencidos de que el cumplimiento final y absoluto de estas promesas se producirá en lo que la Biblia identifica como el milenio (Apo 20:1-7). Es allí que Cristo, el Mesías prometido, será el absoluto e indiscutible pacto del pueblo (Isa 42:6; 49:8; Jer 31:31-34). La profecía de Isaías dice que en esa época de nuestra historia hasta los valles serán cambiados (Isa 49:11). No obstante, vimos en la reflexión anterior la vigencia de estas promesas aquí y ahora.
Isaías dice que Dios ha prometido dirigirnos y conducirnos hasta que alcancemos esas promesas. Esas son expresiones que trascienden nuestras capacidades humanas. Lo sabemos porque la Biblia dice que Dios es tan misericordioso que ha prometido dirigirnos aún más allá de la muerte.
“13 Considerad atentamente su antemuro, Mirad sus palacios; Para que lo contéis a la generación venidera. 14 Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre; Él nos guiará aún más allá de la muerte.” (Salmos 48:13-14)
Nos preguntamos lo siguiente: ¿a dónde nos dirige y nos conduce el Señor? Es cierto que la satisfacción de las necesidades básicas que tenemos como seres humanos, necesidad de agua, de comida, aire, etc., parece copar la interpretación de estas promesas. Dios ha dicho que a sus pobres saciará de pan (Sal 132:15). Sin embargo, nuestra reflexión anterior nos invitó a considerar la espiritualización de estas necesidades. Dicho de otra manera, no es que las necesidades básicas que tenemos como seres humanos carezcan de importancia. Lo que sucede es que de lo que esto trata es que tenemos que atender estas promesas con los lentes que nos ha provisto Jesucristo nuestro Señor y nuestro Salvador.
“25 Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? 26 Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:25-26)
El apóstol Pablo subraya esto cuando dice lo siguiente acerca de este tema:
“8 Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; 9 como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. 10 Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, 11 para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios.” (2 Corintios 9:8-11)
Nos parece que la forma correcta de acercarnos a otras interpretaciones de lo que es el hambre, la sed y la aflicción producida por el calor, es viendo cómo es que la Biblia maneja estas. En otras palabras, que para obtener una interpretación seria de esto tenemos que acudir a lo que dice la Palabra de Dios.
Nuestra reflexión anterior nos sirvió como punta de lanza para comenzar a ver insertar las interpretaciones que hace el Evangelio acerca de lo que es la verdadera necesidad del pan y del agua. Los Evangelios nos presentan a Jesucristo como el agua que salta para vida eterna (Jn 4:13-14) y como el pan vivo que descendió del cielo (Jn 6:32-40).
Veamos algunas de las otras interpretaciones que la Biblia nos regala acerca de lo que es el pan como elemento para saciar el hambre y el agua para saciar la sed.
1. El pan como metáfora para explicar las experiencias que causan dolor y provocan lágrimas:
“3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, Mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?” (Salmos 42:3)
“5 Les diste a comer pan de lágrimas, Y a beber lágrimas en gran abundancia.” (Salmos 80:5)
“2 Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, Y que comáis pan de dolores; Pues que a su amado dará Dios el sueño.” (Salmos 127:2)
2. El pan como ofrenda:
“6 El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre? 7 En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable.” (Malaquias 1:6-7)
3. El pan como la comunión con el cuerpo de Cristo:
“16 La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?” (1 Corintios 1:16)
4. El agua como metáfora del nuevo nacimiento:
“5 Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” (Juan 3:5)
5. El agua como metáfora de la presencia del Espíritu Santo:
“38 El que cree en mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva. 39 Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; pues aún no había venido el Espíritu Santo, porque Jesús no había sido aún glorificado.” (Juan 7:38-39)
6. El agua como metáfora de la Palabra de Dios
“3 Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.” (Juan 15:3)
“25 Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, 26 para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, 27 a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:25-27)
“10 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, 11 así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié.” (Isaías 55:10-11)
Los creyentes en Cristo sabemos que es acerca de estas necesidades que profetizó Amós cuando dijo lo siguiente:
“11 He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová.” (Amós 8:11)
Comenzamos nuestro análisis presentando algunas perspectivas del significado del pan como una metáfora del dolor. Más de uno podría concluir que la promesa de Isaías que habla de no tener hambre debe implicar que Dios está prometiendo que no tendremos ni sufriremos más dolor. Esta conclusión no es correcta. Podemos afirmar esto categóricamente porque hasta Cristo es llamado varón de dolores y experimentado en quebranto (Isa 53:3). Además, Cristo mismo afirmó que tendremos aflicciones mientras estemos de este lado de la vida. Esto es, antes de ser convocados a vivir en la eternidad. La afirmación que hace Jesús subraya que lo que nos debe mover es la confianza en que Él ha vencido al mundo (Jn 16:33).
