856 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 10 de julio 2022

856 • El Heraldo Digital – Institucional • Volumen XVII • 10 de julio 2022
Efesios: énfasis en el poder que desata la oración

“18 Pido que Dios les abra la mente para que vean y sepan lo que él tiene preparado para la gente que ha llamado. Entonces podrán participar de las ricas y abundantes bendiciones que él ha prometido a su pueblo santo. 19 Verán también lo grande que es el poder que Dios da a los que creen en él. Es el mismo gran poder 20 con el que Dios resucitó a Cristo de entre los muertos y le dio el derecho de sentarse a su derecha en el cielo. 21 Dios ha puesto a Cristo por encima de cualquier gobernante, autoridad, poder y dominio, tanto de este mundo como del que está por venir. 22 Dios puso todo bajo sus pies y lo nombró como cabeza de todo para bien de la iglesia, 23 la cual es su cuerpo. Cristo, quien llena todo en todo momento, llena la iglesia con su presencia.”   (Efe 1:18-23, PDT)

Nuestras reflexiones anteriores han sido dedicadas al análisis de la primera oración que el Apóstol Pablo nos regala en su Carta a los Efesios (Efe 1:15-23). Una pregunta importante es por qué es que este apóstol realiza tanto énfasis en la oración, en la necesidad de orar, y/o en los beneficios que produce la oración.

Esta pregunta adquiere relevancia en el contexto posmoderno. Esto es, contexto en el que  hombres y mujeres que Dios ha llamado están tan ocupados en la viña del Señor que no tienen tiempo para orar. Pablo, siempre tenía tiempo para orar. Pablo, el último ser humano que vio al Resucitado, fue movido por el Espíritu Santo para declarar que había que orar sin cesar (1 Tes 5:17). Pablo, que escuchó la voz de Cristo y que escribió 13 de las cartas del Nuevo Testamento, oraba de rodillas (Efe 3:14).

Las respuestas para la pregunta que formulamos pueden ser obtenidas analizando los conceptos que Pablo utiliza para describir sus interpretaciones de aquello que la oración puede conseguir. Ese análisis también ha formado parte de nuestras reflexiones anteriores. Entre estas cosas encontramos que oramos para obtener lo siguiente:

  • recibir revelación y sabiduría acerca de la esperanza que nos sostiene en medio de las pruebas  (Efe 1:17-18).
  • recibir revelación y sabiduría acerca de la herencia que nos aguarda en los cielos (Efe 1:17-18).
  • recibir revelación y sabiduría acerca del poder celestial que está disponible para los creyentes en Cristo (Efe 1:19).
  • ser fortalecidos en el hombre interior (Efe 3:16).
  • ser plenamente capaces de conocer lo incomprensible de Dios (Efe 3:18-19).
  • ser llenos de la plenitud del Padre (Efe 3:19). 

Ahora bien, creemos que es acertado poder mirar, aunque sea soslayadamente, algunos de los acercamientos que otros gigantes de la fe han realizado a este tema; al de la oración. Los resultados que  encontraremos nos ayudarán a desarrollar un entendimiento más amplio de la insistencia paulina.

Tomemos como ejemplo una de las aseveraciones más conocidas acerca de este tema, la que realiza el profeta Jeremías. Estamos seguros que Pablo la conocía:
 
“3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jer 33:3)

Las publicaciones de El Heraldo del 22 de junio de 2014 y del 30 de septiembre del 2018 fueron utilizadas, entre otras cosas, para compartir el análisis de estas expresiones de Jeremías. Vimos allí que el concepto “clama” es la traducción del vocablo hebreo “qârâ” (H 7121). 
Este concepto es utilizado 705 veces en el Antiguo Testamento. Tenemos que puntualizar que ha sido usado (71 veces) en el Antiguo Testamento para describir el grito de los israelitas en Egipto (Ex 2:23), grito que movió el corazón de Dios. Es usado para describir el clamor en la angustia de un pueblo cuando necesitaba liberación y dirección (Jue 3:9). Es usado para describir el clamor de un pueblo ante el dolor de saberse derrotado por sus enemigos y haber perdido el Arca del Pacto, símbolo de la Presencia de Dios (1 Sam 4:13). Es también usado por Nehemías para describir el clamor que levantaba el pueblo de Israel cada vez que reconocían que habían pecado delante de Dios y suplicaban su favor (Neh 9:28). Es usado para describir los gritos que da una mujer cuando está de parto (Isa 26:17). 
Veamos otros usos que la Biblia le da a este concepto:

  • Es usado por otro de los profetas para describir el tipo de clamor que Dios espera de los
       sacerdotes y de su pueblo cuando se requiere la intervención de Dios (Joel 1:14). 
  • Es el tipo de oración que David levanta cuando estaba en la cueva de Adulam (1 Sam 22) y que se recoge en uno de los salmos (Sal 142:1,5). 
  • Al mismo tiempo, este concepto es usado para describir convocatorias y asambleas (Jos 8:16)

El lector debe haber intuido que el resumen de este concepto no es complicado. Las generaciones que nos antecedieron experimentaron las intervenciones de la mano de Dios porque sabían reunirse a buscar el rostro de Dios. Ellos sabían reunirse a orar como un solo hombre. Lo sabían hacer convirtiendo el lugar de reunión, en una sala de parto, en la que se puja y se grita hasta que se obtiene la criatura esperada, reconociendo y confesando los pecados. Eso se hace describiendo la vergüenza y el dolor que se siente cuando se descuida la presencia de Dios y uno se sabe derrotado por enemigos que debieron ser derrotados por el pueblo de Dios. Las generaciones antes de la nuestra conocían el significado de la oración, el significado de “clamar a Dios.” Pablo también lo sabía.