Debemos entender que los dolores que sufrió Jesús en la cruz del Calvario son los únicos dolores que salvan. Los dolores que nosotros sufrimos son pedagógicos y ejemplarizantes.
Ahora bien, no podemos continuar este análisis sin detenernos a reflexionar un poco acerca del sufrimiento y del dolor. Reconocemos que los planteamientos que formularemos aquí no pueden agotar la discusión de este tema. No obstante, los presentamos con humildad, convencidos de que estos pueden ayudar a ampliar las perspectivas que pueden tener muchas personas acerca del dolor.
Hemos compartido muchas reflexiones acerca de este tema a través de los años. En una de esas ocasiones lo trabajamos durante varios meses en las reflexiones que se publican en El Heraldo. Esto es, las reflexiones publicadas desde el 3 de junio hasta el 7 de octubre del 2018.
Hace algunos años tuve la oportunidad de leer un libro escrito por Albion Roy King; “The Problem of Evil: Christian Concepts and the Book of Job,” publicado por Ronald Press en 1952. Me parece que muchos de los planteamientos que King hace allí siguen teniendo vigencia, particularmente para el análisis del tema que estamos trabajando.
King destaca que uno de los aspectos importantes acerca del sufrimiento es que hablar de ello requiere que hablemos de la naturaleza de este. El sufrimiento, dice él es una experiencia personal y cada persona es una unidad orgánica, compleja y única. O sea, que podemos hablar de reacciones distintas ante las mismas experiencias. Por lo tanto, las aflicciones, los dolores y el sufrimiento no pueden ser separados como entidades aparte de las experiencias que los causan.
En segundo lugar, dice AlbionKing, debemos distinguir entre la posibilidad y la actualidad del sufrimiento y del dolor. Sería mucho más fácil hacer este ejercicio con los casos en los que se cometen y se admiten errores, pecados y/o inmoralidad. Por ejemplo, la admisión de un pecado facilita el análisis de la experiencia y facilita encaminarse hacia el desarrollo del carácter. Por otro lado, la posibilidad de un dolor facilita el desarrollo de la disciplina de los hábitos. Sabemos que esto se hace difícil de manejar porque todos tenemos la inclinación, la propensión de querer evitar el dolor. Sin embargo, todos sabemos que no debemos meter las manos en el fuego o tocar una hornilla que ha estado encendida porque esto nos producirá dolor. Pero no hay una escuela más efectiva para recordar esto que haber sufrido el dolor de esa experiencia. La posibilidad de que esto nos pueda suceder, que nos pueda producir dolor, nos ayuda a disciplinarnos.
Hacemos un paréntesis para subrayar que tenemos que establecer la diferencia que existe entre los dolores físicos y los dolores mentales. El dolor mental es generalmente mucho más agudo que el físico y no puede ser sustituido. Un ejemplo de esto lo tenemos en el manejo del temor. El temor puede convertirse en una fuente intensa de sufrimiento, pero en ocasiones puede convertirse en algo inoperante. No así el dolor. Por ejemplo, el dolor provocado por un cálculo renal nos recuerda constantemente que tenemos que ser buenos mayordomos de nuestros cuerpos. Al mismo tiempo, la posibilidad de sufrir mentalmente puede y debe ser usada para ayudarnos a madurar en la dimensión de la salud mental y psicológica.