La Biblia continúa usando este concepto de muchas maneras. Por ejemplo:

  • En Jer 33:3 nos invitan a hacerlo porque Dios ha garantizado responder. 
  • En 1 Sam 7:6-9 nos dicen que lo debemos hacer cuando el pueblo tiene temor. Los israelitas le pidieron  a Samuel que clamara porque tenían temor de los Filisteos. Samuel clamó y Dios lo oyó.
  • En Éxo 8:8-14 nos dicen que los gobernantes del pueblo se lo piden a los hombres de Dios en tiempos de crisis. Faraón le pidió a Moisés que lo hiciera para que Dios quitara la plaga de las ranas de Egipto. Moisés le dijo que lo haría al otro día (“mañana”), Dios lo oyó y respondió.
  • En Éxo 15: 23-27 nos dicen que hay que hacerlo cuando las cosas vitales se acaban a causa de nuestra  desobediencia. El pueblo de Israel murmuró contra el hombre que Dios había puesto como líder. El resultado de esto fue que se quedaron sin agua. Ellos le pidieron a Moisés que clamara. Dios oyó a Moisés, sanó las aguas, le dio medidas correctivas para el pueblo y los llevó a fuentes de aguas dulces.
  • En Éxo 17:4-7 nos dicen que Moisés se sintió amenazado por el pueblo y decidió clamar a Dios. Dios lo oyó y le dio el plan de trabajo para que el pueblo viera la gloria de Dios y recibiera dirección.
  • En Num 11:1-3 nos dicen que la ira de Dios se encendió contra el pueblo por haberse quejado demasiado. El pueblo clamó a Moisés y este habló con Dios y Dios manifestó su misericordia.
  • En Jueces 15:16-19 nos dicen que Sansón salió de una de las victorias que Dios le dio para ser confrontado con la posibilidad de morirse de sed. Sansón clamó y Dios le oyó, dándole agua, recobrando su espíritu y reanimándose.
  • La Biblia dice en el Sal 22:24 que Dios no esconde su rostro de aquellos que claman a Él.
  • La Biblia dice en el Sal 34:6-19 que los justos claman y Dios los libra de todas sus angustias, envía su ángel para que les rodeen y los defiende, se asegura de que no les falte bien alguno y los libra de todas sus angustias.
 
El concepto “qârâ” (H 7121) es utilizado en todos los pasajes bíblicos que hemos compartido hasta aquí. Las primeras experiencias con este verbo que encontramos en la Biblia las obtenemos de los primeros capítulos del libro del Génesis (Gn 1:5, 8,10; 2:19-20, 23). En el primer capítulo se trata de Dios llamando la luz como día y a las tinieblas como noche, llamando cielos a la expansión y Tierra a lo seco. En el segundo capítulo se trata de Adán poniéndole nombre (“llamando”) a cada una de las especies creadas por el Señor y llamando “varona” (“ishshâh”, H802)  a la criatura que Dios formó de la costilla de él como “varón” (“’îysh”, H376).

El tercer capítulo del Génesis nos presenta este verbo para indicarnos que Dios llamó a Adán
por su nombre cuando vino a buscarlo luego de que este y su esposa pecaron. 
Este verbo es utilizado en múltiples ocasiones en el que los patriarcas decidían ponerle nombre a los lugares en los que habían tenido encuentros con el Señor. En otras palabras, este verbo encierra un poder nominador y un poder de convocación. El Apóstol Pablo conocía este dato. La oración desata la autoridad del cielo para ponerle nombre a las cosas; llamarlas por sus nombres. No estamos hablando acerca de los burdos deseos de riquezas materiales y/o de posesiones terrenales. La oración pone en acción la autoridad divina para la convocación de propósitos y respuestas celestiales. Pablo conocía esto.

Sin embargo, es en el Salterio que el concepto “qârâ” se viste con mayor frecuencia con el ropaje de herramienta para invocar y/o clamar la presencia de Dios en oración. A continuación algunos ejemplos:

“4 Con mi voz clamé a Jehová, Y él me respondió desde su monte santo. Selah” (Sal 3:4)

“1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú me hiciste ensanchar; Ten misericordia de mí, y oye mi oración….3 Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clamare.” (Sal 4:1,3)

“6 Yo te he invocado, por cuanto tú me oirás, oh Dios; Inclina a mí tu oído, escucha mi palabra.” 
(Sal 17:6) 

“3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, Y seré salvo de mis enemigos….. 6 En mi angustia invoqué a Jehová, Y clamé a mi Dios. El oyó mi voz desde su templo, Y mi clamor llegó delante de él, a sus oídos.” (Sal 18:3, 6)

“6 Este pobre clamó, y le oyó Jehová, Y lo libró de todas sus angustias.” (Sal 34:6)


“16 En cuanto a mí, a Dios clamaré; Y Jehová me salvará.” (Sal 55:16)

El énfasis de este verbo es que aquellos que lo usan se dirigen o abordan a alguien que saben que es real. Es más, lo llaman por su nombre. Este dato es muy importante porque Dios llama por sus nombres todo aquello que Él conoce que va a ser y que Él va a hacer. Así mismo el creyente llama por su nombre a Dios porque sabe que Él es real, porque le conoce y sabe que la presencia de Dios va a ser real.

La expresión en grado superlativo de este verbo la utiliza el profeta Jeremías en el capítulo 33 del libro que lleva su nombre:

“1 Vino palabra de Jehová a Jeremías la segunda vez, estando él aún preso en el patio de la cárcel, diciendo: 2 Así ha dicho Jehová, que hizo la tierra, Jehová que la formó para afirmarla; Jehová es su nombre: 3 Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.”

Es importante destacar el énfasis en el nombre de Jehová antes de la invitación a clamar. La 
invitación a clamar es una que hace el Señor. Además, esta es una invitación que produce unos resultados que el mismo profeta Jeremías nos permite conocer en ese mismo capítulo:

“14 He aquí vienen días, dice Jehová, en que yo confirmaré la buena palabra que he hablado a la casa de Israel y a la casa de Judá. 15 En aquellos días y en aquel tiempo haré brotar a David un Renuevo de justicia, y hará juicio y justicia en la tierra. 16 En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura, y se le llamará: Jehová, justicia nuestra. 17 Porque así ha dicho Jehová: No faltará a David varón que se siente sobre el trono de la casa de Israel. 18 Ni a los sacerdotes y levitas faltará varón que delante de mí ofrezca holocausto y encienda ofrenda, y que haga sacrificio todos los días.”   (Jer 33:14-16)

Aquellos que conocen el nombre del Señor, le convocan, claman a Él y la respuesta del
Todopoderoso incluye lo siguiente:


  • Dios les cambia el nombre (vs 16)
  • Dios ratifica la promesa mesiánica hecha a David (vs 17)

Estas promesas son validadas en el Nuevo Testamento. El libro de Apocalípsis nos revela que 
aquellos que claman al Señor recibirán un nombre nuevo (Apoc 2:17). No olvidemos que la promesa hecha a David es Cristo el Señor. Es nuestro Salvador el que se sienta en el trono de David con un reino que es eterno y para siempre (Isa 9:7; Lcs 1:32; Apoc 7:15-17). Esto es lo que Dios le revela a Jeremías en los verso 16 y 17 de la profecía que estamos analizando. Pablo sabía acerca de esto. Es por ello que él decide orar sin cesar: para ver el cumplimiento de las promesas que Dios ha hecho.

Sabiendo esto, entonces tenemos que concluir que la primera aseveración que Dios hace en este verso es una palabra de acción (verbo) que produce resultados que están vestidos de eternidad. Además, aquellos que hacen suyas estas palabras e invocan y claman al Señor (“qârâ”, H 7121), saben que las respuestas divinas trascienden el aquí y el ahora. Estas respuestas incluyen la eternidad que Dios nos ha garantizado en Cristo Jesús.
Esta aseveración predica un requisito insustituible: aquellos que claman al Señor son aquellos que le conocen por su nombre. La Biblia ofrece verdades absolutas sobre este requisito. Nadie puede llegar al Padre si no es a través del Hijo y nadie puede llamar a Dios Padre sino es a través de Jesucristo su Hijo. Es el espíritu de Cristo el que nos permite llamar Abba a Dios, y ese espíritu es puesto en nosotros por el Padre. Veamos:

“6 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. 7 Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.”    (Jn 14:6-7)

“11 A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. 12 Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; 13 los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”  (Jn 1:11-12) 

“6 Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! 7 Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”    (Gal 4:6)  


La invitación que nos hace Dios es a que clamemos para que podamos ser investidos de estas 
promesas. El requisito bíblico es conocerle. La única forma de hacerlo es a través de Cristo. 
Tenemos que puntualizar que el apóstol Pablo había sido educado en el estudio de todos los textos bíblicos del Antiguo Testamento que hemos compartido hasta aquí. Es correcto afirmar que este conocimiento acerca de la oración se amplió de manera exponencial cuando él conoció a Cristo, su Señor y su Salvador.

Ahora bien, ya hemos visto que la expresión del profeta Jeremías es una aseveración que trae consigo una promesa. Esta promesa trata acerca de la revelación de aquello que existe en lo profundo del corazón de Dios. Pablo también conoce estos datos. El análisis de esto formará parte de nuestra próxima reflexión.
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