La Biblia presenta algunos argumentos poderosos acerca de esto último en el libro de Job. En una de las reflexiones antes citadas (5 de agosto de 2018), compartimos algo que valida esta conclusión. A continuación una cita de esa reflexión:
“Además, en esa reflexión vimos que Eliú repitió la tesis de que Dios puede usar el dolor y el sufrimiento como maestros para enseñarnos a oír su voz y aprender a confiar en Él.
RV 1960
Ralph Tyler Flewelling decía que los dolores y los sufrimientos son "schoolmasters” (maestros a cargo) de la vida mientras estos mantengan ese potencial pedagógico. Ellos dejan de ser maestros tan pronto se convierten en “instrumentos” que solo sirven para asignar tareas; dejan de ser constructores y se convierten en destructores.[1]”
RV 1960
“15 Al pobre librará de su pobreza, Y en la aflicción despertará su oído. 16 Asimismo te apartará de la boca de la angustia A lugar espacioso, libre de todo apuro, Y te preparará mesa llena de grosura.” (Job 36:15-16)
DHH
“15 Por medio del sufrimiento, Dios salva al que sufre; por medio del dolor lo hace entender. 16 A ti también te libró de los peligros, y te dio abundancia y libertad; llenó tu mesa de comidas deliciosas.”(Job 36:15-16)
Nueva Traducción Viviente
“15 Pero por medio del sufrimiento, él rescata a los que sufren, pues capta su atención mediante la adversidad. 16» Job, Dios está alejándote del peligro, y te lleva a un lugar libre de angustia. Está poniendo en tu mesa la mejor comida.”
NVI
“15 A los que sufren, Dios los libra mediante el sufrimiento; en su aflicción, los consuela.
16» Dios te libra de las fauces de la angustia, te lleva a un lugar amplio y espacioso, y llena tu mesa con la mejor comida.”…..
16» Dios te libra de las fauces de la angustia, te lleva a un lugar amplio y espacioso, y llena tu mesa con la mejor comida.”…..
Ralph Tyler Flewelling decía que los dolores y los sufrimientos son "schoolmasters” (maestros a cargo) de la vida mientras estos mantengan ese potencial pedagógico. Ellos dejan de ser maestros tan pronto se convierten en “instrumentos” que solo sirven para asignar tareas; dejan de ser constructores y se convierten en destructores.[1]”
Conociendo estos datos, entonces podemos estilar que no tener hambre del pan de lágrimas, ni del pan de dolores no significa que seremos eximidos de las aflicciones o de aquello que nos puede producir dolor. No tener hambre de ese pan puede significar que ya hemos sido saciados de esas experiencias, porque hemos aprendido a trabajar con estas utilizando la óptica bíblica-espiritual y emocional correcta. No tener hambre de ese pan puede tener el significado de que estamos saciados porque hemos aprendido lo que teníamos que aprender en medio del dolor y Dios puede entonces utilizar otras “escuelas” para discipularnos. No tener hambre del pan de lágrimas puede tener el significado de que estamos saciados, no por el dolor y las lágrimas, sino por las grosuras que nos han prometido en esos versos del libro de Job.
Estamos convencidos de que la inmensa mayoría de los lectores debe haber llegado a la conclusión de que vamos a tener que esperar a llegar a las mansiones celestiales para ser plenamente capaces de entender todo esto. La Biblia dice que allí no habrá lágrimas, muerte, llanto, ni clamor, ni dolor (Apoc 21:4).
Continuaremos este análisis en nuestra próxima reflexión.
Referencias
[1] Ralph Tyler Flewelling, The Reason in Faith (New York: Abingdon Cokesbury Press, 1924), Chap. ix.
[1] Ralph Tyler Flewelling, The Reason in Faith (New York: Abingdon Cokesbury Press, 1924), Chap. ix.
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